Editorial
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ISSN: 1575-2844

Revista Vivat Academia

 Histórico Año III

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Mayo 2001. Nº 25

LA FRASE DEL MES:

Para vencer al infante se necesita una bandera; para hacer frente a un principio se necesita otro; nada de términos medios ni acomodos vergonzosos.

Benito Pérez Galdós.

EN BUSCA DE LA CABEZA PERDIDA

La situación de la Universidad de Alcalá se ha clarificado enormemente tras las sesiones del nuevo Claustro. Obviamente el resultado de las elecciones daba una pista de cómo estaban distribuidas las fuerzas, pero quedaba por determinar si realmente la comunidad universitaria estaba posicionada donde casi todos decían que se encontraba. No cabe ya duda alguna de la existencia de dos grupos bien diferenciados, el "galista" y los demás.

Intentaremos analizar la actitud de estos dos grupos evitando, en la medida de lo posible, derivar hacia posturas que se puedan entender como electoralistas por nuestra parte, pues merece la pena que los lectores de Vivat Academia puedan hacer sus conjeturas sobre cómo se van a desarrollar los acontecimientos en este largo periodo electoral que vamos a vivir.

Podemos denominar "GHG" (Grupo Homogéneo Galista) a uno de esos grupos. Es un conjunto bien diferenciado en cuanto a las personas, sin un interés común en cuanto a la realización de un programa concreto, -su líder si tiene uno, pero este hecho es marginal-, y con la idea muy arraigada de intentar mantener a éste al frente de la Universidad el mayor tiempo posible. Debido precisamente a la falta de un proyecto universitario, se aglutinan sobre la base de la suma de intereses particulares, careciendo de la unidad suficiente como para encontrar una nueva cabeza que garantice el continuismo. Esta situación es la natural en aquellas sociedades que mantienen una forma de gobernar durante muchos años, dando lugar a un régimen de gobierno que va apagándose poco a poco, pero que perdura por los lazos invisibles que se atan en aras de la supervivencia de privilegios insignificantes pero efectivos.

Es de esta manera como ha nacido el llamado "galismo" en la Universidad de Alcalá, único en el panorama universitario español, ya que no hay Institución de Enseñanza Superior que haya llegado a los extremos temporales de la UAH.

Independientemente de que un equipo de gobierno haya gestionado bien o mal, al margen de actuaciones fundamentales para la mejora de la calidad de la Institución y, por supuesto, sin entrar a valorar si las formas, sobre todo en el trato de las personas, sus derechos y deberes, han sido adecuadas o perniciosas, largos periodos de ejercicio monocolor del poder siempre propician el rechazo y, como consecuencia, aparecen voces que discrepan y desean cambiar la situación, cuando no "dar la vuelta a la tortilla". Así ha nacido otro conjunto, que denominaremos "GIA" (Grupo Inhomogéneo Antigalista). En él tampoco hay un proyecto común diferenciado, menos aún un programa de estrategias para conseguir el cambio y, desgraciadamente, en muchos de los casos, existen también intereses particulares al margen de la Institución que no han sido nunca satisfechos, o bien lo han sido en parte, lo que ha provocado en definitiva desencanto, frustración y animadversión. Lógicamente en este grupo se encuentran los que conciben la Universidad de manera diametralmente opuesta a como la perciben los que la gobiernan, anacrónicos unos, con la idea de volver a sistemas fuera de toda moda y época, demasiado progresistas otros para los tiempos que corren.

De lo anterior se deduce que este otro grupo es mucho más difícil de unificar ya que sus componentes se encuentran más cerca del enfrentamiento entre ellos que de hacer un frente común para propiciar el cambio; en otras palabras la intersección de intereses está muy lejos de la existencia y, en caso de haberla, ésta nunca será única, por hablar en términos matemáticos. La diferencia fundamental entre el GHG y el GIA radica en la ausencia de una cabeza visible, atractiva y prestigiosa en este último, producto inevitable de la falta de ese proyecto aglutinador, pero de ello hablaremos un poco más adelante.

Es bien cierto que existe una idea común en el GIA: cambiar al rector, pero esa idea es pobre e inconsistente. Es pobre porque cambiar a Manuel Gala por otro rector no convence a unos, habida cuenta de que ello no acabaría necesariamente con el "galismo", que representa toda una filosofía de manejar el timón del rumbo de la UAH y los hilos del entramado de relaciones interpersonales. Es incoherente porque algunos abanderados del cambio han estado alineados con el "galismo" hasta que han visto la posibilidad de organizar algo similar. Obviamente, en este estado de las cosas, quien sale reforzado es el GHG, que ve con satisfacción como se debilitan las posiciones de sus contrarios. Para ilustrar este punto basta un ejemplo. Las sesiones del Claustro de los días pasados, han demostrado a las claras que se puede gobernar como se viene haciendo sin muchos escollos, sin más que dejar que los miembros de la posible oposición den libre curso a sus intenciones. Algo tan trascendental como es la discusión de los presupuestos se ha convertido en un feria de truque de partidas de unos apartados a otros, con el único fin de demostrar que la propuesta del equipo rectoral no era la adecuada. El órgano que debía elaborar, debatir y aceptar el documento presupuestario propuesto, ha pasado olímpicamente de realizar un trabajo serio. Nos referimos a la Junta de Gobierno y, por delegación, a la Comisión de Asuntos Económicos. Es ahí donde se debería haber producido la discusión más técnica junto con una estrategia de consenso que, dicho sea de paso, es imprescindible en una comunidad que no se gobierna con un sistema de partidos, donde están muy claras las posiciones y existe disciplina de voto. Por alguna misteriosa razón, quizás producto de las dificultades que entraña desenmarañar el texto presupuestario, no se ha producido el imprescindible debate. Es innegable que, en parte, el pasotismo también se ha podido deber a la constatación del equilibrio de fuerzas en Junta de Gobierno, inclinadas abiertamente hacia al "galismo", mientras que en el Claustro, habida cuenta de la falta de interés de muchos de sus miembros, reflejada en la habitual escasísima asistencia a las sesiones, es más fácil arrancar modificaciones. Pero lo que en forma alguna se entiende es la postura de muchos de los que, en el "debate sobre el Estado de la Universidad", criticaron ferozmente la forma de gobierno, llegando a pedir un adelanto urgente de las elecciones a rector, y ahora no han solicitado la devolución del documento a su origen, para su reelaboración más acorde con los supuestos deseos de la comunidad universitaria, expresados en la configuración de la representación claustral hace pocas semanas. Aquí debemos hacer un paréntesis para indicar que existía un argumento de mayor peso para solicitar el rechazo global, hay claros indicios de posible ilegalidad por la inclusión de ingresos no reales, en un intento de equilibrar artificialmente el presupuesto. Entendemos que no se puede, ni se debe, utilizar el escudo de la "responsabilidad institucional" para aceptar, de entrada, una distribución del gasto que parecía no gustar, para inmediatamente entrar en el juego de provocar cambios profundos, a la luz de escasa información y sin un análisis previo de la repercusión en el conjunto. Si se usa la estratagema de la responsabilidad política, hubiera sido más acertado rendirse a la evidencia, aceptar un año más la denunciada incoherencia económica y haberse sentado a elaborar un proyecto presupuestario de futuro con vistas a las próximas elecciones a rector, sobre todo teniendo en cuenta que la "oposición" no había unificado sus criterios ni discutido la táctica a seguir.

Como decíamos, el comentario anterior no es más que un ejemplo de lo que el maestro Pérez Galdós nos indica en la frase que encabeza este editorial: hacen falta una bandera y un principio y, desde luego, huelgan los términos medios y los acomodos vergonzosos.

En todo este embrollo han ido perfilándose nuevos candidatos a rector que, evidentemente, van a competir por el mismo espacio electoral, el ocupado por el GIA. Usando un símil muy utilizado en el deporte nacional, eso significa echar un órdago a pares con dos pitos y siendo postre. Como comentábamos al comienzo, mientras los integrantes del GHG, con independencia de sus intereses, tienen una cabeza visible en torno a la que organizar el cuerpo electoral, los demás se encuentran perdidos, sin ni siquiera hacer el sacrificio suplementario de buscar una persona que pueda aglutinar sus voluntades. Quieren abrir la ventana para dejar entrar nuevos aires pero, mientras unos empujan, otros tiran, anulando fuerzas, y los más se dedican a resolver una serie de complicadísimas ecuaciones matemáticas para decidir si la ventana se abre de una forma u otra. Uno de nuestros colaboradores usa habitualmente otro ejemplo más peligroso pero, quizás, más realista: Quieren derribar un edificio muy estrecho, por el primitivo método de arrojar piedras al tejado, colocándose a ambos lados del mismo. El resultado es frustrante. Pocas de las piedras caen en la cubierta, mientras que la mayoría van a golpear a los lapidadores del otro lado.

En estas mismas páginas, algún otro colaborador ha afirmado, más o menos, que la oposición al "galismo" nunca ha elaborado una estrategia, ha decidido una táctica y, por supuesto, jamás ha tenido una persona al frente. Dado que no hay un proyecto común, por razones que serían largas de enumerar, mucho más difícil es que se acepte el liderazgo de nadie. Existen, eso sí, pequeñas tribus organizadas entorno a un jefe, por lo general débil, que al más puro estilo numantino están dispuestas a perecer en el intento, sin solicitar ayuda e imponiendo su cabeza a los demás. Quizás el título "en busca de la cabeza perdida" esté mal elegido porque el bebé nació sin ella y, si bien, hoy día se hacen trasplantes de muchos órganos, el de cerebro está lejos de ser posible para la tecnología y la medicina actuales.

No vamos ahora a entrar a analizar si la situación es buena o mala. No hay lugar a dudas de que es buena para el "galismo" y mala para el "antigalismo", pero de ahí a decidir sobre la bondad o maldad para la Universidad de Alcalá va un abismo y nosotros hemos prometido no hacer uso de discursos electoralistas. Nos limitamos pues a exponer, de la manera más objetiva posible, los hechos, para que nuestros lectores saquen sus propias conclusiones bajo el prisma de sus aspiraciones. Puede, asimismo, que estemos equivocados, pero estas líneas se han escrito después de contrastar opiniones con unos y otros y, desde luego, esta viene a ser la opinión mayoritaria.

LA REDACCIÓN

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