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ISSN: 1575-2844

Revista Vivat Academia

Histórico Año V

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Abril 2003. Nº 44

En la medida que recibamos artículos o noticias de interés procedentes de la administración, otras universidades o del C.S.I.C., editaremos esta nueva sección.

Contenido:

Primera vuelta en la UIB (Camilo José Cela Conde)
Estado y poder de la investigación (Juan Modolell)
Documento sobre las declaraciones del ministro Piqué

Primera vuelta en la UIB

Camilo José Cela Conde

Habrá segunda vuelta en las elecciones a rector de la Universitat de les Illes Balears. Ninguno de los tres candidatos presentados logró la mayoría absoluta, cosa que era de esperar, aunque el doctor Avel·lí Blasco haya quedado cerca. Pero el comentario urgente, casi a pie de urna, tras felicitar a los tres candidatos a rector por su decisión, siempre valiente, de dar la cara, tiene que hacer referencia al ejemplo de concienciación y sentido del deber que han mostrado los universitarios. Frente a la idea que circulaba de una especie de indiferencia rayana en el manfutismo, profesores, personal de administración y servicios y alumnos han acudido a las urnas. En un porcentaje muy alto los dos primeros colectivos y en otro más bajo, pero bien significativo habida cuenta de las dificultades que tiene el mover a doce mil personas, por lo que hace a los estudiantes. Puede que las lecturas de pasotismo se debieran a que la politización de las elecciones augurada por la nueva ley no se produjo en la UIB. No hubo desembarco de los partidos políticos, ni apoyos, al menos explícitos, a ningún candidato. La campaña, así, fue muy distinta a las que nos tienen acostumbrados a padecer los políticos profesionales: salvo por alguna salida de tono lamentable en las asambleas, la corrección ha sido la norma. Es fácil confundirla con falta de interés.

Un análisis inmediato de los números indica que la UIB ha votado al candidato que mejor se ajusta a la llamada línea oficial. En eso, nuestra universidad no ha dado la sorpresa que se ha producido en otras. Pero la pormenorización del voto indica situaciones al menos curiosas. Una mayoría absoluta de los profesores no doctores y del personal de administración ha optado por lo que parece la línea de mayor continuidad, la del profesor Blasco, con los otros dos candidatos en la práctica muy igualados. Los alumnos, por contra, se han mostrado tanto a favor del ganador de la primera vuelta como partidarios, con un porcentaje muy parecido, del doctor Llorenç Valverde. La campaña electoral de éste, creativa y un tanto contra corriente, le ha concedido en gran medida el favor del alumnado. Los profesores doctores, por su parte, han votado de la manera que parecía más previsible si la elección se hubiese producido, siguiendo las reglas anteriores, en el claustro de la UIB.
¿Qué cabe vaticinar de cara a la segunda vuelta? El pronóstico depende lo que se crea que va a suceder con los votos de Llorenç Valverde, el catedrático que ha quedado en tercer lugar. Los programas electorales de los candidatos Valverde y Deyà seguían unas líneas parecidas en bastantes puntos. Pero de esa constatación no se deriva un trasvase automático de los votos que, sumados, convertirían al doctor Pere Deyà en el próximo rector de la UIB. Supongo que me ganaré bastantes reproches y algunos odios si digo que los profesores no votan siempre con la cabeza sino sobre todo con el corazón. O, dicho de otra forma, que se vota a menudo más en contra que a favor. Se examinan, por encima de los programas, las personas que figuran en una y otra lista como vicerrectores, y se vota en virtud de filias y fobias. Si es así, puede suceder que los votos del doctor Valverde se repartan entre las otras dos opciones y Avel.lí Blasco repita su triunfo, esta vez definitivo. Habrá que felicitar a quien se haga con el rectorado, pero no menos que a los otros dos candidatos. Nadie pierde cuando da la batalla con la dignidad que se ha visto en la UIB.

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Estado y poder de la investigación

Juan Modolell, profesor de Investigación del Centro de Biología Molecular Severo Ochoa (CSIC-UAM).

Publicado en "El Cultural".

Las dimisiones en el Ministerio de Ciencia y Tecnología y en el CSIC ponen de relieve la profunda crisis administrativa que vive nuestra ciencia. ¿Buenos investigadores pero mala gestión? ¿Rígidas estructuras? ¿Funcionarización? ¿Falta de competitividad? Juan Modolell, premio Jaime I de Investigación y profesor de Investigación del Centro de Biología Molecular Severo Ochoa (CSIC-UAM), analiza para El Cultural las causas de esta situación.

La ciencia, como un árbol de crecimiento lento, requiere cuidados continuos y no puede regarse durante un tiempo y abandonarse después si queremos que fructifique. Se necesita un trabajo de seguimiento constante y una inversión en capital humano y en infraestructuras a largo plazo. Cuando esto no es así, como parece que ocurre en estos momentos, dadas las dimisiones de altos cargos en la cúpula de la política científica estatal, se corre el peligro de quebrar el crecimiento y malograr parte de lo conseguido. Las expectativas optimistas con las que los científicos contemplamos la creación del Ministerio de Ciencia y Tecnología en gran medida no se han cumplido. Así, en los últimos años se ha producido un notable abandono en lo que respecta a la política científica, habiéndose hecho mucho menos de lo que se preveía.

Las inversiones para I+D prácticamente no han aumentado, puesto que seguimos dedicándoles el 0,9% del producto interior bruto, mientras que en países de nuestro entorno la inversión está alrededor del 2%. Hay que tener en cuenta, además, que en ese 0,9% están incluidos los gastos de investigación para defensa, los cuales normalmente no se contabilizan en este capítulo. Ello se traduce en carencias en tres aspectos importantes para la I+D: infraestructuras deficientes, puestos de investigación insuficientes y subvenciones para la investigación escasas. Describiremos cada uno de estos aspectos por separado.

Medios obsoletos

Nuestros centros de investigación son en general pocos, están sobresaturados, y en muchos casos disponen de equipos y medios tecnológicos obsoletos. Los investigadores trabajamos en laboratorios muy pequeños, lo que limita el número de personas que podemos formar y hace que la productividad disminuya. También carecemos de suficiente personal de apoyo a la investigación, por lo que tenemos que perder el tiempo en actividades que hacen desviarnos de nuestro cometido. El moderno equipamiento para la investigación, escaso por otra parte, suele requerir personal especializado para su uso efectivo y este personal es insuficiente y en muchos casos trabaja en condiciones contractuales precarias. Si bien es verdad que últimamente se han creado algunos nuevos centros importantes, como el Centro Nacional de Investigaciones Oncológicas, ello se ha debido más al laudable empeño personal de alguien como Mariano Barbacid, que al reflejo de una política científica que apoya este tipo de iniciativas, las propulsa, y mejora las condiciones para que estos proyectos se generalicen y puedan llevarse a cabo con rapidez y sin trabas económicas y burocráticas.

Seguramente, la mejor iniciativa que en los últimos años ha realizado el Ministerio de Ciencia y Tecnología ha sido el Programa Ramón y Cajal para el contrato de unos 2.000 científicos, tras su formación como becarios postdoctorales con experiencia en el extranjero. Esto ha sido un paso importante en la dirección adecuada. Pero, como en otras cosas, sólo será óptimo si tiene una continuidad. Los contratos son para cinco años y no está previsto lo que ocurrirá a su término. Es más, el programa acaba con la convocatoria actual y no parece prevista su continuidad. Creo que esta iniciativa, que ha sido excelente para absorber la "bolsa" de científicos jóvenes sin puesto de trabajo, debe continuarse indefinidamente ajustando el número de plazas a la disponibilidad de científicos preparados que, desgraciadamente, tampoco son tantos.

El Programa Ramón y Cajal, junto con la iniciativa del Institut Catalá de la Recerca (ICREA), que contrata anualmente y de forma indefinida a unos 30 científicos de probada excelencia para reforzar las instituciones de I+D y las universidades catalanas, son además "experimentos" muy interesantes por abrir una vía para acceder a la investigación y/o docencia distinta de la funcionarial. Creo que es muy importante cambiar la mentalidad de los investigadores en organismos públicos, incluidas las universidades, y aceptar, a largo plazo, la desfuncionarización total de nuestras instituciones. Ello les permitirá hacer una política científica real y competir por los mejores científicos y docentes, a la par que esta competencia deberá ser un estímulo para los mismos. Actualmente, en España, cada profesor universitario es un funcionario de su universidad y no puede trasladarse a otra que le ofrezca un mejor ambiente en el que desarrollar su actividad docente e investigadora. En este sentido, cabe reclamar una Universidad más abierta, que pudiese competir por los mejores profesores. Una manera de hacer esto es implementar gradualmente el sistema de tenure track existente en otros países a las nuevas incorporaciones. Mi experiencia de más de 32 años de funcionario del CSIC me indica que hay una proporción demasiado elevada de funcionarios investigadores y docentes que no deberían ocupar estos puestos. El sistema funcionarial es irreversible, desincentivador, y permite que ocupen plazas vitalicias personas inadecuadas. Yo me inclino por un sistema no vitalicio en el que haya que demostrar durante unos años la excelencia docente e investigadora antes de acceder a contratos indefinidos y siempre sujetos a evaluaciones del buen hacer profesional. Pero también quiero señalar que para trabajar bien es necesaria una seguridad y una estabilidad en la profesión, y por tanto una liberalización absoluta tampoco es buena. Creo que hay que buscar un sistema intermedio entre el funcionariado vitalicio y el riesgo de la inestabilidad liberalizadora.

Retrasos y ralentización

En estos últimos años hemos visto como convocatorias de proyectos, becas, etc. se retrasaban injustificadamente, los fondos llegaban meses después del inicio de los proyectos, las becas predoctorales de cuatro años de duración prevista quedaban reducidas a algo más de tres debido al retraso en su concesión. La gestión de los fondos en ciertos aspectos también se ha complicado y así un contrato para un ayudante de laboratorio debe ahora hacerse por concurso público, lo que en el CSIC demora unos tres meses la contratación. Esto unido al retraso en la disponibilidad de las subvenciones ha hecho que contratos que en principio deberían haber sido de tres años, la duración normal de los proyectos, han quedado reducidos a algo más de dos años. Esta forma de actuar ralentiza el funcionamiento de los equipos. Por otro lado, al haber aumentado el número de peticiones de proyectos, en parte debido al Programa Ramón y Cajal, las concesiones han sido más escasas. Por ejemplo, se quiso lanzar con gran prisa la Acción Estratégica de Genómica y Proteómica que con un fuerte presupuesto debería haber subsanado el retraso en infraestructura, medios y proyectos que llevamos en esta área novísima de la biología y que se tradujo en la casi nula participación de España en los grandes proyectos de secuenciación de genomas y explotación de los conocimientos derivados de los mismos.

Finalmente, la Acción Estratégica apareció con mucho retraso y con un presupuesto muchas veces inferior al inicialmente previsto y, aunque útil, no va a subsanar nuestras deficiencias en esta área de investigación.

Todos estos condicionantes hacen que nuestras instituciones no tengan la excelencia científica que corresponde a un país de nuestro nivel de desarrollo y esto hace que cada vez sea más difícil competir con los países de nuestro entorno. Es cierto que tenemos grupos de investigación sobresalientes, pero en su conjunto, en excelencia científica todavía somos un país de segunda división. Lo sabe muy bien la mayoría de los científicos que están trabajando en nuestro país y también lo saben la mayoría de las empresas, hoy día multinacionales, que establecen su investigación cerca de las instituciones de gran prestigio científico en otros países, como Francia, Inglaterra o Alemania. Para llegar a la altura de estos países es necesario tiempo, dinero y una voluntad política constante y a prueba de avatares puntuales.

Alejamientos de los jóvenes

Hay que empezar a cambiar el panorama con iniciativas que extiendan programas como el Ramón y Cajal y el ICREA y los complementen creando las infraestructuras donde estos investigadores puedan realizar su labor de forma ágil y eficiente. Ello es además importante porque hemos observado en estos últimos años un alejamiento progresivo de nuestros mejores jóvenes de las tareas científicas. Cunde la impresión, completamente real, de que la investigación es una profesión muy bonita, pero de la cual desgraciadamente no se puede vivir, ya que supone largos años de esfuerzos sólo compensados con becas sin seguridad de continuidad, largos periodos en el extranjero sin seguridad de retorno, y la posibilidad real de tener que dedicarse al final a otras tareas, pues no hay "plaza" para ellos en nuestras instituciones encorsetadas. Esto es muy grave pues el capital humano es lo más precioso que tiene un país y ninguno puede permitirse el lujo de despreciarlo. Como alguien dijo muy acertadamente: "Si crees que la educación es cara, prueba la ignorancia". La mejora de nuestro nivel científico pasa, pues, por flexibilizar las instituciones, abrir el sistema de contratación, apoyar a la gente joven y aumentar los presupuestos para centros de investigación, infraestructuras y proyectos.

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Documento sobre las declaraciones del ministro Piqué

Tras las polémicas declaraciones del ministro Piqué: "Ahora hay más extranjeros en España trabajando en ciencia que españoles en el extranjero", la revista Science recoge diversas opiniones al respecto, que pueden ser consultadas en un documento PDF, pulsando este enlace.

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Vivat Academia, revista del "Grupo de Reflexión de la Universidad de Alcalá" (GRUA).
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Última modificación: 05-05-2003