El Rincón Literario
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ISSN: 1575-2844

Revista Vivat Academia

Histórico Año II

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Noviembre 1999. Nº 10

Debíamos rendir homenaje a Rafael Alberti y así, en este número, además de un cuento como es habitual, hemos incluido uno de sus más emotivos poemas. Nuestro rincón literario consta esta vez de:

Homenaje a Rafael Alberti
Complacencia. Cuento de Daviz Melero

HOMENAJE A RAFAEL ALBERTI

Por Julio Gutiérrez

Vivat Academia me ha pedido que escriba un artículo en memoria de Rafael Alberti. No podía negarme, porque nuestra revista debe rendir homenaje a tan insigne figura de la literatura española pero, sinceramente, me sentía incapaz de hacerlo. ¿Qué podía escribir yo que pudiera, no ya estar a la altura de uno de los mejores poetas de la lengua castellana, sino simplemente servir para inducir su recuerdo emocionado en nuestros lectores?

Para rendir homenaje al poeta Alberti sólo pueden servir sus propios versos, aquellos de 1924, de Marinero en Tierra, sus

FUNERALES

¡Pescadores, pescadores,
lanzad el arpón al viento
y en banderas sin colores
izad vuestro sentimiento!

Lloren los ojos del puente
las aguas de treinta ríos;
que el puño de la corriente
rompa en el mar los navíos.

¡Lampiños guardias marinas,
que alegres guardáis las olas,
giman las negras bocinas
y callen las caracolas!

¡Marineras, marineras,
mujeres del aire frío,
regad vuestras cabelleras
negras por el playerío!

Sal, hortelana, del mar,
flotando, sobre tu huerto,
desnuda, para llorar
por el marinero muerto!

Llueve sobre el agua, llueve
nieve negra de alga fría.
Entre glaciares de nieve,
abierta, la tumba mía.

¡Funerales de las olas!
¡El viento, en los arenales!
Entre apagadas farolas
Se hunden mis funerales.

Descanse en paz y en nuestra memoria.

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Complacencia

de Daviz Melero. Noviembre de 1997.

- ¿Cómo has dicho?

- Que me llamo Guillermo, pero me puedes llamar Willy.

- ¿Qué clase de nombre es ese?

No pudo evitar sonreírse. Sería más fácil de lo que pensaba. Ahora ya tenía un motivo para hablar con ella. Esta vez usaría el viejo truco del ruido ambiental como excusa para sacarla de la discoteca. Una vez en algún lugar apartado, el resto sería coser y cantar. Otro nombre para la lista.

Así fue. Sus expectativas nunca fallaban, y volvió a su casa horas más tarde silbando una popular melodía y con otro teléfono en el bolsillo. Desde que se había emancipado, su vida se había convertido en una continua orgía, de mujer en mujer, pero sin faltar nunca a sus deberes maritales.

Tenía el problema de su novia, claro. Ella no lo entendería. A ella la quería, por eso era su novia, ¿no?, pero estaban las otras… Ellas eran las que le hacían sentir vivo, las que le demostraban que seguía siendo atractivo. A ellas no las quería, ni hacía por quererlas. Por eso nunca las llevaba a su casa. Además, prefería no arriesgarse. Tina, su novia, era lo suficientemente suspicaz como para percibir detalles imperceptibles para él como un olor extraño, o un pelo distinto al de alguno de ellos. No es que fuera excesivamente celosa; sabía perfectamente que los fines de semana en los que ella trabajaba, él salía con sus amigos. No le parecía mal, porque confiaba ciegamente en él. Pero el problema era ese: que ella estaba demasiado atenta a sus movimientos, aunque sutilmente, sin agobiarle.

Abrió la puerta de su pisito de soltero. El olor a comida estropeada fue lo primero que notó. Era un desastre organizando su casa, pero a él le gustaba que estuviera así. Para eso pagaba a una señora que le limpiaba la casa los miércoles. Y además, también estaba Tina. Cada vez que venía, le arreglaba el pequeño salón, le limpiaba la nevera y compraba comida. Por eso la quería a ella y no a las otras: porque ella era la única que haría eso por él sin exigirle nada. Las demás enseguida empezaban a hablarle de amor, fidelidad y esas tonterías.

Tiró la comida estropeada a la bolsa de la basura, demasiado llena para poder cerrarla luego. Pero Tina ya se encargaría de ello al día siguiente, cuando fuera a hacer su visita del domingo. Por supuesto, su norma de no llevar mujeres a su casa no la incluía a ella, aunque con matices. Ella nunca había dormido una noche entera allí; en eso la incluía al resto. Pero, por lo demás, era su amor: le limpiaba y le fregaba, y nunca le pedía nada a cambio.

Abrió el último cajón del mueble en el que se encontraba el televisor, en el salón. Palpó por debajo hasta que encontró lo que buscaba: su agenda. La abrió por la inicial y copió el teléfono de la chica de esa noche. Otra más. ¿Cuántas tenía ya apuntadas? Las contó una a una, abriendo todas las hojas de su agenda. "Vaya, qué de Marías, cuántas Lucías, pocas Virginias….", pensó. Cuando terminó se quedó asombrado. Había cerca de cuarenta nombres, cada uno el de una mujer con la que había pasado un buen rato. Eran más de los que se imaginaba, pero eso era un motivo para estar contento. Decididamente, algún día se creería del todo lo atractivo que era para las mujeres y dejaría las aventuras esporádicas. Y ese día le diría a Tina que se casaran.

Ese era otro problema. Ella se lo mencionaba de vez en cuando, pero él evitaba el tema todo lo que podía. Se permitía la licencia de estar con una mujer distinta de vez en cuando (bueno, está bien, más que eso) pero jamás lo haría estando casado con Tina. Ella era una mujer de armas tomar, y, si le fuera infiel en el matrimonio, quién sabe cuál sería su reacción. No, la cosa estaba bien como estaba. Un divertimento de vez en cuando (que sí, vale, más que eso), pero con Tina como objetivo. Cuando superara su complejo de tener que demostrarse su potencia sexual y se convenciera de que no necesitaba a nadie más que a Tina, entonces y sólo entonces se casaría con ella. Pero esta era la situación más cómoda y, mientras aguantara, su autoestima seguiría en lo más alto.

************

La llegada de Tina el domingo le pilló dando los últimos retoques al trabajo que presentaría a su jefe al día siguiente. Ella tenía llave, así que entraba cuando quería. Para eso era su novia. No tenía nada que ocultarle, si no contaba la agenda, pero ella no la descubriría nunca.

- ¿Qué tal ayer, Willy?

- Bien…. Un poco aburrido de hacer lo mismo de siempre.

- Pero tienes que salir, no puedes quedarte en casa siempre…

La charla típica de todos los días. Si ella supiera…. Pero si se enterara le mataría, le dejaría o algo peor. No, estaba bien así.

- ¿Tú qué tal?

- Como siempre. Es una lata tener que quedarse de guardia en el laboratorio casi todos los fines de semana.

Entonces sonó el teléfono. Fue corriendo a cogerlo.

- ¿Diga?

- ¿Hola? ¿Willy?

Era una voz de mujer, y no era su madre. Estaba claro que sería alguna de ellas. Siempre tenían que llamar en el momento menos indicado.

- No, se ha confundido. Por favor, hay alguien enfermo. Le rogaría que no volviera a llamar.

Colgó. Tina se le acercó por detrás entre risas.

- Cómo eres, Willy. Algún día te van a pillar y verás.

- Pero es que, cuando estás tú aquí, quiero aislarnos del resto del mundo…

Siguió hablando con voz melosa mientras se acercaba lentamente a ella y la abrazaba. Mientras lo hacía, liberó una mano y descolgó el teléfono. Siempre lo hacía cuando Tina estaba en su casa.

*************

Las variables se le escapaban. No cuadraban los cálculos y su jefe le había pedido que el proyecto estuviera listo cuanto antes. Decidió dejarlo por un rato. Abrió el primer cajón de la mesa de su despacho y cogió un cigarrillo del paquete que siempre guardaba para esos momentos en los que necesitaba relajarse en el trabajo. Salió al pasillo y se sentó en la sala de espera, donde estaban las revistas del corazón que entretenían a los clientes antes de entrar a verle. Afuera estaba lloviendo a cántaros. No le extrañaba que ese día hubieran aplazado todas sus citas. Se sonrió al pensar en ello. Un año y medio antes jamás habría pensado en tener citas pendientes con "clientes importantes". No estaba mal para alguien tan joven, recién salido de la facultad. Un trabajo creativo, con posibilidades de que le hicieran fijo en la empresa cuando le cumpliera el contrato anual, sobradamente pagado y además con una novia maravillosa que estaba loca por él.

- Willy, al teléfono.

Era la secretaria del jefe. Era un poco más mayor que él, pero tenía un cuerpo escultural. Estaba seguro de que podría conseguirla cuando quisiera. Quizá cuando Tina se fuera de viaje el mes siguiente….

- ¿Sí?

- ¿Willy? Soy Tina. Me ha llamado tu portera. Me ha dicho que se ha inundado el techo de la casa y que seguro que tienes una gotera.

- ¡Joder! - Gritó. Bajó la voz un poco, por si le había oído alguien - ¡Joder, Tina, qué dices!

- No te preocupes. Me ha dicho que el seguro de la casa lo cubre todo, pero tienes que ir ahora para que no se te llene el suelo de agua.

Sí, iría... Pero ahora no podía, al menos tendría que estar un par de horas más en el trabajo.

- Oye Tina, cariño. Yo ahora no puedo ir. ¿Te importa acercarte tú? Estoy un poco ocupado….

- Claro que no me importa, pero no me puedo quedar mucho. Seguro que me habré ido cuando llegues.

- Vale, muchísimas gracias, Tina. Te quiero.

Menos mal que la tenía a ella.

Al colgar el teléfono se fijó en las piernas enfundadas en medias brillantes de la secretaria del jefe, y siguió subiendo hasta llegar a la parte entallada de la falda. Quizá no esperaría hasta el mes siguiente….

*****************

Cuando llegó a su casa, un par de horas más tarde, hacía un frío terrible. Una bocanada de aire húmedo y helado le cruzó la cara. El monótono sonido de un goteo le hizo pensar en lo peor. Cuando encendió la luz del salón se encontró con el desastre. Todos los muebles estaban movidos hacia un lado de la habitación y había una mancha enorme en el techo, justo encima de donde había estado la tele. El cubo de la fregona evitaba que se formara un charco en el suelo. Maldiciendo, pensó en que tendría que ir a buscar el contrato de alquiler para ver si el casero debía pagar la reparación. ¿Por qué siempre le tenían que pasar esas cosas a él? Fue a su habitación, donde guardaba todos los papeles en una caja de zapatos.

Lo primero que vio fue un papel encima de la cama. Reconoció la letra al instante: era de Tina.

"Vaya desastre, ¿eh? Ven mañana a las siete. No te lleves llave, que te estaré esperando.
Y prepárate.
Te desea:

Tina".

¡Vaya! Que no se llevara llave, que le estaría esperando, que se preparara, que le deseaba…. ¿Es que las goteras la ponían cachonda? Riéndose, buscó en el armario la caja de zapatos, aunque ahora bastante más relajado. Qué bueno, Tina tomando la iniciativa. Esto sí que era nuevo. Quizá era hora de demostrarla de lo que era capaz. Comportarse con ella en la cama como lo hacía con las demás, como una fiera salvaje. Dejar de ser un osito cariñoso y demostrarle que también podía ser una bestia. Ese pensamiento le animó y le decidió: así lo haría. Quizá, pero sólo quizá, entonces superaría su complejo.

*********

La inquietud le estaba dominando mientras se dirigía hacia su casa. Ahora tendría que representar el papel de ejecutivo cansado que llega a casa deseando dormir. Pero, en realidad, sabía perfectamente lo que le estaba esperando: una cena romántica, preparada con las maravillosas artes de Tina, y luego… toda una noche para gemir y sudar. Y mientras, en la calle, se abriría el cielo y caería toda la furia de los elementos sobre las cabezas indefensas de los pobres mortales. Se estremeció con ese pensamiento. Con selva en la mente, esa noche se portaría como un animal, y haría aullar a Tina hasta dejarla exhausta. Por una vez, podría ser la bestia sexual que realmente era.

Pero, de momento, tenía que controlarse y fingir que no quería nada. Así, la excitación sería mayor después. Estaba seguro de que si pasaba algún perro cerca, iría corriendo a frotarse contra la pierna de su dueño. Tal era la excitación que le invadía. Pero ahora la lluvia le mojaba mientras caminaba hacia su casa, y su olor a sexo se disolvía en el ambiente.

Cuando llegó a la puerta de su piso se quedó sin saber qué hacer. ¿Llamaba o usaba su llave? Estaba chorreando agua, la gabardina completamente empapada, un charquito formándose a sus pies. Ella le había pedido que no se llevara la llave, pero lo había hecho por si acaso. Así que metió la mano en el bolsillo de su pantalón para sacarla. Pero, en cuanto el tintineo empezó a hacer eco en el pasillo, la puerta se abrió.

- ¿Tina? ¿Eres tú?

Estaba todo oscuro, no se veía quién había abierto.

- Hola, precioso….

Era la voz de Tina, estaba claro, pero sonaba distinta. Había abandonado ese tono autoritario y seguro al que le tenía acostumbrado. Ahora sonaba suave y mansa, un terciopelo acariciante.

- ¿Por qué está tan oscuro? ¿Qué…..?

- Ssshhhh…..

La mano de ella surgió por detrás de la puerta y agarró su ropa. Tiró con fuerza hacia el interior de la casa y, cuando Willy hubo entrado, cerró la cancela de un portazo. Mientras los labios de ella le besaban con salvaje pasión, agarrando su cabeza con una mano, notó que con la otra cerraba con llave. Estaba metida por dentro. Una, dos, tres vueltas. Ahora nadie podría atravesar el blindaje especial que había encargado instalar en la puerta hacía unos meses.

No olía a comida, ni siquiera a humedad. En el ambiente flotaba un aroma extraño, fresco, como huelen las plantas del campo después de llover. Eso era, jazmín recogido de madrugada, cuando olía más, en una noche de verano, como aquella en la que había hecho el amor por primera vez con esa chica, un verano que ahora le parecía tan lejano. Por aquella época ya salía con Tina, pero ella tuvo que quedarse en la ciudad para estudiar. Por supuesto, no le dijo nada; ella sólo entendió su necesidad sexual mucho tiempo después, en la que accedió a sus deseos suavemente, sin necesidad de violencia. Fue a partir de entonces cuando decidió que iría despacito, que el sexo con ella sería tranquilo y suave. Dejaría sus otras fases salvajes para las otras, las que llenaban de nombres su agenda.

Sumido estaba en estos recuerdos cuando se dio cuenta de que las manos de ella estaban ocupadas, una levantándole la camisa del pantalón, otra agarrando con fuerza su trasero. La excitación contenida explotó y aceleró su corazón, haciéndole sentir mojado no sólo por el agua de lluvia. Ella nunca se había portado así, pero le encantaba. Quizá esta sería la noche en la que le demostrara que podían hacer otra cosa aparte de darse besitos y hacerse cariñitos. Estaban completamente a oscuras, así que sólo podía adivinar por el tacto lo que ella llevaba puesto. Era sedoso y suave, y le llegaba hasta los muslos. Marcaba perfectamente su ropa interior, así que supuso que sería un camisón corto. Lo inesperado de la situación y este recibimiento podían con él. A la mierda la cena romántica y la función de maridito cansado. Esta noche iba a hacer aullar de placer a la mujer que amaba. Y sin ningún remilgo.

- Espera…

Ella se separó bruscamente de él, empujándole contra la puerta.

- Tengo una sorpresa para ti.

Willy notó que le temblaban las piernas. ¿Sorpresas y todo? Esto marcaba el principio de una nueva era en las relaciones entre él y Tina.

- Pero antes te vas a poner guapo…

Le cogió de la mano y le llevó jadeante a la puerta del cuarto de baño, atravesando el salón. Sus pisadas hacían eco, por lo que dedujo que ella aún no había colocado los muebles, aunque taparan la gotera esa mañana. El casero le dijo que se encargaría de todo, y así parecía haber sido, porque ya no oía el monótono goteo en el cubo de la fregona. Ya se encargaría Tina de llamar a alguien para que le pintara el techo. Se lo diría luego, después del amor.

Al llegar al baño, ella le metió la mano por debajo del pantalón y acercó la cabeza a su oreja.

- Ahora te vas a duchar con lo que tienes preparado en la bañera. Cuando salgas no te seques. Te quiero mojadito….

El susurro sedoso de su voz le puso todos los pelos del cuerpo de punta. Con rabia, intentó besarla, pero ella se apartó a tiempo y sólo pudo posar los labios en su cuello. Entró en el baño, pero no encendió la luz hasta después de cerrar la puerta. No quería ver aún el picardías que llevaba Tina. Así, la excitación sería aún mayor. El golpe de luz le cegó unos instantes, pero pronto recuperó la visión. Lo primero que vio fue su reflejo en el espejo, el pelo mojado cayéndole sobre la frente, los hombros de la gabardina punteados por gotas de lluvia, la camisa sacada por delante. Miró en la bañera para ver con qué tenía que ducharse. En una esquina había sales aromáticas y champú oloroso. Era algo realmente especial, Tina sí que lo había preparado bien esta vez.

***********

Mientras se peinaba, se preguntó el porqué de tanta atención repentina. No había oído ningún ruido desde que cerró la puerta, así que Tina debía estar esperándole en la habitación. Cogió el frasco de colonia cara que le regalara su madre las Navidades anteriores y se echó unas gotas en el cuello y detrás de las orejas. No era plan de ir apestando, y más con el suave aroma a jazmín que había por toda la casa. Ya estaba listo, el cuerpo limpio, el pelo terso, una mezcla de olores seductores, que pronto serían sustituidos por el penetrante aroma del sexo.

Estaba completamente desnudo y no se decidió a salir así. Cogió la bata colgada detrás de la puerta y se la anudó fuerte. Que ella se la quitara. Abrió la puerta y el triángulo de luz iluminó el salón hasta la puerta de la habitación, al otro lado del salón.

- Apaga la luz, cariño.

Su voz había salido desde la oscuridad, a su izquierda. Apagó la luz y toda la casa volvió a sumirse en tinieblas. Unos pasos descalzos se acercaron. Una mano fina y caliente tocó su pecho. Unos labios sedosos besaron su cuello. Willy no podía más, estaba harto de tanto juego preparativo. Quería pasar a la acción de una vez, así que agarró a Tina por la cintura y la atrajo hacia sí. Entonces notó una ligera presión en los testículos.

- Tranquilo, ya falta poco…..

Su presa no le hacía daño….de momento. Intentó tranquilizarse. Tal y como estaban las cosas, no quería que Tina se pusiera nerviosa y apretara hasta hacerle sentir auténtico dolor. Tiró de él a través del salón en dirección a su cama de matrimonio. Era algo que había deseado siempre, una cama inmensa, enorme. Había recuperado la estructura metálica del anterior inquilino y sólo tuvo que comprar el colchón. Ella le detuvo cuando llegaron al borde de la cama y deshizo el nudo de la bata, quitándosela después. Le tumbó sobre el colchón y se colocó sobre él, las piernas y los brazos abiertos formando una equis. Willy agarró las barras metálicas de la cama. Se estaba derritiendo de puro gusto.

- Vamos a probar algo, no te resistas.

Que probara lo que quisiera. Nunca le habían tratado así, enérgicamente pero con cariño. Decididamente, esta era la mujer de su vida. Si las cosas seguían así entre ellos, podría plantearse incluso dejar de engañarla y pedirle que se casara con él. Por fin, se había dado cuenta de que él era un hombre necesitado de más sexo que de tonterías románticas. Su erección parecía que iba a estallar. Llevaba así desde que se había duchado, aunque intentara no pensar conscientemente en lo que le esperaba a la salida. Quizá su subconsciente no hacía más que dar vueltas sobre ello, y por eso se sentía capaz de estar haciendo el amor un día entero. Un pequeño mareo le hizo perder el sentido de la realidad. Tanta excitación, el arcoiris de olores puros, las inspiraciones profundas….era normal que se mareara. Ella lo estaba haciendo todo, ya iba siendo hora, y le iba a dejar que siguiera todo lo que quisiera. Era su esclavo, que hiciera lo que quisiera con él, maldita sea.

Tina metió la mano por debajo de la cama y sacó algo tintineante. Algo frío rodeó su muñeca y le apretó, pero sin hacerle daño. Después sintió lo mismo en la otra muñeca y en los tobillos. Encontrándose al filo del desmayo no podía resistirse, no quería hacerlo. Tina se separó de él y se puso de pie. ¿Qué nueva sorpresa le esperaba ahora?

- ¿Estás excitado, cariño?

Su voz le fue devolviendo poco a poco al mundo real. Intentó incorporarse pero no pudo: tenía las extremidades atrapadas.

- Estoy muy excitado, mi vida. Me gusta que hayas tomado la iniciativa.

Notó su sonrisa a través de las tinieblas. Oyó el chasquido de un mechero y una pequeña llama iluminó la cara de Tina. Estaba sonriendo mientras encendía una vela.

- Gracias, pero no he sido yo quien la ha tomado. Hemos sido todas. ¡Chicas, venid!

A la desmayada luz de la vela, Willy distinguió las inconfundibles curvas femeninas de muchas mujeres, vestidas con camisones cortos, entrando en la habitación. Empezó a ponerse nervioso, aunque el mareo persistía.

- ¿Qué coño significa todo esto? ¿Quiénes son estas?

Tina volvió a sonreír.

- ¿No las conoces, Willy? Pues deberías.

Tina pasó la vela a la mujer que había más cerca de ella, que iluminó su cara unos instantes antes de pasársela a la siguiente, y así sucesivamente. Todas eran caras conocidas para él. Con todas había pasado alguna noche, aunque no recordara sus nombres. ¿Esa era María, Marta, Sandra, Diana….? ¿A esa la había conquistado en el cine o en el supermercado? No podía recordar sus nombres, no podía saber cuándo había estado con ellas, no podía liberarse de las esposas. Y esa maldita erección que no bajaba ni en esta situación….

- ¿Pero qué hacen ellas aquí? ¿Cómo las has localizado?

- Tienes una agenda muy completa. Se cayó ayer, mientras movía con el portero los muebles. Hubo que quitar los cajones y así la descubrí. He tenido unas charlas muy interesantes esta mañana por teléfono, pero mejores han sido las de esta tarde en tu casa. Todas juntas hemos hablado de ti, como buenas amigas que tienen algo en común.

Willy se estremeció. ¿Qué iba a hacer ahora? ¿Cómo podía salir de esta situación? "Airosamente" - dijo una voz en su interior -. "Tú eres Willy, el preferido por las mujeres."

- Pero cariño. Esas no son nada para mí. Yo a quién quiero es a ti.

- Ya sé que me quieres. Yo también te quiero. Por eso te he dedicado toda mi atención desde hace tantos años. Por eso te voy a hacer feliz hoy.

Su voz ya no era un susurro aterciopelado, sino un duro mazo que golpeaba en la cordura de Willy. Un sudor frío perló su frente. Forcejeó, intentando librarse de las ataduras que le unían a la cama, pero fue inútil. Su erección se movía de un lado a otro. Se estaba haciendo daño, raspándose la piel con el metal. Ella volvió a hablar con esa voz aterciopelada, tan desconocida para él.

- Ahora vas a satisfacer tus deseos sexuales de una vez. Vas a hacernos felices a todas. Y no te preocupes porque tu cosita no dé la talla. En el laboratorio me han asegurado que unas gotas, en contacto con la piel, mantienen la erección unas horas. Y he vertido el bote entero en las sales de baño. Si aguantas con todas, ¿te demostrarás que eres un hombre de verdad? Personalmente, no creo que aguantes mucho….

Un escalofrío recorrió todo el cuerpo de Willy. Allí tumbado, totalmente desnudo, con una ridícula erección, y un montón de mujeres mirándole. Era indignante hacerle esto a él, después de tantos años. Nunca imaginó que Tina fuera así de retorcida.

- ¡Eres como todas, Tina! ¡Una zorra vengativa!

Empezaron a salir de nuevo de la habitación. Tina seguía mirándole con la sonrisa, que ahora era burlona, en sus labios.

- Vamos chicas, id saliendo, que habrá para todas. ¿Verdad, Guillermín?

- ¡Me llamo Willy, hija de puta! ¡Y os podéis ir preparando, porque os voy a dejar a todas satisfechas! ¡No necesito ningún afrodisiaco para hacer que gritéis de placer!

Ellas estaban saliendo, pero Tina, que iba a ser la primera, seguía apoyada contra la pared, mirándole fijamente sin dejar de sonreír. Tenía que portarse, esto sí que era un reto. Nunca persona alguna había tenido tantas mujeres a su disposición, y les demostraría que podría con todas. Si iba a morir, sería haciendo gemir de placer a una mujer. Qué epitafio para su tumba: "Aquí yace aquel que las amó a todas". Sí, podría con todas, ¡y con cien más si quisiera! ¡Él era Willy!

- Prepárate, cariño. Vamos a pasarlo bien.

- ¡Prepárate tú, puta! ¡Y vosotras también! ¡No vais a poder sentaros en un mes! ¡Yo soy Willy, el preferido por las mujeres! ¡Aaaaargh!

FIN

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Última modificación: 16-12-1999