El pasado 18 de junio falleció nuestro compañero del Instituto Nacional de Meteorología, amigo y lector de Vivat Academia, Federico Castejón tras un año en estado de coma, lo que ha supuesto una pérdida irreparable para los que disfrutábamos de su buena compañía. Carlos García-Legaz nos ha enviado esta carta póstuma, como homenaje debido a su memoria. Descansa en Paz Federico. A Federico Castejón de la Cuesta «in memoriam»Federico, amigo: Parece mentira, hace poco más de un año, por estas fechas en las que escribo, aún te encontrabas bien, o eso creíamos, pero tan sólo unos días después (el 23 de julio del 99 exactamente, no se me olvida) se perdieron para siempre tu voz y tu mirada en no se sabe qué lugares. Entraste en un túnel larguísimo y tan cruel que, aunque todavía vivías, ni siquiera podíamos brindarte el consuelo de una palabra amiga, sino tan sólo acariciar tu mano y ofrecerte compañía. Nadie que no haya sufrido una experiencia semejante puede imaginar la desolación que esto supone ni la dificultad de mantener la entereza de haber permanecido junto a tu cama del hospital sin abandonarse por completo al desaliento. Pero todo es fugaz en este mundo y, como era previsible, hace muy pocos días nos despedimos de ti, esta vez definitivamente, para desearte descansar en paz. Federico, a través de estas líneas, quiero ofrecerte, en cálido homenaje a tu memoria, el recuerdo de tantos días vivos y hermosos compartidos, en los que no estabas aún marcado por este cruel final sin retorno. Han sido treinta y cinco años de convivencia casi continua, desde aquel lejano destino en el Aeropuerto de Barajas en el que nos conocimos. Congeniamos desde el primer momento. No sé qué verías en mí, pero yo hago público testimonio de tu bondad, tu sencillez, tu distinción, en una sola palabra: tu bonhomía. Eran años de ilusión juvenil, de comienzo de nuestra vida profesional, de intercambio de conocimientos y experiencias técnicas, que cristalizaron muy pronto en una colaboración fecunda y permanente de la que ha quedado rastro en obras escritas conjuntamente. De aquel período, y de la convivencia con nuestros colegas y compañeros, quedan muchas anécdotas que hasta hace bien poco nos hacían reír y entrañables recuerdos evocados con nostalgia, porque corresponden a un pasado en el que todavía teníamos la sensación de estar viviéndolo todo por primera vez. Luego tuvimos distintos destinos, aunque siempre nos mantuvimos en contacto, hasta que desde hace diez años volvimos a coincidir en el Centro de Formación y continuamos colaborando codo con codo y acrecentando nuestra amistad hasta el final. No es difícil suponer que en estos últimos años hemos vivido juntos todo género de experiencias, desde momentos profesionales difíciles hasta otros pletóricos de ilusión y de proyectos en común. No tengo conciencia de haber discutido ásperamente contigo ninguna vez y, cuando ocasionalmente surgía alguna discrepancia, siempre era fácil alcanzar un acuerdo, revelador del buen entendimiento y confianza existente entre nosotros. Tú siempre aparentabas asombrarte por mi tendencia o no tomarme por lo trágico los inconvenientes y problemas que podían ir surgiendo. Sin embargo, estoy seguro que eras tú, con tu paciencia y buena disposición, quien más contribuía a crear el ambiente de convivencia idóneo. Han sido años de los que guardaré un recuerdo imborrable. ¡Cómo olvidar tu elegancia, fidelidad y amistad por encima de todo! Y no sólo en el ámbito personal y en el del Instituto, sino también en el de nuestra pertenencia al "Cenáculo Complutense", que nos proporcionó durante los últimos años la oportunidad de disfrutar de los placeres gastronómicos y de sobremesas llenas de magnífico ambiente, en las reuniones que periódicamente celebrábamos con nuestros amigos y colegas de la Universidad, dotados de idénticas aficiones. Precisamente la última vez que tuve la oportunidad de conversar extensamente contigo fue en una de esas sesiones culinarias, que tuvo lugar una semana antes de tu desafortunado accidente vascular. En ella te mostraste a todos como el Federico más vital y alegre. Creo que acudiste una vez más para distraerte y quitar importancia a tu ya inminente operación quirúrgica. Recuerdo perfectamente que estabas igual que siempre y que comiste con buen apetito los diferentes platos del menú. Yo me alegré de verte tranquilo y como olvidado de tus problemas de salud. Sin embargo, en un momento determinado, insinuaste algo que yo rechacé rotundamente y, por desgracia, se iba a convertir en una trágica premonición, al comentarme en voz baja que tal vez estabas asistiendo a tu última comida con el cenáculo. Federico, amigo, puesto que tan temprano has tomado la delantera, te deseo con todas mis fuerzas que te encuentres ya en ese espacio de luz, de silencio y de paz plena al que sin duda van los seres buenos. Nosotros nos quedamos aquí con tu recuerdo en la memoria y en el corazón. Carlos García-Legaz Volver al principio |
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