LAS FRASES DEL MESLo más aburrido del mal es que uno se acostumbra. Anónimo Todo el mundo desea ser feliz; pero no que lo sea todo el mundo. Jaume Perich Sarna con gusto... no picaLa personalidad del profesorado universitario es de lo más florido, deleite de psiquiatras y psicólogos, mezcla de sadomasoquismo y pasotismo y caldo de cultivo ideal para las manipulaciones de los sindicatos. Que el PDI es sádico se pone de manifiesto en las actuaciones con sus compañeros mobbing incluido-, con claras reminiscencias, quizás, del sistema de oposiciones; está obligado a aprender las técnicas de escalada de una pirámide de espinosas caras. Aunque incidiremos más adelante sobre este particular, no es el tema central de estas líneas. Que el PDI es masoca es un hecho incontestable. Hace muchos, muuuchos años, que sus salarios han visto reducida la capacidad adquisitiva y como si nada. Alguna vez, unas tímidas voces han solicitado de la Administración una puesta al día, pero, además de tímidas, parecen lejanas y amedrentadas. Los de la batuta, como es natural, hacen caso omiso y, cuando se tornan fastidiosas, responden con soluciones que, a la larga, son un arma de dos filos, acabando con las aspiraciones de los solicitantes. Si antes fueron las autoridades ministeriales, ahora las autonómicas, una vez más, y para evitar novedades, han tomado el pelo a los profesores universitarios y éstos parecen hasta contentos. Se intentó con el gobierno de Suárez y se concedieron unas bufandas como su nombre indica, para tapar la boca- que si bien no llegaron a paliar el problema, hubo suerte y pronto se incorporaron a la nómina mensual. Eso sí, también como es habitual, en forma de complemento, no vaya a ser que tras la jubilación, esta gente tenga una vida cómoda, faltaría más. Se intentó con el gobierno de González y el resultado fue apoteósico. Hasta se tuvo la suerte de presenciar la peregrinación del Secretario de Estado por las diferentes Juntas de Gobiernos de las universidades, prometiendo el oro y el moro. El oro se lo quedaron ellos y el moro, como todavía no conocemos su significado en esta frase, debió de quedarse en Marruecos a la espera de tiempos mejores, pero viajando en patera y no en barco y con billete legal. Se obligó al PDI a aceptar una situación cobarde, solicitando cada x ó x+1 años el reconocimiento de sus méritos, en unas acontecimientos sin precedentes entre los funcionarios y, como no podría ser de otra forma, en modo de complemento ridículo. Pero, al no haber dinero para todos, la prometida evaluación primera de los sexenios, teniendo en cuenta casos especiales, creación de universidades nuevas en situaciones más que precarias, esfuerzos por introducir nuevas líneas de investigación y un largo etc., se convirtió en el escenario ideal para que apareciera el lado oscuro de la personalidad de aquellos que formaron parte de las comisiones correspondientes, aplicando, sin escrúpulos, su personalidad sádica, a fin de doblegar las voluntades de sus compañeros. Listas negras y blancas circularon, salvo honrosas excepciones, por las diferentes áreas de conocimiento; se pusieron tan de moda que todavía circulan. Bien es verdad que los quinquenios parecieron quedarse al margen del fenómeno pero, en nuestra modesta opinión, se debió más bien a las necesidades electoralistas de los rectores, en sus pequeños reinos de taifas: mejor no mover mucho la arena del circo. A pesar de ello, últimamente hemos asistido a intentos, más o menos infructuosos, de utilizar a los estudiantes como arma en la contienda, amenazando con retirar el complemento a los que todavía mantienen que en la Universidad se debe exigir trabajo a los alumnos. Y todo esto sin tener, de verdad, en cuenta el esfuerzo personal dedicado a la docencia, gracias a las artimañas de la manida LRU, la cual consiguió colocar esa personalidad sadomasoquista como modelo idóneo de profesor universitario. Se intentó también con el gobierno de Aznar y, ¡oh sorpresa!, se sacaron de la manga el as de un nuevo complemento, con solicitud incluida, a implorar, no sabemos el porqué, anualmente, varias veces, con distintos modelos de impresos, y a percibir: ¡vaya usted a saber cuando! Pero como las Comunidades Autónomas debían dictar sus criterios, y están más faltas de fondos aún que el gobierno nacional, en esta ocasión hubo que lidiar con las autoridades regionales y de lo prometido, nada de nada, pues las negociaciones había que retomarlas todos los años; se escaquean cuando pueden. Para colmo, los protagonistas del cotarro, tras la sindicalización de la universidad española por parte del PSOE, son las centrales sindicales, de las que todavía no se sabe muy bien cuáles son sus intenciones. A ver por qué si no se pasan la vida tirándose los trastos a la cabeza y teniendo criterios distintos en cuanto a las necesidades del profesorado. A todo esto, los rectores callados como muertos; ellos cazarán al vuelo cualquier complemento puesto a tiro, los pobrecitos son los más sacrificados. Para mayor escarnio, uno de los apartados para contabilizar los méritos docentes consiste en enumerar los puestos de gestión; ignoramos si se incluyen los desarrollados en sindicatos. Resultado de estas negociaciones sindicatos-administración es el último impreso de solicitud remitido al PDI. ¡Nos han cambiado las reglas del juego sobre la marcha y sin que nos enteremos! No piense usted contar veinte cuando come una ficha en el parchís, ahora sólo contará cinco y eso si, por consenso, le dejan los otros jugadores. ¿Algún iluso ha pensado que esta nueva petición, con informe preciso de una agencia de evaluación, no va a conducir a la negación del complemento, con sabe Dios qué criterios? Sin ir más lejos, hace poco, una profesora de Alcalá se quejaba de la llamada telefónica recibida del Ministerio, tras haber solicitado su sexenio y tener los papeles en toda regla y con méritos más que suficientes para obtenerlo. En ella le pedían metiera en el cómputo un año más. "Sí, ya sabemos que son seis y tiene buenos méritos le decían- pero, si no mete un año más, no se lo van a conceder, no diga que no le avisamos". Está claro, el dinero lo necesitan para retirar chapapote, intervenir en guerras ajenas y subir los sueldos a los diputados de las muchas Asambleas del país, a los que, por cierto, nadie pide explicaciones, ni valora su efectividad, ni tan siquiera les pasa lista (sólo hace falta ver las imágenes de los noticiarios televisivos: como no hay nadie, fácil es saber quién asistió). Y aquí brota, en todo su esplendor, el rasgo pasotista del profesorado. Ni una respuesta ante tamaños agravios. "Qué le vamos a hacer" (los conformistas), "habrá que pedirlo no sea que..." (los miedosillos), "mejor esto que nada" (los del pájaro en mano), "la jubilación está muy lejos" (los que tienen más de sesenta años), "no se puede pedir más" (los que todavía no han hecho cálculos), "yo estoy contento con lo que me pagan, porque el trabajo no es excesivo" (los que no trabajan, claro), "¡vaya logro más importante!" (los sindicalistas) . Frases como las anteriores se oyen por los pasillos a todas horas, pero también se oye el ruidillo del frotamiento de manos y el pensamiento en voz alta de algunos: "ahora podré cobrar más que mi compañero de despacho. ¡La rabia que le va a dar!" (los más sádicos). Los sindicatos, entretanto, hacen malabares para demostrar a socios y extraños lo bien que lo están haciendo. Todos sabemos, hace mucho, cuán cautivas están las centrales sindicales de los diversos fondos y prebendas repartidos por el gobierno entre sus cabezas visibles; todavía se oyen los ecos de los últimos acontecimientos sobre los fondos de la Ayuda Social Europea. Y lo peor, es que han dejado sin capacidad de reacción a los que no creen en los sindicatos como solución a sus problemas. Que nos intentan engañar, nadie lo duda. Que lo consiguen, estamos ya por dudarlo. Y, queridos lectores, como sarna con gusto no pica, les animamos a que rellenen el correspondiente impreso, se aten los cinturones y se dejen llevar en este viaje al infierno del vapuleo, la denigración personal, el terror psicológico a perder la miseria conseguida, y el comulgar con ruedas de molino (ahora no las hacen de granito, son más digeribles). LA REDACCIÓN |
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