¡Hay tantas cosas en la vida más importantes que el dinero! ¡Pero cuestan tanto!

Julius Marx- Groucho Marx.

El dinero, no da la felicidad, pero ayuda mucho a conseguirla.

Anónimo

Bienvenido Mr. Euro

Comenzamos el año 2002 con la novedad de nuestra nueva moneda. Una moneda que nos va a permitir viajar por Europa (salvo chez los ingleses, claro) sin la engorrosa necesidad de realizar los cambios, en los que siempre salíamos perdiendo.

Son muchos los que se han echado a temblar ante el acontecimiento y también los hay que añorarán la desprestigiada peseta. Sin embargo, debemos afrontar estas modificaciones como signo inequívoco de mejores tiempos.

Para empezar nos va a hacer ilusión eso de llenar el depósito de la gasolina por unas cuantas monedas; ¡¡magínense a los italianos! ¿Nos van a engañar con los redondeos? No entendemos a qué viene ese temor. De todas formas nos vienen engañando sistemáticamente en los precios, con los duros en la mano, y no decimos nada. ¿No es un engaño el costo de los carburantes, muy superior al anterior a la Guerra del Golfo, cuando el precio del barril de petróleo y el valor del dólar combinados son inferiores? Y, sin embargo, lo aceptamos como si tal cosa.

Tampoco hay que temerle tanto a los cálculos del comienzo del proceso. ¿Quién no ha realizado alguna excursión de pocos días al extranjero y se ha visto en la necesidad de hacer aritmética mental, para saber si le tenía cuenta comprar ese aparatito que tanto deseaba? El argumento de la tradición es aún menos válido, ya que la peseta tiene realmente poca edad. Claro que en un país que se crea tradiciones enseguida, puede resultar fastidioso el romperlas; que se lo pregunten a esos que tiran cabras desde los campanarios de las iglesias de algunos villorrios, alegando una tradición de seis o siete años, ¡nada menos! .

Nosotros consideramos la introducción del Euro como un auténtico avance social por diversas razones. La primera porque no nos cuadraba eso de tener ingresos anuales millonarios, cuando el concepto de millonario a la gran mayoría nos sonaba a otra cosa. Ahora las aguas volverán a su cauce normal, cobraremos unos pocos, muy pocos, miles de Euros al mes, algunos se conformarán con unos cientos, y eso estará mejor, así reconoceremos realmente la miseria en que nos desenvolvemos. La segunda, en perfecta sincronía con la anterior, consiste en poder demostrar, a los responsables de los míseros sueldos, que son muchos más bajos en comparación con los correspondientes de los países de nuestro entorno; y eso sin tener que ir con la calculadora en la mano para que luego nos digan: "no saben ustedes usarla". ¿Y qué decir de los impuestos? Podremos comprobar que son superiores, pongamos por caso, a los de los franceses, los directos y los indirectos, tanto da, sin más que preguntar a nuestros amigos allende las fronteras. Encima los muy suertudos disfrutan de prestaciones sociales que ya quisiéramos tener del lado de acá de los Pirineos. Podremos comparar verdaderamente el precio de un litro de leche, de un kilo de carne, el valor del peaje en las autopistas o el coste de la educación de nuestros hijos.

Hay una última razón que nos debería inducir a la satisfacción, y es la pérdida de ese sentimiento de aislamiento que nuestro país sufre desde hace tantos siglos. ¡Por fin formamos parte de una comunidad más amplia! Quedan fuera, eso sí, los famosos ingleses, pero tampoco es que hayamos tenido tan buenas relaciones con ellos, salvo cuando aquello de la Guerra de la Independencia.

Lo que verdaderamente nos preocupa es lo que va a ocurrir el próximo 22 de diciembre de 2002, cuando los Niños y Niñas de San Ildefonso canten cantidades ridículas , sin el soniquete aquel de "..setas".

Démonos, por tanto, la enhorabuena por haber conseguido salir de la rutina diaria, al menos durante unos meses, sin demasiados sobresaltos.

La Redacción.