Ambiente y Salud
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ISSN: 1575-2844

Revista Vivat Academia

 Histórico Año IV

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Septiembre 2002. Nº 38

Cerramos esta serie de artículos dedicados a la "anorexia" con la cualificada opinión médica de un especialista, nuestro colaborador de la Universidad de Alcalá Horacio Rico.

Contenido:

Anorexia Nerviosa (Horacio Rico Lenza)
El morbo del hambre (El punto de quiebre) (Carlos Gamero Esparza)
RECORTES
La anorexia de los fuertes

Anorexia Nerviosa

Horacio Rico Lenza. Departamento de Medicina. Universidad de Alcalá.

Los diccionarios suelen definir el "término" anorexia como palabra de uso médico indicativo de falta de apetito, pero en el caso de la anorexia nerviosa, no es una falta de apetito, en un sentido estricto, lo que caracteriza la enfermedad, sino un rechazo a la alimentación. Estadísticamente afecta del 1 al 4% de la población adolescente y joven en general (aunque también se han descrito casos de presentación más tardía). La edad más usual de inicio, con muy poca diferencia, es sobre los 19±5 años (Audi et al. 2002; Scalfi et al. 2002). Su incidencia es preferente en los países occidentales y con un nivel cultural medio o superior (Simpson et al. 2002); recordemos los célebres casos de anoréxicas como la Emperatriz Sissi y la Princesa Diana de Inglaterra. La descripción de casos en países en desarrollo, se ha puesto en relación con la penetración cultural actual, desde los países desarrollados. Últimamente se está describiendo un aumento de su prevalencia en la población en general (Audi et al. 2002), y en España en particular (Rodríguez et al. 2002). Es de predominio muy preferente femenino, y en su etiología se "barajan" múltiples causas. Lo evidente, a través del tiempo, es su relación con algo nervioso, o mejor dicho psíquico, el "sentir" del sistema nervioso, lo que ha hecho que el nombre de anorexia nerviosa persista desde su inicio.

Es una entidad clínica altamente alarmante, no sólo por el padecer crónico del enfermo y ser su posible causa de muerte, sino por las preocupaciones y problemas que genera en su entorno (familia, amigos, vecinos y sociedad en general); recordemos hace poco lo ocurrido en España, con el riesgo de inducir la enfermedad, a través de enfatizar el tipo femenino exaltando la figura esbelta y estilizada, pero adelgazada, de las modelos de pasarela.

Generalmente, bajo el punto de vista médico, se incluye en los denominados "desordenes de la comida o ingesta, y/o del hábito de comer", en los que se encuadran la anorexia nerviosa, la bulimia (entidades que pueden cursar ocasionalmente, de forma alternativa, en el mismo paciente), y otras alteraciones de denominación menos genérica. Su etiología, múltiple como ya hemos comentado, incluye la existencia de factores genéticos predisponentes, y también psicológicos, en los que una historia de trauma psíquico o de abuso sexual en la infancia son muy importantes, así como una disregulación química celular en el manejo de la serotonina a nivel cerebral. También se ha puesto en relación con un trastorno obsesivo-compulsivo (lo que no deja de ser una alteración psíquica), y más recientemente con un posible déficit de zinc, dada la semejanza de la anorexia nerviosa con el denominado Síndrome de Prasad, descrito por este médico en 1963, característico del déficit de zinc y con múltiple similitud, somática y hormonal, con la enfermedad, representados por la malnutrición, déficit gonadal y alteraciones hematológicas del tipo de anemia. En este sentido hay que resaltar la buena correlación observada entre el tratamiento con sales de zinc, y la recuperación de la enfermedad (Su & Birmingham, 2002).

Dentro de este amplio abanico de posibles causas, más enrevesado se ha hecho el adecuado conocimiento de la enfermedad, con la reciente descripción de varios subtipos dentro de la misma (Eddy et al. 2002), a los que no vamos a referirnos por la falta de un consenso general sobre dicha clasificación. También se suele relacionar el rechazo a la comida con ciertas fobias, y/o sensación de culpabilidad por comer. Suelen ser pacientes de comportamiento infantil, inmaduros, exigentes, retraídos y con dificultad para formar relaciones de tipo adulto, y altamente egoístas, sin preocuparles en absoluto la problemática que generan en su entorno. El tema sexual suele generar incertidumbre y molesta su mención. La cleptomanía y tendencia al suicidio, son comunes. Las manifestaciones de las denominadas "psiconeurosis" o manías, suelen preceder a la manifestación clínica típica de la enfermedad.

Se caracteriza la enfermedad, como hemos comentado, por un rechazo a la alimentación, lo que conduce a un consecuente inadecuado aporte de calorías y pérdida grave de peso (índice medio de masa corporal de 14 kg/m2 – normal de 20 a 25 kg/m2), a lo que se une, como principal manifestación, la amenorrea o ausencia total del periodo menstrual de la mujer, o de oligomenorrea, con sólo 3 a 6 menstruaciones al año y de poca duración, que pueden serlo tanto primarias como secundarias. A estas alteraciones hay que añadir múltiples anormalidades, en las que destacan las electrocardiográficas, hipovitaminosis (A preferentemente), que paradójicamente se acompaña de hipercarotinemía (los carotenos son precursores de la vitamina A), y analíticamente hay anormal tolerancia a la glucosa, cambios en los niveles séricos de los esteroides adrenales que suelen estar aumentados, elevación de la urea, leucopenia, anemia e hipoplasia medular, la que de por sí puede ser causa de la leucopenia y anemia, conjuntamente ésta unida a un déficit alimenticio de hierro.

Inicialmente las principales manifestaciones son la oligo y/o amenorrea y la pérdida de peso. La paciente suele estar alegre y despreocupada. Suele ser muy enérgica e hiperactiva. Un dato curioso es que ante una notable pérdida de peso, este no suele influir precozmente en la disminución del tejido mamario, conjuntamente a estos signos sexuales se conserva el vello axilar y pubiano. No se observan atrofias de piel, pero si la existencia de "lanugo" en espalda, extremidades y cara.

La enfermedad, como hemos señalado, puede ser mortal, y usualmente en su evolución puede cursar en cuatro fases: I) la denominada activa, caracterizada por la desnutrición, pérdida de peso y alteraciones de la menstruación, II) la de recuperación del peso, pero en la que todavía las pacientes son oligo y/o amenorreicas, la III) de recuperación total, y la IV) de progresión irreversiblemente crónica que puede conducir al "exitus". Las complicaciones de la enfermedad son múltiples, derivadas de una o varias causas dentro de las alteraciones que induce. Una de las más preocupantes, en la actualidad, es la pérdida secundaria de masa ósea, considerada consecuencia tanto de la de peso (nutricional o ponderal), como de la alteración gonadal (hormonal), pero que nosotros por estudios recientes (Rico et al. 2002), creemos es más dependiente del peso, a través de los estímulos biomecánicos que el peso induce sobre el hueso, dado que éste es más determinante de la masa ósea en la mujer que el estado gonadal. Aunque ya hace años (Biller et al.1989), se ha señalado, como causa de la osteopenia, una etiología múltiple (hormonal, nutricional y ponderal), pero no biomecánica. Independientemente de su causa o etiología, lo evidente es que patogénicamente, en el mecanismo que lleva a la misma, hay un aumento de la resorción ósea, prioritario sobre la formación, lo que genera un balance negativo de masa ósea y consecuente pérdida de la misma, indicado inicialmente por Passloff et al. hace ahora 10 años, en 1992, y más recientemente por otros autores (Audi et al. 2002; Gordon et al. 2002). El estímulo biomecánico sobre el esqueleto, genera preferentemente uno sobre la formación ósea, lo que justifica que en la anorexia nerviosa, dada la acusada pérdida de peso y consecuentemente de estímulo mecánico sobre el hueso, no haya una formación ósea adecuada y sea prioritaria la resorción o destrucción ósea.

En la anorexia nerviosa, dos son las principales causas, independientemente del mecanismo, que llevan a una menor masa ósea y consecuentemente a padecer un mayor riesgo de desarrollar, si se consigue una larga supervivencia, una osteoporosis. La masa ósea en la mujer se culmina sobre los primeros 15 años de su vida (Rico et al. 1992), edad en la que puede presentarse la enfermedad, y que puede ocasionar un menor desarrollo en su capital óseo, el denominado pico de masa ósea. Al ser éste menor, dada su pérdida habitual en la postmenopausia, se llega antes a la enfermedad, a la osteoporosis. Enfermedad esta con un alto índice de mortalidad, consecuencia de las fracturas de cadera que ocasiona, y de la asociación observada entre una alta tasa de mortalidad y una menor masa ósea (Van der Klift et al. 2002).

El diagnóstico de la anorexia nerviosa no es difícil. Los primeros en darse cuenta suelen ser los familiares, allegados o gente de su entorno que observan la pérdida de peso de forma progresiva. La edad, el sexo (sin olvidarse que los varones también la padecen), los antecedentes mencionados y las complicaciones que suele haber, completan los datos necesarios para establecer el mismo. Inicialmente no suele haber alteraciones analíticas, éstas acostumbran a manifestarse con la progresión de la enfermedad y dependen, tanto en su presentación como en su número, de la gravedad de la misma. Las más usuales ya han sido mencionadas, destacando entre ellas las derivadas del deterioro gonadal, como son el déficit de las hormonas sexuales, que da lugar a la oligo y amenorrea que caracteriza el cuadro clínico.

El tratamiento es amplio (Powers & Santana, 2002), no sólo comprende el dado al paciente, en el que destaca la recuperación del peso como medida primordial, acompañada con el tratamiento psicológico, tanto farmacológico como de apoyo, y de las múltiples complicaciones que pueda tener el paciente. El tratamiento de la familia y/o de las personas más allegadas a su entorno, es primordial y obligatoriamente necesario. En todos los casos, familiares y allegados, el apoyo psicológico es igualmente necesario de forma obligada. Como fármacos, independientemente de los psicóticos, se postula el uso del zinc, como hemos comentado, así como el de inositol, aunque éste más en investigación que como fármaco consolidado.

El pronóstico de la enfermedad, depende de la imprevista inicialmente recuperación, de las posibles recaídas, y/o de los menos casos de mortalidad que puedan presentarse. Obviamente, las complicaciones y su severidad, influyen grandemente en el pronóstico. Un diagnóstico precoz, que impida una exagerada pérdida de peso y un mayor grado de complicaciones, es lógico que se acompañará de un mejor pronóstico, por ello la familia y el médico debe estar concienciado de su existencia en el caso de una joven con significativa pérdida inexplicable de peso, y buen estado de conciencia y animosidad, y debe tenerse en cuenta y considerarse, la señalada mayor prevalencia de la misma que se está observando.

Referencias.

Audi L, Vargas DM, Gussinye M, Yeste D, Marti G, Carrascosa A. Clinical and biochemical determinants of bone metabolism and bone mass in adolescent female patients with anorexia nervosa. Pediatr Res 2002;51:497-504.

Biller BM, Saxe V, Herzog DB, Rosenthal DI, Holzman S, Klibanski A. Mechanisms of osteoporosis in adult and adolescent women with anorexia nervosa. J Clin Endocrinol Metab 1989;68:548-554.

Eddy KT, Keel PK, Dorer DJ, Delinsky SS, Franko DL, Herzog DB. Longitudinal comparison of anorexia nervosa subtypes. Int J Eat Disord 2002;31:191-201.

Gordon CM, Goodman E, Emans SJ, Grace E, Becker KA, Rosen CJ, Gundberg CM, Leboff MS. Physiologic regulators of bone turnover in young women with anorexia nervosa. Pediatr 2002;141:64-70

Passloff ES, Slap GB, Pertschuk MJ, Attie MF, Kaplan FS. A longitudinal study of metacarpal bone morphometry in anorexia nervosa. Clin Orthop 1992; 278:217-225.

Powers PS, Santana CA. Childhood and adolescent anorexia nervosa. Child Adolesc Psychiatr Clin N Am 2002;11:219-235.

Rico H, Revilla M, Hernandez ER, Villa LF, Alvarez de Buergo Mª. Sex differences in the acquisition of total bone mineral mass peak assessed throught dual-energy X-ray absortiometry. Calcif Tissue Int 1992;51:251-254.

Rico H, Arribas I, Casanova FJ, Duce AM, Hernández ER, Cortés-Prieto J. Bone mass, bone metabolism, gonadal status and body mass index. Osteoporos Int 2002;13:379-387.

Rodríguez J, Mazuelos Fernández M, López Narbona M, Sánz Rivas E, Rodado Martínez J. Incidence of anorexia nervosa in a community mental of health services for children and adolescents. Actas Esp Psiquiatr 2002;30:14-18.

Scalfi L, Polito A, Bianchi L, Marra M, Caldara A, Nicolai E, Contaldo F. Body composition changes in patients with anorexia nervosa after complete weight recovery. Eur J Clin Nutr 2002;56:15-20

Simpson KJ. Anorexia nervosa and culture. J Psychiatr Ment Health Nurs 2002;9:65-71.

Su JC, Birmingham CL. Zinc supplementation in the treatment of anorexia nervosa. Eat Weight Disord 2002;7:20-22.

Van der Klift M, Pols HA, Geleijnse JM, Van der Kuip DA, Hofman A, De Laet CE. Bone mineral density and mortality in elderly men and women: The Rotterdam study. Bone 2002;30:643-648.

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El Morbo del Hambre
(El punto de quiebre)

De las brujas y santas anoréxicas medievales hasta las top model de nuestro presente, la enfermedad del nuncacomer seguirá en el ojo de la tormenta, hasta que alguien se decida a poner el dedo sobre la llaga consumista...

Carlos Gamero Esparza. Diario OJO. Lima -- Perú

Parece muy simple. Pero la historia no ha cambiado desde la remota antigüedad, desde mucho antes de que las hogueras inquisitoriales castigaran el hambre de quienes dejaban de comer. La historia, en consecuencia, puede cambiar de protagonista, de tiempo, de cultura, pero es la misma: la de alguien que, valga redundancia, deja de comer por alguna razón... o porque le dijeron que era pecado, o porque le queda chica la ropa, o porque se ve "gorda", o porque se ve "fea", o porque le exigen bajar de peso, o simplemente por moda o modorra, o como la Mafalda de los comics, por su fobia a la sopa de mamá. Entonces, más ella que él, por añadidura, castiga su cuerpo y su psique simplemente dejando de probar bocado. Pocas enfermedades nerviosas compulsivas como ésta han sido tan discutidas como polemizadas e incluso achacadas, al morbo y la locura, no ya de alguna mente insana, sino de un entorno social intolerante, de un medio estereotipado que también termina convirtiéndose en víctima de su propio tabú, en una enfermedad que enferma de enfermedad, como si se sintiera un sádico placer por el sufrimiento.

En este debate, que sin querer queriendo inició quien escribe, hemos tratado de penetrar en la secreta telaraña del nunca comer para conocer sus secretos entretelones. Y todo para toparnos con más de una sorpresa. Así vimos cómo nuestros antepasados parecen haber sido muy felices en su inocultable gordura, reflejada en sus regordetas Venus, cuales diosas de la vida y de la naturaleza, y de la fertilidad, madres y señoras de un mundo que no se hacía la vida imposible o, al menos, eso era lo que trataban de hacer. Vimos como los romanos se atragantaban con sus feroces banquetes, pantagruélica costumbre que, de la mano del libertino Baco, llegó hasta los púlpitos de la cristiandad para ser condenados y arrojados al fuego de la Inquisición. Como habíamos dicho, se pasó de los dioses obesos a los Cristos flacos, tan flacos que en algunos casos la iconografía cristiana parecía evocar la escena que, lamentablemente, es recurrente en algunos países del mal llamado tercer mundo: los cuerpos famélicos pasaron entonces a engrosar el panteón de los santos y, sobre todo, de las santas, que dejaban de comer para subir al cielo, pues resultaba evidente que la gordura era demasiado pesada para los ángeles.

La pintura de artistas como El Bosco, Tiziano o el Greco, con sus figuras estilizadas y larguiruchas, que hicieron mérito de grandeza a quien se veía flaco y flaca, y las mujeres encerradas por voluntad propia o ajena en los conventos hacían sus votos de humildad, pobreza y castidad... y otro, el voto del hambre, marcaron una época que dejó profunda huella. Y así pasó factura la Edad Media, entre oscuridades y terrores... y algunas luces, hasta que los médicos árabes –con Avicena a la cabeza— primero, y los del Renacimiento después, comenzaron a ver en estas flacuras y vómitos forzados una verdadera enfermedad, aunque la describieron de mil formas y propusieron los remedios más extravagantes contra lo que unos consideraban posesión diabólica.

La ciencia médica, más tarde que temprano, descubrió el morbo de la "dispepsia consuntiva", pero también abrió las puertas de Fausto. La anorexia terminó bautizándose con fuego a mediados de la era del industrialismo. De allí al absurdo Siglo de los viajes al Espacio y la locura del tercer milenio sólo había un tiro de piedra... y de vómito. Vimos entonces como la propia sociedad occidental fue creando un "life style" totalmente encasillado y un "leiv motiv" que había que seguir a rajatabla. La anorexia, aunque muchos no lo quieran reconocer por culpa de sus temores o prejuicios, se nos presenta ahora como un grave problema sanitario "de rabiosa actualidad", como diría el buen amigo Julio Gutiérrez. Es un fenómeno que, si bien es y ha sido muy estudiado debido a su impacto social, cada vez que se profundiza en ello, aumenta su misterio, la razón de su secreto. De allí nuestra pregunta: ¿Por qué, al revés de muchas enfermedades que han sido descifradas, la anorexia parece tenernos anoréxicos de conocimientos en torno a su insufrible morbo?

¿Quién inventó la anorexia?

Mientras los psicólogos quieren buscar sus causas en los recovecos de la impredecible conducta humana, los médicos la buscan entre hormonas y genes, y los sociólogos tratan de entender la antropología del hambre. Todos han querido explicar cómo era posible que una Lena Zavaroni muriera de anorexia teniéndolo todo en la vida, fama y riqueza, y mostraron su impotencia ante el infierno de las adolescentes anoréxicas, a quienes un mundo supuestamente civilizado, una sociedad supuestamente civilizada, les vendió una belleza vacía. Y muchos se preguntan, entonces, ¿quién tiene la culpa de que una prenda sea de talla 38 en vez de 40?, ¿quién tiene la culpa de que le digan a una jovencita que tiene que ser guapa y esbelta?, ¿quién tiene la culpa de que la flacura sea gordura para muchas adolescentes?, ¿quién tiene la culpa de que una Santa Catalina dejara de comer para morirse de nuncacomer?, ¿quién tiene la culpa de las mujeres quemadas vivas en el pasado por haber dicho que Dios las mantenía sin comer?

Se ha visto también en este debate sobre la anorexia, que todavía promete traer mucha cola, que hay dos grandes campos, dos corrientes de opinión que en corto, mediano o largo plazo, seguro, terminarán dándose un encontronazo. El primero de ellos es el que pretende explicar el fenómeno utilizando enfoques médicos, algunos realmente acertados y muy reveladores pero que, lamentablemente, no logran dar todavía en un clavo, no llegan a responder interrogantes acuciantes, no consiguen tocar las fibras más profundas y sensibles de la psique humana; y el otro, el que busca entre los recovecos del ayer las respuestas del ahora del nunca comer.En resumidas cuentas, la incertidumbre sirve de corolario a una tragedia hecha a la dimensión de la absurdez humana.

Razonamientos, teorías y posturas especializadas diversas sobre sus causas han medrado en el horizonte de la enfermedad; empero algunos expertos parecen coincidir con sus colegas psicólogos e incluso antropólogos y sociólogos sobre la parte humana del problema. Así, el doctor Horacio Rico, profesor de la Universidad Alcalá de Henares., en su interesante artículo sobre la anorexia nerviosa, publicado en esta misma edición de Vivat Academia, además de mencionar entre sus causas los desarreglos hormonales y el déficit de ciertos minerales y, entre sus consecuencias, la pérdida de masa corporal y la osteoporosis, reconoce el factor social (cuando habla de las influencias culturales occidentales en muchos pueblos de Latinoamérica) como elemento determinante en el surgimiento de una conducta anoréxica, y a la vez resalta la importancia del apoyo del propio entorno cercano del enfermo –familia, parientes, amigos— para su recuperación (el tratamiento psicológico, tan importante como el farmacológico).

Este punto concuerda con las apreciaciones del doctor Rolando Pomalima, director del Instituto Nacional de Enfermedades Mentales Honorio Delgado-Hideyo Noguchi, de Lima–Perú, quien, en un reciente trabajo sobre la anorexia, dice textualmente   que... "los trastornos de la conducta alimentaria son enfermedades que se vienen convirtiendo en estos últimos años en un problema de salud pública llegando a constituirse en una epidemia de nuestros tiempos modernos, debido al incremento alarmante en su incidencia y prevalencia preferentemente en las adolescentes. Esta situación es incentivada en nuestra sociedad por la "moda" de adelgazar tendiéndose a convertir en una auténtica obsesión colectiva al sentirse desgraciadas a causa de su físico y en especial de "su exceso de peso", observándose a la vez que las edades de inicio son cada vez más precoces, incluso antes de la pubertad", añadiendo además, en coincidencia con otros estudiosos, que hasta la fecha "no se ha identificado una causa concreta y única de estos trastorno, por ello su abordaje se realiza desde una perspectiva multidimensional que incluye factores predisponentes, precipitantes y mantenedores de índole individual, familiar y sociocultural, tanto biológicos como psicológicos y/o emocionales. Así mismo es un reto para la medicina ya que es uno de los problemas de salud más graves con el que se enfrentan estas jóvenes, planteando serios inconvenientes en su abordaje terapéutico, siendo para ello necesario la creación de Centros y Servicios especializados para su tratamiento, que deberían ser abordados desde un marco multidisciplinario."

Si nos vamos por el otro extremo, nos encontraremos, por ejemplo, con la psicóloga argentina Silvia Fendrik, para quien todo parece venir de la profundidad del tiempo, de una fuerza que crea un mito, de un chantaje psicosocial que ha convertido en dogma una ley no escrita... la exigencia anodina de que hay que estar "a la moda" y ser bonita, flaca, delgada, esbelta, voluptuosa, en fin, y con "caderas como altares" (como diría un famoso poeta uruguayo) y cintura de avispa, mucho mejor si se llega al 90-60-90. La periodista venezolana Eleonora Bruzual, por su parte, parece ir un poco más allá... o tal vez más lejos, cuando culpa de esta enfermedad a la tiranía implacable de la belleza y al estilo de vida que enseñan las "top model" internacionales y las casas de modas: "ser delgada, flaca, casi anoréxica, es hoy, más que una moda, una exigencia", nos dice. Para ella, pues, la sociedad´- de la que no escapan la propia familia y los allegados- ha impuesto estos modelos de vida como condición para lograr el reconocimiento... de lo contrario, engordar provocará el ostracismo y la marginación.

En torno a ello han surgido discrepantes posiciones "anti-anoréxicas sociales", como el de la periodista colombiana Marta Morales, de la revista Fusión, cuando manifiesta que "a las niñas de nuestras escuelas se les enseña que deben ser listas, guapas y calladas; que su mejor baza es la maternidad conforme, pero que un cuerpo virginal es un buen arma en la guerra de los sexos (y un peligro en ciertas calles oscuras)." La escritora trata de explicarse el fenómeno señalando que "las razones del comportamiento autodestructivo de estas chicas –-que van para estupendas pero se quedan en enfermas— son varias, y poco tienen que ver con el martirio y la rebelión política. Hoy se habla de insatisfacción con el propio cuerpo (¿con quien se las enseña a compararse?), de búsqueda de la perfección (¿quién decide lo que es ser perfectas?), de sensación de control sobre la propia anatomía (tal vez el poder de matarse no es tan bueno). Se culpa a una sociedad de consumo que empuja a las mujeres a adquirir productos dietéticos, a comprar revistas con modelos imposibles, en gastar dinero en tiendas de ropa para maniquíes inhumanos, a mantenerse jóvenes para siempre... Para lograr sus objetivos, las jóvenes se remiran viendo grasas que no están, pasan horas en los gimnasios quemando lo que ya no les queda, se niegan a comer, compran, leen, miran escaparates, y se roban a si mismas cualquier atisbo de madurez, incluso el de la propia sangre de mujer." Entonces, la misma autora se responde al decir que en realidad no hay que culpar a medio mundo sino hacer una reflexión sobre el mundo adulto al que enviamos a las niñas a diario. "De pensar dos veces en qué cuentos les hemos contado, qué modelos han tenido, si se les ha dicho alguna vez que son hermosas por existir... Se trata ahora de reflexionar si se les ha enseñado a apreciarse por lo que son, y no por lo que parecen, si alguien se ha atrevido a sugerirles que pasar los 40 (kilos o años es igual) no implica haber perdido el poder de enamorar, que comer es un placer que no deben negarse o que amar el propio cuerpo es tan bello como desear el de otra persona. Se trata de que, si no hacemos algo pronto, nuestras calles se seguirán llenando de niñas etéreas, sin sonrisas, encerradas en prisiones de huesos y dolor."

Punto de quiebre

"Se ignoran las causas de la anorexia" se afirma por todas partes, a pesar de cuanto se ha explicado sobre ella. Sin embargo, la Ciencia, terca como sólo ella es, no se rinde tan fácilmente y sigue buscando lo incontrable. ¿Dónde están, pues, si se ha intentado todo... o casi todo? Entonces, nos atreveríamos a decir... ¿y si se estuviera haciendo la búsqueda correcta en el lugar incorrecto? Una turbadora posibilidad que parece estar en un punto de quiebre entre una realidad y otra. Ésta, precisamente, parece estar en un "algo", más subjetivo que objetivo, de la problemática humana; un rasgo de la existencia del Hombre al que la Ciencia todavía le cuesta trabajo comprender. Ese "algo" que parece ir de lo racional y fenomenológico a lo más profundo de la psique o la mente. Y ese "algo" es lo que la Ciencia debe investigar. No es el hecho de que los especialistas se pongan o no de acuerdo en torno a sus causas, sean éstas biológicas, patológicas o somáticas, sino en saber reconocer o aceptar, como en el dicho "a falta de panes, buenas son tortas", la posible existencia de un origen que escapa a las consideraciones racionales de la Ciencia, una realidad, insistimos, que necesita unos parámetros diferentes  para poder ser explicada.

La ausencia de una respuesta concreta, pues, sólo ha conseguido ahondar el misterio y acrecentar una polémica que ha hecho las delicias de antropólogos, sociólogos, biólogos, historiadores, psicólogos... La anorexia es, en definitiva, una enfermedad de la que sólo conocemos sus síntomas y sus diferentes formas de paliar sus devastadoras secuelas. Nada, hasta ahora, ha sido capaz de levantar el velo de un comportamiento humano que empezó como algo tan remoto y ajeno a las leyes de la percepción científica, empezó como algo totalmente alejado de una realidad palpable, cuya vigencia implicaba la posibilidad de alcanzar otras alturas no tan terrenas... o las hogueras inquisitoriales. Unas hogueras que ahora han sido reemplazadas por el desprecio, la marginación y el ostracismo si no se aceptan las pautas, normas, dogmas y comportamientos de una sociedad materialista y alienante, totalmente carente de sensibilidad humana, de compasión, de espiritualidad. ¿Qué se puede hacer, entonces, para ayudar un poquito a la desconcertada ciencia médica que lucha por resolver la fría historia del morbo? ¿Puede esta enfermedad, a todas luces "light", poner el cartelito de "no resuelto" en el palmarés de la medicina moderna? ¿por qué no se ha podido o no se puede hacer algo para que la gente entienda, para que las adolescentes tomen conciencia del peligro que corren? Un silencio fingidor, esa es hasta ahora la única respuesta que recibimos ante estas apremiantes inquietudes.

Ciertamente hay voces que ya disienten de estos estilos de vida y cuestionan los comportamientos actuales, pero, a decir verdad, pocos las toman en cuenta; hay quienes exigen un cambio radical, pero tales reclamos o han sido muy aislados o han terminado acallados de alguna u otra forma, sepultados bajo toneladas de hipócrita indiferencia. Y lo particular es que muy pocos se atreven a insistir. Es que pareciera haber una suerte de "miedo soterrado" en torno a esta enfermedad. Hay un "no se qué" aleve que impide que la sociedad tome conciencia de ello. Para colmo, las mismísimas autoridades sanitarias parecen estar en el limbo - cuando no en la Luna - y hacen poco o nada. Lo mismo se podría decir de los gobiernos locales y nacionales en países como el Perú (ver nota), e incluso las instituciones públicas y privadas. Pareciera que la anorexia fuera una "patata" demasiado caliente y no la quieren tocar. Pareciera que hubiera alguien interesado en que las cosas sigan como están. Pareciera que a alguien le interesa mucho el desconocimiento de la gente. De otro modo ¿cómo explicar ese sospechoso silencio, esa descarada desinformación? ¿Cómo explicar, entonces, el porqué nadie hace caso a las advertencias sobre esta enfermedad que constantemente lanzan algunos especialistas en el comportamiento humano?

Entonces, ¿qué hacer? "Prevenir" dicen algunos. Sí, claro... "prevenir", decimos. Pero allí está el detalle... y el problema. ¿O no lo es? Prevenir significa muchas cosas. Significa hacer campañas de prevención con toda su logística publicitaria. Significa, como ocurrió con los cigarrillos, llamar la atención acerca no sólo de la enfermedad sino de todo un tinglado, de todo un estilo de vida arraigado hace generaciones. Significa también ir contra la corriente del "stablishment" –-el bendito "orden establecido" con el que unos pocos sojuzgan a unos muchos; el sistema que permite que unos pocos se enriquezcan a costa de la mayoría— y, por ende, también es ir contra las modelos profesionales y las agencias de modelaje, contra los grandes magnates del corte y confección, contra las pasarelas de la moda (sería una revuelta en París y Milán), contra la industria farmacéutica y sus productos para mantener la línea; se iría contra los fabricantes de ropa femenina, contra las multinacionales de la cosmética y la belleza, contra los cirujanos estéticos, contra los fabricantes de la comida "diet", contra toda una gama industrial que ha invertido cientos de miles de millones de dólares (o de euros) en publicidad - muchas veces ilegalmente subliminal - para mantener un estereotipo social consumista sobre una masa que, a su juicio, debe permanecer sometida al capitalismo salvaje. Es una industria gigantesca que, como un pulpo de muchos tentáculos, ha puesto todo de sí para crear patrones de conducta en la gente, inventándole necesidades ficticias que les permitan vender su falsa belleza. Significa ir contra los intereses creados de quienes les conviene que persista la ignorancia del pueblo, de quienes les conviene que las jovencitas no cambien sus esquemas mentales ni sus estilos de vida, porque sino se irían a la quiebra...

La falla, entonces, no parece ser la enfermedad en sí, sino la parte humana de un entramado social que la predispone. Al menos, aquí les otorgamos a las niñas que miran los afiches de modas el beneficio de la duda.

Lima, 11 de septiembre de 2002

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NOTA:  El doctor Rolando Pomalima confirmó hace poco que, efectivamente, el Ministerio de Salud del Perú no ha realizado hasta ahora ninguna campaña de información ni de prevención contra esta enfermedad. Algunas de sus autoridades aducen falta de recursos y presupuesto. Lo cierto es que la desinformación en el Perú sobre la anorexia es parecida a la de otros países de Latinoamérica... brilla por su presencia.

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Apéndice: Estadísticas

Les presento seguidamente algunas estadistícas procedentes de encuestas realizadas por la Asociación ALUBA

RESULTADO DE ENCUESTAS EN COLEGIOS

POBLACION MASCULINA
Encuestados 90.000 estudiantes
(87-00)

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RESULTADO DE ENCUESTAS EN COLEGIOS

POBLACION FEMENINA
Encuestados 90.000 estudiantes
(87-00)

wpe2.jpg (39320 bytes)

PORCENTAJE MUNDIAL EN DESORDEN ALIMENTARIO

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Fuente: ALUBA -- Buenos Aires, Argentina.

Resultados de encuestas entre la población femenina de diversos centros de Lima- Perú

Centro Fecha Total de Encuestas Incompletas Procesadas Patrón normal Ednos Patología

Colegio Salkantay
Lima-Perú

Julio 2000 216 6 210 94 101 15
Colegio Salkantay
Lima-Perú
Julio 2002 216 10 206 94 101 15
Universidad de Ciencias Aplicadas
Lima-Perú
Julio 2000 67 5 62 33 24 5
Universidad de San Martin
Lima-Perú
Julio 2000 59 3 56 25 24 7
Universidad Nacional Femenina
Lima-Perú
Junio 2000 68 4 64 30 28 6
Universidad Ricardo Palma
Lima-Perú
Junio 2000 62 1 61 28 23 10
Universidad San Ignacio de Loyola
Lima-Perú
Junio 2000 67 6 61 23 32 6
Conjunto de Universidades
Lima-Perú
Junio 2000 397 24 373 168 163 42
Fuente: ALUBA -- Buenos Aires, Argentina.
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RECORTES

La anorexia de los fuertes

Crece el número de casos de vigorexia, un trastorno del comportamiento relacionado con la obsesión por estar musculado

J. P. Diario "El País". Valencia. Martes, 10 de septiembre de 2002

La vigorexia hunde sus raíces en la anorexia. Se trata de una alteración de la imagen que el paciente tiene de sí mismo derivada del rechazo que siente por su cuerpo y del deseo de acercarse a los cánones estéticos. También está aparejada a desórdenes emocionales y sus víctimas suelen ser personas inseguras, introvertidas, con problemas de integración y baja autoestima. Pero se manifiesta de forma distinta a la anorexia ya que la distorsión que percibe el enfermo de su cuerpo es opuesta. En lugar de tener la sensación de estar siempre con kilos de más, el problema es que nunca se encuentran suficientemente musculados.

‘La enfermedad está todavía en fase inicial’, apunta la psiquiatra y neuróloga Teresa Lartigau en relación a los pocos casos diagnosticados. Por su consulta ha pasado media docena de ellos arrastrados por sus padres ante el comportamiento extraño que mostraban. No son demasiados, pero suficientes para percibir que se trata del ‘principio de este fenómeno, como hace años con la anorexia’.

Desde que trató el primero, hace tres años, todos ellos han sido jóvenes de unos 20 años y chicos, ya que frente a la prevalencia femenina en la anorexia, la aplastante mayoría de estos enfermos obsesionados por los cuerpos musculados suelen ser hombres. ‘Llegaban a pasarse hasta siete horas al día en un gimnasio con el único interés de ver como crecía el músculo’, recuerda. Se trataba de personas marcados por una fuerte personalidad obsesiva que canalizan a través del gimnasio sus frustraciones, como Damián, de 19 años, a quien el exceso de horas en una sala de musculación le llevó al psiquiatra. ‘Me veía bajito y enclenque, y decidí entrar en un gimnasio’, recuerda a este diario. A sus padres no les parecía normal que se pesara cinco y seis veces al día o que acudiera al gimnasio cuatro horas diarias. Todo porque ‘me veía en el espejo y me seguía viendo raquítico, a pesar de que me dijeran que estaba como un toro’.

Así estuvo dos años, comiendo sólo pasta y fécula, y complementando esta estricta dieta con vitaminas y aminoácidos, hasta que un especialista le hizo entrar en razón.

Los malos hábitos alimenticios son uno de los síntomas que sirven para detectar la enfermedad. Otros, como destaca Teresa Lartigau o el jefe de servicio de la unidad de trastornos de la conducta alimentaria del hospital La Fe de Valencia, Luis Rojo, es el consumo de productos dopantes destinados a potenciar la masa muscular. Hormonas del crecimiento, esteroides o anabolizantes son algunas de las sustancias empleadas que, entre los efectos secundarios que pueden provocar, se encuentra el aumento de riesgo de padecer enfermedades cardiovasculares o hepáticas.

Damián ha tenido suerte y gracias al tratamiento psiquiátrico al que sigue acudiendo está abandonando los habitos que marcaron su vida durante dos años. Otros no tienen tanta suerte. De un lado supone romper con el círculo de amistad creado en el gimasio, muchas veces el único sustento afectivo con el que cuentan. Por otro, implica combatir un comportramiento obsesivo muy arraigado en estas personas. Teresa Lartigau recuerda el caso de un paciente en el que el mismo comportamiento obsesivo que le hizo adelgazar de forma descontrolada hasta convertirse en una persona anoréxica, una vez logró salir de la enfermedad y fue ganando peso, le llevó a reconducir su manía hacia la vigorexia, pasando de uno a otro extremo.

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