Opinión y Debate
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ISSN: 1575-2844

Revista Vivat Academia

 Histórico Año IV

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Diciembre 2001 - Enero 2002. Nº 31

Contenido de esta página:

Resumen del debate "La Universidad necesaria: Calidad versus cantidad" (Julio Gutiérrez)
Por qué me gusta Supergirl (Guillem Bou Bauzá)
Informe sobre la situación de los Profesores Asociados (Enviado por profesores asociados de la UAH)
Manifiesto del Rector de Castilla - La Mancha
RECORTES
Sobre la calidad de la enseñanza en la Universidad
Pérez-Díaz cree que los alumnos ‘ineducables’ perjudican a los demás
Universidad y sociedad

Resumen del debate "La Universidad necesaria: Calidad versus cantidad"

Julio Gutiérrez. Universidad de Alcalá

El día 27 de noviembre, en el salón de actos del Colegio de San Ildefonso de la Universidad de Alcalá, tuvo lugar una mesa redonda que, con el título "La Universidad necesaria: Calidad versus cantidad", convocó el Aula de Debate de la UAH. En esta ocasión participaron, por orden de intervención:

D. Julio Caravana Morales, Catedrático de Sociología de la Universidad Complutense
D. Javier García Cañete, Director General de Universidades de la Comunidad de Madrid
D. Saturnino de la Plaza López, Presidente de la CRUE y Rector de la Universidad Politécnica de Madrid
y D. Manuel Gala Muñoz, Rector de la Universidad de Alcalá.

El debate estuvo moderado por D. José Morilla Critz, Presidente del Aula y Catedrático de la Universidad de Alcalá, quien inició la sesión recordando que, en todas las manifestaciones sobre la LOU, se ha apelado continuamente a la calidad de la enseñanza como motivo fundamental de los argumentos, tanto a favor como en contra. Ello ha inducido a los miembros de esta asociación a proponer un encuentro con este tema como eje de la discusión.

El profesor Carabaña comenzó su intervención, mencionando su desvinculación de toda actividad política y aportando una serie de datos estadísticos, destacando que la razón alumno/profesor, pese al aumento del número de centros docentes de enseñanza superior y de profesores en la década de los noventa (los ochenta representaron un parón en el crecimiento de los efectivos docentes), se ha mantenido estable en los últimos veinte años. Sistemáticamente la comunidad universitaria ha clamado por rebajarla, por lo que es hora de hacer un llamamiento a las autoridades de las Comunidades Autónomas, ahora responsables de la financiación económica de las universidades, para que aprovechen las circunstancias que hacen disminuir las cohortes de alumnos provenientes del bachillerato, a fin de conseguir una rebaja de dicha razón.

Destacó Julio Carabaña que el gasto público en cantidad es mucho más rentable, a primera vista, que el utilizado en aras de la calidad. No obstante, señaló, es necesario un aumento significativo del equipamiento de los centros, a la vez que se debe disminuir el número de alumnos en las aulas. Terminó su aportación con un escalofriante hecho constatable: El gasto por alumno actualmente es exactamente el mismo que en los años setenta del siglo XX; ello significa que somos la universidad más económica de todos los países desarrollados.

El Director General comenzó alabando la iniciativa del Aula de Debate, ya que, en su opinión, estamos faltos de foros de encuentro de este tipo. Continuó exponiendo su idea sobre la misión fundamental de la Universidad: Anticiparse a las necesidades sociales futuras. Debe ir más allá de las demandas de la sociedad, mientras busca en la calidad una mejora de la institución y todo ello sin perder su cometido esencial, consistente en la prestación de un servicio publico, aseguró.

Tras enumerar las exigencias de calidad en la universidad española, a saber:
- Calidad del profesorado,
- Calidad de y para el alumnado,
- Calidad de las relaciones con la sociedad,
- Calidad de la investigación,
argumentó sobre la necesidad de avanzar en los sistemas de evaluación y promoción del profesorado. Cuidar al profesorado es el fundamento de la calidad de la universidad, ya que ésta depende de la calidad de los docentes, afirmó.

Señaló como necesidades más urgentes: El incremento en la eficiencia del gasto; la inversión en la formación del profesorado; la valoración de la demanda de nuevas titulaciones, tanto regladas como no regladas; y, por último, la consecución de un amplio acuerdo de todas las fuerzas que intervienen en el mundo de la enseñaza superior.

El Presidente de la CRUE, el profesor de la Plaza, destacó los dos grandes retos de la universidad española, constantes a los largo de su historia:

La universalidad: España es de los pocos países europeos en los que toda la educación superior se concentra en la universidad.
La excelencia: La calidad ni se consigue con nuevas leyes, ni está relacionada con la evaluación de la propia calidad, ni con una acreditación, que tampoco existe.

Añadió que no le parecía pertinente realizar una lista comparativa de la excelencia de las distintas universidades españolas. Criticó los estudios de evaluación que se llevan a cabo en la actualidad, sobre todo por el carácter voluntario de los mismos. Uno de los objetivos pretendidos, el de suministrar a la administración los criterios para la financiación y al mercado laboral excelentes profesionales, según D. Satunino de la Plaza, no se ha conseguido.

Terminó mencionando que la universidad española está falta de recursos adicionales para que la intervención de una auténtica agencia de evaluación pueda tener efectividad (puso como ejemplo la extrema escasez de recursos bibliográficos).

El rector Gala hizo una de sus intervenciones habituales, sin aportar realmente ideas al debate. Comenzó diciendo que sólo los que añoran el pasado hablan de calidad frente a cantidad. Destacó la necesidad de seguir aumentando las enseñanzas de postgrado. Según su opinión, España va muy retrasada en este tipo de enseñanza superior. Insistió en un frase que ya ha expresado en diversas ocasiones: La calidad depende de la flexibilidad.

Antes de asegurar que el sector público no va a cambiar sus criterios sobre la financiación de la universidad, terminó su intervención avanzando una idea, en relación con los auténticos protagonistas de la calidad, que es nueva en él y también en este tipo de debates, quizás porque no es del todo "políticamente correcta": afirmó rotundamente que se está olvidando que responsables son tanto los profesores como los propios estudiantes, lo cual se olvida casi absolutamente.

El debate se prolongó durante más de hora y media, con preguntas y sugerencias de muchos de los asistentes. Es de destacar una conclusión que se reiteró durante la sesión: la falta de propuestas concretas, por parte de los responsables académicos, para conseguir que en estos nuevos tiempos, en los que nos enfrentamos a una disminución del número de estudiantes, los universitarios cambiemos de actitud y consigamos una mejora patente de nuestra institución.

Debemos añadir, tras este pequeño resumen acerca del desarrollo del debate, que fue muy significativa la ausencia casi absoluta de decanos y directores de centros y departamentos entre los asistentes, pese a ser un tema de importancia vital para el futuro de nuestras titulaciones y necesidades de profesorado. Contabilizamos una Decana (Filosofía y Letras) y una Directora de Escuela (Enfermería), así como cinco o seis directores de departamento, de los cuales tres son miembros activos del propio Aula de Debate. ¡Sin comentarios!

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Por qué me gusta Supergirl

Guillem Bou Bauzá

Por mucho que la miras y a pesar de sus poderes, Supergirl guarda siempre este aspecto de fragilidad que la hace parecer vulnerable. Su mirada de ingenua adolescente reafirma la imagen de justiciera que no sabe bien dónde se mete.

Y sus obras, en definitiva, no hacen más que acentuar este carácter sincero. ¿Quién le iba a decir que fuera tan difícil luchar contra el sindicato de superhéroes? ¿Se habría atrevido a intentar desmontar su corporativismo si hubiera podido prever la reacción furibunda y altiva de tantos hombres agarrados a su supertraje? Seguramente, sí.

Y es que, verán, esto de la superjusticia ya no es lo que era. Antes, para tener superpoderes, hacía falta pasar un calvario lleno de incertezas: tener doble personalidad (la familiar y la investigadora), vivir con lo mínimo (el ejercicio de la superjusticia nunca ha sido rentable) y sentir auténtica vocación por la humanidad (ya que tus amigos te decían que no fueras tonto y te largaras a las empresas de I+D).

Pero claro, poco duró semejante sistema porque algún Lex Lutor, con intención sin duda buena y caritativa, decidió que esto no era vida e invistió de poderes al primero que se acercó a su laboratorio. Bueno, mejor dicho, el primero que le hizo la pelota, le sirvió los cafés y (no muy importante pero necesario) le citó en todos sus artículos.

Y como el mal se extiende más rápido que el bien, todos se apuntaron a la moda para no ser menos: Los Cuatro Fantásticos dieron el título de Antorcha Humana a uno que le tenía pánico al fuego porque de pequeño se había quemado. Para conducir el Batmovil se contrató a un oportunista que no tenía carné. Y en la Universidad de Atlantis, con Namor de rector, nombraron decano a un gato escaldado (que, por si no lo recuerdan, es aquel que del agua fría huye).

Así las cosas, Supergirl desató la tormenta que acabaría con tanto nombramiento barato. Pero, y aquí nadie contaba que los superhéroes se parecieran tanto a los supervillanos, éstos aplicaron el teorema de la sopa: ¿No la querías? ¡Pues toma dos tazas!

Y, en definitiva, así vivimos los mortales. Sorprendidos porque ahora Los vengadores han convocado 78 plazas de superhéroe, con nombres y apellidos, para unos seres que coraje tienen bien poco: el miedo a la habilitación delata su inutilidad y su inseguridad.

Me gusta Supergirl por este simple hecho. Porque ha encendido la antorcha que nos ha hecho percibir hasta qué punto es de tebeo la situación en la Universidad. Cuando aterriza y se mete en una cabina, para salir vestida de calle y situarse ante los micrófonos... ¿por qué no la escuchan un poco antes de vapulear su nombre? Quizá tiene razón esta mujer.

Artículo publicado en CAMPUS - Diario "El Mundo", noviembre 2001

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Informe sobre la situación de los Profesores Asociados

Enviado por profesores asociados de la UAH.

1. Perfil del profesor asociado

¿Quiénes son los profesores asociados y en qué se distinguen de los demás profesores universitarios? Sin vanaglorias excesivas, debemos resaltar que muchos de ellos estuvieron entre los primeros de su promoción, obtuvieron becas de FPI y actualmente son doctores, autores de publicaciones de prestigio nacional e internacional y miembros de asociaciones científicas profesionales. Están pues más que suficientemente cualificados para desempeñar tanto sus tareas estrictamente legales, la docencia en licenciatura y doctorado, como las derivadas de sus necesidades de promoción, incluida la investigación.

Así pues, el retrato robot de muchos de estos asociados es un doctor cuyo principal interés es la universidad y que estaría dispuesto a dedicarse a ella en exclusiva si se le ofreciese la oportunidad. Desgraciadamente, ha de compaginar la tarea universitaria con otros trabajos para poder sobrevivir. De modo que no sólo soporta una carga docente parecida a la de un titular (en el caso del asociado 8+8 ó 6+6), sino que además ha de desempeñar otro trabajo. Pero no se acaba ahí su jornada laboral ya que, si bien la investigación no está incluida en la figura y sueldo del asociado, éste ha de rendir también en ese campo si quiere conservar su puesto de trabajo y tener eventualmente la posibilidad de promoverse. (No olvidemos que los departamentos se benefician de esta labor investigadora, que no se paga, a la hora de incluirla en sus proyectos y memorias de calidad investigadora.)

Como curiosidad, repárese en que un profesor asociado cobra mucho menos que los becarios de FPI a los que imparte clases de doctorado. La paradoja es especialmente dolorosa si se repara en que a menudo es ese mismo becario de FPI quien ve disminuido su ingreso mensual cuando tiene la suerte de ser contratado como asociado tras doctorarse y acumular méritos y tiempo.

2. Función, categorías, salario y duración de los contratos de profesor asociado

Los profesores asociados constituyen el 60 % del profesorado en las universidades públicas españolas, según datos del propio MEC. Son profesionales a los que se contrata y paga por horas de dedicación docente, y cuya única función legal es la docencia y la tutoría, no la investigación. El sueldo de un asociado a tiempo parcial tipo II con un contrato de seis horas de clase y seis de tutoría a la semana (el caso más frecuente) es de unas 94.000 ptas./mes brutas, de las cuales 55.000 corresponden al sueldo base. El salario ofrece algunas variaciones en función de cada universidad por lo que este cálculo es una medida aproximada. Por comparación, un profesor titular con una docencia de ocho horas semanales, cobra casi cuatro veces más de sueldo.

¿Qué es lo que justifica este salario irrisorio de, recordemos, 1.567 ptas./hora? La justificación teórica y legal que se suele aducir es que se trata de trabajadores cuyo medio principal de vida no es la universidad pues son "profesionales de reconocido prestigio" cuyos ingresos provienen de fuentes ajenas a la universidad. Se supone entonces que están en la universidad por una mezcla de vocación, interés profesional, altruismo y caché social. Si bien es posible que estos sean motivos importantes en algunas carreras (derecho o arquitectura), en muchas otras disciplinas, como las humanidades, las ciencias sociales o las ciencias, la razón es mucho más simple. En ellas, la asociatura se ha convertido en una de las mejores opciones profesionales, habida cuenta de que constituye prácticamente la única vía de acceso a la universidad (junto con las escasas ayudantías). Esto explica que la competición entre los candidatos a asociados tengan un alto nivel académico, y que haya doctores dispuestos a dedicar enormes esfuerzos a cambio de ese mínimo sueldo.

Es necesario mencionar además que los contratos de asociados son todos ellos contratos temporales, renovables de año en año hasta un máximo de cinco años, al cabo de los cuales el asociado puede ser contratado de nuevo. La inestabilidad produce incertidumbre y ansiedad en los profesores asociados que pueden ver finalizado su contrato al terminar el periodo. Además, aunque el contrato se les renueve en años sucesivos, en ningún caso ven reconocida su antigüedad. En relación con este aspecto conviene mencionar además que, según la ley laboral, cualquier contrato temporal que se renueve durante más de dos años responde a una necesidad permanente y ha de ser sustituido por un contrato indefinido. Ello no ocurre con los contratos anuales de asociados, algunos de los cuales han sido renovados innumerables veces.

3. Perspectivas de futuro

Después de muchos años en los que la situación estaba estancada, algunas universidades han promovido en lo últimos meses un plan de estabilización. Teniendo en cuenta que la autonomía universitaria y las transferencias autonómicas en materia educativa comportan variantes, en general el plan de estabilización está pensado para los asociados a tiempo completo que en realidad son una pequeña minoría. En este plan, las universidades se comprometen a ir dotando plazas de titulares que sustituyan a las de asociado a tiempo completo. Es de temer que el dinero necesario para convertir asociaturas a tiempo completo en titularidades provenga de la supresión de contratos de asociados a tiempo parcial.

En cuanto a la estabilización y promoción de los asociados a tiempo parcial, la situación es todavía más compleja. En primer lugar, porque en muchas universidades ni siquiera se les ha tenido en cuenta en las negociaciones de estabilización y promoción y, por tanto, no hay nada previsto para ellos. En segundo lugar, porque cuando se les ha ofrecido alguna perspectiva, ésta queda sujeta a tantos requisitos y condicionantes que su viabilidad se vuelve sospechosa.

Pero lo que más nos preocupa en estos momentos es en qué situación vayan a quedar quienes no resulten estabilizados en las negociaciones en curso. Sobre todo si tenemos en cuenta que la próxima Ley Orgánica de Universidades no dice nada acerca de la estabilización o promoción de los actuales profesores asociados, mientras insiste en la idea originaria del asociado como profesional de reconocido prestigio con trabajo ajeno a la universidad.

4. Conclusión

De lo anterior se deduce que un profesor asociado desempeña casi las mismas tareas que un profesor titular cobrando menos de 1/3 del sueldo base de un titular y careciendo de derecho a trienios, tramos de investigación y demás ventajas. Resulta obvio que el beneficiario directo de esta injusta situación son las universidades que ahorran millones de pesetas explotando a los profesores asociados.

El trabajo de los profesores asociados, tanto a tiempo parcial como a tiempo completo e independientemente de cuál sea su tipo de contrato, se caracteriza por la precariedad a todos los niveles: remuneración económica escasa, temporalidad permanente, derechos laborales limitados, apoyo sindical mínimo y expectativas de estabilización y promoción más que dudosas. Sería pues conveniente elaborar propuestas que permitan encontrar una salida a esta situación. Pueden remitir ideas y sugerencias a: asociados.uni@terra.es

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Manifiesto del Rector de Castilla - La Mancha

EL TESORO DE CASTILLA- LA MANCHA EXPULSADO DE LA UNIVERSIDAD: 260 JÓVENES AYUDANTES Y BECARIOS DE INVESTIGACIÓN

Si tuviéramos que señalar lo más importante realizado en estos años de creación de universidad en Castilla-La Mancha no vacilaría en proclamar que lo primordial, lo que más cuenta para nuestro futuro como Región y Universidad, es la incorporación a la investigación y docencia de toda una generación de jóvenes de aquí, formados con nosotros y en las mejores universidades para cada especialidad, que no están pensando en cómo marcharse a sus lugares de origen, porque tienen el mismo aquí, con sus familias, sus amigos y sus amores. Esto es la primera vez que ocurre en la historia de nuestra tierra, que en cuanto a profesionales universitarios se refiere ha sido siempre tierra de emigración para los nuestros y de paso para los de fuera.

De la plantilla de 1300 profesores e investigadores a tiempo completo, más de 500 son jóvenes investigadores de Castilla-La Mancha. Los más maduros han obtenido sus plazas de titular, incluso alguno de catedrático, en nuestra Universidad, tras sus doctorados, oposiciones y sus estancias de formación en universidades extranjeras, y valen tanto o más que quien en 1985 vino de otras tierras y otras universidades.

Pero más de la mitad, 260, son hoy jóvenes becarios de investigación o ayudantes, es decir, están en proceso de formación tras haber sido seleccionados en concurso público entre los mejores expedientes. Son, sin duda, el mayor tesoro de nuestra Universidad y de nuestra Región. Sin embargo, el proyecto de ley del Gobierno no prevé para ellos otra cosa que su expulsión automática de la Universidad, pues corta su futuro al exigir que para que puedan aspirar a la más modesta de las plazas de contratado doctor (ayudante doctor) estén previamente dos años "desvinculados" de nuestra Universidad, es decir, excluidos de cualquier relación de beca o contrato con nosotros, tal y como prevé el artículo 50 y no lo salva la Disposición Transitoria Cuarta.

Esta cláusula es tan arbitraria que la propia ministra en su reciente carta a la Comunidad Universitaria se ve obligada a mentir y dice así en el epígrafe correspondiente a los actuales ayudantes: "Los profesores que hoy son ayudantes no deberán cumplir el requisito de dos años de desvinculación con la universidad contratante para ser contratados como profesores ayudantes doctores". Pero la comunidad universitaria, frente a lo que debe creer la Ministra, sabe leer y escribir, y lo que dice el proyecto de ley en su art. 50 y en sus disposiciones transitorias es que de la arbitraria cláusula de exclusión sólo se salvan los que sean profesores asociados, y no los ayudantes y becarios, es decir, los 160 ayudantes y los 100 becarios de investigación.

El Gobierno tiene legitimidad para hacer su política, pero no está legitimado para falsear la verdad de lo que hace, ni a nuestros 260 jóvenes profesores en formación ni a los más de ocho mil de toda España. Arbitrariedad y falsificación son razones más que suficientes para exigir la retirada del Proyecto de Ley y de la propia Ministra, que no se atreve a defender su ley con la verdad de lo que comporta.

Para la Universidad y para Castilla-La Mancha la pérdida de esos 260 mejores jóvenes supone un daño gravísimo y es lo que fundamenta que todos, por unanimidad, hayamos pedido amparo al Presidente de la Junta. Aunque mucho mejor sería que el Gobierno Central, en vez de reformar la Universidad desde la desconfianza y el resentimiento, hubiera convertido el Proyecto de Ley en objeto de consenso, ilusión y acierto.

Mientras tanto, dirigentes políticos a los que jamás les he oído una sola idea constructiva sobre la Universidad se dedican a calificar de "tontería" la cuestión de la que he informado y la petición de amparo a la Junta, además, de proclamar que la solución es cambiar de Rector. Para colmo han nacido aquí.

Luis Arroyo
Rector de la Universidad

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RECORTES

Sobre la calidad de la enseñanza en la Universidad
Pérez-Díaz cree que los alumnos ‘ineducables’ perjudican a los demás
Universidad y sociedad

Sobre la calidad de la enseñanza en la Universidad

FRANCISCO FERNÁNDEZ BUEY. Diario "El País", Miércoles, 21 de noviembre de 2001

Francisco Fernández Buey es miembro del Consejo de Universidades.

La forma en que la ministra de Educación cortó de raíz el debate sobre la LOU cuando éste apenas se iniciaba en el Consejo de Universidades y las ofensivas declaraciones posteriores del presidente del Gobierno no auguran nada bueno sobre el futuro de la Universidad pública. Es más: contradicen las palabras empleadas en la exposición de motivos del proyecto de ley y justifican las protestas de las asociaciones de estudiantes, de los sindicatos, de los rectores y de la gran mayoría de la comunidad universitaria. En vez de abrir una controversia razonada sobre lo que se enseña y se investiga en nuestras universidades, que falta hacía, estos modos de actuar atizan un conflicto latente desde hace tiempo. Somos muchos los que estamos hartos de politiquerías y declaraciones de ignorancia a propósito de la docencia y de la investigación que se realizan en las universidades públicas.

El problema de fondo con el que nos encontramos ahora se podría formular así: cómo lograr el objetivo de una docencia de calidad en esta época, que no es sólo la de la sociedad de la información y la comunicación, sino también la de la generalización y cuasi universalización de la enseñanza superior. Este problema no es nada fácil de resolver. Las nuevas tecnologías de la información y de la comunicación y la enseñanza superior no-presencial pueden ayudar, pero no lo son todo.

Tenemos dos experiencias que sugieren otras tantas dificultades.

La primera experiencia se refiere a la enseñanza secundaria, cuya calidad no ha ido precisamente en aumento a medida que se lograba el objetivo democrático de la obligatoriedad implicado por el principio de igualdad de oportunidades y la universalización de los estudios de bachillerato. Es conocido que en los últimos años se ha producido un considerable deterioro de la enseñanza media y que eso está desmoralizando a muchos de nuestros docentes. También se sabe, y en general se admite, que el sistema de selectividad aplicado hasta ahora no ha funcionado. Pero a estas alturas no sabemos todavía con precisión por qué otro sistema (o sistemas) de selección va a ser sustituido. Eso tiene una repercusión directa, y negativa, sobre la calidad de la enseñanza universitaria, principalmente en los primeros cursos.

La segunda experiencia se refiere al primer ciclo de varias carreras universitarias en las que, al no funcionar la selectividad y juntarse esto con la masificación de las aulas, la posibilidad misma de mejorar la calidad de la docencia queda truncada. En las carreras de derecho, humanidades y ciencias sociales, el primer ciclo se ha ido convirtiendo en una mera prolongación del bachillerato, tanto desde el punto de vista de los contenidos como en lo que respecta a la forma de impartir la docencia. Los estudiantes universitarios se quejan, con razón, de la mecánica repetitiva existente en la docencia y del exceso de clases llamadas magistrales y que de hecho no son ni siquiera eso.

La conclusión que se puede sacar a partir de estas dos experiencias me parece obvia: para garantizar la calidad de la enseñanza universitaria ya en el primer ciclo hay que abordar con valentía el delicado asunto del acceso a la Universidad. Y esto exige atender varios criterios a la vez: 1) garantizar la igualdad de oportunidades de los estudiantes; 2) valorar objetivamente los méritos, y 3) corregir las desigualdades entre universidades y entre facultades que se derivan de un hecho al que se atiende poco: la tendencia a seguir como único criterio para el acceso la situación actual del mercado de trabajo o las previsiones de la demanda para plazos generalmente muy cortos.

Sobre esto último, los consejos sociales de las universidades tienen mucho que decir. Y convendría que lo que dijeran tuviera amplitud de miras, o sea, que no quedara determinado exclusivamente por la demanda, el mercado y las supuestas expectativas del ‘cliente’, como se dice a veces. La tarea de las universidades públicas no puede quedar reducida a la formación profesional de los estudiantes en función de las constricciones inmediatas de la demanda, pues eso equivaldría a confundir el conjunto de las necesidades sociales con los intereses del mercado y a renunciar, por tanto, al papel educativo de las administraciones públicas en sus diferentes niveles.

Para hacerse una idea más precisa de la dimensión del problema, creo que es necesario añadir la consideración siguiente: no basta con decir que la Constitución y la LOU garantizan ya la igualdad de oportunidades. Ni es suficiente argumentar que para corregir las desigualdades existentes (y el consiguiente desplazamiento hacia los estudios privados) se necesita mayor financiación, que se necesita. Si se pretende mejorar la calidad de la enseñanza en aquellos estudios hoy más necesitados es preciso también seguir una política de discriminación positiva que corrija las constricciones más coyunturales del mercado laboral y del mercado tout court, pues la docencia en el primer ciclo está ya muy condicionada por la calificación media que se exige para acceder a los centros universitarios.

Es previsible que, una vez suprimidas las pruebas de selectividad, si no se introducen otras correcciones, la tendencia espontánea a la regresión de la media para el acceso a las carreras de humanidades y ciencias sociales aumentará. Y eso contribuirá al deterioro del primer ciclo en las carreras afectadas. De hecho, ya ahora, en esas carreras, se está produciendo un desplazamiento constante de los docentes universitarios que son funcionarios (titulares y catedráticos) hacia el segundo y el tercer ciclo, contra lo que parece deseable para fomentar vocaciones. A resultas de ello se suele dejar la docencia del primer ciclo exclusivamente (o casi) en manos del profesorado en formación, lo que no es bueno para los estudiantes ni para los docentes y entra, además, en contradicción con el propósito de fomentar la formación permanente de los docentes que ejercen como ayudantes, contratados e interinos, por no hablar de los becarios.

Para invertir esta tendencia hará falta corregir el criterio básico por el que se ha regido la Universidad en las últimas décadas (esto es, su adaptación al mercado realmente existente), atendiendo, más en general, a las necesidades de la sociedad para el medio y más largo plazo. Y es ahí donde entra la discriminación positiva en favor de los estudios teóricos que tienen menos salidas profesionales inmediatas, pero cuyo cultivo seguimos considerando, por lo general, relevante. No se ve si no cómo se va a poder lograr una enseñanza de calidad, y competitiva en el marco europeo, en el caso de las ciencias puras, de las ciencias sociales, de las humanidades en general, y aún menos en el caso de las humanidades clásicas (latín y griego).

En lo que concierne al cómo enseñar y al control de la calidad de la docencia, necesitamos un giro importante. La forma seminario, el simposio y las conferencias, las tutorías personalizadas y el uso sensato de los medios informáticos y audiovisuales aplicados a la enseñanza no-presencial están llamados a jugar un papel sustancial. Pero la integración progresiva de las nuevas tecnologías en la docencia exige ecuanimidad, no papanatismo, y atención particularizada a las diferencias existentes entre los estudios.

Propiciar este giro obliga a la evaluación continuada de la docencia impartida por los profesores universitarios. La agencia para la calidad del sistema de enseñanza en Cataluña ha establecido recientemente un marco para la evaluación de la docencia del profesorado universitario precisamente con el objetivo de mejorar y ampliar la evaluación del profesorado por los estudiantes. Universidades públicas de otras comunidades han hecho propuestas parecidas. Se trataría de fomentar la conciencia de la autoevaluación entre el profesorado universitario, la actuación coordinada y en equipo de los docentes para evitar repeticiones y solapamientos en los planes de estudios (que con el tiempo cristalizan en reduplicaciones de cátedras y titularidades, con el consiguiente aumento del gasto), la emulación (que no la competición) entre los docentes de las universidades y, desde luego, también las habilidades de los estudiantes universitarios, que ya son adultos, para adquirir conocimientos autónomamente y expresarse con espíritu crítico.

¿Es realmente tan difícil tratar de estas cosas con calma y argumentación, sin exabruptos?

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Pérez-Díaz cree que los alumnos ‘ineducables’ perjudican a los demás

C. M. Madrid, Diario "El País", Miércoles, 21 de noviembre de 2001

Los alumnos ‘ineducables’ perjudican a los demás y los maestros no tienen un tiempo ilimitado para dedicarlo a un solo alumno. Si además, el educando no muestra todo el interés que debiera, si no se siente ni quiere ser libre, es ‘casi ineducable para la libertad’. El catedrático de Sociología de la Universidad Complutense Víctor Pérez-Díaz expuso ayer de esta manera la inmensa tarea a la que se enfrentan en la actualidad los educadores ‘liberales’ cuando se encuentran con que su ejemplo y su dedicación no les rinde fruto alguno. Pérez-Díaz sabe que estos ‘ineducables’ no son todos, pero sí los que ponen en problemas al sistema educativo en su conjunto.

El sociólogo cerró ayer el ciclo de conferencias educativas que cada otoño organiza la Fundación Santillana bajo el título La Educación que queremos, un acto al que asistieron el presidente del grupo Prisa, Jesús de Polanco; el del Grupo Santillana, Emiliano Martínez; el presidente de Educación y Gestión, Néstor Ferrera; el del Grupo Educativo Fomento, Miguel Ángel Sancho, y el de la patronal ACADE, Jesús Núñez.

‘¿Cuál es esa educación que queremos?’, se preguntó Pérez-Díaz. Y concluyó que no es una sino distintos modelos, tantos como tipos de individuos, de ciudadanos en una sociedad. El problema es que en ese debate donde chocan distintas posturas se genera ‘un ruido que deseduca’ y una sociedad ‘que se hace viscosa, que ralentiza a la gente y acaba matando a aquellos que son libres’, a los que no están sometidos a la obediencia a un grupo. Pérez-Díaz cree que a los ‘educadores liberales que actúan de acuerdo a sus principios’ no les queda más remedio que respetar a aquellos que ‘quieren ser lo menos libres posible’.

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Universidad y sociedad

RICARDO DÍEZ HOCHLEITNER. Diario "El País", Viernes, 23 de noviembre de 2001

Ricardo Díez Hochleitner es vicepresidente del Patronato de la Fundación Santillana y director de sus Semanas Monográficas (XVI Semana Monográfica de la Fundación Santillana; Madrid, 26 al 30 de noviembre de 2001. Salón de actos de la OEI).

La Universidad en nuestros días sigue siendo el producto de una prolongada historia de esfuerzo incesante al servicio del saber y del desarrollo humano. Sin embargo, el crecimiento a que se han visto sometidas las universidades durante las últimas décadas, así como la creación de muchas nuevas, ha traído consigo múltiples problemas junto con muchos logros decisivos a favor de las sociedades a las que sirven.

De todos modos, el reconocimiento de estos hechos y el apoyo dado por parte de la sociedad ha sido en general muy desigual, escatimando los recursos necesarios y formulando no pocas críticas infundadas.

La actividad universitaria es, por su propia naturaleza, inmensamente compleja e incierta, puesto que se la somete crecientemente a numerosos nuevos desafíos y, por ello, es sujeto, una y otra vez, de reflexiones sobre reformas deseables o posibles ante los grandes temas con los que se enfrentan individuos y sociedades en todos los campos.

Por de pronto, la Universidad debiera poder hacer frente a un gran número y variedad de investigaciones avanzadas, adaptarse a la explosión del conocimiento que con tales investigaciones se contribuye, formar en viejas y nuevas profesiones adaptadas a la demanda del mercado laboral, así como contribuir a satisfacer la demanda cultural que su entorno promueve. Además, tiene que tratar de contribuir a un desarrollo sostenible local y global que sea justo y social de acuerdo con valores éticos y humanos. Las universidades tienen que plantear por lo tanto una visión de futuro respecto de cuanto se refiere a la humanidad toda y al universo que la sustenta.

La Universitas de antaño ya fue principal centro de reflexión y búsqueda de cuanto importa a la humanidad y su habitat. Al poner su empeño en valores intelectuales y éticos se hizo vehículo de lo mejor en la tarea civilizadora de Occidente en medio del dolor y la depredación tantas veces causados por afanes de dominio.

Ahora, en nuestros días, el mundo está enfrentado a una ‘gran transición’ entre cambios acelerados y un proceso de globalización vagamente entendido en su verdadero alcance. La globalización no es una ideología ni un fenómeno positivo o negativo, sino un proceso seguramente irreversible que hay que procurar poner al servicio de todos, empezando por la justicia y la cohesión social, y no en beneficio de unos pocos privilegiados, con las consiguientes odiosas disparidades generalizadas.

En estas circunstancias, lo que se pone de manifiesto crudamente es la falta de una visión global y a largo plazo, así como la considerable debilidad o ausencia lacerante de liderazgo global y local, frente a la solidaridad y el conocimiento avanzado al que todos debiéramos aportar en este nuevo escenario mundial.

Tal es la actual premisa general, junto con otros desafíos y esperanzas específicos en el campo cultural, social, político y económico, como paso previo a la formulación de cualquier política o reforma universitaria. La tarea es sin duda considerable y seguramente conllevará cambios sustantivos en términos de metas, planteamientos y recursos, además de todo lo referente al gobierno y gestión de la Universidad, asuntos éstos últimos que, por razones políticas, suelen anteponerse a los verdaderamente esenciales.

Por todo ello hay que plantearse, desde un comienzo, el tema Universidad y Sociedad en el plano de la realidad y tendencias actuales, tratando de avizorar el futuro de la Universidad ante las nuevas perspectivas de la globalización y el aprendizaje.

Por otra parte, el futuro de cualquier sociedad está condicionado por sus sistemas educativos, los cuales culminan en sus respectivas Universidades. De hecho, de la excelencia de sus universidades dependen finalmente el potencial del desarrollo de las sociedades y la calidad de los demás niveles y modalidades de educación en los que aquéllos se desenvuelven.

Ninguna sociedad es superior a sus universidades y, de modo similar, la Universidad es en última instancia espejo de la sociedad en la que está inserta. Universidad y sociedad se necesitan mutuamente sin remedio. La investigación, la docencia y el enriquecimiento cultural son decisivos para la cohesión social y el desarrollo en la medida en que se asegure, a su vez, una igualdad de oportunidades y la más alta calidad en el aprendizaje y formación. De ahí que la sociedad global se verá favorecida en la medida en que la Universidad mantenga su mandato de universalidad.

Europa, Occidente todo, le debe a la Universidad su preeminencia cultural y civilizadora. Por su parte, las Academias cumplen hoy en día una función de vinculación del saber más avanzado con la sociedad ante un mundo global, función que también cumplía en su origen la propia Universidad.

Los estudios generales o interdisciplinarios e intersectoriales situados al principio de los estudios universitarios, así como los estudios universitarios de reciclaje o de actualización para personas mayores, dentro del criterio de una educación permanente o continua, son parte del revulsivo y del replanteamiento de la tarea universitaria, presencial o virtual, que requiere la Universidad en los comienzos del siglo XXI ante el progresivo proceso de globalización.

Todas estas reflexiones son tanto más pertinentes por cuanto ahora está pendiente de culminación el trámite parlamentario del proyecto de Ley de Universidades (LOU) que, al decir de sus promotores, pretende mejorar la calidad del sistema universitario, establecer un mejor sistema de selección del profesorado, evaluar y acreditar la calidad, además de impulsar un mayor acercamiento entre la universidad y la sociedad. Conviene recordar que en torno al año 1968 se produjeron no pocas alteraciones pre-revolucionarias en las universidades europeas tras las primeras experiencias similares en los EE UU.

A los jóvenes universitarios de aquellos años les gustaba el modelo de sociedad entonces emergente, aunque tampoco llegaron a formular una propuesta coherente y viable. A muchos mayores en cargos de responsabilidad a nivel internacional también nos inquietaba el futuro y coincidió que, tras varios años de estudios y debates, fundáramos durante el mismo año de 1968 lo que se dio a conocer como el Club de Roma.

Ahora, con el proceso de globalización en marcha, son muchas las personas e instituciones privadas de la llamada sociedad civil quienes hacen manifestaciones más o menos ruidosas contra los abusos y desafíos que entraña esa perspectiva en curso.

Las desigualdades o disparidades crecientes, con un crecimiento de la pobreza y, más aún, de la miseria en el mundo que parecen imparables, son en esta encrucijada la mayor ‘piedra de escándalo’, a la que se ha venido a sumar el terrorismo como la peor de las amenazas. En consecuencia, los gobiernos así como todos los sectores sociales y económicos tienen ante sí la gran tarea de asegurar la gobernabilidad internacional y nacional gracias a una plena participación democrática de la sociedad civil en el aprendizaje, creatividad e innovación.

Objetivos de ese alcance sólo se lograrán desde la más estrecha cooperación entre Universidad y Sociedad. Una Universidad de excelencia en todos los órdenes es clave en ese empeño. Sin embargo, la reforma y mejora sustantiva de la Universidad no se hace realidad simplemente gracias a disposiciones legales. En todo caso, lo esencial son las reformas puntuales que nazcan del seno mismo de la Universidad en sucesivas respuestas a problemas prioritarios bien contrastados.

Por todo lo antes expuesto, la XVI Semana Monográfica de la Fundación Santillana, que tendrá lugar próximamente, quisiera lograr contribuir de alguna manera al acierto del texto de la nueva Ley que finalmente se adopte así como a su futuro desarrollo eficaz.La Universidad en nuestros días sigue siendo el producto de una prolongada historia de esfuerzo incesante al servicio del saber y del desarrollo humano. Sin embargo, el crecimiento a que se han visto sometidas las universidades durante las últimas décadas, así como la creación de muchas nuevas, ha traído consigo múltiples problemas junto con muchos logros decisivos a favor de las sociedades a las que sirven.

De todos modos, el reconocimiento de estos hechos y el apoyo dado por parte de la sociedad ha sido en general muy desigual, escatimando los recursos necesarios y formulando no pocas críticas infundadas.

La actividad universitaria es, por su propia naturaleza, inmensamente compleja e incierta, puesto que se la somete crecientemente a numerosos nuevos desafíos y, por ello, es sujeto, una y otra vez, de reflexiones sobre reformas deseables o posibles ante los grandes temas con los que se enfrentan individuos y sociedades en todos los campos.

Por de pronto, la Universidad debiera poder hacer frente a un gran número y variedad de investigaciones avanzadas, adaptarse a la explosión del conocimiento que con tales investigaciones se contribuye, formar en viejas y nuevas profesiones adaptadas a la demanda del mercado laboral, así como contribuir a satisfacer la demanda cultural que su entorno promueve. Además, tiene que tratar de contribuir a un desarrollo sostenible local y global que sea justo y social de acuerdo con valores éticos y humanos. Las universidades tienen que plantear por lo tanto una visión de futuro respecto de cuanto se refiere a la humanidad toda y al universo que la sustenta.

La Universitas de antaño ya fue principal centro de reflexión y búsqueda de cuanto importa a la humanidad y su habitat. Al poner su empeño en valores intelectuales y éticos se hizo vehículo de lo mejor en la tarea civilizadora de Occidente en medio del dolor y la depredación tantas veces causados por afanes de dominio.

Ahora, en nuestros días, el mundo está enfrentado a una ‘gran transición’ entre cambios acelerados y un proceso de globalización vagamente entendido en su verdadero alcance. La globalización no es una ideología ni un fenómeno positivo o negativo, sino un proceso seguramente irreversible que hay que procurar poner al servicio de todos, empezando por la justicia y la cohesión social, y no en beneficio de unos pocos privilegiados, con las consiguientes odiosas disparidades generalizadas.

En estas circunstancias, lo que se pone de manifiesto crudamente es la falta de una visión global y a largo plazo, así como la considerable debilidad o ausencia lacerante de liderazgo global y local, frente a la solidaridad y el conocimiento avanzado al que todos debiéramos aportar en este nuevo escenario mundial.

Tal es la actual premisa general, junto con otros desafíos y esperanzas específicos en el campo cultural, social, político y económico, como paso previo a la formulación de cualquier política o reforma universitaria. La tarea es sin duda considerable y seguramente conllevará cambios sustantivos en términos de metas, planteamientos y recursos, además de todo lo referente al gobierno y gestión de la Universidad, asuntos éstos últimos que, por razones políticas, suelen anteponerse a los verdaderamente esenciales.

Por todo ello hay que plantearse, desde un comienzo, el tema Universidad y Sociedad en el plano de la realidad y tendencias actuales, tratando de avizorar el futuro de la Universidad ante las nuevas perspectivas de la globalización y el aprendizaje.

Por otra parte, el futuro de cualquier sociedad está condicionado por sus sistemas educativos, los cuales culminan en sus respectivas Universidades. De hecho, de la excelencia de sus universidades dependen finalmente el potencial del desarrollo de las sociedades y la calidad de los demás niveles y modalidades de educación en los que aquéllos se desenvuelven.

Ninguna sociedad es superior a sus universidades y, de modo similar, la Universidad es en última instancia espejo de la sociedad en la que está inserta. Universidad y sociedad se necesitan mutuamente sin remedio. La investigación, la docencia y el enriquecimiento cultural son decisivos para la cohesión social y el desarrollo en la medida en que se asegure, a su vez, una igualdad de oportunidades y la más alta calidad en el aprendizaje y formación. De ahí que la sociedad global se verá favorecida en la medida en que la Universidad mantenga su mandato de universalidad.

Europa, Occidente todo, le debe a la Universidad su preeminencia cultural y civilizadora. Por su parte, las Academias cumplen hoy en día una función de vinculación del saber más avanzado con la sociedad ante un mundo global, función que también cumplía en su origen la propia Universidad.

Los estudios generales o interdisciplinarios e intersectoriales situados al principio de los estudios universitarios, así como los estudios universitarios de reciclaje o de actualización para personas mayores, dentro del criterio de una educación permanente o continua, son parte del revulsivo y del replanteamiento de la tarea universitaria, presencial o virtual, que requiere la Universidad en los comienzos del siglo XXI ante el progresivo proceso de globalización.

Todas estas reflexiones son tanto más pertinentes por cuanto ahora está pendiente de culminación el trámite parlamentario del proyecto de Ley de Universidades (LOU) que, al decir de sus promotores, pretende mejorar la calidad del sistema universitario, establecer un mejor sistema de selección del profesorado, evaluar y acreditar la calidad, además de impulsar un mayor acercamiento entre la universidad y la sociedad. Conviene recordar que en torno al año 1968 se produjeron no pocas alteraciones pre-revolucionarias en las universidades europeas tras las primeras experiencias similares en los EE UU.

A los jóvenes universitarios de aquellos años les gustaba el modelo de sociedad entonces emergente, aunque tampoco llegaron a formular una propuesta coherente y viable. A muchos mayores en cargos de responsabilidad a nivel internacional también nos inquietaba el futuro y coincidió que, tras varios años de estudios y debates, fundáramos durante el mismo año de 1968 lo que se dio a conocer como el Club de Roma.

Ahora, con el proceso de globalización en marcha, son muchas las personas e instituciones privadas de la llamada sociedad civil quienes hacen manifestaciones más o menos ruidosas contra los abusos y desafíos que entraña esa perspectiva en curso.

Las desigualdades o disparidades crecientes, con un crecimiento de la pobreza y, más aún, de la miseria en el mundo que parecen imparables, son en esta encrucijada la mayor ‘piedra de escándalo’, a la que se ha venido a sumar el terrorismo como la peor de las amenazas. En consecuencia, los gobiernos así como todos los sectores sociales y económicos tienen ante sí la gran tarea de asegurar la gobernabilidad internacional y nacional gracias a una plena participación democrática de la sociedad civil en el aprendizaje, creatividad e innovación.

Objetivos de ese alcance sólo se lograrán desde la más estrecha cooperación entre Universidad y Sociedad. Una Universidad de excelencia en todos los órdenes es clave en ese empeño. Sin embargo, la reforma y mejora sustantiva de la Universidad no se hace realidad simplemente gracias a disposiciones legales. En todo caso, lo esencial son las reformas puntuales que nazcan del seno mismo de la Universidad en sucesivas respuestas a problemas prioritarios bien contrastados.

Por todo lo antes expuesto, la XVI Semana Monográfica de la Fundación Santillana, que tendrá lugar próximamente, quisiera lograr contribuir de alguna manera al acierto del texto de la nueva Ley que finalmente se adopte así como a su futuro desarrollo eficaz.

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Vivat Academia, revista del "Grupo de Reflexión de la Universidad de Alcalá" (GRUA).
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Última modificación: 25-12-2001