| |
Arturo Pérez París
Hace unos meses se cumplió el primer aniversario de la muerte de alguien muy especial
para mi. Alguien que brilló en este mundo con una luz especial y nos hizo brillar a
muchos. No lo digo porque era mi madre, aunque también, sino también porque mucha gente,
incluso aquellos que sólo la conocían superficialmente, lamentaron que ya no se
encuentre con nosotros. Les voy a hablar de ella, no sólo por compartir con ustedes la
esencia que yo capté, también como un sentido homenaje de un hijo muy agradecido,
incluso de poderme llamar así: hijo suyo..., aunque a veces piense no haberlo merecido.
Matilde, mi madre, nació en Madrid, un 29 de agosto de 1.929, del
"arrejuntamiento" (que así se decía entonces, de una pareja no casada) de mi
abuelo Carmelo, un artesano muy autodidacta, y mi abuela Esperanza, una señorita de casa
bien que lo dejó todo, en principio, por estar con el hombre que amaba.
Por lo poco que sé, parece que los primeros años de la infancia de mi madre fueron
muy felices hasta que, por desgracia, estalló la Guerra Civil. Mi abuelo tomó parte por
el lado republicano pintando carteles propagandistas. Mi abuela se decantó por el lado
nacional como correo del "servicio secreto nacional" (por llamarlo de alguna
forma). Imagino que cada uno se montó la pélicula a su forma, y tendrían razones de
sobra..., mas a mí me llegó la profunda soledad y el terrible abandono que mi madre
sintió en esta situación respecto de sus padres. Mis abuelos terminaron casándose en
1937, por lo civil, en El Escorial, en uno de esos matrimonios que se anularon después de
la guerra por el gobierno de Franco. No me pregunten el porqué de tal matrimonio, cuando
a ciencia cierta sé que sus desavenecias eran grandes..., quizás por que los polos
opuestos se atraen (aunque terminen mal), quién sabe.
Lógicamente las relaciones de mis abuelos empeoraron cuando se descubrió que mi
abuela era una espía (...). Ingresó en la carcel de mujeres de Las Ventas y mi madre
terminó cumpliendo los nueve años junto a mi abuela en la citada prisión, comida por el
hambre y los piojos, según ella misma me relataba. Mi abuelo, por aquel entonces, se
desentendió de todo y permaneció junto al Estado Mayor republicano, primero en Valencia
y después en Barcelona.
Terminada la guerra, mi abuelo acabó en un "campo de acogida" francés para
terminar en Reims, cuando los alemanes ocuparon Francia durante la Segunda Guerra Mundial,
como mano de obra esclava para el Reich en calidad de carpintero o algo así. Mi madre y
mi abuela sobrevivieron como pudieron con unas rentas que tenía mi abuela. Ella, según
cuentan, se amargó muchísimo con todo lo ocurrido, mientras que mi madre optaba por la
vía de pasar página, convirtiéndose en una chica vivaracha, muy alegre, de espiritú
independiente y muy libre, incluso para los tiempos que le tocaron, con unas enormes ganas
de vivir y dejar todo lo malo atrás. Además perdonó todo el egoismo de sus padres para
con ella, continuando incluso el contactó con su padre cuando las circustancias lo
permitían. Por aquella época, me contaba una amiga suya de entonces, mi madre era una
persona imaginativa, que suplía sus carencias con una gran voluntad y ganas de aprenderlo
todo, además de mucha ilusión en las cosas que emprendía. Era valiente en sus formas.
Lo que se llamaba una mujer de armas tomar, con un carácter muy pronunciado. Dicen que
excesivamente pronunciado. Las circunstancias de la vida la habían fraguado así: alguien
que no se quedaba a medias en nada.
De todo esto, a mí me resulta relevante la enorme capacidad de supervivencia adquirida
por mi madre en esta su primera etapa de la vida. Esto nos lo inculcó a todos y cada uno
de sus hijos. Mas cada uno lo entendimos a nuestra manera, siendo la que yo capté la de
la supervivencia a través del perdón, cualidad que desde el principio mi madre quiso
fomentar en mi. En esta época, quizás sin saberlo, en ella ya empezaba a construirse una
sólida espiritualidad que, en su madurez, la hizo brillar de manera destacada ante la
gente que, teniendo mayores conocimientos teológicos, nada argumentaban cuando exponía
su "saber". Recuerdo que siendo yo pequeño se dedicó a leer mucho a Tagore. Me
comentaba que, siendo cristiana católica, le encantaba la resonancia que causaban las
palabras de este autor para con Dios en su "Ofrenda lírica"
y cómo coincidía con lo que ella pensaba y sentía, siendo de religiones tan distintas.
Esto, hoy en día, nos parecería una reflexión muy clásica en el liberalismo religioso,
mas quiero añadir que ya lo pensaba mi madre hacia principios de los ochenta, cuando
estas lineas de pensamiento no estaban muy bien vistas en la iglesia... en muchos sentidos
siempre se adelantó a las cosas de su tiempo.
Me gustaría incidir en unos cuantos poemas de la "Ofrenda
lírica" para que se entienda exactamente a lo que me estoy refiriendo.
Mi canción se ha quitado sus adornos.
No tiene el orgullo de sus galas ni de sus ropajes.
Los adornos entorpecerían nuestra unión; se interpondrían entre tú y yo;
su tintineo apagaría tus murmullos.
Mi vanidad de poeta se muere de vergüenza en tu presencia.
Poeta, dueño mio, me he sentado a tus pies.
Sólo quiero que me dejes llevar una vida sencilla y honrada,
como una flauta de caña que tú colmarás con tu musica.
El niño que se ha vestido con ropas de principe
y que ha adornado su cuello con cadenas enjoyadas,
deja de encontrar placer en su juego;
su indumentaria le estorba a cada paso.
Por temor a sufrir un desgarrón o a mancharse de polvo,
se mantiene alejado de todo; y ni siquiera se atreve a moverse.
Madre, no gana nada esclavizándose con esos adornos
que le separan del polvo saludable de este mundo,
que le niegan el derecho a participar
en la gran fiesta de la vida de los seres comunes y corrientes.
iQué loco eres tratando de llevarte sobre tus propios hombros!
¿Cómo vienes a mendigar ante tu propia puerta?
Deja todo lo que llevas a cuestas
en manos de quien puede cargar con todo,
y no mires nunca atrás con nostalgia.
Tu deseo apaga al momento la luz de la lámpara que es alcanzada con su aliento.
Sería una profanación no tomar sus regalos porque tengas las manos sin lavar.
Acepta solamente lo que te brinda el amor sagrado.
Aunque tienes tu escabel,
prefieres que tus pies reposen junto a los más pobres, más bajos y perdidos.
Cuando trato de inclinarme ante ti,
mi reverencia no llega nunca a alcanzar la profundidad
donde tus pies reposan junto a los más pobres, más bajos y perdidos.
Nunca puede el orgullo aproximarse a ti,
que andas con la ropa del harapiento entre los más pobres, más bajos y perdidos.
Mi corazón no puede nunca encontrar su senda por donde tu caminas
sin más compañía que la de los más pobres, más bajos y perdidos.
¡Abandona esos salmos, esos cánticos y ese pasar las cuentas del rosario!
¿A quién estás adorando en ese oscuro y solitario rincón de un templo que tiene las
puertas cerradas?
Abre los ojos y verás que tu Dios no se encuentra ante ti!
Dios está donde el labrador labra la dura tierra y donde pica la piedra el picapedrero.
Está con ellos en los días de sol y en los de lluvia,
llenandose de polvo su vestido.
¡Quítate ese manto sagrado y desciende como él al suelo polvoriento!
¿Liberación? ¿Dónde está esa liberación que andas buscando?
Nuestro propio dueño se ha encadenado radiante de alegría a la creación;
se ha encadenado a nosotros para siempre.
¡Sal de tus meditaciones y deja a un lado tus flores y tu incienso!
¿Qué importancia tiene que se manchen o se estropeen tus vestidos?
Corre a su encuentro, ponte a su lado en el duro trabajo y haz que el sudor acuda a tu
frente.
He sido invitado a la fiesta de este mundo y mi vida ha quedado por ello bendecida.
Han visto mis ojos y escuchado mis oidos.
Mi papel en la fiesta no fue otro que tocar con mi instrumento,
y yo lo he hecho lo mejor que he podido.
Ahora me pregunto si habrá llegado ya la hora de que pueda entrar,
de ver tu rostro y de ofrecerte mi salutación en silencio.
Sólo estoy esperando al amor para entregarme al fin en sus manos.
Ésta es la razón de que sea tan tarde y de que tenga la culpa de tantas omisiones.
Vienen ellos con leyes y con códigos a obligarme a la fuerza;
pero yo siempre los evito,
ya que sólo estoy esperando al amor para entregarme al fin en sus manos.
La gente me censura y me llama descuidado.
No dudo de que lleven razón con sus censuras.
Ha pasado el día de mercado y se han cerrado todos los negocios.
Han ido marchándose enfadados aquellos que vinieron a llamarme sin conseguir respuesta
por mi parte.
Sólo estoy esperando al amor para entregarme al fin en sus manos.
Si no me hablas, llenaré mi corazón con tu silencio y así podré soportarlo.
Me mantendré tranquilo y esperaré como la noche
con su vigilia de estrellas y su cabeza inclinada en señal de paciencia.
Es seguro que vendrá la mañana,
que se desvanecerá la oscuridad, y que tu voz se derramará por los cielos en torrentes
de oro.
Entonces tus palabras saldrán volando en canciones surgidas de cada uno de mis nidos de
pájaros,
y tus melodías estallarán en flores a lo ancho de todas mis frondosas arboledas.
"Prisionero, contesta, ¿quién te ha encadenado?"
"No tenía más dueño que a mi", respondió el prisionero.
"Pensé que podía asombrarles a todos con mi poder y riquezas,
y atesoré en mis arcas el dinero que debía a mi rey.
Cuando me asaltó el sueño me acosté en el lecho que estaba destinado a mi señor,
y al despertar me encontré con que estaba prisionero de mi propio tesoro."
"Prisionero, contesta, ¿quién forjó esta cadena irrompible?"
"Fui yo", respondió el prisionero,
"yo forjé esta cadena con todo mi cuidado.
Creí cautivarles a todos con mi poder invencible
y conseguir libertad que nadie molestara.
Trabajé, así, día y noche en la cadena con intenso fuego y duros golpes.
Cuando al fin acabé mi trabajo y los eslabones estaban ya completos y resultaban
inquebrantables,
descubrí que me tenía muy bien atrapado."
Las personas de este mundo que me quieren tratan por todos los medios de retenerme.
Pero no sucede lo mismo con tu amor,
mayor que ningún otro,
que me deja en completa libertad.
Nunca se aventuran a dejarme solo por temor a que les olvide.
Pero pasan y pasan los días y tu no te dejas ver.
Aunque no te llame en mis plegarias ni te conserve en el corazón,
el amor que me tienes sigue esperando a mi amor.
Quizás resulten muy cripticos para aquellos cuya sensibilidad no alcance a leer entre
líneas, o simplemente no vean más allá de lo que las simples palabras dicen. Son para
ser leídos no sólo una vez. Ha de empaparse uno completamente de ellos. En sí mismos
rebosan sentimientos muy profundos que de hecho reflejan parte de la naturaleza de mi
madre. En próximas entregas les seguiré comtando más cosas de ella, alguien muy, muy,
muy especial para mí.
Volver al principio
|