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La lluvia de las PerseidasBenjamín Hernández Blázquez. Universidad Complutense de Madrid. Las postreras jornadas julianas y las sucesivas calendas agostíes conforman un tiempo, como no hay otro, para la observación del firmamento, espectáculo que ha fascinado al hombre desde siempre. Y ello con la premisa de la servidumbre que implican las ralas horas de noche cerrada que se acotan entre el crepúsculo y la aurora. Las tórridas temperaturas que estos días se derraman en las sesiones nocturnas: "por san Antón heladura y por san Lorenzo calentura", invitan a ahondar en el deslumbrante mundo de las noches castellanas, como la denominada "lluvia de las Perseidas", que en otros lugares dicen "lágrimas de san Lorenzo", enjambre de meteoritos que tienen las mayores apariciones entre los días 10 y 12 de agosto: "algo dice san Lorenzo cuando llora sin cuento". Este año, empero, la máxima actividad se esperó para la madrugada del 13, aunque la luna llena de esa noche dificultó la observación. El cielo veraniego es el más espectacular del año, no por el número de estrellas brillantes presentes, sino porque la franja de la Vía Láctea, nuestra galaxia, alcanza una posición muy elevada y deja al descubierto una de las zonas más pródigas del universo. Por consiguiente, aunque la lluvia de meteoros acontece casi todos los meses, sólo en esta época encuentra la convergencia óptima; la causalidad son la multitud de cometas que giran alrededor del Sol; son de forma irregular, rocosos y describen órbitas extremadamente alargadas acercándose periódicamente al Sol, la Tierra y otros planetas. Cuando esto acaece, las partículas volátiles de su superficie inician su evaporación generando una atmósfera que se extiende en forma de cola en la dirección opuesta al Sol. Así, en sus múltiples pasos por sus cercanías, los cometas periódicos principian su desgaste dejando tras sí un sendero de pequeñas partículas que quedan dispuestas a lo largo de su órbita, formando un material como un anillo. El planeta Tierra, en su itinerario alrededor del Sol, suele atravesar las órbitas de varios cometas, y es entonces cuando muchas de las desiguales partículas entran en la atmósfera terrestre, volviéndose incandescentes y provocando destellos luminosos de gran rapidez. Se genera así una lluvia de estrellas fugaces o meteoros, entre ellos las más conocidas las Perseidas, aunque existen varias más como las Oriónidas. Si la densidad de las partículas es elevada, la lluvia puede ser espectacular, como pasó en 1999 que arrojó varios miles de meteoros en una hora; no obstante, resulta muy improbable para los observatorios astronómicos, prever la intensidad del fenómeno, que en su versatilidad tienen de común el génesis. Dado que todos los trazos de una determinada lluvia son provenientes de un mismo punto del cielo, el radiante, cada lluvia se designa con la denominación de la constelación donde se sitúa el referido radiante; así el de la Perseidas está situado en el norte de la constelación de Perseo. Contemplando el norte desde latitudes medias del hemisferio boreal, el nuestro, siempre nos encontramos multitud de estrellas, son las mismas de cualquier época, es la región circumpolar, poblada por estrellas que giran en torno al polo norte de la bóveda celeste sin llegar nunca a ocultarse. Alineada con las Perseidas, se sitúa la constelación de Andrómeda, se distingue como una tenue nubecilla, que no pertenece a la Vía Láctea, y según los astrofísicos, "la luz que ahora recibimos de ella salió de allí, tal vez, cuando los primeros homínidos poblaban este planeta". Pero escudriñando la noche celeste, se puede encontrar al Escorpión que pisó Heracles, a la Osa de Artemisa, a la Aurora del amanecer, a la Canícula, a las Pléyades hijas de Atlas, a Argos el gigante y, sobre todo, a las que aquí atañen a la lluvia de Perseo. Todos nombres mitológicos del fabuloso Olimpo, que ya figuraban en el mapa griego del cielo nocturno, aún consultado; libro ilustrado de leyendas en el que algunos astros o grupos de estrellas estaban formados por perfiles relacionados con héroes y animales, referidos en aquella mitología, que la fabulosa imaginación de los griegos germinó, en el espacio infinito de los astros. Zeus, padre de los dioses, se convirtió en lluvia de oro cayendo sobre una torre de imposible acceso, allí engendró a su hijo Perseo que tuvo mil aventuras con gorgonas, náyades y quimeras; siempre salió victorioso, y para conocer a la bella Andrómeda tuvo que cercenar la cabeza de Medusa. Su abuelo el rey de Argos, a pesar de las extraordinarias peripecias que realizó para esquivar su destino, murió, tal como le había advertido el oráculo; cuando Perseo participaba en una competición de discóbolos una ráfaga de viento desvió el artefacto rompiendo el cráneo del rey, cumpliéndose así el designio de los dioses, que habían asegurado al rey que su nieto lo mataría. Entonces Perseo y Andrómeda se convirtieron en constelaciones, así como los padres de ésta: Cefeo y Casiopea. La lluvia de meteoros de color amarillo, es la lluvia de oro del rey de los dioses; el cristianismo no puso nombres nuevos a las antiguas estrellas, sólo las redefinió y adaptó en determinadas situaciones como "las lágrimas de san Lorenzo", por coincidir con el dies natalis del mártir hispano del siglo III. Volver al principio del artículo Volver al principioPrincipia el otoñoBenjamín Hernández Blázquez. Universidad Complutense de Madrid. Más allá de los tópicos de siempre, este verano ya extinguido, ha sido tórrido como pocos y lo ha sido en cuanto a las temperaturas, con registros asfixiantes en toda Europa que han convergido en víctimas sin precedentes; y sin cuantificar, ya que en varios países aún no se sabe el número de personas muertas por esta causa, no hay datos oficiales generales ni desglosados por provincias, por edades por días, etc. Sanidad presentó datos el 17 de septiembre, pero dice que los motivos se sabrán a comienzos de 2004. Al respecto, un prestigioso diario francés decía que: "hace dos siglos Napoleón hubiera hecho rodar las cabezas de muchos intendentes" por no dar novedades puntuales en un suceso tan relevante. Asimismo, lo ha sido por el drama de los incendios que han calcinado miles de hectáreas, economías hundidas y daños ecológicos en el umbral de la irreparabilidad. El mes de septiembre, que inaugura varios "años" , no fue más halagüeño, al fin y al cabo cumplió con sus designios: "del mes que entra con abad (día 1, san Gil) y acaba con fraile (día 30, san Jerónimo) Dios nos guarde". Las alegorías, que siempre trivializan el símbolo a través de metáforas, representan a septiembre, al identificarle con el otoño, por una figura humana que varea un árbol para que caigan sus frutos sobre la tierra, también como la madurez del ciclo vital del hombre. Empero, el calendario impone su lógica implacable; más lejos de playas, de montes y de anarquía de horarios, se barrunta el colofón del verano. Refranes diversos ornan este denostado mes, sobre todo los meteorológicos: "septiembre seca las fuentes y derriba los puentes"; "del 1 al 15 lluvia muy copiosa para el campesino peligrosa" o "si en septiembre ves llover el otoño seguro es". Dichos que preludian la entrada del otoño que acaeció el día 23: "por san Mateo feria y otoño veo", a las 10 horas 47 minutos del Tiempo Universal, el tiempo que hace referencia a todos los fenómenos; tiempo idéntico en todo el planeta y que no sufre variaciones en todo el año, como los dos cambios que preconizan la hora oficial de los países. El inicio del otoño en el hemisferio boreal, el nuestro, y la primavera en el austral, es una de las consecuencias del movimiento de traslación de la Tierra alrededor del Sol. Para el observador terrestre, el astro rey sigue un movimiento aparente por la esfera celeste trazando una línea imaginaria denominada eclíptica, así llamada dado que en la antigua astronomía, se daba este nombre a la línea en que se producían los eclipses. Los dos puntos equidistantes de los polos celestes son los dos equinoccios: primavera o punto vernal y otoño o primer punto de Libra. En las dilatadas noches castellanas, aun pueden contemplarse, en el brillante cielo septembrino, planetas como Marte que comienza a perder lentamente el extraordinario brillo que alcanzó su cenit en agosto, hasta ocultarse a finales de mes, dos horas antes del inicio del alba. Aun así, su brillo supera a Júpiter que reaparece poco antes del inicio del alba sobre el horizonte este; su reducida altura en la bóveda celeste, según datos del Instituto de Astrofísica, aumenta paulatinamente hasta los postreros días del mes. También Mercurio es visible sobre idéntico horizonte, en los amaneceres de la última semana, allá por san Miguel; sobre otros astros siempre se ha dicho: "el otoño es el mes más pobre en estrellas brillantes". De la observación de la cambiante y versátil naturaleza, se puede deducir que, tal vez, la ley más inexorable sea el paso del tiempo. La corriente de un río en la montaña, el espíritu de un arroyo en la llanura, la pérdida de las hojas caducas de los árboles, la berrea de los ciervos, repetida cada año entre encinas y jaras; pero, sobre todo, la sucesión de las exhaustas estaciones. Todo contribuye a la percepción de la naturaleza como un ser vivo en renovación constante y donde todo tiene preparada su acta de defunción, para que algo nuevo pueda tomar el relevo y confundirse sin estridencias. Volver al principio del artículo Volver al principioNo mentirásMarcelo Leonardo. Doctor en Física. Profesor titular en UBA. Investigador del Conicet. E. (Argentina). En mayo de 2003, los editores del New York Times, uno de los diarios más prestigiosos del mundo, realizaron un mea culpa al admitir que uno de sus redactores estrella, Jayson Blair, había inventado y/o plagiado historias, produciendo algunas coberturas que obtuvieron un importante impacto en el público: fueron detectados 36 artículos con "errores". Algunos, Blair decía haberlos escrito en seis estados diferentes de Estados Unidos cuando en realidad nunca había salido de Nueva York. Se valía del archivo del diario, de los cables de agencias y de notas de terceros a las que le agregaba descripciones y cierta emoción; hasta llegó a inventar declaraciones. No se trató de un error sino de un fraude. A su vez, Rick Bragg "premio Pulitzer y también redactor estrella" reconoció cómo es común que algunos corresponsales utilicen reportajes hechos por pasantes y les pongan la firma. Sus colegas entraron en cólera por estas declaraciones y Bragg debió renunciar. No sólo en el New York Times Un caso análogo y resonante, divulgado, entre otras, por la revista Physics World, sucedió el año pasado pero en el ámbito científico. Lo que ocurrió fue lo siguiente: a fines de 2002, Jan Hendrik Schön, un físico alemán que trabajaba en los prestigiosos Laboratorios Bell, en el área de electrónica molecular, fue despedido. Supuestamente había descubierto una forma de difundir corrientes eléctricas intensas en cristales semiconductores orgánicos compuestos de anillos de benceno, que originalmente eran muy pobres conductores. Schön y sus colegas, entre ellos Bertram Batlogg "una autoridad en superconductividad y jefe de física del estado sólido del laboratorio", aseguraron haber obtenido un transistor compuesto de una simple molécula de un tipo de benceno. ¿Las aplicaciones? Por ejemplo, la posibilidad de producir láseres orgánicos mucho más baratos que los que emplean actualmente nuestros reproductores de CD o DVD. Schön escribió unos 60 artículos en dos años, 15 de ellos en las prestigiosas revistas Nature y Science. Además, se lo candidateó para el premio Nobel. Publicar o perecer Un cálculo sencillo nos indica que en 2001 escribió un promedio de un artículo cada 8 días. Lo cierto es que un comité de científicos ha declarado que Schön mostró una desatención temeraria hacia "la santidad de los datos científicos". ¿Los cargos? Sustituir datos, obtener resultados no realistas en cuanto a su precisión y exhibir fragantes contradicciones. Art Ramírez, un físico de Los Alamos National Laboratory, ha dicho que Schön ha quebrado la principal regla de la ciencia: la de "no mentirás", y que a causa de su actitud muchos científicos han perdido tiempo y dinero. Esto último, como veremos, es discutible: muchos científicos viven gracias a investigaciones basadas en este tipo de resultados. Schön trocó conjuntos completos de datos y manipuló curvas supuestamente representativas del comportamiento de materiales orgánicos. Admitió haber cometido errores de los que se arrepintió profundamente a pesar de haber sostenido que todas sus publicaciones se basaron en observaciones, afirmando no haber guardado ningún libro de registros de los datos y borrado toda la información. Mentiras verdaderas Claramente tampoco se trata de un caso de error sino de fraude, casi idéntico a cómo el periodista Blair imaginó situaciones e ideó notas. Batlogg, coautor de Schön, ha sostenido que de ahora en adelante chequeará mejor la información y los procedimientos, sosteniendo que, no obstante, la confianza en los colegas es lo que debe permanecer como el fundamento en el que se base la investigación científica... Schön, Batlogg y otros se han retractado del contenido de unos 15 artículos. De hecho, Science y Nature desnudaron su política tendiente a publicar resultados espectaculares, aun si éstos mismos son expuestos superficialmente. Uno de sus referís ha reconocido que a la hora de recomendar una de las publicaciones atendió al análisis de los datos, a las conclusiones y al cuadro general del artículo; sostuvo que nunca imaginó que los datos pudiesen ser falsos y que de todos modos nunca hubiese estado en condiciones de descubrirlo. Fábrica de datos También en 2002 se reveló otro fraude, esta vez en el Lawrence Berkeley National Laboratory. Allí, Victor Ninov, literalmente, fabricó ciertos datos vinculados con un eventual descubrimiento del elemento 118. Ninov y sus colaboradores dijeron haber creado muestras del 118 impactando átomos de Kriptón en un blanco de plomo, pero los decaimientos alfa correspondientes nunca fueron detectados en otros laboratorios. Todos los coautores se han retractado. Estos casos resonantes que corresponden a un estilo de producción periodística y a la presentación de los resultados de la investigación científica son asombrosamente parecidos. ¿Las razones? Ciertas analogías entre ambas actividades: el afán por publicar, la de justificar un trabajo, el acceder a cierta originalidad. Pocos físicos conocen el hecho de que incluso alguno que otro premio Nobel en su disciplina, ha cometido fraude o incluso plagio. En biología y biomedicina, quizás el fraude sea más frecuente; en ciencias sociales, donde la interpretación de los datos da lugar a una mayor libertad, el fraude existe y a importante escala. Muchos físicos, en algún momento de su formación, han realizado la experiencia de la gota de Millikan empleada para detectar, nada menos, que la carga del electrón: la unidad mínima de carga negativa. Millikan presentó los resultados de un trabajo en 1913 del que luego se supo que había eliminado los datos "inconvenientes". En 1910, Ehrenhaft, empleando un dispositivo análogo, había llegado a la conclusión de que podían encontrarse valores inferiores a esa carga, que denominó subelectrones (posibilidad planteada por varios físicos muy importantes); la situación volvió a repetirse en 1981 cuando ciertos experimentos parecieron corroborar la existencia de cargas que eran fracciones de la atribuida al electrón. Pero además Millikan, en su trabajo, empleó una idea decisiva que había sido introducida por un estudiante suyo sin comunicar ese hecho en sus artículos. Por su trabajo obtuvo el Premio Nobel en 1924. Evaluar, evaluar Sin duda, en muchos casos, alrededor de la producción periodística predomina la presión por la nota sorpresa y original, lo que termina en una investigación a medias y en el acomodamiento de los datos, pero, sobre todo, en la interpretación fácil de los hechos y en una orientación hacia lo que la línea editorial del medio periodístico quiere presentar. En la investigación científica, los comités que deciden la financiación constituyen un "sistema de control de pares". Para obtener un subsidio, tener una idea brillante o innovadora no parece suficiente; lo que más pesa son las llamadas "contribuciones" o traducido: la cantidad de artículos ya publicados por el aspirante, sin duda, el parámetro concluyente. "Publica o muere" Varsavsky ha indicado que a la hora de evaluar el trabajo de un científico el número de artículos publicados posee tanta importancia como su contenido, y que muchos creen que saber escribir artículos es garantía de sabiduría, así no crean que tener el diploma de médico sea garantía de saber curar. Bajo estas condiciones, resulta francamente difícil no llegar a publicar algo; es que el propio sistema lo fomenta. Hoy este hecho se agrava a causa de los complejísimos programas de computación disponibles "empleados por ejemplo en biología, astronomía o física", que reúnen y ordenan la información: "ningún referí de revista está en condiciones de evaluar si un programa ha sido bien empleado, si se han ingresado correctamente los datos o si ellos se han evaluado de manera adecuada; por lo general, debe confiar". Pero además, existen tantas revistas, tantos temas específicos juzgables por tan poca gente, que es muy difícil evaluar la calidad. Lo verdaderamente difícil es publicar poco pero bueno; es la excepción: muchos buenos científicos se han caracterizado por la poca cantidad de trabajos publicados, pero de calidad; han tenido la capacidad y la oportunidad de investigar a fondo cuestiones de fondo. Debería sospecharse de los que publican con frecuencia; esto no significa que no deba sospecharse de aquellos que no publican nada. Muchas veces, para sobrevivir como tales, los científicos emplean algunos recursos conocidos. Uno de ellos consiste en pedir financiación para un trabajo ya hecho pero aún no publicado; de esta manera, y a la hora de informar, se garantiza el cumplimiento del plan de investigación. Otras veces se publica de a cuotas, desdoblando los artículos de forma tal que aparezcan "nuevos" resultados como si ellos fuesen productos de otra investigación. También los artículos se refritan. Es sintomática la frecuente forma críptica de escribir los informes, paradójicamente equivalente a la forma sencilla de enlazar, reducir y esquematizar el contenido de una investigación periodística cuando se intenta demostrar o más bien imponer una idea, un suceso o una cuestión de moda. Modas científicas En la ciencia se suelen priorizar los temas de moda en detrimento de otras líneas de investigación que podrían innovar los puntos de vista e incluso amenazar con hacer caer alguna teoría vigente. Es un hecho que por ejemplo en Francia, el riesgo de fraude es más bajo que en Estados Unidos, no sólo porque los investigadores son menos en número, sino porque el riesgo de no publicar y los sistemas de control son más distendidos. McCutchen ha llegado a afirmar que las revistas no deberían rechazar ningún trabajo, y que si la publicación sin censura creara una gran cantidad de basura, ello demostraría que muchos científicos crean basura y que es mejor saberlo que esconderlo. La dictadura de los mediocres Di Troccchio, un estudioso de los casos de mentiras científicas, de fraudes o escándalos, sostiene que desde mediados de los 60 ha aparecido una suerte de dictadura de los mediocres que se ha apoderado de los mecanismos de otorgamiento de subsidios. Invocando estudios relacionados con el desarrollo de la ciencia en el mundo, muestra cómo a medida que la población científica se duplica cada 12 años, el número de científicos a los que se podría denominar geniales "de acuerdo con los propios parámetros del establishment" se reduce proporcionalmente, tan sólo duplicándose cada 20 años, disminuyendo así el potencial creativo. En este sentido, es notable cómo podemos relacionar el fraude con la genialidad. Es conocido el hecho de que Galileo falseó datos experimentales relacionados con el movimiento en planos inclinados, diseñados por él mismo, de forma tal que coincidiesen con los datos teóricos, los que en mejor condiciones experimentales hubiesen sido corroborados. La diferencia con Galileo y con su genialidad consiste en su justificada confianza en las predicciones teóricas que, por otro lado, resultaron ser adecuadas, y sobre todo en su honestidad al proponer explícitamente la primacía de los resultados de un razonamiento por encima de los de una experiencia. Digamos que las líneas de investigación seguidas por Schön y Ninov podrían ser adecuadas (de hecho muy recientemente se reportó la probable existencia de simples electrones actuando como transistores en cristales de silicona, o del descubrimiento del elemento 110 por parte de colegas de Ninov); lo que se cuestiona es su proceder frente a los resultados, lo que se traduce en el fraude y en el no reconocimiento de la falta de resultados positivos. Sobre el error en la ciencia Los ejemplos los hemos extraído de la física y del periodismo, pero son comunes en otras actividades. Hace unos años en La Recherche se analizó el caso de dos psicólogos que enviaron a 12 revistas prestigiosas, para su publicación, 12 artículos muy citados de colegas, publicados dos años antes. Enviaron un artículo por revista "a cada revista el artículo que ella había publicad", levemente modificado. Tres de esos artículos fueron reconocidos como plagios por la respectiva revista; los restantes 9 fueron analizados como si fuesen nuevos: 8 fueron rechazados para su publicación y 1 fue aceptado. Sokal, por su parte, se ha encargado de señalar la vulnerabilidad de los criterios de rigurosidad en ciencias sociales al mostrar cómo muchas veces, a la hora de emplear el principio de autoridad, se puede llegar a escribir cualquier cosa, siempre y cuando su presentación sea críptica. A lo que quizá no ha atendido Sokal es a cómo mecanismos análogos operan frecuentemente en las llamadas ciencias duras. La ciencia debe promover el error: ello es garantía de creatividad, de búsqueda, de debate; lo que no se debe hacer es fomentar el fraude. Quizás en el periodismo todo parezca más crudo debido a que la diferencia entre mentira y error parece estar más expuesta, pero las presiones hacia el fraude son análogas, como análogos son los sutiles mecanismos de la tergiversación, muchos de los cuales a todos nosotros nos resultan desconocidos. Volver al principio del artículo Volver al principioRecorte de prensaCae un 27,7% la inversión por investigadorEspaña tardará un siglo en alcanzar la propuesta de I+D de la UE si no crece su ritmo de gasto El Ministerio de Ciencia y Tecnología deja sin ejecutar más de 1.000 millones de euros, el equivalente a cinco años de proyectos de investigación AGENCIAS. Diario "El Mundo". 26 de septiembre de 2003 MADRID.- España tardará un siglo, si mantiene el mismo ritmo de crecimiento del gasto en investigación y desarrollo (I+D) que hasta hora, en alcanzar la propuesta de la UE de destinar el 3% del PIB a ese concepto. Además, el gasto por investigador ha caído casi en un tercio en una década y el Ministerio de Ciencia y Tecnología deja sin ejecutar un presupuesto equivalente a cinco años de proyectos de investigación. Son las conclusiones del 'Informe sobre la situación de la Ciencia y la Tecnología en España', elaborado por el grupo impulsor del Manifiesto por la Ciencia, que firmaron unos 3.000 científicos. El documento fue presentado por el investigador del CISC Pedro Serena en el Congreso de los Diputados en una jornada organizada por el PSOE. En el gasto por investigador en Investigación y Desarrollo (I+D) se advierte una "clara disminución", según el informe, ya que en 1990 se destinaban 99.800 euros al año, en 2000 se pasó a 72.100 euros, es decir un 27,7% menos en una década. De la misma forma, el gasto por persona (investigadores, técnicos y personal de apoyo) ocupada en I+D ha pasado de 56.800 euros al año en 1991 en el conjunto de sectores a 45.800 en 2000. Por sectores, los recursos destinados a cada investigador también descienden en la última década. Así, en empresas se ha pasado de 199.900 euros anuales en 1987 a 142.100 euros en 2000; en la Administración Pública se destinaron 137.700 euros en 1987 y en 2000 se pasó a 65.000 euros; y en universidades había en 1992 un gasto por investigador de 54.300 euros y en 2000 bajó a 38.800 euros. El informe, elaborado por investigadores del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), también advierte la diferencia entre el crecimiento de los préstamos a empresas en I+D y al resto de la investigación. Así, Serena indicó que los préstamos a empresas recogidos en el Capítulo VIII de la Función 54 de los Presupuestos General del Estado para 2002 ascendieron a 1.988 millones de euros, frente a los 62,6 millones de euros de 1996, lo que supone un crecimiento del 3.200%, mientras que el resto de la Función 54 destinada a I+D aumentó el 65%. Así, cada investigador del sector empresarial recibió en 2000 un total de 42.700 euros en préstamos, mientras que los investigadores de universidades y Administraciones Públicas obtuvieron 22.500 euros por persona, según el informe. Los científicos concluyen en el informe que la I+D financiada por Fondos Generales de Universidad ha descendido entre 1995 y 2000 del 32,4% al 21,4%, y en producción y tecnología industrial ha pasado del 20,2% al 15,8%. Por el contrario, "el capítulo dedicado a Defensa se ha triplicado en el mismo periodo". Serena apuntó que a este ritmo de crecimiento, España alcanzaría la media de la OCDE en 50 años y llegaría al 3% del PIB en I+D dentro de un siglo. El dinero sin ejecutar del ministerio Por su parte, el Ministerio de Ciencia y Tecnología dejó sin ejecutar en el periodo 2000-2002 un total de 1.020,851 millones de euros, lo que según los científicos es "inadmisible", ya que esta cantidad equivale a la financiación de los proyectos de Investigación y Desarrollo durante cinco años, o a la construcción y dotación en infraestructuras de 40 centros de investigación de primera línea, o a la contratación de 2.500 investigadores del Programa Ramón y Cajal durante una década. Los científicos se muestran muy críticos con la gestión del Ministerio de Ciencia y Tecnología (MCYT) y entre las deficiencias destacan que las convocatorias de proyectos "no se atienen a un calendario definido", se cambia de un año a otro el organismo que gestiona una convocatoria, los criterios para priorizar proyectos cambian de un año a otro, se producen retrasos en la recepción de financiación y se solicitan justificaciones de proyectos a la mitad de la anualidad, antes incluso de haber recibido la anualidad correspondiente. En las comparaciones con los demás países europeos, España es el antepenúltimo por gastos en I+D del PIB, con el 0,96% en 2001, frente al más del 2% de la media de la OCDE. Y en retorno de inversiones en el Programa Marco de la Unión Europea también se ha registrado una disminución del 6,3% en el periodo 1994-1998 al 6,1% entre 1998 y 2002. "Nos encontramos en una débil posición frente a los demás países europeos, por lo que no podemos competir con ellos en igualdad de condiciones, a pesar de tener profesionales de la I+D de capacitación acreditada", afirma el informe. Patentes Respecto a las patentes, el informe llama la atención sobre el aumento del índice de dependencia tecnológica que ha crecido desde el 18,91% en 1991 hasta el 46,35% en 2001. Además, las patentes españolas han disminuido de las 0,05 (de cada 100 patentes en uso cinco son nacionales) en 1991 a las 0,02 en 2001. "Estos datos nos llevan a los últimos puestos europeos en cuanto a comercialización de productos de alta tecnología", apuntó Serena. Mientras el número de empresas innovadoras ha crecido de 16.100 en 1998 a 29.228 en el año 2000, la cifra de negocio en productos nuevos y mejorados ha disminuido en estos tres años del 18,61% al 12,36%. Y además, a pesar de que los presupuestos públicos destinados a préstamos a empresas de I+D han aumentado en los últimos seis años, hasta alcanzar más de la mitad del presupuesto nacional destinado a I+D en 2002, "los recursos no han frenado el aumento de lla dependencia tecnológica de España en el exterior". "El dinero dedicado a I+D en empresas no da los frutos deseados", concluyó el investigador Serena. Serena también presentó el informe de la Fundación para la Ciencia y la Tecnología (FECYT), que concluye que el Plan Nacional de Investigación y Desarrollo 2000-2003 no ha satisfecho completamente los objetivos iniciales y ha dispuesto de un presupuesto "muy insuficiente". También señala que no ha estado coordinado con programas de investigación de comunidades autónomas y ha creado confusión en las convocatorias de ayudas. Una de sus primeras observaciones es que el plan que termina este año "no ha sido desarrollado completamente" y, además, "no parece haber satisfecho de modo pleno los objetivos estratégicos inicialmente propuestos". Estas carencias se deben, según la fundación, a "falta de recursos económicos" y a "una insuficiente discriminación de las prioridades de las distintas áreas". Un verdadero ministerio En el apartado de presupuesto para el Plan Nacional, la fundación critica que "no se ha dado la prioridad suficiente tanto a la adquisición de equipos e instrumentos, como su mantenimiento", y considera "muy importante el apoyo a infraestructuras para el correcto desarrollo de la investigación". En cuanto a las convocatorias realizadas en el marco del Plan Nacional, la FECYT advierte de que "las variaciones en la frencuencia de las convocatorias ha originado confusión en los grupos de investigación". Este hecho se une a la complejidad de los formularios, cambios en los procedimientos y dificultades en los sistemas informáticos. Por su parte, el portavoz socialista en el Congreso de los Diputados, Jesús Caldera, afirmó ante más de 250 investigadores y profesores universitarios que las conclusiones y aportaciones de la jornada servirán como "elementos valiosos" para elaborar el programa electoral del PSOE para las elecciones de 2004. En las intervenciones durante el debate se reclamó contratos para los becarios de investigación , un sistema de evaluación único en España, políticas de continuidad en ciencia independientes de partidos y un verdadero Ministerio de Ciencia, no "contra la ciencia o un ministerio de teléfonos móviles". Volver al principio del recorte Volver al principio |
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