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Les presentamos un documento de lectura obligada para todo universitario español, por cuanto su autor, el profesor Benjamín Hernández, exdirector de la Escuela de Estadística de la Universidad Complutense de Madrid, nos describe, con su lenguaje ameno, la modernidad, osadía y valentía de la universidad española del siglo XVI, frente a otras universidades europeas de prestigio. ¡Nuestra Salamanca fue la única universidad de la época que aceptó y prescribió el estudio de las teorías copernicanas! Al mismo tiempo nos da una breve pincelada sobre la vida de Copérnico, presentándole en su verdadera dimensión de humanista y científico comprometido con la verdad. COPÉRNICO Y SALAMANCAPor Benjamín Fernández Blázquez Para destacar los eventos y protagonistas de este milenio que se extingue, lejos de la urgencia que determinan estas fulgurantes fechas, que tal vez implican ausencia de ponderación o carencia de alguna variable relevante, es de subrayar que hace poco más de tres años, el laureado diario "Washinton Post", haciendo un análisis desde el año mil, resaltó unos cuantos personajes en diferentes ramas, y eligió como científico más sobresaliente a Copérnico, precediendo a Einstein y Galileo. La teoría de heliocentrismo propugnada por Copérnico, estuvo durante décadas colapsada en la emergente Europa de los Estados; universidades como Zurich, Rostok y la Sorbona condenaron la teoría copernicana siguiendo los dictámenes de la Santa Congregación que la rechazaba "por absurda y formalmente herética". Por suerte, hubo honrosas excepciones como la Universidad de Salamanca en la que la ciencia astronómica era enseñada por médicos dado que se pensaba que los cuerpos celestes influían en la vida del hombre. El estatuto de 1562 de la Universidad salmantina, la primera del mundo que enseñó los descubrimientos copernicanos, decía: "En astronomía, se lean libros de Euclides y el Almagesto o Copérnico al voto de los oyentes", y otro estatuto de 1594 prescribía: "El segundo quadrienio léase a Copérnico y las tablas plutérnicas en la forma dada", recogiendo las demostraciones de Diego de Zúñiga que en su comentario al Libro de Job, "probó la concordancia del sistema copernicano con las Sagradas Escrituras". Pocos de los manuscritos de Nicolás Copérnico han sobrevivido, guerras saqueos y devastaciones convergieron en su destrucción. Pero quedó lo más importante, su teoría, el nuevo sistema del mundo; según Kesten "la mayor revolución intelectual de la historia de la humanidad". El punto esencial de su investigación era la tesis que hacía al Sol el centro de los planetas, entre ellos la Tierra. Copérnico construyó un nuevo modelo del mundo, el heliocentrismo y creó los fundamentos para una nueva visión del universo. Goethe escribía: "entre todos los descubrimientos no hay nada que haya impresionado a la mente humana como la teoría del sabio polaco; no es extraño que el mundo tratara por todos los medios de rechazar una ciencia que autorizaba a sus seguidores a tener una libertad de visión y audacia de opiniones desconocidas hasta entonces". Nicolás Copérnico nació en 1473 en la ciudad polaca de Tórun, a orillas del legendario Vístula, en una época que se atisbaba el renacimiento confundiéndose el hombre y el mundo, a la par que la imprenta de la dorada Cracovia lograba que el pensamiento humano se esparciese por el mundo como un meteoro. A los 18 años se trasladó a la Universidad de Cracovia, de las más prestigiosas de Europa, justo cuando Cristóbal Colón, otro europeo dotado de una visión más amplia que sus contemporáneos alcanzaba las costas de un nuevo mundo reduciendo el horizonte del planeta, inconmensurable hasta entonces. Copérnico encontró en Cracovia la ciencia en su apogeo y recibió el estímulo para su investigación astronómica a la vez que germinaban sus concepciones científicas. El Alma Mater cracoviana, según el documento de su fundación "tenía que producir varones insignes en la madurez, y magníficos por el adorno de sus virtudes". En el otoño de 1495 Copérnico dio por terminados sus estudios en esta Universidad y al año seguido se dirigió a Italia para graduarse en Bolonia y Padua doctorándose en Ferrara. Al abandonar la soleada Italia tenía 30 años. De allí pasó a la otra ciudad determinante de su vida, la brumosa Frombork. Aquí desarrolló sus teorías que se formalizaron en la gran obra "De Revolutionibus" aunque su publicación no viera la luz hasta el año de su muerte, acontecida en la primavera de 1543. Mientras tanto, las teorías copernicanas despertaron no poca resistencia e incluso hostilidad. Eran inconcebibles para muchas de las mentes de entonces, acostumbradas a esquemas determinados que conforme a las Sagradas escrituras, concebían el orden de la Tierra y del Sol como inmutables. Nicolás Copérnico, sabio y humanista se ocupó en su laboriosa vida de numerosos asuntos teniendo como marco y fondo las ciudades polacas sobre todo la universitaria Cracovia que aún guarda muchas similitudes con Salamanca. Pero siempre miraba al firmamento en las noches de los brillantes cielos del Vístula, y con los ojos fijos transformó el orden del mundo de su época y al actual le abrió el camino de las estrellas. Volver al principio del artículo Volver al principioQuinquenios y sexenios: la limosna del pobre.Por José Medina Recientemente se está hablando de los quinquenios y sexenios del personal docente e investigador (PDI) de la universidad, debido al real decreto recientemente aprobado que "concede" el sexto (hasta ahora sólo se podían tener cinco). Quiero recordar aquí algo que ya se sabe pero que no está de más que se refresque la memoria. Lo primero que su cuantía oscila entre las 15 y las 20 mil pesetas mensuales según las categorías. Los quinquenios son un complemento a la productividad docente que se conceden después de la correspondiente petición, y de los informes favorables del departamento y de la facultad o escuela en la que el profesor imparte su docencia, es decir, no es automático, aunque en la práctica sean pocos o ninguno los que se dejan de conceder. En otros ministerios el complemento a la productividad es automático y vitalicio -como los trienios-, en otros, los menos, es automático, pero se pierde después de un número determinado de faltas por mes de asistencia al trabajo aunque sean por enfermedad. En muchos organismos oficiales algunos cargos llevan asociado un complemento a la productividad que forma una parte sustancial del sueldo y en otros lo concede la "superioridad". El sexenio es un incentivo a la productividad en investigación y su concesión es aún más arbitraria. No existe una normativa que regule la valoración de esa productividad. Existen unas comisiones y subcomisiones que se encargan de valorar los méritos de investigación presentados por cada PDI cada seis años. Estas comisiones eran secretas hasta que numerosas sentencias judiciales obligaron a la Administración a decir quienes las formaban cuando el valorado recibía su valoración. Lo que ha quedado en una incertidumbre son los criterios de evaluación que se aplican a pesar de las sentencias judiciales. Estos criterios parece ser que son variopintos, mientras que en Derecho se dan todos en otras áreas sólo se dan a los amigos. A esto hay que añadir que se conceden según la cuantía económica que el MEC quiera dedicar a ellos, es, por esto que con los mismos méritos hoy no te lo conceden lo que ayer si concedían. Tanto los quinquenios como los sexenios son vitalicios una vez concedidos, pero, al ser complementos del sueldo, se pierden con la jubilación. Esto aumenta, si cabe, la huelga que estamos llevando a cabo, pues el complemento que se exige no depende, ni de presupuestos, ni de amigos es lineal y para todos. José Medina RECORTES(Por fin alguien que escribe claro, y sin miedos ni rubores, sobre el sistema de evaluación de la investigación en la universidad española) Ministro, qué miseriaPor FRANCISCO DÍAZ PINEDA. Diario "El País" ( 26-01-00) Los científicos oficiales españoles recibieron a finales de año el resultado del examen de su actividad investigadora. Con el reconocimiento de esa actividad por la comisión nacional evaluadora pretenden un cierto complemento salarial -realmente mísero, en esta España europea que va tan bien, pero apetecible, dada la apocada paga de estos profesionales-. Contabilizada por sexenios, la actividad de muchos investigadores ha sido, sin embargo, considerada "insuficiente". Esto ha sido también común en los proyectos de investigación que solicitaron financiación meses atrás. "En ciencia el café para todos no vale", dice el presidente del Consejo Superior de Investigaciones Científicas. Y se admite la competitividad como cosa positiva. Pero la misma actividad que el año pasado acreditó a algunos científicos recibe en éste una evaluación negativa para otros. Años atrás, solicitudes de financiación estatal de proyectos calificados con diez puntos por un evaluador y con cero por otro resultaron rechazadas por aquella comisión, sin más indagación. Hoy seguimos careciendo de paneles de expertos por especialidad. Se desconocen las listas de evaluadores y el número de proyectos revisados por cada uno -no cuáles, que el anonimato es bueno en estos casos-. El responsable de cada área de la comisión nacional decide quién evalúa cada proyecto presentado. Sin dudar de su buena fe, el procedimiento resulta extraño. Sorprende la alta subvención de ciertos proyectos y su escaso alcance, lo que es más llamativo en algunos financiados por determinadas comunidades autónomas. Pocos científicos comentan su examen, pero hay gran malestar por todo esto. Sexenios con cuatro trabajos recogidos en el Science Citation Index y un libro especializado de gran alcance han sido evaluados como insuficientes por un comité "específico" cuyos expertos no pertenecen al área de conocimiento considerada. ¿Qué es esto? Investigadores admirables son así equiparados a ciertos impenitentes funcionarios que una vez ocuparon su plaza después de un juramento solemne en aquella atrasada España o tras una idoneidad inventada por los que administraron el país en su versión más moderna, (comentario que hago con respeto a las muy honrosas excepciones.) Todo esto es injusto, lesivo, y debiera ser inaceptable. Con tantos años en el oficio y conociendo algo el gremio -pero muy poco la misión de los patronos de nuestra ciencia-, sigo sorprendiéndome con ello. Mientras la penuria permanece, la nueva ciencia española sufre un ataque sin precedentes de publicitis aguda -nunca ha existido una relación tan mala entre el número de publicaciones científicas y su alcance-. En contra del espíritu que pretendió incentivar esta ciencia y mejorar, aunque fuera tan modestamente, la paga de sus investigadores, las evaluaciones son desalentadoras para buena parte de ellos. El desánimo es más grave si son profesores universitarios y entre sus labores está la de ilusionar con la ciencia a los jóvenes estudiantes. Y quede claro que uno observa el panorama sin motivos personales de resentimiento, por acompañarle siempre la suerte al someter su actividad a la referida evaluación y no tener grandes problemas para financiar la ciencia que cultiva. Si se quiere que la evaluación periódica surta los efectos deseados (?) la calificación debiera tener criterios tan claros que el propio evaluado conociera de antemano su puntuación exacta. Un administrativo lo certificaría. Si el funcionario certificador no basta a quienes tratan sólo con reputados referees, constitúyanse comisiones certificadoras con expertos del área de conocimiento evaluada. No con otros, como viene haciéndose. Y si la puntuación varía entre cero y diez, tenga la obtenida una retribución consecuente. No es justo el definitivo "suspenso" de seis años de trabajo calificados con cuatro puntos frente al "aprobado" con cinco, retribuido además como el de diez (nada equitativo, por cierto, para este último). Una puntuación de uno debiera retribuir con algo. Bienvenido sería, considerando esta miseria tan nuestra. Muy digna es la marca personal del investigador que no alcanza al atleta de élite. En todo caso, ¿indica la paga del científico español que este país se interese en obtener medallas? ¿Se consigue con ella, y con el sistema de selección al uso, el modelo de investigador o de profesor que deberían requerir nuestras universidades y centros de investigación? No es difícil elaborar de una vez un panel de expertos evaluadores. Pídase a cada investigador las palabras-clave del tema tratado en sus diez mejores publicaciones. Si tales publicaciones están en el Science Citation Index esas palabras señalan los temas que el investigador domina en realidad. Sobre ellos puede ser consultado. De otras especialidades es mejor que no opine. ¿Tan difícil es, Ministro de Educación y Cultura, tener científicos menos crispados y desilusionados, con mayores motivaciones y mejor productividad? Sus buenas sensaciones pueden transmitirse a diario en las aulas. Esto quizá interese. ¿Es mejor, tal vez, que haya menos investigadores (sólo los de élite , por supuesto)? ¿O se pretende acaso aquello de "que investiguen ellos"? Piense un poco en esto. Pero sin una profunda reflexión no lo comente al Presidente ni a sus compañeros. No deben entender nada de todo esto. Francisco Díaz Pineda es catedrático de Ecología, Universidad Complutense de Madrid Volver al principio de recortes Volver al principioUn modelo de estructura atómica revela cómo adquiere valor el dineroPHILIP BALL , Diario "El País", Londres (06-10-99) Billetes y monedas son el reflejo material de lo que se llama dinero. Pero el vil metal ha mantenido siempre en secreto su verdadero significado. Físicos de Dinamarca y Estados Unidos creen haber dado, por fin, con las claves ocultas de la moneda comparando su comportamiento en el mercado con una red de átomos en un cristal colocados de forma ordenada, cada átomo interactuando con sus vecinos. Así adquiere su valor el dinero, según el físico Per Bak y sus colegas, en un entorno local, sin que vendedores y compradores tengan que recurrir a una visión global de la economía. ¿Qué es el dinero? Por muy extraño que parezca, nadie lo sabe a ciencia cierta. Cada día cambia de manos en desconcertantes cantidades, pero aun así no existe una buena explicación de cómo el dinero adquiere su valor. Ahora, dos equipos de físicos de Dinamarca y Estados Unidos creen haber encontrado la respuesta. Por supuesto, el dinero únicamente tiene valor con relación a los productos reales a los que pone precio, pero no existe regla alguna para determinar esta relación, como saben demasiado bien los países que han visto dispararse sus niveles de inflación. El dinero es el lubricante que hace posible que exista el comercio: mantiene el valor de los productos vendidos por un vendedor hasta que desee comprarle a otro comerciante. Si un comerciante de manzanas quiere naranjas, lo primero que tiene que hacer es vender sus manzanas para conseguir dinero. Pero si las vende demasiado baratas, sólo consigue unas cuantas naranjas. Y si, por contra, el precio es demasiado alto, nadie se las comprará. Entorno local Lo ideal, en opinión de Per Bak y sus colegas del Instituto Niels Bohr de Copenhague, es que el mercader de manzanas adopte una visión global de la economía al llevar a cabo la transacción. Pero en la práctica no le será posible adoptar una visión tan amplia, y únicamente se preocupará de su entorno local: por ejemplo, de lo que hacen otros vendedores de manzanas y naranjas de la zona. Según dicen estos físicos, el valor del dinero surge en realidad de estas interacciones locales inmersas en la ingente red de comerciantes y compradores. Para configurar esta red los investigadores hicieron una analogía con una red de átomos en un cristal: colocados de forma ordenada, de manera que cada átomo interactúe sólo con sus vecinos cercanos. Las propiedades de todo el sistema dependen sensiblemente de las interacciones locales. Los modelos de este tipo, denominados modelos reticulares, les resultan muy familiares a los físicos, que han desarrollado desde hace años un ejército completo de herramientas y conceptos matemáticos que les permiten describir el comportamiento del conjunto usando como punto de partida las propiedades de las interacciones locales. Bak y sus colegas utilizan reglas muy sencillas para describir las transacciones entre agentes cercanos. A cada agente se le asigna una utilidad que refleja su situación financiera en función de los costes de producción que soporta, la facturación neta de su negocio y otros parámetros realistas. Estas utilidades dependen del valor del dinero, pero éste puede variar: los investigadores afirman que "no hay nada en las ecuaciones que fije el valor del dinero y los precios". Estas cantidades emergen más bien de forma espontánea de la red de intercambios, cuyas propiedades globales se desarrollan sin más que dar por sentado que cada agente sigue una sencilla estrategia racional para optimizar sus beneficios. Al ejecutar su modelo en un ordenador, los investigadores descubren que se asienta en un estado estable en el que desaparecen las grandes fluctuaciones de precios: los precios encuentran su propio nivel. Valor fijo Y dentro de este esquema, según afirman, el valor del dinero se hace "fijo por la historia del proceso dinámico", es decir, por la manera en que los agentes despliegan sus estrategias comerciales racionales. Cabría decir que el valor del dinero es una propiedad emergente del sistema, de la misma forma que la temperatura media mundial es una propiedad emergente del complejo sistema climático, con todas sus peculiaridades locales. Los investigadores, cuyos resultados aparecen publicados en el ejemplar de septiembre de Physical Review E , indican que introducir en su modelo sistemas de crédito, quiebra y controles estatales podría servir para dilucidar la forma en que estos factores afectan al valor del dinero en el mundo real. Volver al principio de recortes Volver al principio |
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