La Posada China Un hombre llega a una posada y le pregunta al administrador si tiene un cuarto para pasar la noche. El administrador era un anciano chino de 120 años de edad recién llegado de Pekín. Éste le responde que sólo tiene un cuarto en el tercer piso junto a la habitación de su nieta, y se lo ofrece, no sin antes advertirle que si le pasaba algo a la joven, le aplicaría los 3 castigos chinos. El hombre le asegura que no va a pasar nada y acepta el cuarto. A la hora de la cena, baja por la escalera una chinita de unos 16 años de edad, muy guapa y sensual. Durante toda la cena la chinita no deja de mirar al hombre y éste no podía dejar de pensar en lo que le había dicho el anciano. Por la noche, la tentación fue demasiado fuerte para el hombre y éste pasó mucho, pero que mucho tiempo con la chinita..., cansado volvió a su cuarto a descansar y se durmió. A la mañana siguiente, amaneció con una roca inmensa encima de su cuerpo con un cartel que decía: - "Plimel castigo chino: loca encima de cuelpo". El hombre piensa que si eso era lo peor que podía hacer el pobre anciano no iba a haber mayores problemas. Se levanta, carga la roca y la tira por la ventana. Al tirar la roca por la ventana ve otro papel en el alfeizar que decía: - "¡Segundo castigo chino: loca amalada al huevo delecho!" El hombre al ver que la cuerda ya estaba llegando al punto en que más se estiraría, no se lo piensa 2 veces y se tira por la ventana, mejor un par de huesos rotos que un huevo menos. Cuando va cayendo por el segundo piso, lee un gran cartel en una de las ventanas que decía: - "¡Telcel castigo chino: huevo izquieldo amalado a pata de cama!" La Jarra de los 100 Un hombre entra en un bar y observa que hay una enorme jarra sobre la barra llena de billetes de 100 euros. Intrigado le pregunta al camarero: - ¿Cómo va esto de la jarra? - Pagas 100 euros y si pasas las tres pruebas te llevas la jarra. El hombre se interesa y le pregunta por las pruebas. - Paga primero le contesta el camarero. Es la regla. Entonces el hombre le tiende un billete de 100 euros que el camarero introduce en la jarra. - Esto tienes que hacer -le dice-. Primero tienes que beberte una botella de tequila con picante sin hacer muecas. Luego tienes que arrancarle un diente con caries a un pitbull que hay en el patio de atrás. Finalmente, arriba hay una anciana de 90 años que nunca ha tenido un orgasmo y tienes que hacerla gozar y conseguir que tenga uno. El hombre ya se ha puesto malo y tiene el estómago revuelto. - Ya sé que he pagado 100 euros, pero no estoy loco. Es imposible. Nadie puede beberse una botella de tequila picante, ni hacer esas otras cosas... - Como quieras -le dice el camarero-, pero tu billete se queda donde está. El tiempo pasa y el hombre ingiere unas copas... y otras más... De pronto pregunta: -¿Oandestá y ese... ¡hips! tequila? Se bebe la botella de tequila picante y, ayudándose de las dos manos, se la termina de un solo trago pero ,aunque le salen lágrimas, no hace ni una mueca. Titubeando y dando tumbos, sale al patio de atrás donde está el pitbull encadenado. Enseguida se oye ruido de pelea. El pitbull lanza gañidos, el hombre grita, el pitbull aúlla, y de pronto... el silencio. En el momento en que los clientes empiezan a pensar que el hombre está seguramente muerto, éste entra en el bar. Sus ropas están hechas jirones y ensangrentadas. Está cubierto de mordeduras y de arañazos. Exhausto dice: - Ahora, ¿Oandestá está... ¡hips! la anciana esa... ¡hips! con caries en los dientes? Historias para morirse... de risa A las puertas del Cielo, San Pedro recibe a los tres recién llegados con cara triste y les dice: - Tengo malas noticias para dos de vosotros, estamos teniendo problemas en nuestra área de admisiones y sólo puedo dejar entrar a uno de los tres esta semana. Los otros dos bajaran al infierno a sufrir atroces torturas durante unos días. Lamentablemente no puedo hacer otra cosa. San Pedro continúa explicando: - La persona que cuente la mejor historia sobre cómo murió será la que pueda entrar en el cielo hoy. Los tres hombres asintieron. San Pedro los hace pasar de uno en uno a su oficina, para que los otros no escuchasen la historia y mejorasen la suya con algún "adorno"... El primer hombre pasa y empieza a relatar: - Yo sabia que mi mujer me estaba engañando, así que intenté llegar a casa a media mañana... Subí los 25 pisos del edificio por la escalera, para no hacer ruido con el ascensor..., Abrí la puerta de mi apartamento y allí estaba ella, la muy pécora... totalmente desnuda en el suelo... Sabía que la había pillado. Corrí por todo el apartamento en busca de su amante; arriba, abajo, debajo de la cama, en todos los armarios... NADA. Estaba a punto de pedirle disculpas por ser tan mal pensado, mientras ella me decía que siempre hacía gimnasia desnuda, cuando escuché unos ruidos en la ventana... SCRATCH, SCRATCH,SCRATCH... Abrí la ventana y allí estaba el desgraciado, colgando de la cornisa. Agarré mi bate de béisbol y le di en la cabeza. Vi como se caía, pero tuvo suerte y aterrizó en un montón de maleza. Se estaba moviendo. Desesperado porque se me escapaba, agarre la nevera, la llevé hasta la ventana. Con gran esfuerzo la pude poner encima de la cornisa y, al empujarla, se me engancho la camisa, por lo que caí con la nevera y encontré mi muerte. Al menos estoy feliz porque aniquilé al amante de mi esposa... San Pedro no podía imaginarse historia tan increíble. Cuando hizo pasar al segundo hombre, le dijo: - La historia anterior ha sido buena, a ver si eres capaz de mejorarla. - Verá, yo soy un limpiador de ventanas. Estaba haciendo tranquilamente mi trabajo en un piso alto, cuando una de las cuerdas repentinamente se rompió. Me agarré de la plataforma pero me fueron resbalando las manos hasta que caí al vacío. Levante las manos pensando en la muerte y esperando que Dios me recogiera. Afortunadamente logré asirme de una de las cornisas del edificio. ¡ESTABA SALVADO! Mientras daba gracias a Dios, intentaba que la gente dentro del edificio me salvara definitivamente. Así pues, empecé a rascar en una ventana, cuando un hombre la abrió y me pego un tremendo golpe con un bate de béisbol. Caí al vacío otra vez, maldiciendo a esa mala persona, pero, afortunadamente, mi ángel de la guarda me permitió seguir viviendo, poniendo un montón de maleza justo bajo mi caída. Cuando conseguí abrir los ojos para agradecer de nuevo a Dios tanta fortuna, una nevera cayó justo encima de mí. Sin duda era mi destino y así encontré la muerte. San Pedro estaba estupefacto. Hizo pasar al ultimo hombre y le dijo: - Hijo, más vale que tengas una muy buena historia porque las dos anteriores... realmente son increíbles. El último hombre lo mira y comienza: - OK, para hacerlo breve, imagínate esto que voy a contarte, empieza así: Yo, en pelotas, escondido en una nevera... Lista de Bodas José (92 años) y Laurita (87) han decidido casarse. Van hasta la farmacia de la esquina y José pregunta al farmacéutico: - ¿Tiene medicamentos para el corazón? - Sí señor -responde el farmacéutico. - ¿Y tiene medicamentos para la circulación? - Por supuesto, señor. - ¿Y para el reumatismo? - También, también tenemos. - ¿Y viagra, tiene Vd. viagra? - Pues sí, también tenemos viagra. - ¿Y medicinas para la memoria? - Si señor, sí. - ¿Y también tienen vitaminas? - Por supuesto, señor. José se vuelve hacia Laurita y le dice: - Tenías razón, vamos a poner aquí nuestra lista de boda. De viaje Os voy a contar lo que me pasó en la Autovía de La Coruña, cuando iba a trabajar a Orense. A la altura de Benavente, paré en una gasolinera para tomar un café... y hacer otras cosas. Mientras iba al servicio, vi como otro señor tomaba el mismo camino que yo. Al entrar en el servicio, vi como ocupaba uno de los dos baños que eran de esos cuyas paredes no llegan hasta el techo. Yo, lógicamente, me metí en el otro. De repente, oigo que me dicen: ¡Hola! Yo callado. Vuelven a decir: ¿Es que no me oyes...? ¡Hola! Yo, para no parecer descortés, contesté: ¡Hola! Y me dicen: ¿Cómo estás...? A lo que contesté: ¡Bien, gracias, un poco cansado del viaje! Me vuelven a decir: ¿Qué haces? Yo ya estaba pensando, "¡que gente tan rara hay por el mundo!" y contesté: ¡Joder, lo mismo que tú, cagando! Inmediatamente oigo:¡Cariño, luego te llamo, pues tengo a un gilipollas al lado, que está contestando a todas mis preguntas! Sigfrido del Alce Volver al principio |
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