Opinión y Debate
Arriba Último Nro. Índice Nros. Anteriores Índices Históricos

ISSN: 1575-2844

Revista Vivat Academia

Histórico Año V

linea.gif (922 bytes)

Febrero 2003. Nº 42

Contenido de esta sección:

¿A qué deporte, distracción o martingala jugamos en la Universidad? (Membrum quodlibet)
Manifiesto a la coherencia (Shouke)
Acerca del imprevisible futuro de la Universidad Española y de la Ley que lo regula (José M. Delgado García)
RECORTES
John Le Carré es escritor británico
¿Para qué la Ciencia?
Fernando Valderrama, ex jefe de la Embajada Española en Iraq

¿A qué deporte, distracción o martingala jugamos en la Universidad?

Membrum quodlibet

Coro:... yo fallé con la sota de espadas y el juego era mío... Era mío... era mío.

D. Hilarión: La bronca de la sota, la de todos los días.

Coro: ... No sabemos ni quien ha ganado... ni quien ha perdido

(de la "La Verbena de la Paloma", libro de D. Ricardo García de la Vega y música de D. Tomás Bretón)

No soy aficionado a los deportes espectáculo, sin embargo, soy capaz de apreciar una buena jugada y sé quien gana o qué se debe hacer para ganar.

En fútbol, o en balonmano, por ejemplo, hay que colocar un balón entre tres palos y en baloncesto pasarlo por un aro. En balonvolea ya me pierdo un poco y en tenis me cuesta entender eso del quince a nada, iguales a treinta, y una palabra rara, algo así como "yus", que por lo visto es la trascripción fonética de "deuce", y me asombra que ganen millones unos tíos que parecen recién fugados de Carabanchel y ni siquiera respetan al público afeitándose decentemente. El golf lo entiendo, aunque no entiendo, valga la repetición, cómo alguien puede divertirse con él, salvo que se dedique a descifrar frases como "siete bajo par", "patear sin penalidad" (alguien me dijo que "patear" no es dar un puntapié o patada, sino atizarle a la bola con el paraguas sin tela ese que usan los golferos) y otras agresiones a la lengua castellana.

Del baseball no entiendo nada y sólo me atrae la curiosa física de su pelotita, así que ni se me ocurre ver un minuto del mentado deporte que, por lo visto, mueve masas en yanquilandia y alguna de sus colonias y pretenden imponerlo al resto del mundo a través del cine o la televisión, como ya han hecho con papá Noel y van camino de hacer con el Halloween.

Por supuesto que sé que en el fútbol se hacen trampas y se cometen "errores" arbitrales, y con más o menos tino, hasta los detecto, recordando mis años adolescentes y el reglamento comentado de D. Pedro Escartín (como no valía para otra cosa, me pusieron de árbitro. Sólo arbitré un partido y es milagro que pueda contarlo, pero ésta es otra historia). Como de baseball no tengo ni idea, pueden hacerme todas las trampas que quieran, no me entero.

¿A qué viene eso? En la universidad hay múltiples competiciones, en algunas se pretende, luego se verá con qué tino, seleccionar profesores, o sea, asegurarles el garbanzum in aeternum. En otras se busca el mejor derecho para sentarse en un mullido butacón y desde allí mangonear a placer.

En estas lides, las más emblemáticas de las cuales son las "oposiciones" (al decir de don Luis Brú, segunda fiesta nacional), en general me ha tocado estar en la grada, o en la barrera a fuer de castizos, y si debo decir la verdad me he enterado menos del resultado que en el baseball.

Mi primera sorpresa fue que muchas plazas salían a "concurso oposición público" –fútbol- pero resultaba que la plaza que salía era la de perenganito/a que llevaba no sé cuantos años haciendo el/la meritorio/a porque un día alguien le había enchufado/a y claro, la plaza era para él/la, que encima solía redactar el perfil de la susodicha plaza y casi designaba al árbitro y al juez de línea. "Contadictio in terminis", que dirían los escolásticos -baseball- en mis cortas luces. A partir de ahí empiezan mis pasmos y asombros. Hay que decir que cuando vine aquí, mi único contacto con las oposiciones había sido "mi" oposición a Instituto de Bachillerato, más o menos justa en el reglamento, igual para todos, pero limpia y transparente.

En la Universidad, torpe de mí, más de una vez, he sabido quién ha ganado -porque siempre suele ganar alguien, no como los jugadores de tute de "la Verbena de la Paloma" cuyo coro abre estas letras-, por tercero interpuesto, o porque alguien le daba la enhorabuena a uno de los candidatos que, siempre en mis cortas luces, era el que había encajado más goles y metido menos, pese a que el árbitro le había hecho repetir el penalti fallado cinco veces, diciendo que el portero contrario, al que antes se había preocupado de mandar a la caseta, se había movido.

He visto partidos jugados por un solo contendiente, que no había sido capaz de dar una sola patada al balón ya que, cuando lo intentó, resbaló y aterrizó sobre el aterrizador natural, (en mi lengua materna "caigut de cul", que suena más púdico) y ganados por cinco a cero. Partidos en los que un "equipo", léase opositor/a se enfadaba porque otro/a salía al campo a jugar, y con aspiraciones de ganar. ¿Cómo se atreve?, ¿no sabe que ese es mi partido? -decía el perenganito/a-. Mejor se quedaba en casa y terminábamos antes y no me hacía sombra, ni hacía perder el tiempo al tribunal.

He comprobado cómo en cada partido el reglamento se modificaba, incluso era distinto para cada contrincante. He llegado a ver cómo alguno de los equipos ha intrigado hasta el extremo de cambiar el partido que iba a ser de fútbol por uno de baloncesto, con aros de diferente diámetro (el suyo de 1/3 mayor que el de los contrarios y para éstos a 2 m más de altura y, en el descanso, sencillamente, eliminado el aro, no fuera cosa que algún balón despistado entrara) y previa sustitución hasta de los taquilleros del estadio, para asegurarse afinidades, ¿serían cosas del baseball y yo el tonto que pensaba que era baloncesto?

He visto suspender un partido porque los árbitros no acertaban a ponerse de acuerdo ni en qué deporte estaban arbitrando.

He visto cómo tener un buen padrino era mejor que tener ciencia y sobre todo conciencia. He visto lo que a mí, que no entiendo de baseball, me parecían corrupciones, incluso en aparentes pachangas de entrenamiento y al final resultaban ser justificadísimas acciones de justicia distributiva (una vez más salían los años de meritoriaje que el reglamento escrito no contemplaba, aunque tal vez lo hacía el reglamento de baseball en cláusulas o codicilos que yo, pobre ibérico, no entiendo).

He visto ganar al mejor, no por ser mejor, sino porque árbitro y juez de línea no acertaron a ponerse de acuerdo y se dedicaron al noble arte de hacerse la zancadilla entre ellos o al pupilo del contrario. Es decir, que a río revuelto ganó el pescador, que resultó ser el mejor, pero podría igualmente no haberlo sido o haber salido goleado a pesar de haber metido más veces el balón en la portería.

En otras lides semejantes, presentadas como procesos democráticos -balonmano, por ejemplo-, ha vuelto a aparecer el baseball y así he visto émulos de Gaspart postularse para presidente del Madrid y de Florentino Pérez para el Barcelona.

He comprobado la eficacia de la oratoria, es decir, saber decir "amén" cuando es momento, descalificar lo que antes se alabó y alabar lo que se descalificó, en suma, decir digo donde dije, no ya Diego, sino Manolo. He constatado la eficacia de las chaquetas bien alineadas en el armario (para cambiarlas según convenga, sin errores y en el momento oportuno, no por elegancia).

He visto prometer, que cuesta poco, dar para pedir después, con intereses y usura, y hacerse una higa con los principios, si lo que interesa son los finales.

La verdad es que yo jugar he jugado poco, no me meto en ese baseball universitario cuyas reglas sigo sin entender, si hay alguna regla, hasta que alguien me explique qué hay que hacer para ganar. A veces ya ni baseball me parece, sino una carrera de burros de esas en las que gana el que llega el último.

Lo que más rabia me da de todo esto es que, al final, nunca sé si gana la liga el mejor o el que ha jugado con más trampas. No sé si quienes ocupan los puestos de responsabilidad los ocupan por ser los óptimos o los más sinvergüenzas, los más inteligentes o los más intrigantes, los más preparados o los que han sabido tocar las teclas más adecuadas.

Muchas veces, cuando escucho a algún santón de la ciencia nacional hablar henchido de orgullo y vanidad ante un coro de adláteres de igual ralea, en acto o en potencia, me siento tan fuera de lugar que llego a pensar que mis entendederas están bajo mínimos, aunque cada día me voy pareciendo más al niño del cuento y empiezo a pensar que hay muchos emperadores en calzoncillos, por ser púdicos, y que mucha de su ciencia y pedantería se sustenta en el humo.

En fin que, en este deporte universitario, se reproducen corregidas y aumentadas todas la corruptelas del Ruedo Ibérico y bastantes más de propia cosecha. Lo triste es que las practican fomentan y justifican quienes deberían ser el fermento intelectual, ético y estético de la sociedad. Lo más triste es que ellos piensan que son ese fermento.

Afortunadamente, muchas veces no es así. Se juega con limpieza y gana el mejor, pero las cosas están tan viciadas que, cuando se da justicia, equidad y mérito, uno acaba dudando y buscando la oscura razón.

Termino, sacudo mi almohadilla y me vuelvo a mi asiento de tendido de sol, a seguir contemplando el ruedo ibérico universitario. Antes dije barrera, pero me doy cuenta que debo dar gracias si, después de estas líneas, no me mandan a la andanada.

Volver al principio del artículo             Volver al principio

Manifiesto a la coherencia

Shouke

El hombre nunca aprende. Hace una cosa mal y por pura memoria colectiva ya no puede cambiar. Es imposible. Tomemos como ejemplo la Prevención. Seguro que todos los dirigentes, a mayor o menor nivel, saben situarla en un diccionario. Entonces... ¿Por qué no saben aplicarla?. Si es un concepto sencillo: Pensar antes de actuar. Pues no, como especie nos vemos incapaces de hacerlo. Y así nos va, que llegamos a calzón "quitao" a todas partes y, encima, tarde.

Se tiene que descalabrar la gente para que en la obra sea obligatorio el casco. Se tiene que hundir un petrolero para que pensemos cómo carajo sacamos ahora el petróleo, antes de que el mar nos solucione el problema. Y nos vuelve a pasar ahora. Sí, ahora mismito. Volvemos a actuar y ya pensaremos después. Pensaremos como justificar que llegamos tarde y a calzón "quitao", total, si siempre cuela; que es lo peor. ¿Qué es lo que estamos haciendo sin pensar? Pues desarmar el mundo, pacificarlo. Veamos:

Si queremos pacificar el mundo realmente deberíamos empezar por el principio. Se busca al país con más armas de destrucción masiva. Se comprueba si ha firmado todos los tratados internacionales sobre el uso de las mismas y si es que no se sigue investigando. ¿Las ha usado con anterioridad en caso de guerra? En caso afirmativo, ¿cuáles? ¿Nucleares? ¿Químicas? ¿Ambas? Y se obliga a este país a desarmarse. Si no es tan difícil encontrarlo, basta con andar 200 m desde la sede de la ONU y ya se está en él.

Lo que es actuar sin pensar es dejar al máximo deudor de la ONU erigirse en adalid de la PAZ. Dejar que nos imponga el eje del bien y del mal a su antojo. ¿Y todo en base a qué? A nuestra amistad histórica, que se resume en: Habernos echado de Cuba, que por aquel entonces aún era española, y de las Filipinas. No haber ayudado a la República por ser pro soviética. Y haber mantenido a Franco a cambio de las bases de Rota, Morón y Torrejón entre otras. En resumidas cuentas, por hacerse la foto con el jefe y presumir con los "colegas" del bar. Porque no nos engañemos, que más allá de los Pirineos, en esa "terra incognita" eso les importa un bledo y lo demuestran.

Así pues, ahora nosotros (porque cuando hace algo España o el gobierno en su nombre, lo hacen en nombre nuestro), vamos a explicarle a Sadam por qué ha sido una mala persona al comprarle a Estados Unidos todas las armas que en su momento le compró. Pero no queda ahí la cosa, si no que vamos a decir que está muy bien que las tropas estadounidenses se queden ocupando el País, pongan al gobierno que más les seduzca y se construyan un oleoducto por las molestias. Y va y cuela, que es lo mejor.

No me acuerdo de que pensador francés dijo: "La democracia es la mejor forma de gobierno para que los pueblos tengan los gobernantes que se merecen".

Volver al principio del artículo             Volver al principio

Acerca del imprevisible futuro de la Universidad Española y de la Ley que lo regula

José M. Delgado García. Universidad Pablo de Olavide de Sevilla
jmdelgar@dex.upo.es

Introducción

Para mí, que realicé los estudios de Medicina y Cirugía en los años 60 y que he estado vinculado a diversas universidades españolas desde entonces, salvo los periodos que pasé en algunos centros extranjeros de investigación, escribir sobre esta institución de enseñanza y sobre las leyes que la rigen tiene un marcado carácter autobiográfico. Y de la mía y de otras biografías más o menos próximas se colige que existe un descontento, mantenido a lo largo de los años, cuando se habla de la institución. La Universidad presente y pasada descontenta a muchos y contenta en exclusiva a los beneficiarios directos, o a los redactores del momento. Por ejemplo, en la prensa diaria puede seguirse el desacuerdo de los gestores de la Ley Orgánica de Universidades (LOU) con la precedente Ley de Reforma Universitaria (LRU), y viceversa.

La protesta principal de los últimos Rectores LRU, y de otros estamentos sociales, contra la LOU se fundamentó en la pérdida de la denominada autonomía universitaria. Este es uno de esos grandes conceptos que llenan nuestra cartera mental de pagarés sin fondos, porque con la LRU todas las universidades españolas habían sido (es de esperar) autónomas, lo que en un previsible devenir evolutivo las podría haber hecho diferentes entre sí (cada una utilizando la autonomía para alcanzar un carácter peculiar), cosa que no ocurrió. ¿Se notaría si la Universidad de la ciudad X (gestores, profesores y licenciaturas incluidas) se instala de repente en la ciudad Y? La autonomía disfrutada por las universidades españolas durante el periodo LRU no las hizo diferentes, sino coparticipes de defectos estructurales y funcionales similares. ¿Cómo a ninguna universidad se le ocurrió, con el numerosísimo número de partícipes (Claustros, Juntas de Gobierno, Juntas de Centro, etc.) contratar a diez premios Nobel, o a otras tantas figuras excelsas de la ciencia o las letras, para mejorar su nivel académico? ¿Cómo todas al paso incurrieron, ¡cielos!, en la denostada endogamia? La recién llegada LOU, para no ser menos, promete más autonomía aún, lo que despierta en mí el previsible temor de que nos haga a todos más disconformes todavía. Prueba, tal vez, de la corta distancia que separa en la práctica a ambas leyes es que la mayoría de rectores LRU siguen al mando, R que R, con la malquerida LOU.

De hecho, tanto la LRU como la LOU conceden un alto grado de autonomía en la gestión de los fondos públicos que se asignan a cada institución, detraídos los gastos del personal funcionario, que no son mal pellizco. El Rector en la LOU sigue respondiendo de su actividad ante el Claustro, órgano colegiado multitudinario (de hasta 300 miembros), del que no sé si mi amigo, el Prof. Carlos Acuña, lo incluiría en su lista de órganos regidos por la "democracia de los pequeños números", esto es, susceptibles de ser manipulados por grupos de presión y por intereses torticeros.

El Consejo Social propuesto en la LOU es previsible que pinte tan poco como en la LRU, refugio que fue de figuras políticas colaterales y de poca acción real. A mi entender, el Rector de una Universidad pública debe dar cuentas de su gestión al Consejo Social, el cual debe ser un intermediario real entre la Universidad y los poderes públicos autonómicos, con especial incidencia en la financiación suficiente, y de fuentes variadas, de la institución, y con particular repercusión en el buen rumbo de la misma. Así, cada Universidad será representativa del entorno que ocupa, ligada a su desarrollo y promoción. Con la LRU y la LOU, la Universidad es más autárquica que autónoma; es decir, autogestionaria y poco interdependiente de su entorno económico y social. Por lo demás, la Universidad española se masificó a lo largo del siglo pasado, pero no se hizo diversa, ni mucho menos dispar.

Los órganos de gestión

El Rector LOU tiene más poder decisorio frente al Claustro, como órgano representativo de la comunidad universitaria, que con la LRU. No así los Decanos y Directores de Departamento, porque en los sucesivos borradores de la LOU pasaron de presidir meros "órganos de consulta y asesoramiento" a auténticos "órganos de gobierno". El matiz no es pequeño, porque gran parte de los problemas prácticos que acarreó la LRU (tal vez no deseados por sus redactores) provinieron del mal uso que se hizo de la gestión de los Departamentos, encargados de la docencia e investigación asignada a los mismos. ¡Tanta batalla parlamentaria y callejera para terminar en el mismo problema! Así, es previsible que equipos científicos, laboratorios, docencia reglada, etc. no se distribuyan con criterios de "docencia de calidad" e "investigación de excelencia" como prevé la LOU en su exposición de motivos, sino por reñidas votaciones donde el voto del despistado (¿podría incluso haber sino "tocado" antes por alguien?) decide la ubicación y uso del contador de centelleo adquirido mediante el proyecto de un grupo de investigación. No debe olvidarse que un artículo de ley no escrita, consecuencia de la LRU, fue que, pongamos por caso, un microscopio es propiedad y responsabilidad exclusiva del investigador principal del proyecto por el que fue concedido mientras su factura está sin pagar, pero pasa a ser propiedad inmediata de la Comunidad Autónoma, Universidad, Centro y Departamento (todos los interesados incluidos) tan pronto aquella se abona. El detalle pequeño es a veces el más perjudicial. Escasas veces se verá un profesor determinado teniendo que defender ante un iracundo Consejo de Departamento si su docencia atenta contra las leyes de la Creación o contra el concepto de Estado, pero muchas tendrá que enfrentarse con un baremo diseñado para "evitar" la contratación de un investigador de fuste, o con la malévola redacción del reglamento de acceso a la fotocopiadora los domingos por la tarde.

Un órgano colegiado novedoso, creado por la LOU, es la Junta Consultiva, formada por hasta cuarenta "profesores e investigadores -¿por qué la conjunción que los separa?- de reconocido prestigio" de la Universidad. Mal asunto si a los profesores de reconocido prestigio se les destina al lugar de las consultas y no al del gobierno de la institución. Sabido es que este es el saldo final de un intento inicial de que el gobierno de la Universidad estuviese en manos de estos prestigiosos individuos. La LOU aprobada pone el gobierno universitario en manos de un Rector elegido por la comunidad universitaria "mediante elección directa y sufragio universal libre y secreto". El candidato a Rector ha de contar con medios económicos para hacer llegar su programa a tan numeroso censo de votantes potenciales, pero en ningún caso se le exige, ni a él ni a su equipo, que sean de "reconocido prestigio". Se espera, por lo visto, que se lo ganen con el ejercicio de sus funciones gestoras.

Docencia y planes de estudio

El legislador español no se fía nada-nada de sus huestes y por eso legisla con detalle minucioso, para que nadie encuentre lo que se encuentra siempre, esto es, los agujeros de lo legislado. La gestión universitaria adolece de este detallismo en leyes y su posterior desarrollo en decretos y reglamentos. ¿Podrán creer que mi anterior Facultad tenía una comisión encargada del control de las tapas del bar? Prueba de ese encorsetamiento es el diseño de los nuevos planes de estudio que sacudió a la Universidad española hace unos años y que todavía colea. Los planes de estudio iban a ser flexibles, adaptables a las necesidades del alumno, democráticos en su elaboración y no se cuantas cosas más, pero terminaron determinados de manera masiva desde el Ministerio correspondiente, con multitud de cuñas docentes (léase asignaturas obligatorias, optativas, de libre elección, etc.) determinadas (¡también aquí!) por la configuración de votos de las Juntas de Facultad y de los Consejos de Departamento correspondientes. ¡Tantos participantes para tan magro resultado! Además, salvo alguna honrosa excepción, ninguna Universidad hizo uso de su preciada autonomía para crear unos estudios originales, distintos, imaginativos, de calidad o, simplemente, divertidos. Y abundando en lo mismo, todavía se ataca a algún plan de estudios que yo conozco, porque es (ligeramente) distinto del resto de los aprobados en otras tantas Universidades del país.

Los estudios del Tercer Ciclo pudieron representar la salida al dilema, ya que eran susceptibles de mayor flexibilidad. Una nota a favor del Ministerio de Educación, Cultura y Deporte ha sido la financiación de Programas de Doctorado de Excelencia. Esta última se determina por la profundidad de los programas docentes propuestos, la calidad del profesorado seleccionado y la participación de alumnos de diversa procedencia. Una iniciativa de este calibre debería ser potenciada y no olvidada, aunque la LOU no la menciona explícitamente. De cualquier manera, los estudios de Doctorado fueron rápidamente engullidos por la trituradora burocrática de los equipos rectorales y donde hacía falta ayuda se puso norma, y donde hacía falta dinero se colocó un formulario, y para dar flexibilidad se instalaron algunos pilares de hormigón. En este caso particular, si la LOU saca adelante estos estudios, yo personalmente se lo agradeceré, porque es el espacio que queda para hacer "docencia de calidad" e "investigación de excelencia", como propugna la misma Ley.

Por último, las ayudas económicas individualizadas, que la LOU propone en sus artículos 55 y 69, para aquellos profesores de especial valía docente o investigadora (ver apartado siguiente), dependerán en su aplicación del propio Rectorado, de la Comunidad Autónoma correspondiente y, tal vez, del Gobierno central. Visto lo ocurrido con propuestas similares en la LRU y de sus borradores iniciales, estas ayudas desprenden un aromático olor a una bebida de uso común en el país, al alcance de todos.

La investigación en la Universidad española

Mi profesor de Lógica solía contar que él era catedrático de la Facultad de Filosofía y Letras, y hacia un ligero movimiento de vaivén con la mano derecha al pronunciar lo que sigue a la conjunción. El asunto no es baladí, sino que enfrenta uno de los grandes problemas de la Universidad de nuestro país. La LRU en su artículo primero afirmaba que la Universidad realiza la educación superior mediante "la docencia, el estudio y la investigación", aunque en la práctica, mientras que (casi) todos los profesores universitarios dan clases y estudian (algo al menos) para prepararlas, no más de un 20 % de los mismos investigan (es decir, disponen de fondos públicos o privados para hacerlo). La LOU quiere tomar el problema por las pipetas y propone que el mismo servicio (educación superior) se llevará a cabo mediante "la investigación, la docencia y el estudio".

En la Universidad, el trabajo de investigación lo hace en realidad el Grupo de Investigación, entidad algo fluctuante, porque no tiene reconocimiento en la LOU (se menciona de pasada), ni lo tuvo en la LRU. No se define su constitución, colegiada o no, si se determinan las funciones de su responsable, ni las de sus miembros. La LOU tampoco determina las relaciones de los Grupos de Investigación (gestión de su financiación, espacios, uso de su instrumentación, etc.) con el Departamento del que, necesariamente, forman parte. El Grupo de Investigación como tal merecía un tratamiento más explícito en la LOU, de manera que quedase protegido por ese nuevo paraguas legal y no a la intemperie como estuvo durante el reinado de la LRU, fuente continua del malestar indicado al inicio de este texto. El único refugio coherente que la LRU ya ofrecía, y que la LOU mantiene, es la creación de Institutos de Investigación. El problema de los Institutos es que requieren un número considerable de profesores/investigadores, más un poder académico considerable, para que los Rectorados los concedan y para que las Comunidades Autónomas los aprueben y financien. Una Universidad modesta y de recursos limitados debería defender con todo ahínco que en su seno se desarrollen grupos de investigadores que dedican su tiempo a buscar respuestas a preguntas muy variadas mediante el método experimental por interés, gusto o afición.

La investigación (como la docencia) es obligación de todo el profesorado universitario, pero los Rectorados vigilan estrictamente el cumplimiento de la segunda y apenas prestan atención a la primera, entre otros detalles porque no da votos. Así fue con la LRU y así lo será, previsiblemente, con la LOU, que se aplica al mismo profesorado anterior, con una notable ampliación de última hora. La virtud de los científicos modestos es la perseverancia venía a decir don Santiago Ramón y Cajal, pero hay que hacerles un hueco legal en una ley futura, ya que en la LOU no se les encontró, y triste es constatar que la perseverancia tiene un límite. Prueba fehaciente de lo que digo es la corta vida media del investigador universitario en nuestro país (suelen fenecer para la ciencia a una edad variable, que oscila entre los 30-50 años, según perseverancia y otros factores), si se compara con la del entorno europeo o norteamericano.

La selección del profesorado

Esta sección no merece ser escrita por obvia, ni leída por conocida, ni reelaborada -en forma de propuesta para el porvenir- por inútil. Baste recordar el porcentaje de endogamia de todos los centros universitarios del país (otra prueba más de su falta de identidad, de autonomía verdadera) y de la limitada capacidad de los equipos rectorales para controlar el proceso. La LRU dejó la tarea de definir las necesidades docentes, determinar los perfiles de las plazas a convocar y proponer nombres y apellidos de dos quintos de los profesores encargados de evaluar a los candidatos a los Consejos de Departamento. La Ley puso el marco y las medianías imperantes hicieron el resto. Ya decía nuestro querido Juan de Mairena que no se deben otorgar cargos públicos a las medianías, ya que su capacidad cognitiva es limitada, como lo es también su moralidad. Ahora que Medline se ha convertido en una suerte de espejo de Blancanieves sonroja ver los Curricula de tanto profesor funcionario con listado de publicaciones de tan breve recorrido.

Aunque no tengo los números precisos, la Universidad española pasó en veinte años de 2.000 a 20.000 profesores numerarios, y en los albores de la novedosa LOU hizo un esfuerzo supremo para ponerse en los 45.000, con unos 5.000 más pendientes de pasar por el correspondiente concurso-oposición en los próximos meses. El nuevo sistema nacional de habilitación puede mejorar el proceso de selección (siempre maleable, con poco que los expertos se lo propongan), pero no puede generar muchos nuevos puestos de trabajo. A no ser que determinadas Universidades emprendan una auténtica marcha en pos de la calidad docente, que entre otras cosas supondría alcanzar el número mágico de un profesor por cada nueve alumnos.

Cómo debería ser

Entiendo que para hacer una buena Universidad hacen falta buenos profesores, alumnos bien seleccionados y dinero para financiar la empresa. El Rector puede ser nombrado o elegido de varias formas distintas, pero él y su equipo deben rendir cuentas ante un Consejo Social representativo del entorno social y económico del centro, porque el dinero es público en su mayor parte y lo aporta la sociedad, no el Claustro universitario. Para que la institución viva económicamente del prestigio de sus licenciaturas oficiales y de otras actividades docentes peculiares (programas propios, doctorados, maestrías) nada mejor que sea el alumnado quien cubra parte importante de los gastos, y que el Estado apoye de verdad (no como hasta ahora) el estudio de TODO alumno/a con capacidad demostrada. Los profesores serán seleccionados con cuidado exquisito por aquellas instituciones en las que el cargo y salario del equipo rectoral dependa de los resultados obtenidos, que se fundamentan en una mayor demanda por parte de alumnos de calidad (becados) y de investigadores y docentes en periodo de formación.

La Universidad ha de estar abierta a las ideas innovadoras. Es evidente que algunos planes de estudio han de ser reglados (Medicina, Ingeniería), pero también lo es que otros deber dejar margen a la iniciativa y a la imaginación (Biología, Filosofía). Podría haber estudios, así mismo, destinados a entender el Universo que nos rodea, a saber sin más. En los últimos 50 años, la Universidad ha sido cambiada por leyes emanadas del Gobierno/Parlamento siguiendo una evidente demanda social. La dirección de la flecha ha de cambiar y ser la Universidad la que envíe signos inequívocos (dolorosos a veces) de necesario reajuste, de transformación del entorno socio-económico. La Universidad no debe continuar como inmueble de semi-lujo y asilo de jóvenes, sino pasar valientemente a ser motor de la sociedad que la sostiene y a la que debe servir.

Parafraseando a Gil de Biedma, podría decir que la historia que yo puedo abarcar (por vivida) de la Universidad española ha sido la más triste de todas las historias universitarias, porque siempre acabó mal. Bien es verdad que otros no son tan pesimistas, y así Paul Valery sugiere que el conocimiento del pasado y del presente pueden servir para garantizar el futuro; esto es, que los que no conocen su historia están obligados a repetirla.

Referencias.

1. Bricall, Josep M., Universidad 2 mil, CRUE, Madrid, 2000.
2. Federación N. de Asociaciones de Catedráticos de Universidad, Informe para un debate, Madrid, 2001.
3. Ley Orgánica de Universidades, 121/000045. Boletín Oficial de las Cortes Generales, 26-12-2001.
4. Ley Orgánica de Reforma Universitaria, 11/1983. B.O.E., de 1-9-1983.
5. Marcovitch, Jacques, La Universidad (im)posible, Cambridge University Press, Madrid, 2002.
6. Ortega y Gasset, José, Misión de la Universidad, Revista de Occidente/Alianza Editorial, Madrid, (1930), 1997.
7. Peces-Barba, Gregorio, Elogio de la LRU, El País, pág. 15, 18-9-2002.
8. Sacristán, Manuel, La Universidad y la división del trabajo, Realidad, vol., 21, 1971.
Volver al principio del artículo             Volver al principio

RECORTES

John Le Carré es escritor británico
¿Para qué la Ciencia?
Fernando Valderrama, ex jefe de la Embajada Española en Iraq

John Le Carré es escritor británico

Traducción de Eva Cruz. EL PAÍS Internacional - 20-01-2003

Este artículo es una versión ampliada de la aportación del autor al debate global de openDemocracy sobre la crisis de Irak, publicada en
www.openDemocracy.net
(c) David Cornwell, 2003

Estados Unidos ha entrado en uno de sus periodos de locura histórica, pero éste es el peor de cuantos recuerdo: peor que el macartismo, peor que la bahía de Cochinos y, a largo plazo, potencialmente más desastroso que la guerra de Vietnam. La reacción al 11-S ha ido más allá de lo que Osama hubiera esperado en sus sueños más siniestros. Como en la época de McCarthy, los derechos y libertades nacionales, que han hecho de EE UU la envidia del mundo, están siendo erosionados de forma sistemática.

La persecución de residentes extranjeros en EE UU sigue a buen ritmo. Personas "no permanentes" de sexo masculino y origen norcoreano o de Oriente Próximo desaparecen en cárceles secretas tras acusaciones secretas por la palabra secreta de los jueces. Palestinos que residen en Estados Unidos, a quienes antes se consideraba ciudadanos sin Estado, y por tanto no deportables, están siendo entregados a Israel para ser "reasentados" en Gaza y en Cisjordania, lugares que quizá no hayan pisado jamás.

¿Estamos jugando al mismo juego aquí en Gran Bretaña? Supongo que sí. Dentro de 30 años dejarán que lo sepamos. La combinación de la complicidad de los medios de comunicación estadounidenses con los intereses creados de las grandes empresas asegura una vez más que un debate que debiera estarse oyendo en las plazas de todos los pueblos se reduce a los artículos más sesudos de la prensa de la Costa Oeste de EE UU: "Ver columna A de la página 27, si es usted capaz de encontrarla en el periódico, y de entenderla".

Ningún Gobierno norteamericano ha mantenido nunca sus cartas tan pegadas al pecho. Si los servicios de inteligencia no saben nada, ése será el secreto mejor guardado de todos. Recuerden que se trata de las mismas organizaciones que nos mostraron el mayor fracaso en la historia de la inteligencia: el 11-S. Esta guerra inminente estaba planeada años antes de que atacara Osama Bin Laden, pero fue Osama quien la hizo posible. Sin Osama, la junta de Bush seguiría intentando explicar asuntos tan peliagudos como la forma en que logró salir elegida; Enron; sus desvergonzados favores a quienes son ya demasiado ricos; su desprecio irresponsable por los pobres del mundo, por la ecología, y por un sinnúmero de tratados internacionales derogados unilateralmente. Quizá también tendrían que explicarnos por qué apoyan a Israel en su desprecio continuado por las resoluciones de la ONU.

Pero, oportunamente, Osama barrió todo eso bajo la alfombra. Los Bush cabalgan de nuevo. Se dice que el 88% de los norteamericanos quiere la guerra. El presupuesto de Defensa de EE UU ha aumentado en 60.000 millones de dólares, hasta alcanzar alrededor de los 360.000 millones de dólares. De las fábricas está saliendo una espléndida nueva generación de armas nucleares americanas, preparadas para responder igualmente a las armas nucleares, químicas y biológicas en manos de Estados irresponsables. Así que todos podemos respirar tranquilos.

Y EE UU no sólo decide unilateralmente quién puede y quién no puede poseer estas armas. También se reserva el derecho unilateral de utilizar sin escrúpulos sus propias armas nucleares cuando quiera y donde quiera siempre que considere amenazados sus intereses, los de sus amigos o sus aliados. ¿Quiénes exactamente van a ser estos amigos y aliados en los próximos años? Será, como siempre en política, algo parecido a un acertijo. Uno se hace buenos amigos y aliados, así que los arma hasta los dientes. Entonces un día ya no son ni amigos ni aliados, así que se les manda una bomba nuclear.

Merece la pena recordar aquí cuántas horas de profunda reflexión empleó el Gabinete de EE UU en decidir si debía atacar Afganistán con armas nucleares en los días siguientes al 11-S. Afortunadamente para todos nosotros, pero particularmente para los afganos, cuya complicidad en el 11-S fue mucho menor que la de Pakistán, decidieron arreglárselas con sólo 25.000 toneladas de las llamadas cortamargaritas convencionales, que, según todos los testimonios, producen, en cualquier caso, tanta destrucción como una bomba nuclear pequeña. Pero la próxima vez será de verdad.

Un asunto mucho menos claro es cuál es exactamente la guerra que el 88% de los norteamericanos piensa que está apoyando. ¿Una guerra que durará cuánto, por favor? ¿A qué precio en vidas de estadounidenses? ¿A qué precio para el bolsillo del contribuyente norteamericano? ¿A qué precio (porque la mayor parte de este 88% son gente profundamente decente y humanitaria) en vidas de iraquíes? Ahora ya probablemente sea un secreto de Estado, pero la Tormenta del Desierto costó a Irak al menos el doble de las vidas que perdió EE UU en toda la guerra de Vietnam.

El modo en que Bush y su junta consiguieron desviar la ira de EE UU contra Osama Bin Laden hacia Sadam Husein es uno de los grandes trucos de prestidigitación en relaciones públicas de la historia. Pero les salió bien. Una encuesta reciente dice que uno de cada dos estadounidenses cree ahora que Sadam fue responsable del ataque al World Trade Center.

Pero la opinión pública norteamericana no sólo está siendo engañada. Está siendo amenazada, acosada, reprendida y mantenida en un permanente estado de ignorancia y de miedo y, consecuentemente, de dependencia de sus líderes. Esta neurosis cuidadosamente orquestada debería, con un poco de suerte, llevar cómodamente a Bush y a sus compañeros de conspiración hasta las siguientes elecciones. Los que no están con el señor Bush están contra él. O, lo que es peor (ver su discurso del 3 de enero), están con el enemigo. Cosa rara, porque yo estoy completamente en contra de Bush, pero me encantaría ver la caída de Sadam -sólo que no según los términos de Bush y no según sus métodos-. Y tampoco bajo una bandera de tan escandalosa hipocresía. Un colonialismo de EE UU al viejo estilo está a punto de extender sus alas de hierro sobre todos nosotros. Hay ahora más americanos impasibles infiltrándose en pueblos que nada sospechan de los que había en el momento más tenso de la guerra fría. La gazmoñería religiosa con la que van a enviar a las tropas estadounidenses al frente quizá sea el aspecto más nauseabundo de esta surrealista guerra que se acerca. Bush tiene a Dios agarrado por el cuello.

Y Dios tiene opiniones políticas muy particulares.

Dios eligió a EE UU para salvar al mundo de la manera que más convenga a EE UU.

Dios eligió a Israel como nexo de la política norteamericana en Oriente Próximo. Y quien quiera poner en duda esta idea: a) es un antisemita, b) es un antiamericano, c) está con el enemigo y d) es un terrorista.

Dios también tiene conexiones aterradoras. En EE UU, donde todos los hombres son iguales a sus ojos, aunque no a los ojos de los demás, la familia Bush contiene un presidente, un ex presidente, un ex jefe de la CIA, el gobernador de Florida y el ex gobernador de Tejas. Bush senior tiene algunas buenas guerras en su haber, y una reputación bien merecida por saber mostrar la ira de EE UU a los Estados clientes que desobedecen. Una de las guerritas que montó fue contra su viejo amigo de la CIA Manuel Noriega, de Panamá, que le sirvió bien en la guerra fría, pero que luego se creció cuando ésta hubo terminado. No se ve a menudo un poder tan desnudo como éste, y los americanos lo saben.

¿Quieren más datos?

George W. Bush. 1978-84: alto ejecutivo de Arbusto-Bush Exploration, una compañía de petróleo; 1986-1990: alto ejecutivo de la compañía de petróleo Harken.

Dick Cheney. 1995-2000: presidente ejecutivo de la compañía de petróleo Halliburton.

Condolezza Rice. 1991-2000: alta ejecutiva de la compañía de petróleo Chevron, que bautizó un petrolero con su nombre.

Y la lista sigue.

Sin embargo, ninguna de estas vinculaciones insignificantes afecta a la integridad del trabajo de Dios. Aquí estamos hablando de valores honestos. Y además sabemos a qué colegio van tus hijos. En 1993, mientras el ex presidente George Bush hacía una visita de cortesía al siempre democrático reino de Kuwait para que le dieran las gracias por liberar al país, alguien intentó matarlo. La CIA cree que ese "alguien" era Sadam. De ahí que Bush junior exclamara: "Ese hombre intentó matar a mi papá". Pero esta guerra no es personal. Es necesaria. Se trata del trabajo de Dios. Se trata de llevar la libertad y la democracia al pueblo iraquí, pobre y oprimido.

Para ser aceptado como miembro del equipo de Bush parece que también hay que creer en el Bien Absoluto y en el Mal Absoluto, y Bush, con un montón de ayuda de sus amigos, de su familia y de Dios, está ahí para ayudarnos a distinguir lo uno de lo otro. Creo que quizá yo sea Malo por escribir esto, pero tendré que averiguarlo.

Lo que Bush no nos dirá es la verdad acerca de por qué vamos a la guerra. Lo que está en juego no es un eje del mal, sino petróleo, dinero y las vidas de la gente. La tragedia de Sadam es estar sentado sobre el segundo yacimiento de petróleo más grande del mundo. La de su vecino Irán es poseer las reservas de gas natural más grandes del mundo. Bush quiere ambas, y quien le ayude a conseguirlas recibirá una parte del pastel. Y quien no le ayude, no la recibirá.

Si Sadam no tuviera petróleo, podría torturar y asesinar a placer a sus ciudadanos. Otros líderes lo hacen todos los días -pensemos en Turquía, en Siria, Egipto, Pakistán, pero éstos son nuestros amigos y aliados-. Sospecho que en realidad Bagdad no representa ningún peligro cercano y real para sus vecinos, y tampoco para EE UU o Gran Bretaña. Las armas de destrucción masiva de Sadam, si es que todavía las tiene, serán menudencias comparadas con lo que Israel o EE UU podrían desplegar contra él en cinco minutos. Lo que está en juego no es una amenaza militar o terrorista inminente, sino el imperativo económico del crecimiento estadounidense. Lo que está en juego es la necesidad de EE UU de demostrar su enorme poder militar a Europa y a Rusia y a China y a la pobrecita loca de Corea del Norte, así como a Oriente Próximo; mostrar quién manda dentro de EE UU y quién debe someterse a EE UU en el exterior.

La interpretación más comprensiva del papel de Tony Blair en todo esto es que él creía que si montaba el tigre sería capaz de dirigirlo. Pero no puede. En vez de eso, lo que hizo fue otorgarle una falsa legitimidad, y una voz suave. Me temo que ahora ese mismo tigre le ha acorralado en una esquina de la que no puede escapar. Irónicamente, tal vez el propio George W. sienta algo muy parecido.

En la Gran Bretaña del Partido Único, Blair fue elegido líder supremo con una participación bajísima, de alrededor de un cuarto del electorado. En caso de darse la misma apatía pública y los lamentables resultados de los partidos de la oposición en las próximas elecciones, Blair o sus sucesores lograrán un poder absoluto similar con una proporción incluso más pequeña de los votos. Resulta absolutamente risible que, en un momento en el que sus propias palabras han puesto a Blair contra las cuerdas, ninguno de los líderes de la oposición británicos sean capaces de toserle. Pero ésa es la tragedia británica, la misma que la de EE UU: mientras nuestros Gobiernos manipulan, mienten y pierden su credibilidad, y las supuestas alternativas parlamentarias se limitan a hacer maniobras para no quedarse fuera de la foto, el electorado simplemente se encoge de hombros y mira hacia otro lado. Los políticos nunca se creen lo poco que consiguen engañarnos.

Así que el tema en Gran Bretaña no es qué partido político formará Gobierno después del desastre que se avecina, sino quién estará al volante. Lo mejor que podría pasarle a Blair para sobrevivir personalmente sería que, en la penúltima hora, la protesta mundial y unas Naciones Unidas improbablemente envalentonadas fuercen a Bush a volver a meterse la pistola en la funda sin haber disparado. ¿Pero qué pasa si el mayor vaquero del mundo cabalga de vuelta a casa sin la cabeza del tirano?

Lo peor que puede pasarle a Blair es que, con o sin Naciones Unidas, nos arrastre a una guerra que, de haber existido alguna vez la voluntad de negociar con energía, podría haberse evitado; una guerra sobre la que ha habido tan poco debate democrático en Gran Bretaña como en EE UU. Al hacer esto, Blair habrá provocado una respuesta imprevisible, un gran desasosiego doméstico, y el caos en la región de Oriente Próximo. Habrá provocado un retroceso en nuestras relaciones con Oriente Próximo que durará varias décadas. Bienvenidos al Partido de la Ética en Política Exterior. Existe un camino intermedio, pero es duro de seguir: Bush se lanza sin el apoyo de la ONU y Blair se queda en la orilla. Adiós a la Relación Especial.

El tufo a santurronería religiosa que hay en el aire en EE UU recuerda a los peores momentos del Imperio Británico. El manto de lord Curzon no queda bien sobre los hombros de los columnistas conservadores de moda en Washington. Aún se me ponen los pelos más de punta cuando escucho a mi primer ministro prestar sus obsequiosos sofismas de delegado de la clase a esta aventura claramente colonialista. Estamos en esta guerra, en caso de que suceda, para asegurar la hoja de parra de nuestra relación especial con EE UU, para hacernos con nuestro trozo del pastel del petróleo y porque, después de todos los apretones de mano públicos en Washington y en Camp David, Blair tiene que dar la cara en el altar.

-¿Pero vamos a ganar, papá? -Por supuesto que sí, hijo. Y todo habrá terminado mientras todavía estés en la cama. -¿Por qué? -Porque si no, los votantes del señor Bush se van a poner muy impacientes, y podrían decidir no volver a votarle después de todo. -¿Y van a matar a gente, papá? -A nadie que tú conozcas, cariño. Sólo gente extranjera. -¿Puedo verlo por la tele? -Sólo si el señor Bush te da permiso. -Y cuando todo termine, ¿volverán las cosas a ser como antes? ¿Nadie volverá a hacer cosas horribles nunca más? -Chsss, niño, a dormir.

El pasado viernes, un amigo mío estadounidense fue a un supermercado en California con una pegatina en el coche que decía: "La paz también es patriótica". Cuando terminó de hacer la compra, la pegatina había desaparecido.

Volver al principio del artículo            Volver al principio de Recortes             Volver al principio

Sistema de noticias madri+d. Esta noticia ha sido extraída de madri+d (www.madrimasd.org) 10/01/03

¿Para qué la Ciencia?

José Manuel Sánchez Ron. Fuente: El País Digital

La crisis producida por el vertido del Prestige, como hace algún tiempo los casos de las denominadas vacas locas, el accidente de Aznalcóllar con sus consecuencias para el ecosistema de Doñana o los posibles efectos de radiaciones electromagnéticas, ha sacado a la palestra, una vez más, la cuestión de la ciencia en España. Es inevitable que sea así, aunque no sea el mejor escenario para una discusión cabal del papel de la ciencia en un país en el que tal discusión se intensifica precisamente en momentos de desgracias, en situaciones de crisis.

Es absolutamente cierto que, citando algunas manifestaciones aparecidas estos días, España es "un país de poca ciencia", o que "la existencia de una comunidad científica fuerte e independiente es un elemento clave para resolver los problemas que plantea de forma repetida nuestro mundo moderno". Sí, es cierto que vivimos en un mundo cuyas características hacen que sea imprescindible poseer extensos "depósitos" de conocimientos científicos. Más aún, que vivimos en un mundo penetrado por la ciencia y la tecnología en tal medida que aumenta nuestra indefensión cuanto menor es nuestro grado de familiaridad con esa ciencia y esa tecnología. Hay evidentemente que escuchar a los científicos y dar la bienvenida o exigir su ayuda y conocimientos, más aún en momentos de crisis. Pero al mismo tiempo hay que tener muy claras algunas ideas acerca de lo que es y lo que puede ofrecer la ciencia, a la que yo considero, me apresuro a señalar, la mayor fuerza liberadora a disposición de la especie humana; liberadora de errores, mitos, servidumbres y limitaciones físicas (aunque no debemos olvidar otros, como la idea de justicia). La ciencia es, en efecto, el mejor instrumento que poseen los humanos para resolver problemas relacionados con la naturaleza que les rodea, pero la ciencia no puede resolver todos los problemas. O dicho de otra forma: no todos los problemas tienen solución, o no lo tienen en el lapso de tiempo que sería necesario para evitar algunos de los problemas que a veces afectan, de repente o no, a la sociedad, problemas como pueden ser los agujeros de la capa de ozono o el sida. Sabemos demasiado bien cuántas esperanzas se depositaron hace algunas décadas en la capacidad del conocimiento tecnocientífico para que encontrase una solución a los problemas energéticos de la humanidad. No eran pocos los que pensaban, e incluso proclamaban, algo así como: "No importa que expoliemos los recursos energéticos procedentes de depósitos fósiles, producto de procesos que han llevado millones de años. La ciencia nos resolverá el problema". Hoy no es tan fácil que alguien se manifieste con tanta seguridad. ¡Y qué decir del cáncer! En 1971, Nixon estableció en Estados Unidos un gran proyecto que pondría final, pensaba él, en pocos años a ese terrible y tan extendido mal que es el cáncer. Es bien sabido que no ha pasado a la historia precisamente por convertir aquel espléndido y humanitario sueño suyo en realidad.

Si esto no se comprende, si no se sabe que la ciencia es un instrumento maravilloso de conocimiento y de actuación, pero que tiene sus límites y sus tiempos propios y variables, puede suceder que haya quienes se sientan engañados al comprobar, en situaciones de crisis social, cuando desesperadamente necesitan soluciones, que éstas no llegan tan pronto y eficazmente como creían o como algunos les habían inducido a pensar. Y que entonces surja algún tipo de resquemor ante la ciencia. Sería un grave error: ¿piensa alguien que el que la ciencia no haya sido capaz todavía de erradicar el cáncer o el sida significa que la solución provendrá de algún otro tipo de "conocimiento"? En el caso de los agujeros de ozono, por ejemplo, ¿habríamos sido capaces de darnos cuenta de su existencia, causas y forma de combatirlo sin la ciencia?

Hay, por consiguiente, que reclamar la intervención de los científicos en situaciones de crisis como la provocada por el Prestige, pero tengamos claro también otras cosas, como el no caer en la tentación de hacer unos héroes o unas personas de probada altura moral a los científicos. Durante estos días he escuchado manifestaciones que se pueden tomar (no digo que quienes las han aireado piensen de esta manera) en el sentido de que los científicos constituyen el contrapunto de políticos y gobernantes, que con frecuencia intentan promover las opiniones que más les convienen, mientras que los científicos representan el paradigma de la independencia de juicio. Ahora bien, una cosa es que los resultados científicos no deban estar mediatizados por ningún interés, que el proceso de la investigación científica deba ser objetivo en grado sumo, y otra muy diferente que cuando los científicos manifiestan opiniones relativas a la práctica de sus disciplinas (sobre, por ejemplo, qué ramas de la ciencia hay que apoyar más, o acerca de la probabilidad y relevancia social de investigaciones concretas) no puedan ser, ellos también, parciales en ocasiones. Por eso precisamente, porque inevitable y acaso legítimamente, los científicos son individuos que no se pueden sustraer a sus propias y personales (o institucionales) expectativas (modelos de sociedad, ambiciones profesionales, visiones e inclinaciones científicas), no son los momentos de crisis los mejores para tomar decisiones de política científica que puedan afectar profunda y largamente a una política global. En semejantes momentos, la perspectiva suele o puede estar deformada y las ocasiones para el ventajismo y el oportunismo, mucho mayores, porque científicos, buenos científicos, oportunistas y ventajistas también los hay, como en cualquier otra profesión. Si es preciso -lo es- tomar decisiones en esos momentos, extrémense las precauciones y no se tomen de forma tal que hipotequen futuros diseños de política científica. La ciencia española no puede vivir a expensas de tragedias.

Otra razón por la que las situaciones de crisis no son las mejores para discusiones sobre políticas científicas con implicaciones generales es porque la dimensión "aplicada" de la ciencia, de favorecer a la ciencia por su utilidad social, se intensifica entonces. Y bastante intensificado está ya este sentimiento hoy día. No creo ser sospechoso de favorecer una visión idealista de la ciencia, una visión que se ensimisme en el valor, por encima de todo, de la ciencia "pura": en bastantes oportunidades he recalcado la importancia que para la ciencia "básica" tiene la tecnología, y que las fronteras entre ambas son con frecuencia borrosas. Por eso mismo di la bienvenida, en estas mismas páginas, a la creación de un Ministerio de Ciencia y Tecnología al inicio de la presente legislatura. Pero cuando esa legislatura camina ya hacia su término, el balance de seme-jante ministerio se me antoja poco positivo para la ciencia nacional. No sólo por los problemas en la distribución de recursos, denunciados repetidamente por los científicos (por no hablar de que el Gobierno ha incumplido la promesa que hizo de aumentar sustancialmente el presupuesto para investigación, acercándonos a los de países más avanzados), sino también por lo abrumadoramente mucho que sus dos titulares han hablado de cuestiones -importantes sin duda- tecnológicas e industriales y el raquíticamente escaso tiempo que han dedicado en sus intervenciones a la ciencia. Si como ejemplo sirve un botón, mencionaré la reciente intervención del ministro Piqué en el Club Siglo XXI, intervención sin duda bienintencionada, pero en la que, y a pesar de lo prominente que incluía en su título la palabra "ciencia", se ocupó en realidad casi exclusivamente de cuestiones "tecnológicas" (como desgravaciones a empresas para que dediquen mayores recursos a I+D+i, esto es, a investigación+desarrollo+innovación), con no demasiadas y generalmente vacías manifestaciones sobre la ciencia. El VI Programa Marco de Investigación y Desarrollo de la Unión Europea para I+D es otro ejemplo del abrumador espíritu tecnológico del tiempo en el que vivimos. Sucede, sin embargo, que la lógica y dinámica de los intereses de la industria son complejos e impredeciblemente variables (como muestran los descalabros producidos por muchos valores tecnológicos en la Bolsa), que el I+D es una condición necesaria, pero no suficiente, para el éxito económico e industrial y que no es seguro que por muchas facilidades fiscales que se ofrezcan la solución al problema de la ciencia en España -que es también en cierta medida "el problema de España"- vaya a venir de la industria, aunque es evidente que las carencias en este punto son muy importantes. No podemos olvidar a la ciencia más fundamental, a, por ejemplo, la matemática más abstracta e intrincada o a la física teórica más difícilmente comprobable y aplicable hoy por hoy.

El actual Ministerio de Ciencia y Tecnología surgió de una mezcla del antiguo Ministerio de Industria junto con obligaciones del de Educación y Ciencia (en alguna de sus pasadas nomenclaturas). Pues bien, la parte de Industria se ha comido a la de Ciencia, algo que, por cierto, está teniendo repercusiones negativas en el mundo de la universidad, que tiene que convivir con las dos instituciones que controlan educación e investigación y que encuentra dificultades para hallar un lugar reconocido. No está claro quién debe asumir ahora los, difusos, deberes del fomento de la ciencia como cultura, en tanto que la promoción de la cultura es en principio uno de los deberes del actual Ministerio de Educación, Cultura y Deportes. Aunque la cultura no es sino todo aquello que ocurre en una comunidad, la cultura científica necesita más ayudas del Estado y de las instituciones que éste controla. La ciencia y los científicos españoles necesitan ayuda, ayuda sistemática, constante, para que la ciencia se inserte en la cultura más básica y popular. Las instituciones científicas españolas no son todavía lo suficiente poderosas, están lo suficientemente organizadas o son lo suficientemente conscientes como para llevar a cabo esa tarea, y los científicos que alzan su voz en este sentido no son demasiados.

Uno de los nutrientes fundamentales de la cultura de un pueblo se forma en la escuela, por supuesto. De manera que se debería mejorar la presencia y situación de la ciencia en la enseñanza básica. Especialmente maltratada se encuentra la asignatura de Física y Química, y los gritos, entre desesperanzados e irritados, de los profesores de instituto se pueden oír desde hace mucho por todo aquel que tenga oídos. Ahora bien, de nuevo en este punto es preciso ser cuidadosos y buscar mejoras educativas en las que ciencias y humanidades vayan de la mano. No se trata, no se debe tratar nunca, de una guerra entre ciencias y letras, con el peregrino argumento de que vivimos en un mundo dominado por la ciencia y la tecnología. Precisamente porque en buena medida es así y porque la razón económica, que encuentra en la tecnociencia un vital aliado, se ha constituido en todopoderosa ideología, no debemos perder de vista el horizonte de la humanidad, el qué queremos hacer con nuestras vidas. No nos debemos dejar arrastrar por la dinámica o deseos de los científicos o tecnocientíficos, que con frecuencia se mueven por lógicas internas a su profesión y disciplina. El I+D+i es un arma cargada de ideología, de inmensos beneficios posibles, pero también del no menos tremendo peligro de llevarnos a lugares a los que ni siquiera nos hemos planteado si queremos ir. Por otra parte, en sociedades democráticas no es admisible que los poderes públicos no favorezcan discusiones abiertas y razonablemente rápidas de cuestiones que suscita la ciencia actual y cuyas implicaciones afectan a todos. Estoy pensando naturalmente en el caso de las células madres, en el que el Gobierno ha llevado a cabo una política oscura, lenta y en la que muchos han encontrado o creído encontrar indicios de parcialidad ideológica: ¿por qué no se ha debatido en el Parlamento, como se hace con otros casos, la composición de la comisión creada para estudiar el problema?

Es preciso que la ciencia forme parte en España de nuestro discurso civil, que exista sobre ella un pacto de Estado, cuanto más independiente de avatares políticos, mejor. Pero nunca, insisto en este punto, un pacto, un discurso, ajeno a lo que, para entendernos, podemos llamar humanidades. Necesitamos ver la ciencia, sus contenidos y posibilidades que abre, desde el prisma de la vida, de todo aquello que lenta y laboriosamente ha conducido a crear lo que somos, a configurar la condición humana. Si no logramos en las cuestiones fundamentales de nuestra existencia un consenso ético que sea fruto de un debate social lo más amplio y libre de prejuicios posible, ilustrado y enriquecido por todos esos saberes (como la filosofía, las culturas y lenguas clásicas, el derecho o la historia) que han ennoblecido a los humanos y dejamos que sean los avances tecnocientíficos los que establezcan lo que es ético y lo que no lo es, si no integramos la ciencia en la vida, en el lenguaje, en la historia, en la cultura, en nuestras esperanzas y desesperanzas, en nuestras ilusiones y en nuestros temores, si no logramos todo esto no será extraño que haya quienes insistan -y habrá que decir con dolor: "con razón"- en la existencia de dos culturas, separadas, como señaló Charles Snow, por un abismo de profunda incomunicabilidad. Y lo peor es que todos perderemos con ello.

Volver al principio de la noticia             Volver al principio de Recortes             Volver al principio

Fernando Valderrama, ex jefe de la Embajada Española en Iraq

"Decir que dimití por miedo es una injuria"

Esta entrevista ha sido publicada en La Vanguardia (01/02/2003)

¿Dónde esconde Saddam Hussein sus armas nucleares, químicas y bacteriológicas?

- No tiene armas nucleares. Y si tuviera algún armamento químico y bacteriológico, es poco y obsoleto.

- ¿Obsoleto? ¿Por qué?

- Porque esas armas caducan, son armas "vivas" que necesitan ser reactivadas periódicamente, e Iraq no ha estado en condiciones... En conclusión: creo que Iraq no representa peligro alguno para la paz del mundo.

- ¿Seguro? ¿Tan bien conoce usted Iraq?

- Fui el jefe de la embajada española desde junio del año 2000... hasta el día en que dimití, el pasado 17 de octubre.

- ¿Y por qué dimitió?

- Opino que la doctrina Bush de lanzar una "guerra preventiva" contra Iraq vulnera la legalidad internacional vigente, y, tras constatar el apoyo incondicional de mi gobierno a tal doctrina..., yo decidí dimitir.

- La ministra Ana Palacio declaró que usted había renunciado por "miedo".

- ¡Una injuria! "Tu padre es un cobarde", les han dicho a mis dos hijos en el colegio, por su culpa. Por eso le di a la ministra 48 horas para disculparse. No lo hizo, así que la veré en los tribunales: presentaré una demanda por injurias contra Ana Palacio.

- Antes ella ya ha abierto contra usted un expediente disciplinario.

- Y sé cómo me sancionarán: seré expulsado durante ocho meses del cuerpo diplomático. Y, a mi vuelta, me veré marginado.

- Hombre, quizá podría usted haber dimitido, pero discretamente, sin hablar luego.

- Callé y dimití. Y si después un periodista me pregunta por qué he dimitido, ¿tengo yo que inventarme una mentira?

- No, ¡pero quizá sí ser más diplomático!

- Mire, ya callé cuando renuncié a mi cargo en la embajada en Marruecos en 1992, y el ministerio lo aprovechó entonces para dar su versión de aquel hecho: propaló que yo era una "persona conflictiva". ¡He decidido que esta vez no iba a pasarme lo mismo!

- ¿Y qué pasó aquella vez, en su versión?

- Que yo discrepaba de la actuación del embajador español en Marruecos, que estaba concediendo visados irregulares a miles... Y discrepé de su ocultación de lo que pasó en Marruecos durante la guerra del Golfo...

- ¿Qué pasó?

- Que hubo manifestaciones contra Occidente: Hassan II amenazó con fusilar a los manifestantes, pero pese a eso no pudo frenar aquello... ¡y hasta tuvo que enviar al final a un representante suyo a esa manifestación!

- ¿Y qué sucederá ahora en Marruecos si se verifica un bombardeo contra Iraq?

- El pueblo reaccionará en contra. Con Al Jezira y la ANN, el mundo árabe está más informado que hace 12 años: ¡los jefes de Estado árabes moderados, proamericanos, tendrán que lidiar a sus pueblos disgustados!

- ¿Y habrá bombardeo sobre Iraq o no?

- Sí, eso es ya seguro: antes de primavera. ¡Mil misiles caerán sobre Bagdad en tres días, más que en toda la guerra del Golfo!

- ¿Ha dejado usted amigos en Bagdad?

- Sí: muchos están yéndose al campo, con parientes en pueblos, y a la frontera con Siria, que consideran más segura para ellos.

- ¿Qué opinan los iraquíes de Saddam?

- Iraq es hoy lo más parecido a la España franquista de los años 40 y 50: ¿quién se atrevía aquí a quejarse en voz alta de Franco? La policía secreta tiene las cárceles a rebosar...

- ¿Ha conocido usted a Saddam Hussein?

- Le saludé un par de veces... Es un dictador totalitario... Pero, a la vez, es el país socialmente más liberal del mundo árabe: hay práctica pública de todos los cultos (¡en la "occidental" Marruecos no!), se vende libremente alcohol, los comercios no cierran en Ramadán, la mujer viste ropa ceñida, escotes generosos, pantalón, falda por la rodilla...

- ¿Y no hay oposición política a Saddam?

- Hay partido único. Se le oponen los kurdos y los chiítas, pero no están organizados ni le sirven a Estados Unidos como quintacolumnistas: los kurdos no sirven porque eso molestaría a Turquía; y no sirven los chiítas porque se refugian demasiado en lo religioso y además son minoría para el mundo árabe.

- ¿Y cómo piensa Bush rematar esa guerra?

- Bush necesita instaurar allí un régimen amigo que permita a Estados Unidos mantener tropas norteamericanas en territorio de Iraq de manera indefinida.

- ¿Para controlar el petróleo iraquí?

- Un petróleo a flor de suelo, muy barato de extraer y de buena calidad: se llama "Basora ligero", ¡y hay en Estados Unidos varias refinerías especializadas en trabajar sólo ese crudo! En 18 meses podrían obtener 6 millones de barriles diarios a un coste inauditamente bajo: medio dólar por barril.

- ¿Eso es lo que mueve a Bush, pues?

- Y algo más importante: variar el equilibrio estratégico de la zona. El Iraq de Saddam es el país más agresivo contra Israel... Bush quiere un Iraq amigo que reconozca a Israel. Además, con un Iraq proamericano y petrolero, Arabia Saudí ya no sería tan importante, se debilitaría su actual posición...

- Pero los saudíes son también "amigos".

- Pero demasiado poderosos y arrogantes. Resultan repulsivos ¡incluso a ojos de los más derechistas de la Administración Bush!

- Total: una jugada maestra...

- Una jugada peligrosísima: ¡provocará un auge de la violencia en todo el mundo!

- ¿Responsabiliza usted a Bush del terrorismo internacional venidero?

- Eso del "ataque preventivo" conseguirá sólo atizarlo, extenderlo... Mire, en el mundo árabe hay hoy millones de personas dispuestas a morir. De ellos podremos decir de todo... menos una cosa: que sean cobardes.

Volver al principio de la noticia             Volver al principio de Recortes             Volver al principio
linea.gif (922 bytes)
Vivat Academia, revista del "Grupo de Reflexión de la Universidad de Alcalá" (GRUA).
REDACCIÓN
Tus preguntas y comentarios sobre este Web dirígelos a vivatacademia@uah.es
Copyright © 1999 Vivat Academia. ISSN: 1575-2844.  Números anteriores. Año V.
Última modificación: 27-02-2003