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Cerramos esta serie de artículos dedicados a la
"anorexia" con la cualificada opinión médica de un especialista, nuestro
colaborador de la Universidad de Alcalá Horacio Rico.
Contenido:
Horacio Rico Lenza. Departamento de Medicina. Universidad
de Alcalá.
Los diccionarios suelen definir el "término" anorexia como
palabra de uso médico indicativo de falta de apetito, pero en el caso de la anorexia
nerviosa, no es una falta de apetito, en un sentido estricto, lo que caracteriza la
enfermedad, sino un rechazo a la alimentación. Estadísticamente afecta del 1 al 4% de la
población adolescente y joven en general (aunque también se han descrito casos de
presentación más tardía). La edad más usual de inicio, con muy poca diferencia, es
sobre los 19±5 años (Audi et al. 2002; Scalfi et al. 2002). Su incidencia es preferente
en los países occidentales y con un nivel cultural medio o superior (Simpson et al.
2002); recordemos los célebres casos de anoréxicas como la Emperatriz Sissi y la
Princesa Diana de Inglaterra. La descripción de casos en países en desarrollo, se ha
puesto en relación con la penetración cultural actual, desde los países desarrollados.
Últimamente se está describiendo un aumento de su prevalencia en la población en
general (Audi et al. 2002), y en España en particular (Rodríguez et al. 2002). Es de
predominio muy preferente femenino, y en su etiología se "barajan" múltiples
causas. Lo evidente, a través del tiempo, es su relación con algo nervioso, o mejor
dicho psíquico, el "sentir" del sistema nervioso, lo que ha hecho que el nombre
de anorexia nerviosa persista desde su inicio.
Es una entidad clínica altamente alarmante, no sólo por el padecer
crónico del enfermo y ser su posible causa de muerte, sino por las preocupaciones y
problemas que genera en su entorno (familia, amigos, vecinos y sociedad en general);
recordemos hace poco lo ocurrido en España, con el riesgo de inducir la enfermedad, a
través de enfatizar el tipo femenino exaltando la figura esbelta y estilizada, pero
adelgazada, de las modelos de pasarela.
Generalmente, bajo el punto de vista médico, se incluye en los
denominados "desordenes de la comida o ingesta, y/o del hábito de comer", en
los que se encuadran la anorexia nerviosa, la bulimia (entidades que pueden cursar
ocasionalmente, de forma alternativa, en el mismo paciente), y otras alteraciones de
denominación menos genérica. Su etiología, múltiple como ya hemos comentado, incluye
la existencia de factores genéticos predisponentes, y también psicológicos, en los que
una historia de trauma psíquico o de abuso sexual en la infancia son muy importantes,
así como una disregulación química celular en el manejo de la serotonina a nivel
cerebral. También se ha puesto en relación con un trastorno obsesivo-compulsivo (lo que
no deja de ser una alteración psíquica), y más recientemente con un posible déficit de
zinc, dada la semejanza de la anorexia nerviosa con el denominado Síndrome de Prasad,
descrito por este médico en 1963, característico del déficit de zinc y con múltiple
similitud, somática y hormonal, con la enfermedad, representados por la malnutrición,
déficit gonadal y alteraciones hematológicas del tipo de anemia. En este sentido hay que
resaltar la buena correlación observada entre el tratamiento con sales de zinc, y la
recuperación de la enfermedad (Su & Birmingham, 2002).
Dentro de este amplio abanico de posibles causas, más enrevesado se ha
hecho el adecuado conocimiento de la enfermedad, con la reciente descripción de varios
subtipos dentro de la misma (Eddy et al. 2002), a los que no vamos a referirnos por la
falta de un consenso general sobre dicha clasificación. También se suele relacionar el
rechazo a la comida con ciertas fobias, y/o sensación de culpabilidad por comer. Suelen
ser pacientes de comportamiento infantil, inmaduros, exigentes, retraídos y con
dificultad para formar relaciones de tipo adulto, y altamente egoístas, sin preocuparles
en absoluto la problemática que generan en su entorno. El tema sexual suele generar
incertidumbre y molesta su mención. La cleptomanía y tendencia al suicidio, son comunes.
Las manifestaciones de las denominadas "psiconeurosis" o manías, suelen
preceder a la manifestación clínica típica de la enfermedad.
Se caracteriza la enfermedad, como hemos comentado, por un rechazo a la
alimentación, lo que conduce a un consecuente inadecuado aporte de calorías y pérdida
grave de peso (índice medio de masa corporal de 14 kg/m2 normal de 20 a
25 kg/m2), a lo que se une, como principal manifestación, la amenorrea o
ausencia total del periodo menstrual de la mujer, o de oligomenorrea, con sólo 3 a 6
menstruaciones al año y de poca duración, que pueden serlo tanto primarias como
secundarias. A estas alteraciones hay que añadir múltiples anormalidades, en las que
destacan las electrocardiográficas, hipovitaminosis (A preferentemente), que
paradójicamente se acompaña de hipercarotinemía (los carotenos son precursores de la
vitamina A), y analíticamente hay anormal tolerancia a la glucosa, cambios en los niveles
séricos de los esteroides adrenales que suelen estar aumentados, elevación de la urea,
leucopenia, anemia e hipoplasia medular, la que de por sí puede ser causa de la
leucopenia y anemia, conjuntamente ésta unida a un déficit alimenticio de hierro.
Inicialmente las principales manifestaciones son la oligo y/o amenorrea
y la pérdida de peso. La paciente suele estar alegre y despreocupada. Suele ser muy
enérgica e hiperactiva. Un dato curioso es que ante una notable pérdida de peso, este no
suele influir precozmente en la disminución del tejido mamario, conjuntamente a estos
signos sexuales se conserva el vello axilar y pubiano. No se observan atrofias de piel,
pero si la existencia de "lanugo" en espalda, extremidades y cara.
La enfermedad, como hemos señalado, puede ser mortal, y usualmente en
su evolución puede cursar en cuatro fases: I) la denominada activa, caracterizada
por la desnutrición, pérdida de peso y alteraciones de la menstruación, II) la
de recuperación del peso, pero en la que todavía las pacientes son oligo y/o
amenorreicas, la III) de recuperación total, y la IV) de progresión
irreversiblemente crónica que puede conducir al "exitus". Las
complicaciones de la enfermedad son múltiples, derivadas de una o varias causas dentro de
las alteraciones que induce. Una de las más preocupantes, en la actualidad, es la
pérdida secundaria de masa ósea, considerada consecuencia tanto de la de peso
(nutricional o ponderal), como de la alteración gonadal (hormonal), pero que nosotros por
estudios recientes (Rico et al. 2002), creemos es más dependiente del peso, a través de
los estímulos biomecánicos que el peso induce sobre el hueso, dado que éste es más
determinante de la masa ósea en la mujer que el estado gonadal. Aunque ya hace años
(Biller et al.1989), se ha señalado, como causa de la osteopenia, una etiología
múltiple (hormonal, nutricional y ponderal), pero no biomecánica. Independientemente de
su causa o etiología, lo evidente es que patogénicamente, en el mecanismo que lleva a la
misma, hay un aumento de la resorción ósea, prioritario sobre la formación, lo que
genera un balance negativo de masa ósea y consecuente pérdida de la misma, indicado
inicialmente por Passloff et al. hace ahora 10 años, en 1992, y más recientemente por
otros autores (Audi et al. 2002; Gordon et al. 2002). El estímulo biomecánico sobre el
esqueleto, genera preferentemente uno sobre la formación ósea, lo que justifica que en
la anorexia nerviosa, dada la acusada pérdida de peso y consecuentemente de estímulo
mecánico sobre el hueso, no haya una formación ósea adecuada y sea prioritaria la
resorción o destrucción ósea.
En la anorexia nerviosa, dos son las principales causas,
independientemente del mecanismo, que llevan a una menor masa ósea y consecuentemente a
padecer un mayor riesgo de desarrollar, si se consigue una larga supervivencia, una
osteoporosis. La masa ósea en la mujer se culmina sobre los primeros 15 años de su vida
(Rico et al. 1992), edad en la que puede presentarse la enfermedad, y que puede ocasionar
un menor desarrollo en su capital óseo, el denominado pico de masa ósea. Al ser éste
menor, dada su pérdida habitual en la postmenopausia, se llega antes a la enfermedad, a
la osteoporosis. Enfermedad esta con un alto índice de mortalidad, consecuencia de las
fracturas de cadera que ocasiona, y de la asociación observada entre una alta tasa de
mortalidad y una menor masa ósea (Van der Klift et al. 2002).
El diagnóstico de la anorexia nerviosa no es difícil. Los primeros en
darse cuenta suelen ser los familiares, allegados o gente de su entorno que observan la
pérdida de peso de forma progresiva. La edad, el sexo (sin olvidarse que los varones
también la padecen), los antecedentes mencionados y las complicaciones que suele haber,
completan los datos necesarios para establecer el mismo. Inicialmente no suele haber
alteraciones analíticas, éstas acostumbran a manifestarse con la progresión de la
enfermedad y dependen, tanto en su presentación como en su número, de la gravedad de la
misma. Las más usuales ya han sido mencionadas, destacando entre ellas las derivadas del
deterioro gonadal, como son el déficit de las hormonas sexuales, que da lugar a la oligo
y amenorrea que caracteriza el cuadro clínico.
El tratamiento es amplio (Powers & Santana, 2002), no sólo
comprende el dado al paciente, en el que destaca la recuperación del peso como medida
primordial, acompañada con el tratamiento psicológico, tanto farmacológico como de
apoyo, y de las múltiples complicaciones que pueda tener el paciente. El tratamiento de
la familia y/o de las personas más allegadas a su entorno, es primordial y
obligatoriamente necesario. En todos los casos, familiares y allegados, el apoyo
psicológico es igualmente necesario de forma obligada. Como fármacos, independientemente
de los psicóticos, se postula el uso del zinc, como hemos comentado, así como el de
inositol, aunque éste más en investigación que como fármaco consolidado.
El pronóstico de la enfermedad, depende de la imprevista inicialmente
recuperación, de las posibles recaídas, y/o de los menos casos de mortalidad que puedan
presentarse. Obviamente, las complicaciones y su severidad, influyen grandemente en el
pronóstico. Un diagnóstico precoz, que impida una exagerada pérdida de peso y un mayor
grado de complicaciones, es lógico que se acompañará de un mejor pronóstico, por ello
la familia y el médico debe estar concienciado de su existencia en el caso de una joven
con significativa pérdida inexplicable de peso, y buen estado de conciencia y animosidad,
y debe tenerse en cuenta y considerarse, la señalada mayor prevalencia de la misma que se
está observando.
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De las brujas y santas anoréxicas medievales hasta las top
model de nuestro presente, la enfermedad del nuncacomer seguirá en el ojo de la tormenta,
hasta que alguien se decida a poner el dedo sobre la llaga consumista...
Carlos Gamero Esparza. Diario OJO. Lima -- Perú
Parece muy simple. Pero la historia no ha cambiado desde la remota antigüedad,
desde mucho antes de que las hogueras inquisitoriales castigaran el hambre de quienes
dejaban de comer. La historia, en consecuencia, puede cambiar de protagonista, de tiempo,
de cultura, pero es la misma: la de alguien que, valga redundancia, deja de comer por
alguna razón... o porque le dijeron que era pecado, o porque le queda chica la ropa, o
porque se ve "gorda", o porque se ve "fea", o porque
le exigen bajar de peso, o simplemente por moda o modorra, o como la Mafalda de los
comics, por su fobia a la sopa de mamá. Entonces, más ella que él, por añadidura,
castiga su cuerpo y su psique simplemente dejando de probar bocado. Pocas enfermedades
nerviosas compulsivas como ésta han sido tan discutidas como polemizadas e incluso
achacadas, al morbo y la locura, no ya de alguna mente insana, sino de un entorno social
intolerante, de un medio estereotipado que también termina convirtiéndose en víctima de
su propio tabú, en una enfermedad que enferma de enfermedad, como si se sintiera un
sádico placer por el sufrimiento.
En este debate, que sin querer queriendo inició quien escribe, hemos tratado de
penetrar en la secreta telaraña del nunca comer para conocer sus secretos entretelones. Y
todo para toparnos con más de una sorpresa. Así vimos cómo nuestros antepasados parecen
haber sido muy felices en su inocultable gordura, reflejada en sus regordetas Venus,
cuales diosas de la vida y de la naturaleza, y de la fertilidad, madres y señoras de un
mundo que no se hacía la vida imposible o, al menos, eso era lo que trataban de hacer.
Vimos como los romanos se atragantaban con sus feroces banquetes, pantagruélica costumbre
que, de la mano del libertino Baco, llegó hasta los púlpitos de la cristiandad para ser
condenados y arrojados al fuego de la Inquisición. Como habíamos dicho, se pasó de los
dioses obesos a los Cristos flacos, tan flacos que en algunos casos la iconografía
cristiana parecía evocar la escena que, lamentablemente, es recurrente en algunos países
del mal llamado tercer mundo: los cuerpos famélicos pasaron entonces a engrosar el
panteón de los santos y, sobre todo, de las santas, que dejaban de comer para subir al
cielo, pues resultaba evidente que la gordura era demasiado pesada para los ángeles.
La pintura de artistas como El Bosco, Tiziano o el Greco, con sus figuras estilizadas y
larguiruchas, que hicieron mérito de grandeza a quien se veía flaco y flaca, y las
mujeres encerradas por voluntad propia o ajena en los conventos hacían sus votos de
humildad, pobreza y castidad... y otro, el voto del hambre, marcaron una época que dejó
profunda huella. Y así pasó factura la Edad Media, entre oscuridades y terrores... y
algunas luces, hasta que los médicos árabes con Avicena a la cabeza primero,
y los del Renacimiento después, comenzaron a ver en estas flacuras y vómitos forzados
una verdadera enfermedad, aunque la describieron de mil formas y propusieron los remedios
más extravagantes contra lo que unos consideraban posesión diabólica.
La ciencia médica, más tarde que temprano, descubrió el morbo de la "dispepsia
consuntiva", pero también abrió las puertas de Fausto. La anorexia terminó
bautizándose con fuego a mediados de la era del industrialismo. De allí al absurdo Siglo
de los viajes al Espacio y la locura del tercer milenio sólo había un tiro de piedra...
y de vómito. Vimos entonces como la propia sociedad occidental fue creando un "life
style" totalmente encasillado y un "leiv motiv" que había
que seguir a rajatabla. La anorexia, aunque muchos no lo quieran reconocer por culpa de
sus temores o prejuicios, se nos presenta ahora como un grave problema sanitario "de
rabiosa actualidad", como diría el buen amigo Julio Gutiérrez. Es un fenómeno
que, si bien es y ha sido muy estudiado debido a su impacto social, cada vez que se
profundiza en ello, aumenta su misterio, la razón de su secreto. De allí nuestra
pregunta: ¿Por qué, al revés de muchas enfermedades que han sido descifradas, la
anorexia parece tenernos anoréxicos de conocimientos en torno a su insufrible morbo?
¿Quién inventó la anorexia?
Mientras los psicólogos quieren buscar sus causas en los recovecos de la
impredecible conducta humana, los médicos la buscan entre hormonas y genes, y los
sociólogos tratan de entender la antropología del hambre. Todos han querido explicar
cómo era posible que una Lena Zavaroni muriera de anorexia teniéndolo todo en la vida,
fama y riqueza, y mostraron su impotencia ante el infierno de las adolescentes
anoréxicas, a quienes un mundo supuestamente civilizado, una sociedad supuestamente
civilizada, les vendió una belleza vacía. Y muchos se preguntan, entonces, ¿quién
tiene la culpa de que una prenda sea de talla 38 en vez de 40?, ¿quién tiene la culpa de
que le digan a una jovencita que tiene que ser guapa y esbelta?, ¿quién tiene la culpa
de que la flacura sea gordura para muchas adolescentes?, ¿quién tiene la culpa de que
una Santa Catalina dejara de comer para morirse de nuncacomer?, ¿quién tiene la culpa de
las mujeres quemadas vivas en el pasado por haber dicho que Dios las mantenía sin comer?
Se ha visto también en este debate sobre la anorexia, que todavía promete traer mucha
cola, que hay dos grandes campos, dos corrientes de opinión que en corto, mediano o largo
plazo, seguro, terminarán dándose un encontronazo. El primero de ellos es el que
pretende explicar el fenómeno utilizando enfoques médicos, algunos realmente acertados y
muy reveladores pero que, lamentablemente, no logran dar todavía en un clavo, no llegan a
responder interrogantes acuciantes, no consiguen tocar las fibras más profundas y
sensibles de la psique humana; y el otro, el que busca entre los recovecos del ayer las
respuestas del ahora del nunca comer.En resumidas cuentas, la incertidumbre sirve de
corolario a una tragedia hecha a la dimensión de la absurdez humana.
Razonamientos, teorías y posturas especializadas diversas sobre sus causas han
medrado en el horizonte de la enfermedad; empero algunos expertos parecen coincidir con
sus colegas psicólogos e incluso antropólogos y sociólogos sobre la parte humana del
problema. Así, el doctor Horacio Rico, profesor de la Universidad Alcalá de Henares., en
su interesante artículo sobre la anorexia nerviosa, publicado en esta misma edición de
Vivat Academia, además de mencionar entre sus causas los desarreglos hormonales y el
déficit de ciertos minerales y, entre sus consecuencias, la pérdida de masa corporal y
la osteoporosis, reconoce el factor social (cuando habla de las influencias culturales
occidentales en muchos pueblos de Latinoamérica) como elemento determinante en el
surgimiento de una conducta anoréxica, y a la vez resalta la importancia del apoyo del
propio entorno cercano del enfermo familia, parientes, amigos para su
recuperación (el tratamiento psicológico, tan importante como el farmacológico).
Este punto concuerda con las apreciaciones del doctor Rolando Pomalima, director
del Instituto Nacional de Enfermedades Mentales Honorio Delgado-Hideyo Noguchi, de
LimaPerú, quien, en un reciente trabajo sobre la anorexia, dice textualmente
que... "los trastornos de la conducta alimentaria son enfermedades que se
vienen convirtiendo en estos últimos años en un problema de salud pública llegando a
constituirse en una epidemia de nuestros tiempos modernos, debido al incremento alarmante
en su incidencia y prevalencia preferentemente en las adolescentes. Esta situación es
incentivada en nuestra sociedad por la "moda" de adelgazar tendiéndose a
convertir en una auténtica obsesión colectiva al sentirse desgraciadas a causa de su
físico y en especial de "su exceso de peso", observándose a la vez que las
edades de inicio son cada vez más precoces, incluso antes de la pubertad",
añadiendo además, en coincidencia con otros estudiosos, que hasta la fecha "no se ha identificado una causa concreta y única de estos
trastorno, por ello su abordaje se realiza desde una perspectiva multidimensional que
incluye factores predisponentes, precipitantes y mantenedores de índole individual,
familiar y sociocultural, tanto biológicos como psicológicos y/o emocionales. Así mismo
es un reto para la medicina ya que es uno de los problemas de salud más graves con el que
se enfrentan estas jóvenes, planteando serios inconvenientes en su abordaje terapéutico,
siendo para ello necesario la creación de Centros y Servicios especializados para su
tratamiento, que deberían ser abordados desde un marco multidisciplinario."
Si nos vamos por el otro extremo, nos encontraremos, por ejemplo, con la psicóloga
argentina Silvia Fendrik, para quien todo parece venir de la profundidad del tiempo, de
una fuerza que crea un mito, de un chantaje psicosocial que ha convertido en dogma una ley
no escrita... la exigencia anodina de que hay que estar "a la moda" y
ser bonita, flaca, delgada, esbelta, voluptuosa, en fin, y con "caderas como
altares" (como diría un famoso poeta uruguayo) y cintura de avispa, mucho mejor
si se llega al 90-60-90. La periodista venezolana Eleonora Bruzual, por su parte, parece
ir un poco más allá... o tal vez más lejos, cuando culpa de esta enfermedad a la
tiranía implacable de la belleza y al estilo de vida que enseñan las "top
model" internacionales y las casas de modas: "ser delgada, flaca,
casi anoréxica, es hoy, más que una moda, una exigencia", nos dice. Para
ella, pues, la sociedad´- de la que no escapan la propia familia y los allegados- ha
impuesto estos modelos de vida como condición para lograr el reconocimiento... de lo
contrario, engordar provocará el ostracismo y la marginación.
En torno a ello han surgido discrepantes posiciones "anti-anoréxicas
sociales", como el de la periodista colombiana Marta Morales, de la revista
Fusión, cuando manifiesta que "a las niñas de nuestras escuelas se les
enseña que deben ser listas, guapas y calladas; que su mejor baza es la maternidad
conforme, pero que un cuerpo virginal es un buen arma en la guerra de los sexos (y un
peligro en ciertas calles oscuras)." La escritora trata de explicarse el
fenómeno señalando que "las razones del comportamiento autodestructivo de
estas chicas -que van para estupendas pero se quedan en enfermas son varias, y
poco tienen que ver con el martirio y la rebelión política. Hoy se habla de
insatisfacción con el propio cuerpo (¿con quien se las enseña a compararse?), de
búsqueda de la perfección (¿quién decide lo que es ser perfectas?), de sensación de
control sobre la propia anatomía (tal vez el poder de matarse no es tan bueno). Se culpa
a una sociedad de consumo que empuja a las mujeres a adquirir productos dietéticos, a
comprar revistas con modelos imposibles, en gastar dinero en tiendas de ropa para
maniquíes inhumanos, a mantenerse jóvenes para siempre... Para lograr sus objetivos, las
jóvenes se remiran viendo grasas que no están, pasan horas en los gimnasios quemando lo
que ya no les queda, se niegan a comer, compran, leen, miran escaparates, y se roban a si
mismas cualquier atisbo de madurez, incluso el de la propia sangre de mujer."
Entonces, la misma autora se responde al decir que en realidad no hay que culpar a medio
mundo sino hacer una reflexión sobre el mundo adulto al que enviamos a las niñas a
diario. "De pensar dos veces en qué cuentos les hemos contado, qué modelos han
tenido, si se les ha dicho alguna vez que son hermosas por existir... Se trata ahora de
reflexionar si se les ha enseñado a apreciarse por lo que son, y no por lo que parecen,
si alguien se ha atrevido a sugerirles que pasar los 40 (kilos o años es igual) no
implica haber perdido el poder de enamorar, que comer es un placer que no deben negarse o
que amar el propio cuerpo es tan bello como desear el de otra persona. Se trata de que, si
no hacemos algo pronto, nuestras calles se seguirán llenando de niñas etéreas, sin
sonrisas, encerradas en prisiones de huesos y dolor."
Punto
de quiebre
"Se ignoran las causas de la anorexia" se afirma por todas partes, a
pesar de cuanto se ha explicado sobre ella. Sin embargo, la Ciencia, terca como sólo ella
es, no se rinde tan fácilmente y sigue buscando lo incontrable. ¿Dónde están, pues, si
se ha intentado todo... o casi todo? Entonces, nos atreveríamos a decir... ¿y si se
estuviera haciendo la búsqueda correcta en el lugar incorrecto? Una turbadora posibilidad
que parece estar en un punto de quiebre entre una realidad y otra. Ésta, precisamente,
parece estar en un "algo", más subjetivo que objetivo, de la
problemática humana; un rasgo de la existencia del Hombre al que la Ciencia todavía le
cuesta trabajo comprender. Ese "algo" que parece ir de lo racional y
fenomenológico a lo más profundo de la psique o la mente. Y ese "algo"
es lo que la Ciencia debe investigar. No es el hecho de que los especialistas se pongan o
no de acuerdo en torno a sus causas, sean éstas biológicas, patológicas o somáticas,
sino en saber reconocer o aceptar, como en el dicho "a falta de panes, buenas son
tortas", la posible existencia de un origen que escapa a las consideraciones
racionales de la Ciencia, una realidad, insistimos, que necesita unos parámetros
diferentes para poder ser explicada.
La ausencia de una respuesta concreta, pues, sólo ha conseguido ahondar el misterio y
acrecentar una polémica que ha hecho las delicias de antropólogos, sociólogos,
biólogos, historiadores, psicólogos... La anorexia es, en definitiva, una enfermedad de
la que sólo conocemos sus síntomas y sus diferentes formas de paliar sus devastadoras
secuelas. Nada, hasta ahora, ha sido capaz de levantar el velo de un comportamiento humano
que empezó como algo tan remoto y ajeno a las leyes de la percepción científica,
empezó como algo totalmente alejado de una realidad palpable, cuya vigencia implicaba la
posibilidad de alcanzar otras alturas no tan terrenas... o las hogueras inquisitoriales.
Unas hogueras que ahora han sido reemplazadas por el desprecio, la marginación y el
ostracismo si no se aceptan las pautas, normas, dogmas y comportamientos de una sociedad
materialista y alienante, totalmente carente de sensibilidad humana, de compasión, de
espiritualidad. ¿Qué se puede hacer, entonces, para ayudar un poquito a la desconcertada
ciencia médica que lucha por resolver la fría historia del morbo? ¿Puede esta
enfermedad, a todas luces "light", poner el cartelito de "no
resuelto" en el palmarés de la medicina moderna? ¿por qué no se ha podido o
no se puede hacer algo para que la gente entienda, para que las adolescentes tomen
conciencia del peligro que corren? Un silencio fingidor, esa es hasta ahora la única
respuesta que recibimos ante estas apremiantes inquietudes.
Ciertamente hay voces que ya disienten de estos estilos de vida y cuestionan los
comportamientos actuales, pero, a decir verdad, pocos las toman en cuenta; hay quienes
exigen un cambio radical, pero tales reclamos o han sido muy aislados o han terminado
acallados de alguna u otra forma, sepultados bajo toneladas de hipócrita indiferencia. Y
lo particular es que muy pocos se atreven a insistir. Es que pareciera haber una suerte de
"miedo soterrado" en torno a esta enfermedad. Hay un "no se
qué" aleve que impide que la sociedad tome conciencia de ello. Para colmo, las
mismísimas autoridades sanitarias parecen estar en el limbo - cuando no en la Luna - y
hacen poco o nada. Lo mismo se podría decir de los gobiernos locales y nacionales en
países como el Perú (ver nota), e
incluso las instituciones públicas y privadas. Pareciera que la anorexia fuera una "patata"
demasiado caliente y no la quieren tocar. Pareciera que hubiera alguien interesado en que
las cosas sigan como están. Pareciera que a alguien le interesa mucho el desconocimiento
de la gente. De otro modo ¿cómo explicar ese sospechoso silencio, esa descarada
desinformación? ¿Cómo explicar, entonces, el porqué nadie hace caso a las advertencias
sobre esta enfermedad que constantemente lanzan algunos especialistas en el comportamiento
humano?
Entonces, ¿qué hacer? "Prevenir" dicen algunos. Sí, claro... "prevenir",
decimos. Pero allí está el detalle... y el problema. ¿O no lo es? Prevenir significa
muchas cosas. Significa hacer campañas de prevención con toda su logística
publicitaria. Significa, como ocurrió con los cigarrillos, llamar la atención acerca no
sólo de la enfermedad sino de todo un tinglado, de todo un estilo de vida arraigado hace
generaciones. Significa también ir contra la corriente del "stablishment"
-el bendito "orden establecido" con el que unos pocos sojuzgan a
unos muchos; el sistema que permite que unos pocos se enriquezcan a costa de la
mayoría y, por ende, también es ir contra las modelos profesionales y las agencias
de modelaje, contra los grandes magnates del corte y confección, contra las pasarelas de
la moda (sería una revuelta en París y Milán), contra la industria farmacéutica y sus
productos para mantener la línea; se iría contra los fabricantes de ropa femenina,
contra las multinacionales de la cosmética y la belleza, contra los cirujanos estéticos,
contra los fabricantes de la comida "diet", contra toda una gama
industrial que ha invertido cientos de miles de millones de dólares (o de euros) en
publicidad - muchas veces ilegalmente subliminal - para mantener un estereotipo social
consumista sobre una masa que, a su juicio, debe permanecer sometida al capitalismo
salvaje. Es una industria gigantesca que, como un pulpo de muchos tentáculos, ha puesto
todo de sí para crear patrones de conducta en la gente, inventándole necesidades
ficticias que les permitan vender su falsa belleza. Significa ir contra los intereses
creados de quienes les conviene que persista la ignorancia del pueblo, de quienes les
conviene que las jovencitas no cambien sus esquemas mentales ni sus estilos de vida,
porque sino se irían a la quiebra...
La falla, entonces, no parece ser la enfermedad en sí, sino la parte humana de un
entramado social que la predispone. Al menos, aquí les otorgamos a las niñas que miran
los afiches de modas el beneficio de la duda.
Lima, 11 de septiembre de 2002
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NOTA: El doctor Rolando Pomalima
confirmó hace poco que, efectivamente, el Ministerio de Salud del Perú no ha realizado
hasta ahora ninguna campaña de información ni de prevención contra esta enfermedad.
Algunas de sus autoridades aducen falta de recursos y presupuesto. Lo cierto es que la
desinformación en el Perú sobre la anorexia es parecida a la de otros países de
Latinoamérica... brilla por su presencia.
Apéndice:
Estadísticas
Les presento seguidamente algunas estadistícas procedentes de encuestas realizadas por
la Asociación ALUBA
RESULTADO
DE
ENCUESTAS
EN
COLEGIOS |
POBLACION MASCULINA
Encuestados
90.000 estudiantes
(87-00)
|
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RESULTADO
DE
ENCUESTAS
EN
COLEGIOS |
POBLACION FEMENINA
Encuestados
90.000 estudiantes
(87-00)
|
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PORCENTAJE
MUNDIAL EN DESORDEN ALIMENTARIO |
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Fuente:
ALUBA -- Buenos Aires, Argentina. |
Resultados de encuestas entre la población femenina de
diversos centros de Lima- Perú
Centro |
Fecha |
Total de
Encuestas |
Incompletas |
Procesadas |
Patrón
normal |
Ednos |
Patología |
Colegio Salkantay
Lima-Perú |
Julio 2000 |
216 |
6 |
210 |
94 |
101 |
15 |
Colegio
Salkantay
Lima-Perú |
Julio 2002 |
216 |
10 |
206 |
94 |
101 |
15 |
Universidad
de Ciencias Aplicadas
Lima-Perú |
Julio 2000 |
67 |
5 |
62 |
33 |
24 |
5 |
Universidad
de San Martin
Lima-Perú |
Julio 2000 |
59 |
3 |
56 |
25 |
24 |
7 |
Universidad
Nacional Femenina
Lima-Perú |
Junio 2000 |
68 |
4 |
64 |
30 |
28 |
6 |
Universidad Ricardo
Palma
Lima-Perú |
Junio 2000 |
62 |
1 |
61 |
28 |
23 |
10 |
Universidad San
Ignacio de Loyola
Lima-Perú |
Junio 2000 |
67 |
6 |
61 |
23 |
32 |
6 |
Conjunto de
Universidades
Lima-Perú |
Junio 2000 |
397 |
24 |
373 |
168 |
163 |
42 |
Fuente: ALUBA
-- Buenos Aires, Argentina. |
La anorexia
de los fuertes
Crece el número de casos de vigorexia, un trastorno del
comportamiento relacionado con la obsesión por estar musculado
J. P. Diario "El País". Valencia. Martes, 10 de septiembre de
2002
La vigorexia hunde sus raíces en la anorexia. Se trata de una alteración de la imagen
que el paciente tiene de sí mismo derivada del rechazo que siente por su cuerpo y del
deseo de acercarse a los cánones estéticos. También está aparejada a desórdenes
emocionales y sus víctimas suelen ser personas inseguras, introvertidas, con problemas de
integración y baja autoestima. Pero se manifiesta de forma distinta a la anorexia ya que
la distorsión que percibe el enfermo de su cuerpo es opuesta. En lugar de tener la
sensación de estar siempre con kilos de más, el problema es que nunca se encuentran
suficientemente musculados.
La enfermedad está todavía en fase inicial, apunta la psiquiatra y
neuróloga Teresa Lartigau en relación a los pocos casos diagnosticados. Por su consulta
ha pasado media docena de ellos arrastrados por sus padres ante el comportamiento extraño
que mostraban. No son demasiados, pero suficientes para percibir que se trata del
principio de este fenómeno, como hace años con la anorexia.
Desde que trató el primero, hace tres años, todos ellos han sido jóvenes de unos 20
años y chicos, ya que frente a la prevalencia femenina en la anorexia, la aplastante
mayoría de estos enfermos obsesionados por los cuerpos musculados suelen ser hombres.
Llegaban a pasarse hasta siete horas al día en un gimnasio con el único interés
de ver como crecía el músculo, recuerda. Se trataba de personas marcados por una
fuerte personalidad obsesiva que canalizan a través del gimnasio sus frustraciones, como
Damián, de 19 años, a quien el exceso de horas en una sala de musculación le llevó al
psiquiatra. Me veía bajito y enclenque, y decidí entrar en un gimnasio,
recuerda a este diario. A sus padres no les parecía normal que se pesara cinco y seis
veces al día o que acudiera al gimnasio cuatro horas diarias. Todo porque me veía
en el espejo y me seguía viendo raquítico, a pesar de que me dijeran que estaba como un
toro.
Así estuvo dos años, comiendo sólo pasta y fécula, y complementando esta estricta
dieta con vitaminas y aminoácidos, hasta que un especialista le hizo entrar en razón.
Los malos hábitos alimenticios son uno de los síntomas que sirven para detectar la
enfermedad. Otros, como destaca Teresa Lartigau o el jefe de servicio de la unidad de
trastornos de la conducta alimentaria del hospital La Fe de Valencia, Luis Rojo, es el
consumo de productos dopantes destinados a potenciar la masa muscular. Hormonas del
crecimiento, esteroides o anabolizantes son algunas de las sustancias empleadas que, entre
los efectos secundarios que pueden provocar, se encuentra el aumento de riesgo de padecer
enfermedades cardiovasculares o hepáticas.
Damián ha tenido suerte y gracias al tratamiento psiquiátrico al que sigue acudiendo
está abandonando los habitos que marcaron su vida durante dos años. Otros no tienen
tanta suerte. De un lado supone romper con el círculo de amistad creado en el gimasio,
muchas veces el único sustento afectivo con el que cuentan. Por otro, implica combatir un
comportramiento obsesivo muy arraigado en estas personas. Teresa Lartigau recuerda el caso
de un paciente en el que el mismo comportamiento obsesivo que le hizo adelgazar de forma
descontrolada hasta convertirse en una persona anoréxica, una vez logró salir de la
enfermedad y fue ganando peso, le llevó a reconducir su manía hacia la vigorexia,
pasando de uno a otro extremo.
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