LA FRASE DEL MES:Vive más sencillamente para que otros puedan sencillamente vivir. M.K. Gandhi. Cuando los leones han de comportarse como zorros para sobrevivir, es que no corren buenos tiempo para nadie. A.P.P. Vivir del cuentoEspaña ha sido tradicionalmente un país donde los pícaros, los estafadores, los timadores, los charlatanes de todo tipo, no sólo han podido campar a sus anchas, sino que han sido admirados por el pueblo y defendidos por éste, incluso contra las leyes que pretendían protegerle de todo ese conjunto de buscavidas. Podría pensarse que hoy día, con los cambios en las estructuras sociales y la democratización de las instituciones, el panorama ha cambiado y se han desterrado todas esas clases de marrullerías. Nada más lejos de la realidad. En verdad ha ocurrido lo contrario, la gente que habitualmente "vive del cuento" ha encontrado un caldo de cultivo excelente para perpetuar la especie en los medios de comunicación, sobre todo en la televisión. Con el pretexto de "la audiencia es la que manda", estamos asistiendo impasibles a un progresivo deterioro del tejido social como nunca se había producido antes. Los videntes, las encarnaciones de divinidades, los seudo científicos, los curanderos que, con una berenjena en la oreja y un pimiento en la nariz, son capaces de diagnosticaros y tratarnos las más crueles enfermedades, los seudo empresarios que nos ofrecen "el oro y el moro" a cambio de nuestros ahorros de toda una vida, etc, etc, han acaparado la atención del público, gracias a la proliferación explosiva de los programas "basura". Aquí, si no vives del cuento, no tienes ninguna opción para realizarte como profesional. Nadie confía en tu trabajo si, previamente, no has realizado una buena campaña de "marketing" ensalzando tus hipotéticas cualidades. Si eres una persona honrada y modesta estás condenada al fracaso. Son muchos los que van proclamando lo que no son y difícilmente encontrarás un crédulo que acepte el resultado de tu trabajo con todas sus limitaciones. Viven del cuento en España los representantes de las más variopintas profesiones, desde los políticos, expresión máxima del género, hasta los empeñados en limpiarte el parabrisas de tu automóvil, recién sacado del lavadero, cuando no intentan limpiarte algo más intimo. Esos futbolistas que ganan decenas de millones al año (en euros claro) por darle patadas a un objeto redondo, son después incapaces de introducirlo en la portería de un equipo modesto. El público en general, en vez de ensalzar al pequeño conjunto de jugadores casi aficionados, justifica el resultado por el cansancio de los que no trabajan a la semana ni la mitad que cualquier otro ciudadano. ¿Cabe mayor despropósito? Esos empresarios que defraudan a la Hacienda Pública y crean y descrean sus empresas dependiendo del gasto de su coche deportivo último modelo ("llamado" más allá de los 120.000 ), son ahora tildados de "emprendedores", muy lejos de aquellos ahorradores y sacrificados para los que el factor humano cuenta por encima de todo, pocos, bien es verdad, pero "haberlos haylos". Nos queda una pregunta interesante: ¿El mundo universitario, está libre de tales perversiones? Eso sería lo razonable, es gente bien informada, con ganas de rendir un servicio a la sociedad -en la mayoría de los casos prefieren ganar un sueldo menor que en el sector privado y trabajar desinteresadamente sin obtener beneficio más allá del reconocimiento de su labor-. Pues no, es en este mundo donde más se vive del cuento, aunque, ciertamente, dado el grado de mayor formación, se sabe disfrazar mejor la inutilidad con aureolas de prestigio. Son auténticos vividores aquellos que optan al cargo académico por el mero gusto de ostentar la dignidad del "excelentísimo", incluso del "magnífico", o simplemente porque viene muy bien el sobresueldo adicional mensual. Después, preocuparse de solucionar los problemas, supuestamente inherentes al cargo, es "harina de otro costal". Son vividores de mal gusto, aquellos que se aprovechan del trabajo y la disponibilidad de sus colaboradores y luego les ponen toda clase de trabas en el camino, para evitar que prosperen y se note demasiado su ineptitud. Son vividores recalcitrantes los que se empeñan en impartir una docencia obsoleta, muchas veces enmascarada en unas clases amenas, salpicadas de historietas, pero repitiendo, curso tras curso, lo mismo, eso mismo que les enseñaron a ellos, conservado en unos apuntes mugrientos, manchados de café. Eso sí, son excelentes profesores. ¿No?, pregunten, pregunten, al fin y al cabo exigen menos. Son vividores aficionados todos aquellos estudiantes que rondan a sus compañeros competentes y utilizan los apuntes de aquellos que intentan trabajar mientras, a la hora de clase, están sentados tranquilamente en el bar hablando de la nefasta "operación triunfo". Eso sí, públicamente desprecian a ese amigo capaz de sacar la carrera en tiempo y forma y surtidor de sus escasos aprobados. ¿Y qué decir de los vividores florecidos entre el PAS? Todas las universidades tienen unos cuantos "paracaidistas", pues como llovidos del cielo han aparecido, en los mejores cargos y puestos gerenciales. Nadie conoce su curriculum vitae real, aunque muchos sospechan su carácter del todo ficticio, pero ahí están, decidiendo sobre vidas y haciendas y doblando diariamente el espinazo ante el benefactor de turno. ¿Es este fenómeno más virulento que en el pasado? Obviamente, como decíamos al comienzo, siempre han existido los "vividorcillos" incluidos los universitarios, pero no nos negarán que ahora gozan de mejores oportunidades; el motivo puede ser la implantación de este nuevo sistema social, recién importado, del "todo vale". Nunca olvidaremos una frase de un amigo de la redacción de Vivat Academia, desgraciadamente desaparecido: "Antes los vividores eran "semigansters" de guante blanco, te hablaban de usted y te invitaban a coñac francés. Ahora, dado el grado de corrupción imperante en la universidad, lo más común son los "buscavidas" de baja estofa, que esperan agazapados en un pasillo, para clavarte un objeto punzante cualquiera". En realidad todo este tipo de gente no es muy numerosa en términos absolutos, pero sí son más eficaces a la hora de promover y dirigir los cambios que les benefician personalmente, enredando convenientemente cualquier situación y engañando a todo aquel que se pone a tiro; son el claro exponente del "San Paramí, que los demás santos no comen". Además, con esa especie de simpatía colectiva desencadenada en España por el "vividor del cuento", no temen absolutamente a nada ni nadie y se pavonean con ostentación. Pero es con esta gente en los puestos preferenciales los buscan con ansia como estamos construyendo nuestra futura sociedad. ¿De qué nos van a servir los cambios de legislación, tanto en el mundo universitario como fuera de él, si debemos convivir con ellos, aceptar su modo de vida y hasta acatar sus decisiones? Hacemos un llamamiento a todos aquellos sufridores de estos profesionales de la "nada" para que, al menos, no seamos cómplices de sus estrategias. 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