Editorial
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ISSN: 1575-2844

Revista Vivat Academia

Histórico Año V

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Abril 2003. Nº 44

LA FRASE DEL MES

Muchas naciones antiguas y modernas se han sacudido la opresión, pero son rarísimas las que han sabido gozar de algunos preciosos momentos de libertad; luego han recaído en sus antiguos vicios políticos, porque son los pueblos y no los gobiernos los que arrastran tras de sí la tiranía.

Simón Bolívar (Discurso de Angostura)

El silencio de los borregos

Borrego, según la tercera acepción del diccionario de la RAE, es la persona que se somete, gregaria y dócilmente, a la voluntad ajena.

Uno se pregunta, en demasiadas ocasiones, si merece la pena mantener una postura de denuncia ante los desastres y situaciones incongruentes provocados por políticos y gobernantes en general. La existencia de una gran mayoría silenciosa que parece aceptar, sin críticas ni dudas, las decisiones de los que ostentan el poder provoca una sensación de decepción y, a veces, de cuestionamiento de las propias ideas.

Ser la voz que clama en el desierto es decepcionante, allí ni siquiera hay eco que nos devuelva nuestras propias palabras. Sin embargo, predicar a un rebaño de lustrosos ovinos, ocupados en rumiar sus propias miserias, resulta todavía peor, allí se escucha un ensordecedor silencio, roto por todo un concierto de balidos.

Gran número de nuestros paisanos y, lo que es más sorprendente, de los más jóvenes han decidido tomar postura activa contra esta última guerra injusta y en solidaridad con los damnificados por los vertidos petrolíferos. Ha sido toda una demostración de la presencia de atisbos de humanidad, quizás largo tiempo reprimida. Pero somos conscientes de que, por un lado, estas manifestaciones continuadas cansan, máxime cuando no se ven resultados por ninguna parte; uno puede protestar todo lo que quiera, nunca verá un paso atrás en las decisiones tomadas al más alto nivel. Por otro lado, nos tememos no sean del todo sinceras o, al menos, producto de una reflexión interna profunda.

También es verdad que la masa no ha hecho otra cosa que seguir los tiempos. Llevamos unos años en que los movimientos antiglobalización parecen despertar algunas conciencias dormidas. Aunque, y quizás sea esto lo más decepcionante, las multitudes españolas no han hecho más que seguir las indicaciones de partidos políticos autodenominados de "izquierdas", los únicos capaces de sacar a la calle a las gentes con una u otra consigna. Partidos que, dicho sea de paso, utilizan en su beneficio electoralista la coyuntura; no olvidemos que alguno de ellos nos metió en la OTAN, hizo, sin rechistar, la primera guerra contra Irak y declaró, airadamente, que no estaba dispuesto a negociar con la protesta callejera presente (aquellos tiempos de la LOGSE, ¿recuerdan?).

Cabe ahora cuestionarse si este movimiento va a continuar y se va a demostrar activamente en las urnas, exigiendo a tirios y troyanos las responsabilidades pertinentes.

Nos tememos lo peor. Saciada la sed de expresión multitudinaria, la gran mayoría volverá a su casa con la conciencia tranquila de aquel que ha comprado un billete para entrar en el cielo de los justos. Sí, como esos cristianos de pacotilla que hacen la vida imposible a su prójimo, mientras están seguros de que el cumplimiento (cumplo y miento) de las normas de su Iglesia les garantizan la salvación eterna.

Mientras, en Cuba, se cometen nuevos actos de violación de los derechos humanos y nadie parece darle importancia. En países hermanos de Centro y Sudamérica se mueren de asco, en sucias alcantarillas, los "niños rata" y, al mismo tiempo, los gobiernos respectivos hacen ostentación de su opulencia, en muchas ocasiones sacada de la venta del petróleo nacional al imperialista yanqui. En respuesta, las gentes propias y ajenas se cubren de un caparazón insonorizado ante los gritos desgarradores de los que sufren. La propia Iglesia hace declaraciones tímidas en contra de la guerra, mientras se alinea con los poderosos y tiene ¿miedo? de enfrentarse con los que despilfarran sus beneficios en orgías sin freno.

¿De todo esto nos han servido más de 2000 años de civilización? Es innegable que los momentos más oscuros de la historia de la humanidad, persecuciones religiosas, políticas, racistas y un largo etcétera, son producto de ese silencio de borregos tan gratificante para algunos.

Deprime ver tantas y tantas algaradas estudiantiles en contra de la guerra convertidas en reuniones donde sólo se bebe hasta emborracharse, aprovechando la coyuntura para resucitar el prohibido botellón. ¿En cuantas de esas manifestaciones y reuniones se han analizado los problemas reales de la humanidad, de nuestro propio país sin ir más lejos, y se han tomado decisiones como dejar de hacer el guinda durante todo el curso, para ponerse a estudiar en beneficio propio y de los que necesitarán mañana de nuestros servicios?

Muchos se congratulan de ese despertar de las masas estudiantiles, sin caer en la cuenta que nada está cambiando. Sólo se aprovechan las circunstancias para tomarse unas vacaciones añadidas al calendario escolar.

Si de verdad se hubieran despertado las conciencias, tendríamos ahora las aulas más llenas de alumnos. Habríamos caído en la cuenta de que a un país como el nuestro le hace falta gente preparada para mañana poder sustituir, en los puestos de responsabilidad, a tanto político corrupto de uno u otro signo. Habríamos notado que el esfuerzo económico de los que pagan sus impuestos, muchos de ellos sin medios suficientes para vivir dignamente (como son muchos, son ellos los que verdaderamente sostienen el país), nos permite vivir la vida del señorito mantenido en la universidad, despilfarrando, también con ostentación, los recursos prestados por otros y pasando el tiempo entre el césped y el bar.

Si de verdad se hubieran despertado las conciencias no asistiríamos "impasible el ademán", al más puro estilo fascista, a esas demostraciones de porquería intelectual, pagadas con nuestros impuestos, a la que nos someten las televisiones públicas y privadas, en una exposición, directamente sacada del foso de los simios de cualquier zoo, de las más recónditas miserias humanas.

Si de verdad se hubieran despertado las conciencias hubiéramos dicho basta ya de considerar famosos a los que venden sus vidas, verdaderas o falsas, a la publicidad general por un puñado de euros.

Gran decepción se experimentaba cuando, en esas reuniones contra la guerra o de solidaridad con los damnificados por los vertidos petrolíferos, las conversaciones giraban en torno a los últimos acontecimientos de los programas televisivos de moda, como si en ellos nos fuera el prestigio nacional. ¡Qué lejos de aquellas tertulias de café de finales del siglo XIX, donde, a riesgo de ser detenido y, en el mejor de los casos, desterrado, se analizaban los problemas sociales!

Para terminar, debemos añadir que borregos, como es natural, los hay de diferentes pelajes. Existen, como no, los que se aferran a las directrices del partido en el poder. Niegan toda evidencia sobre los problemas reseñados, defendiendo con uñas y dientes la postura del gobierno y sus amigotes, con justificaciones sacadas directamente de los telediarios oficialistas y de la prensa más retrógrada de este país. Pero esos, a pesar de estar también en la onda de los tiempos, aunque en fase diferente, nos dan más pena.

Somos pesimistas en cuanto a los resultados de este despertar de las conciencias. Sólo tenemos que esperar un mes para conocer los resultados de los comicios autonómicos y municipales y entonces, sólo entonces, podremos saber si este país ha cambiado, aunque nada más sea un poquito.

LA REDACCIÓN

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Vivat Academia, revista del "Grupo de Reflexión de la Universidad de Alcalá" (GRUA).
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