Editorial
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ISSN: 1575-2844

Revista Vivat Academia

 Histórico Año IV

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Septiembre 2002. Nº 38

LA FRASE DEL MES:

A menudo asumimos que las personas que se encuentran en puestos de poder prefieren los aduladores a los que les dicen desagradables verdades, pero esto sólo es aplicable a los gobernante débiles, a los hombres incapaces de entenderse a sí mismos, y ya no digamos nada sobre comprender las necesidades de sus súbditos. Los buenos gobernantes necesitan de hombres que no temen a nada.

Tariq Alí. "El libro de Saladino".

Ineptos y satélites

Próximo a celebrarse el "I Congreso Nacional sobre corrupción en la Universidad Pública Española", nos hemos encontrado con la sorpresa de una avalancha de comunicaciones orientadas al tema del acoso laboral y la persecución moral. Parece ser éste el problema más preocupante entre los universitarios y, desde luego, podría ser la causa fundamental de los numerosos casos de corrupción y de la mal llamada endogamia (nosotros seguimos manteniendo una denominación más acorde con la realidad: "amiguismo y enemiguismo").

Que en la Universidad Española existen casos de corrupción no lo pone en duda ni el más optimista, otra cosa es preguntarse si el mal tiene remedio y quién es el culpable.

Habida cuenta de la disponibilidad del españolito para hacer la vida imposible al vecino, para encontrar las claves de la maraña laboral que le permiten ningunear al posible rival, resulta difícil vislumbrar una salida a tal laberinto. Desde luego no toda la culpa la tienen los que ostentan cargos de responsabilidad, al fin y al cabo ellos se limitan a facilitar las cosas a los corruptos, a fin de mantenerse en el poder. Partiendo de la base de que la democracia es el menos malo de los sistemas políticos y sociales, no cabe duda que la fuerza de los votos hace posible el arribismo de los menos escrupulosos y de los más inútiles, capaces de ingeniárselas para ser el centro de atracción alrededor del cual gravita toda su cohorte de satélites, quienes no dudan en rellenar las papeletas electorales con los nombres de aquellos más manejables para sus fines inconfensables.

En este panorama no pueden dejar de darse los casos de endogamia (amiguismo), de otro modo, personas más preparadas, y menos susceptibles de agradecer favores inexistentes, terminarían por eclipsar la luz que emana de los mediocres. Todo aquel osado capaz de insinuar una crítica es el enemigo a batir y a eliminar del sistema. Evidentemente la especie se perpetua, obedeciendo las inexorables leyes de la selección natural. Poco a poco se ha ido creando una nueva familia capaz de desarrollar nuevas habilidades, nuevas formas de expresión y nuevas y excelentes paradas nupciales para hacer caer en sus redes a los mejor preparados genéticamente y así ocupar el nicho ecológico universitario.

Muchos dirán: "no exageremos, son una minoría". Es posiblemente cierto, pero no es más cierto que el pasotismo de aquellos ilusionados en creer que por su buen hacer y por su altruismo y dedicación al trabajo, libre de ambiciones colaterales, han de tener el reconocimiento de sus propios compañeros y de sus superiores, deja libre el camino, sin lucha, a los expertos en llegar sin esfuerzo alguno, o con el simple esfuerzo de utilizar la bota en puntapiés y pisotones.

Evidentemente estas pautas no son sólo propias del mundo universitario y así nos encontramos con toda una serie de políticos, empresarios, directores, jefes, jefecillos y demás, incapaces de llevar adelante un proyecto digno de la sociedad del siglo XXI. Conocedores de la ineptitud de sus satélites, están obligados a intentar controlarlo todo, pues resulta peligroso delegar responsabilidades. Es más, si alguno de los subordinados destaca por sus capacidades, darle oportunidades es todavía más peligroso, por cuanto podría llegar a brillar con luz propia. Un paseo por despachos y oficinas nos mostraría todo un mundo de inteligencias desaprovechadas, la mayoría de las veces víctimas de una profunda frustración, cuando no de una depresión galopante. Es habitual observar personas arrinconadas, encargadas de trabajos inútiles, proyectos destinados a dormir en un cajón, informes inservibles, etc.

En resumen, podríamos llamar al fenómeno el síndrome del "perro del hortelano". Es la filosofía de vida del no hacer nada y menos aún dejar hacer, por si se nota que no sabemos utilizar un canuto para dibujar un simple círculo.

Así pues, no nos debe extrañar la existencia de corrupción. Nada más lógico en un mundo donde se recurrirá a todas las argucias posibles, bordeando, cuando no transgrediendo, la ley para conseguir el fin último: el imperio de la mediocridad.

Falta ver ahora qué conclusiones se sacan del Congreso, pero mucho nos tememos no serán muy halagüeñas en cuanto a la posible puesta en marcha de soluciones, ni siquiera a medio plazo. Pero seamos optimistas, al menos habrá servido para dar un aldabonazo en la puerta de los tibios; quizás despierten de su letargo. Y aún mejor, ya está en marcha la organización del II Congreso, a celebrar el próximo año. Todo un éxito.

LA REDACCIÓN

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Vivat Academia, revista del "Grupo de Reflexión de la Universidad de Alcalá" (GRUA).
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Última modificación: 15-10-2002