El humor está de riguroso luto. Nos ha dejado el maestro, el inimitable, el rey del ingenio y la improvisación, el admirado Luis Sánchez Polack. Ya sólo podremos reír recordando sus frases, sus gestos, su voz ronca y su mirada traviesa. Ahora las risas se han trasladado al Cielo. Tip se convirtió, para más de tres generaciones, en la medicina de la risa sana. Nunca se borrará el recuerdo de mi infancia, cuando toda la familia esperaba impaciente la hora de conectar el receptor de radio y oír al locutor introduciendo a Tip y Top. O aquellos programas infantiles, con Boliche y Pototo, sin imágenes, con el uso exclusivo de nuestro maravilloso lenguaje, que despertaban nuestra imaginación y nos veíamos allí, en el "estudio cara al público", disfrutando de sus ocurrencias, bajo el estrambótico nombre de Don Poeto Primavero de Quintillas. Nunca he pensado en Tip como el mago del humor surrealista. Todo lo contrario, sus mensajes y sus críticas eran tan exquisitas que cierto es que resultaban difíciles de descifrar, pero su voz expresaba siempre un aspecto de la realidad en que vivíamos. Precisamente por ser el humorista por excelencia, sus historias eran esperpénticas; suponían la caricatura, sin imagen, de nuestro ambiente, tanto si iban dirigidas a los niños como a los adultos. Su rapidez mental y su agudeza eran sus características definitorias. Muchas veces la comicidad surgía del desconcierto de su compañero cuando, con una sonrisa de niño malo, abandonaba el guión y creaba uno nuevo, sobre la marcha. Siempre lo imaginé como era, alto, delgado, un caballero de triste figura. Es más, cuando por fin vi su imagen en la pantalla de un cinematógrafo de barrio cualquiera, ya no pude leer "el Quijote" sin imaginármelo encarnado por Luis Sánchez Polack. Después vino la televisión. Aquellas insufribles tardes de variedades del sábado hablaban a unos espectadores ausentes de lo que ocurría en la pantalla, hasta que alguien decía "atentos que llegan Tip y Coll". Entonces, durante unos minutos siempre cortos, se dejaba a un lado la tertulia, las cartas, el colocar las fotos del último viaje en el álbum de familia, y el aparato de TV cobraba vida. Luego otra vez la radio. Una nueva generación disfrutaba de tus ocurrencias, esta vez sin pareja, mejor dicho, entre un conjunto de humoristas nacionales, donde destacaba aún más tu ingenio. Sin embargo, decías que ya no querías trabajar y te comprendo. Nuestro país ha perdido gran parte del sentido del humor que le ha caracterizado siempre y el "cuenta-chistes" ha sustituido al humorista. Te recuerdo Tip, sentado en el chaflán de la cervecería "la Cruz Blanca", frente a una caña mediada. Te recuerdo, siempre de pie, erguido en el pasillo de la derecha, en las misas vespertinas de la Iglesia madrileña de Nª. Sª. del Rosario. Recuerdo mis deseos de acercarme y pedirte un autógrafo, y también recuerdo que, en el último momento, desistía de hacerlo, no por timidez, sino porque estaba seguro que me dirías "Pero criatura de Dios, para que lo quieres". Descanse en Paz. Sigfrido del Alce. |
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