Rectoriada
Tragedia Ibérica en tres actos
Sigfrido del Alce
Personajes, por orden de aparición:
Coro de la Universidad
Gala, rector
Virgilio Zapatero, candidato a rector
Cuadrado, candidato a rector
Luzón, candidato a rector
Morilla, candidato a rector
Camarero
La Musa de Virgilio
Alcalde de Alcalá
Comparsa de arquitectos y vicerrectores
Gentío numeroso
ACTO I
Escenario: Atardecer en el Patio de Santo Tomás de Villanueva, con el pozo
de los deseos incluido.
Sale Gala.
Coro: ¡Oh Divino! ¡Oh Magnífico! ¡Oh Eterno! ¡Oh Cisneros Redivivo! ¿Por qué
nos abandonas? Dejas a tu pueblo en el desamparo y la frustración.
Gala (pensando en voz alta): ¡Con lo bien que hubiera acabado mis
días profesionales como rector! Estos "vividores académicos" se han ensañado
conmigo y me han obligado a elegir un delfín que, encima, no es de mi agrado. ¡Señor
qué cruz! ¡Y mis proyectos a medio acabar! Por si fuera poco, no me ofrecen una salida
digna de mi condición. Se acordarán de esto. ¡Por San Epigastrio de los Desamparados
que se acuerdan!
Sale Virgilio, "cabizbundo y meditabajo". Se acerca a Gala, mira a su
alrededor para comprobar que no le ve nadie, y le hace una profunda reverencia.
Virgilio: Buenas tardes Magnífico Inmortal. Estoy muy preocupado. No parece que la
campaña electoral vaya por buen camino. Aunque algunas veces haya salido en la "caja
tonta" en mi época de ministro, de eso hace mucho tiempo y los electores no conocen
mi imagen. La Universidad está llena de cartelones con el busto de mis contrincantes, en
plan guaperas y con aire de no haber roto un plato en su vida. Llevo gastada una fortuna
en monedas al pozo de los deseos como me aconsejaste.
Gala: Buenas tardes mi fiel esclavo. No te has de preocupar por esas pequeñeces.
No olvides que controlo más del 60% del electorado. Mis fieles sabuesos del Consejo
están preparados. ¿No te das cuenta de que la fecha elegida sólo nos beneficia a
nosotros? Eres hombre de poca fe.
Virgilio (acercándose al pozo y echando unas monedas): Todo eso es
cierto, pero sería mejor dar un golpe de timón a la situación y montar algo sonado, de
forma que los electores piensen en mí como un candidato independiente de tu excelsa
persona y no como un esclavo a las órdenes de su amo y continuador del galismo. Con ello
puedo perder mi prestigio. Además, me llaman advenedizo e ignorante del mundo
universitario.
Gala: En parte llevas razón, no es mala idea un golpe de efecto, en el último
momento, para vencer voluntades tibias. Tengo que pensar en algo... ¡Uhm...! ¿Dices algo
espectacular y que te dé personalidad independiente? Espera que me concentre. Yo soy
experto en restaurar edificios y la fachada de la Universidad nos podría servir de
escenario...
Gala adopta un aire pensativo, mientras Virgilio se retuerce las manos nervioso. Se
vuelve a acercar al pozo para arrojar monedas.
Coro: ¡Oh Divino! ¡Oh Magnífico! ¡Oh Eterno! ¡Oh Cisneros Redivivo! Tu
imaginación no tiene límites. Eres el dueño de la situación. Alcalá y su Universidad
no son nada sin tu altísima y soberbia persona. ¡Dales tu última creación!
Gala (dando un pequeño bote): ¡Ya lo tengo! No te preocupes, fiel
heredero de mi dignidad rectoral. (Aparte) Aunque no creo que me llegues a la suela
del zapato como sucesor.
Virgilio: ¿En qué estás pensando? Yo no quiero salir en cartelones. No da mi
imagen para esas frivolidades.
Gala: No, no se trata de eso. Déjalo de mi cuenta y no te preocupes del asunto. Y
ahora invítame a un café y seguimos charlando de los contactos a realizar.
Entran por la izquierda del escenario.
Coro: ¡Oh Universidad Cisneriana! Tu fututo galista está asegurado. ¡No llores
más!
Telón
ACTO II
Escenario: Salón de una cafetería en la Plaza de San Diego. Al fondo la puerta de
entrada que deja entrever la estatua de Cisneros. Alrededor de una mesa, a la derecha del
decorado, están sentados Cuadrado, Luzón y Morilla, que miran intrigados por la ventana
que se encuentra en esa zona, mientras el camarero les trae una nueva consumición y
retira un gran número de vasos, tazas y copas. El resto de mesas están vacías. Hablan
todos a la vez y no se entiende la conversación.
Coro: ¡Oh ilusiones perdidas! ¡Oh esfuerzos vanos! ¡Oh vanidad de vanidades! La
suerte está echada. El Divino Rector ya ha movido ficha. ¡Encomendaos a los dioses para
aplacar su ira!
Los tres candidatos, de repente, guardan silencio y se miran expectantes, durante unos
segundos dramáticos.
Cuadrado: Os digo que esas obras que se realizan en la fachada, ocultas por el gran
toldo, no tienen nada que ver con las elecciones. Yo he hablado personalmente con Gala y
me ha confirmado que se trata de un lavado de cara, para recibir dignamente al próximo
rector electo.
Luzón: No me fío. No sabéis de lo que es capaz. A mí me ha negado la palabra.
Se comenta que dice de mí soy su peor pesadilla, mucho peor que Gutiérrez y Vivat
Academia juntos. Es probable que sea una treta para desprestigiarnos. Me han contado que,
en el despacho del rector, Gala ha hecho instalar un gran interruptor que dice Luz-On,
Luz-Off.
Morilla: Creo que exageras. Ya conoces lo que le gustan las obras a Gala y, como no
le han entregado los cuarteles a tiempo, se sentía desfallecer sin el aroma a yeso y
cemento. En su fuero interno no quiere a Virgilio y estaría contento con que ganáramos
cualquiera de nosotros. Por ello sería conveniente llegar a un acuerdo de unificación de
las candidaturas para tener más oportunidades.
Luzón: ¡No me digas que te has creído esas patrañas de la paradoja de
Condorcet! El rector, sin lugar a dudas, voy a ser yo y, si vosotros queréis retiraros,
podría llegar a hacer el esfuerzo de agradecéroslo.
Cuadrado: No volváis a empezar la discusión. Gala sabe que el mejor rector
posible soy yo y seguro estoy de que, en el último momento, tomará partido por mí. No
olvidéis que tengo el apoyo de los Catedráticos y eso es un factor determinante.
Coro: ¡Oh ilusiones perdidas! ¡Oh esfuerzos vanos! ¡Oh vanidad de vanidades!
Debéis pensar en pedir el traslado, ahora que la LOU os dará más oportunidades. Más
fácil es que lleguéis a ser rectores de la Complutense que de esta universidad
Cisnegalariana.
Sale la Musa de Virgilio, con su aire inocente, estilo "Gracita Morales", la
inolvidable actriz cómica de los setenta del pasado siglo. Mira sonriente a la mesa y se
acerca decidida.
Cuadrado, Luzón y Morilla (a coro): Buenas tardes querida
compañera.
La Musa: Buenas tardes egregios candidatos. (Aparte) Ilusos diría yo,
todavía se creen que pueden ganar a Virgilio.
Luzón: Estamos aquí preocupados por lo que nos prepara Gala a los candidatos con
las obras en la fachada de la Universidad.
La Musa: ¡Uy! ¿Qué dices? Con lo bueno que es nuestro querido, admirado y
deseado rector. ¿Cómo os iba a tender una trampa? Ya sabéis que todo lo que hace, lo
hace para que nuestras piedras brillen con renovado esplendor renacentista. Seguro que,
con la limpieza de la fachada de nuestra Universidad, salimos en los periódicos de todo
el mundo. No sólo seremos patrimonio de la Humanidad, seremos patrimonio de la Galaxia.
¡Qué digo la Galaxia! ¡Seremos patrimonio del Universo y del más allá!
Morilla (con aire de querer quitarle hierro al asunto): ¿Cómo va la
campaña de Virgilio?
Cuadrado (divertido): Eso, eso... Cuéntanos.
Luzón (circunspecto): ¿Todavía no habéis hecho los carteles con
su busto? Así no vais a tener oportunidad alguna. Mira los míos, lo bien que han
quedado. Mi cabeza es la más grande de toda la Universidad y mis colaboradores han salido
que ni la selección nacional de Corea. (Aparte) Por cierto, que no puedo dejar por
más tiempo la nomenclatura de todos los vicerrectorados necesarios para tanta gente.
La Musa: Nosotros no necesitamos hacer campaña, los votos son nuestros. No
olvidéis que tengo un olfato especial para los ganadores desde la debacle de San Miguel.
Además, ya me he encargado yo de contactar con las personas clave. Estamos pensando que
vamos a ganar en la primera vuelta. Ya lo veréis.
Cuadrado, Luzón y Morilla (a coro y un poco indignados):
Efectivamente, ¡eso ya lo veremos!
Coro: ¡Oh ilusiones perdidas! ¡Oh esfuerzos vanos! ¡Oh vanidad de vanidades!
Virgilio será rector y nadie podrá impedirlo. Virgilio es el único capaz de dar
continuidad al galismo. Sin galismo, la Universidad de Alcalá estaría perdida.
¡Retiraos, ahora que estáis a tiempo, para no hacer el ridículo!
Telón
ACTO III
Escenario: Plaza de San Diego. Es mediodía. Al fondo, la fachada de la Universidad
cubierta con un gran toldo, en el que hay dibujadas dos caras enfrentadas, la del Cardenal
Cisneros a la izquierda y la de Gala a la derecha. Se distinguen por el flequillo.
Se levanta el telón y se observa una gran multitud congregada. En primer término se
ve a los cuatro candidatos y la Musa, todos ellos nerviosos. Al pie de la fachada se
encuentra el Alcalde. Se oyen murmullos, sin distinguir ninguna conversación concreta.
Coro: ¡Llegó el gran día! ¡Qué los Ángeles entonen alabanzas! ¡Qué el Sol
brille en su zénit! El Divino rector nos va a hacer partícipes de su gran obra.
¡Aleluya! ¡Aleluya! ¡Aleluya!
Cuadrado: Bueno, por fin sabremos a qué atenernos.
Luzón: Yo me temo lo peor.
Morilla: Veréis como se trata de una falsa alarma.
Virgilio (aparte, dirigiéndose a la Musa): Yo no las tengo todas
conmigo. Gala me ha ocultado el significado de estas obras.
La Musa (aparte, dirigiéndose a Virgilio): Confía en nuestro Divino
Maestro. Estoy segura de que será un golpe de efecto que recordarán las generaciones
futuras.
Se hace un silencio sepulcral. Sale Gala, seguido de un séquito de arquitectos y
vicerrectores, todos ellos portadores de incensarios.
Séquito y Coro (cantando): Incénsum istud a te benedíctum,
ascéndat ad te, Magíster, et descéndat super nos mísericórdia tua.
Gala levanta la mano para imponer silencio, a la vez que se para junto a un gran
cordón franciscano que cuelga de la parte superior del toldo.
Alcalde (arrodillándose ante Gala): Bendíceme Maestro.
El gran día anunciado por profetas y oráculos ha llegado. Muéstranos la obra más
completa salida de tu divina mente, esa que realzará como nunca nuestra humilde ciudad.
Gala (imponiendo las manos sobre la cabeza del Alcalde y haciéndole un
gesto para que permanezca arrodillado): Sí, por fin vais a ver el resultado
de mi gran obra. He decidido, por el bien de la Universidad, acabar con lo que llamáis
galismo. No más galismo, el galismo ha muerto...
Séquito y Coro (cantando): Dies irae, dies illa, solvet saeclum
in favílla. Dies illa, dies irae, calamitátes et misériae...
Gala se vuelve airado hacia el Arquitecto Mayor y le conmina a guardar silencio.
Gala: No me interrumpáis, estoy en el uso de la palabra. (Pausa).
Como os decía, el galismo ha muerto, hoy nace una nueva era...
(Aquí, dependiendo del gusto del director de la obra, puede alargarse este discurso
todo lo que se quiera. Normalmente el texto importa poco, el caso es que haya palabras,
una detrás de otra, como para rellenar una hora y media, mínimo).
El público, cansado, ha ido sentándose en el suelo. Algunos dormitan a izquierda y
derecha del escenario, protegidos por árboles imaginarios del pasado.
Gala: ... y como os venía anunciando, hoy es el día del renacer de la Universidad
de Alcalá.
Calla y acerca su mano al cordón.
Coro: ¡Oh Divino! ¡Oh Magnífico! ¡Oh Eterno! ¡Oh Cisneros Redivivo! (Pausa)
¡Oh ilusiones perdidas! ¡Oh esfuerzos vanos! ¡Oh vanidad de vanidades! (Pausa)
¡Admirad la gran Obra del Maestro entre los Maestros!
Gala tira del cordón y cae el toldo, mientras se escuchan los sones de una marcha
triunfal cualquiera.
La fachada de la Universidad aparece brillante y con un aspecto totalmente nuevo. (Se incluye grabado para orientación del director de la
representación que puede verse pulsando este vínculo). Dentro suenan salvas de
artillería.
Telón