Editorial
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ISSN: 1575-2844

Revista Vivat Academia

 Histórico Año IV

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Julio - Agosto 2002. Nº 37

LA FRASE DEL MES:

Hay algo que Dios ha hecho mal, a todo le puso límites menos a la tontería.

Konrad Adenauer

Cuando un hombre estúpido hace algo que le avergüenza, siempre dice que cumple con su deber.

G. Bernard Shaw

Anorexia intelectual

Leyendo el artículo sobre la anorexia, en este mismo número, nos ha surgido la duda de si esta maligna enfermedad no se habrá extendido, cual epidemia peligrosa, al mundo universitario, en su variante intelectual.

Parece como si muchos universitarios, de todos los sectores, quisieran poner sus cerebros a dieta estricta de sentido común y hubieran decidido, pese a todas las apariencias, pensando que adolecen de un exceso de dicha virtud, desterrarla de sus vidas.

¿No indican anorexia intelectual las últimas declaraciones de la Asociación de Catedráticos? Claman al cielo porque todos los doctores tengan el mismo peso en las estructuras propugnadas por la LOU. Resulta evidente que la falta de reconocimiento oficial, por parte de las autoridades españolas, del grado de doctor (incluido el reconocimiento pecuniario), en los niveles de los cuerpos de funcionarios para los que se exige su posesión, no es casual. Los logros en este país son siempre producto de la lucha y los más preparados y oportunos para trabajar por ello no estaban dispuestos a un igualitarismo de esa índole. "De ahí a la creación de un cuerpo único de profesores va un paso", se lamentan. ¿Qué querrán realmente?

¿No indican anorexia intelectual las actuaciones de los sindicatos en sus peticiones, reuniones y negociaciones con la administración? Primero nos soliviantan, asegurándonos el cielo de subidas de sueldo merecidas hace años. Después nos informan de lo duro del transcurso de las negociaciones . Por último proclaman, a bombo y platillo, el éxito alcanzado, desactivando las movilizaciones iniciadas, tan difíciles en nuestro ambiente. Y terminan firmando unos documentos que, de antemano, están destinados al incumplimiento, o se van a cumplir a costa de muchas nuevas protestas y, lo que es peor, a costa de estar obligados a mendigar lo debido en justicia. Ya lo hicieron mal cuando se negociaron con el PSOE los famosos quinquenios y sexenios. De lo allí pactado no hubo nada de nada y la cosa ha terminado en una amenaza constante. Amenaza por parte de las correspondientes Comisiones que se permiten el lujo, cada año, de inflar los requisitos (en algunas áreas, porque en otras...). Amenaza por parte de los rectorados, en una demagogia sin precedentes junto a los alumnos, que utilizan unas encuestas mal diseñadas y peor realizadas, para amedrentar al personal. Ahora con la "nueva bufanda" vamos de sobresalto en sobresalto, a la espera, incluso, de que nos pidan devolver lo recibido, por aquello del beneficio de la comunidad. ¿Qué no? Todo pudiera ser, démosle tiempo al tiempo.

¿No indican anorexia intelectual las formas de muchos rectores en el gobernar de sus universidades? Pavor le tienen al sufragio universal, por muy ponderado que sea, a la hora de enfrentarse a las urnas. Olvidan cuales son las obligaciones y responsabilidades primarias de la institución de enseñanza superior, para dedicarse a veleidades sensacionalistas que les hagan dignos de engordar la prensa diaria (algunos lo consiguen con la nacional, otros se han de conformar con la local). Compran y venden, en migajas, voluntades y prebendas a cambio de apoyos, más o menos claros e intemporales, a sabiendas que la extrema delgadez intelectual de sus interlocutores en este comercio les permite poner precios de auténticas rebajas. Desprecian el esfuerzo de los verdaderamente dedicados en cuerpo y alma a su profesión, para ensalzar a aquellos de sus "acólitos" mejor dispuestos a reírles las gracias. Llegan incluso a poner medallas a diestro y siniestro a personajes de la vida política nacional e internacional que oyeron hablar de tal o cual universidad cuando les notificaron su nominación al premio; premio inmerecido que no dudan en aceptar (otro signo de delgadez mental).

¿No indica anorexia intelectual el comportamiento de muchos jefes, directores y demás fauna sobresaliente universitaria, en el cumplimiento de sus responsabilidades? Todos hemos sido testigos alguna vez de los retorcimientos a que someten la legislación vigente, para conseguir, bien mantenerse en el puesto, bien escalar algún nuevo peldaño, bien rodearse de grupúsculos de poder que les permitan hacer de su toga un sayo. No admiten ni siquiera sugerencias, no digamos ya críticas, en el ejercicio de su gestión. Parece como si el sillón correspondiente les contagiara una especie de retrovirus, imposible de erradicar y para el que no existe vacuna. Cambian las normas cuando mejor les apetece y, a veces, ni tan siquiera les conviene a ellos mismos, "tirando piedras a su propio tejado". Este tipo de comportamiento se ha ido extendiendo también entre los universitarios "de a pie" y, así, asistimos pasmados a la generación de conciliábulos en departamentos, secciones y demás compartimentos de la comunidad, para evitar que todo sobresaliente pueda hacerles sombra.

¿No indica anorexia intelectual la actitud de los estudiantes y sus progenitores ante la enseñanza universitaria? A muchos de ellos más nos valdría darles el título a cambio de una buena aportación económica a la institución (como hacen algunas universidades americanas), evitando de este modo su aparición por las aulas -perdón, por el bar -, con la única intención de intoxicar a los más cándidos de sus compañeros, instruyéndolos en las maldades de los profesores - como docentes y personas, por supuesto -, de los conserjes, de los sufridos funcionarios de ventanilla, etc., etc. Hace unas semanas para no ir más lejos, tras los exámenes de junio, hemos asistido al triste espectáculo de la futura suegra de un alumno solicitando el aprobado para el yerno; el pobrecito debía casarse en septiembre y no iba a tener tiempo de estudiar para terminar su carrera. Aclaremos: tras muchas convocatorias de la signatura en cuestión, sin aparecer por clase, el novio había obtenido la flamante calificación de un punto sobre diez.

¿No indica, en definitiva, anorexia intelectual la actitud de todos aquellos que se lamentan de estos males y no hacen nada para ponerles remedio? Está bien eso de quejarse frente a una taza de café, lo hemos repetido hasta la saciedad, pero la crítica pasiva y casi silenciosa, no lleva a parte alguna. Para solucionar la catástrofe intelectual que nos rodea, debemos sacar al mercado todo tipo de sabrosas sustancias intelectuales que hagan apetitoso el alimento de la mente y el espíritu. Por favor, ¡no nos quedemos con los brazos cruzados esperando milagros imposibles!

Este tipo de comportamientos y situaciones, en el seno de la Universidad, ni son lógicos, ni tienen precedentes y, mucho nos tememos, ni tienen solución. Si los formadores de los profesionales del mañana dan estos tristes ejemplos de "buen hacer" ¿qué será de la sociedad del futuro?

LA REDACCIÓN

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Vivat Academia, revista del "Grupo de Reflexión de la Universidad de Alcalá" (GRUA).
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