Opinión y Debate
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ISSN: 1575-2844

Revista Vivat Academia

Histórico Año V

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Octubre 2003. Nº 49

Contenido de esta sección:

Los incendios del verano se apagan en el invierno (Benjamín Hernández Blázquez)
Abrir escuelas para cerrar cárceles (Benjamín Hernández Blázquez)
El gato ubicuo (Camilo José Cela Conde)
Un nuevo curso (Camilo José Cela Conde)
Una pregunta sobre la central nuclear de Trillo

Los incendios del verano se apagan en el invierno

Benjamín Hernández Blázquez. Universidad Complutense de Madrid.

Desde los postreros años del siglo pasado, los incendios se han convertido en noticia recurrente enmarcada en el vacío informativo de agosto; empero este verano se han dado unas circunstancias proclives cuya tendencia se encaminó a batir todos los registros. El fuego es conocido desde el denominado "hombre de Pekín", hace más de medio millón de años; su carácter simbólico resulta rico en extremo y de naturaleza misteriosa e inasible, es brillante y tiene poder purificador, por ello, en torno suyo, se han generados ritos y mitos como los de Vulcano y Prometeo. Asimismo la lámpara que pervive en las iglesias nos refiere la presencia divina, su culto es una extrapolación del culto al Sol y se establecen vigías para que no se extinga.

La filosofía clásica consideró al fuego como uno de los cuatro principios fundamentales o elementos irreductibles de la vida, por eso siempre ha ocupado un sitio relevante en la historia del hombre; su presencia emerge desde la sencilla cocción de los alimentos hasta la investigación en las más sofisticadas industrias y centros experimentales.

Pero el fuego como elemento dicotómico exhibe su terrible reverso, y entonces quema, destruye, calcina, mata y aniquila a los otros elementos; sobre todo cuando la naturaleza y el ambiente son propicios. Rabia, impotencia, resignación o frustración son los sentimientos más primarios que afloran entre los miles de personas que directa o indirectamente lo sufren como una plaga bíblica; entonces las llamas avanzan como ejércitos saqueadores y siembran la desolación y su paso deja sin subsistencias a muchos vecinos e inmigrantes. Bomberos, helicópteros, retenes, voluntarios, soldados y damnificados, participan abnegadamente en su extinción; todos los años sucede lo mismo. En Castilla y León se repite de forma cíclica, y se repiten hasta los lugares, como los incendios acontecidos en el Tejado que, entre los tres sucesivos, han cercenado casi todo su alfoz. Sólo nos acordamos del fuego al detectar su voracidad, cuando ya es demasiado tarde. Las administraciones: central, autonómica y local y la demagogia de los partidos hacen, y proponen, planes para el futuro, no se cumplen, y vuelta a empezar. Se carece de cohesión en la política de prevención medio ambiental.

Tras las copiosas lluvias primaverales, la enorme vegetación de bosques y campos se ha secado y exhibe condiciones óptimas para arder catalizada por el calor agobiante de las últimas semanas estivales. Las comarcas están saturadas de maleza, dado que ya no se explotan económicamente, las regaderas de las riberas se encuentran taponadas de hierbas espontáneas y las zarzas abundan por doquier; tampoco las veredas y cortafuegos son suficientes en grandes masas forestales. Todo favorece el veloz desarrollo del fuego, con o sin pirómanos por medio; la crónica de España en llamas fácilmente pudiera haberse escrito en mayo, justo cuando las elecciones municipales; en pocos optantes a alcaldes figuraba este apartado.

Como la ciencia suministra básicamente respuestas a cerca del cómo, pero que los sujetos pasivos también se preguntan el porqué, técnicos y políticos se reúnen y discuten las causas que provocan o aderezan los incendios, como tormentas secas, trenes que hacen saltar chispas de los raíles, quema temeraria de rastrojos, torres de alta tensión, etc; imprudencias, muchas, desde el cigarrillo no apagado a las ciertas costumbres gastronómicas, como aquel ministro que identificaba los incendios con las paellas campestres. También se analizan los pirómanos que, como los suicidas, actúan según la costumbre del lugar; o el enfermo de erostratismo que goza provocando la destrucción de las cosas. Finalmente, está la ineficacia administrativa, de la que los políticos, lejos de reconocer y pechar con ella, culpan sistemáticamente al gobierno anterior.

Pero la evidencia de los municipios es que falta gente en montes, campiñas o serranías, tal vez porque el presupuesto autonómico se asigne a otros menesteres, y los temas rurales, en la mayoría de los casos, se jerarquizan en el colofón de las preferencias, porque cada vez hay menos gente en los pueblos castellanos y la vida rural de los españoles ha cambiado sustancialmente. Hace varias décadas, por mucho que digan los políticos, había menos y menores incendios que ahora, había muchos más vecinos en los pueblos y aldeas; todos se conocían y la solidaridad era total. La gente vivía del campo pero también para el campo; se controlaban tanto rastrojeras como barbechos, incluso las molestas espineras se usaban para calentar los hornos de pan. Pero aquella forma de vida es ya parte de la historia, la población hispana es predominantemente urbana y las pirámides de población han cambiado su distribución; el campo ya no es esencial, sólo es un complemento.

Por ende, los cambios son irreversibles y el tiempo pasado, ni mejor ni peor, no vuelve; implícitamente se puede deducir que, si antes acaecían menos incendios y ello se debía a las personas que se ocupaban de los montes durante todo el año, se podía inferir que se minimizarían los efectos aumentando las personas contratadas, por aquello de "gobernar es poblar". La incidencia en los presupuestos de autonomías y municipios, probablemente no sería relevante, y no alcanzaría a las pérdidas inmediatas generadas por los incendios amén de las consecuencias ecológicas que resultan catastróficas, a medio plazo o más lejos, cuando se quema el patrimonio cultural, que se quema el futuro.

Si se ha dicho que los sucesos de verano podrían escribirse en primavera; antaño, en los pueblos y aldeas castellanos, "al amor de la lumbre" se decía que los incendios de verano se apagaban en el invierno.

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Abrir escuelas para cerrar cárceles

Benjamín Hernández Blázquez. Universidad Complutense de Madrid.

El noveno mes del almanaque al uso circula entre dos estaciones e inicia su trayectoria justo al extinguirse las vacaciones que, como portillo entreabierto al regocijo de libertad, son ya eventos pretéritos. La sociedad española que recupera su ritmo normal, casi siempre, se topa con multitud de cosas por hacer, es "lo que queda para septiembre", y sólo nos percatamos del mérito del tiempo cuando nos ha fagocitado. Niños y jóvenes se preparan para el futuro, empiezan las clases, es el año nuevo para ellos, el de la verdad y no el almibarado navideño, para lo que resta un cuatrimestre y tantas cosas por delante; es como un año que empieza y se renueva de forma natural.

Se acometen nuevos propósitos tal vez el de la enmienda; políticos, legisladores, profesores, padres y alumnos se proponen, o se les proponen, nuevas metas en esta carrera de relevos que es la educación, hasta la superior, y que necesariamente se inicia con la primaria. Todas las etapas buscan, al menos reglamentariamente, la calidad de enseñanza. Para ello se amplían las bibliotecas, las casas de cultura, nuevos métodos, ordenadores, internet, etc., empero se dejan en el tintero la disciplina y la lectura, cuando estudios de investigación al respecto, avalan que "el educando obedicendo se inicia en la libertad". La educación tiene mucho de domesticación, de asumir los conocimientos y valores que se consideran imprescindibles necesarios o convenientes para nuestro devenir personal y social; Kant al respecto escribió: "la disciplina es lo que consigue transformar la animalidad en humanidad".

La educación, más que en el intelecto, debe incidir en la personalidad total del educando, por lo que, en la actualidad, no es fácil ser maestro (educador), nunca lo ha sido y por otra parte suena rancia, nunca obsoleta, la palabra vocación y sus derivados. Los distintos gobiernos central y autonómicos se juegan sus puestos en este campo, asignando importantes partidas presupuestarias, pero existen y subyacen crisis de autoridad. Se ha desterrado la disciplina de las aulas, aun a sabiendas que las transigencias sistemáticas no benefician el proceso educativo. No se han fijado como objetivos recuperar valores esenciales, incluso la jerarquía del maestro, si hace de la educación su actividad vital.

La sociedad actual genera un extraordinario dinamismo, funciona en base a la multiplicidad de datos, consistentes o volátiles, e información galopante, que en muchos casos se utiliza para ocultar lo que sucede. Hay que saber seleccionar y ordenar antes de alimentarse de estos conocimientos; como en la omnipresente televisión, que se ha convertido en la primera escuela del adolescente y, en muchos casos, academia de graduación de violencia visual o chabacanería de lenguaje. Se ha perdido el hábito de la lectura en los mayores, el diálogo familiar y tantos divertimientos, compatibles con otros, que llenaban el denominado "tiempo libre". Es una inversión, asaz repetido por la Unión Europea, en el futuro de los países, pero este horizonte a conseguir debe pretender ser más humano, es decir, más humanista; la calidad humana debe prevalecer, las humanidades deben ser para todos, como ya atisbó san Isidoro de Sevilla: "lo humano es lo que sirve para siempre".

El efecto de la globalización avanza inexorablemente para decirnos que, en realidad, estamos perdiendo todo aquello que nos identifica y las raíces de lo genuinamente propio en aras de lo global; es el mundo del Gran Hermano que todo lo vigila y controla. Ahora se necesitan programas educativos que protagonicen una formación cimentada en principios universales; si al ser humano se le inyectan valores reconocidos, se le catalizan sus deseos de vivir. Existen personas jóvenes perdidas, apáticas, lejos de los impulsos que incoa la juventud, sin norte, en parte por los inseguros y mojigatos planes de estudio guiados por mediocres profesionales que subordinan la ética a la técnica, olvidando que la persona tiene prioridad sobre las cosas, como el espíritu sobre la materia.

Víctor Hugo a la sazón decía: "abrir escuelas para cerrar cárceles", lo importante no debería de ser llenar el contenido de los programas, "darlo todo", sino enseñar lo debido y despertar la avidez por querer saber más porque, al cabo, instruir a quien carece de curiosidad por aprender, es como navegar sin agua.

Por consiguiente, el comienzo del curso debe de ser algo más que una pendiente económica para las familias que soportan lo que cuestan cada año los libros de texto. Muchos alumnos son las únicas obras que leen en todo el año, aunque, como medios necesarios para el desarrollo de la actividad docente, deberían ser gratuitos; o como algunos atisban susceptibles de canjearse por libros de lectura para el resto de la familia.

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El gato ubicuo

Camilo José Cela Conde. Universidad de las Islas Baleares.

Allá por los años veinte del siglo pasado un físico alemán, Max Planck, cambió la idea del mundo heredada de Newton al descubrir que la energía existe sólo en forma de paquetes discretos, los llamados cuantos. Se abría así la puerta de la realidad más cierta y a la vez incomprensible: la del mundo cuántico. El mundo de lo muy pequeño, sujeto a paradojas que nosotros, desde ese otro mundo de tamaño gigantesco, apenas podemos imaginar. El mundo cuántico es el único verdadero en términos matemáticos, el único que no desemboca en contradicciones, ambigüedades e indeterminación. Es un universo extraño e inclemente, donde todo está sujeto a la necesidad de lo cierto de antemano pero, a la vez, mediante una certeza a la que nosotros, contemplándola desde el otro lado de la barrera que levanta nuestra capacidad de conocimiento, llamamos azar.

A medida que se avanzaba en la dilucidación del mundo de los cuantos la realidad se volvía cada vez más misteriosa. Louis de Broglie encontró que materia y energía, partículas y ondas, son lo mismo. A partir de ahí, la perplejidad no tuvo límites. En la medida en que son partículas pero también ondas, y se comportan como tales, un fotón o un electrón pueden estar en varios sitios al mismo tiempo. Existen experimentos muy sencillos que demuestran que es así, que en determinadas condiciones esos corpúsculos pasan por dos rendijas a la vez. Dicho de otra forma, nosotros, desde nuestro mundo, no podemos estar seguros de dónde están las cosas muy pequeñas; sólo concederles probabilidades. Es el principio de incertidumbre, por el que certeza cuántica equivale a incertidumbre "real" si nos atribuimos -erróneamente- la exclusiva de la verdadera realidad. Al medir, arruinamos la riqueza cuántica, colapsamos su verdadero sentido, su función de onda, y transformamos el mundo cuántico en otra cosa.

Schrödinger supo sacarle partido a ese principio asegurando que si sólo mediante una medida, gracias a la actividad del observador, colapsa el mundo de los cuantos, entonces un gato cuya vida dependa de un suceso cuántico como es el del paso de una partícula a través de un espejo semirreflectante, no está ni vivo ni muerto hasta que nosotros lo miramos. No hace falta ser Einstein para rebelarse contra ese principio tan absurdo. Dios no puede jugar a los dados con el mundo. Los gatos están vivos o muertos, no en estado intermedio. Las cosas están aquí o allí, no en ambas partes a la vez. ¿O no?

Científicos del grupo de William Marshall, en Oxford, con Roger Penrose entre ellos, han diseñado un experimento imaginario -como lo era el propio de Schrödinger, incapaz de hacerle daño a un gato de veras- mediante el que los fenómenos de la ubicuidad cuántica podrían trasladarse a un objeto de tamaño tan grande como el de una bacteria. Otro dogma caería a poco que la prueba se efectuase en el laboratorio. Para ello hace falta un espejo diminuto, de una diezmilésima de milímetro cuadrado, y condiciones extremas de frío y vacío. Pero nada de eso queda fuera de las posibilidades técnicas actuales, por mucho que resulta difícil el aplicarlas.

Es inquietante descubrir ese Dios que juega a la lotería con nosotros. Si no fuera porque la incoherencia, el absurdo, la paradoja, la ubicuidad y el disparate los vivimos, día a día, de manos de quienes deciden por cuenta nuestra el ir a la guerra, lapidar mujeres y destruir la atmósfera.

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Un nuevo curso

Camilo José Cela Conde. Universidad de las Islas Baleares.

La Universitat de les Illes Balears procedió ayer a la inauguración del curso 2003/2004. La reiteración del acto, año tras año, y la propia solemnidad del mismo que se anunciaba ya en la convocatoria podría llevar a la creencia de que se procedió a poco más que una formalidad de trámite. Pero éste no es un curso universitario cualquiera, homologable, por ejemplo, al que vivió la UIB doce meses atrás.

No lo es por circunstancias muy diversas entre las que cabría destacar, en primer término, el hecho del cambio político de la comunidad autónoma. Es otro gobierno el que va a encargarse de gestionar las competencias universitarias transferidas y, como es lógico, cabe pensar que lo hará de acuerdo con criterios distintos a los que se han manejado en el curso anterior. Bien es cierto que, en una demostración de prudencia política, el Govern del Partido Popular ha utilizado por el momento criterios técnicos. Las personas que llevarán a cabo la administración de las tareas universitarias o relacionadas con el sector de la I+D, la investigación, desarrollo e innovación, podrían haber sido escogidas por un gobierno de signo ideológico distinto al actual, cosa que habla muy en favor de quien las eligió.

Es tan común la corrupción que lleva a situar en los cargos de responsabilidad política a familiares y simples amigos, o a utilizar las direcciones generales como premio a no se sabe qué favores recibidos, que algo tan lógico y simple como buscar personas que entiendan acerca de los problemas a resolver se convierte en la excepción. El Pacto de progreso actuó así y, tras el cambio político, el Partido Popular sigue por la misma línea en lo que hace a la universidad. Ojalá que sirva de precedente de ahora en adelante. Distinto es también el equipo que, en el rectorado, se va a encargar de dirigir desde dentro la UIB. Pese a que la candidatura del doctor Avel·lí Blasco fue tachada de continuista, no existe tal figura en un mundo tan complejo como el universitario. Se trata de otras personas que van a tener que hacer frente a otros problemas. Y como problemas de mayor entidad la UIB se enfrenta a tres, al menos. El primero, de orden económico: debe completar las infraestructuras pendientes y emprender la sustitución de aquellas que comienzan a suponer una rémora porque se trata de edificios y equipamientos ya amortizados. Debe hacerlo, además, en unas condiciones que no se pueden calificar ni por asomo de vacas gordas. Europa puede ser, al respecto, una alternativa no ya complementaria sino esencial.

Europa es también, no obstante, el segundo de los grandes problemas del curso: comenzar a adaptarse al espacio docente europeo con la incorporación paulatina del nuevo concepto de crédito docente. Salvo que se dé con la fórmula capaz de convertir la reforma en inútil -transformando matemáticamente lo que ya existe sin más que aplicar un coeficiente- van a aparecer unos modos muy distintos respecto de lo que es la enseñanza universitaria. Pero más que un problema eso es una necesidad. Porque el tercer y más importante reto es el de hacer de la UIB una institución que consiga atraer alumnado de fuera del archipiélago, una universidad capaz de competir con las más prestigiosas, públicas o privadas, del continente. La oportunidad de hacerlo gracias a la necesidad de adaptarse al espacio europeo está ahí. En este curso sabremos si los indicios apuntan a que se avanza o no por ese sendero.

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Una pregunta sobre la central nuclear de Trillo

En la redacción de la revista se ha recibido el siguiente mensaje, solicitando nuestro comentario sobre la noticia, aparecida en la prensa el 12 de septiembre pasado, que hace alusión a un estudio de la UAH y el Hospital Universitario de Guadalajara que concluye un aumento del riesgo de padecer cáncer en el entorno de dicha central.

Asunto: Petición sobre noticia en diario
Fecha: Fri, 12 Sep 2003 07:40:33 +0000
De: Vicente López simulans@hotmail.com
A: vivatacademia@uah.es

Estimado director.
He leído una noticia en el diario ABC, la cual reproduzco y me gustaría que ustedes aportasen algo de luz a este tema.
Serían tan amables de comentarla en su revista para que nos pudiésemos enterar todos un poco.
Gracias con antelación.
Vicente López.
Valencia.

La central de Trillo niega una relación entre su reactor y el riesgo de cáncer

Diario ABC. MADRID. La dirección de la central nuclear de Trillo (Guadalajara) negó ayer, a través de un comunicado, que exista una relación de causa-efecto entre el funcionamiento de la instalación y el mayor riesgo de cáncer entre la población de la zona.

Los responsables de la planta nuclear salían así al paso de los resultados de una investigación efectuada por la Universidad de Alcalá de Henares y el Hospital de Guadalajara, a partir de tumores diagnosticados entre 1988 y 1999 en ese centro sanitario. Los resultados, publicados en una revista científica con sistema de revisión por expertos independientes, indican que el riesgo de cáncer es 1,7 veces mayor entre los residentes a menos de 10 kilómetros de la central de Trillo que entre los que viven a 30 km.

Sin embargo, la dirección de esta central asegura que «Trillo I siempre ha operado con las máximas garantías de seguridad, tanto para sus trabajadores como para la población del entorno», y asegura que durante los quince años que lleva funcionando la planta no ha causado «ningún impacto radiológico en su alrededor y así lo avala el Programa de Vigilancia Radiológica Ambiental (PVRA)». Añade que sólo existen dos estudios epidemiológicos rigurosos llevados a cabo en entornos de centrales nucleares, realizados por el Centro Nacional de Epidemiología, del Instituto de Salud Carlos III.

Ambos estudios concluyen que no existe evidencia que vincule el aumento de cánceres entre habitantes del entorno de centrales nucleares y en concreto en el de Trillo. En realidad, ambas investigaciones analizaron el riesgo de mortalidad y puntualizaban que, si bien no se detectaba mayor riesgo, los estudios de mortalidad por tumores sólidos en zonas próximas a algunas centrales estaban limitados por su reciente entrada en operación. Ayer, la dirección de Trillo minimizó el trabajo de los científicos de la Universidad de Alcalá y del Hospital de Guadalajara, al señalar que no es un estudio epidemiológico, sino un trabajo universitario, «cuya metodología, por los datos de que disponemos, no coincide con los habitualmente utilizados en este tipo de estudios».

La noticia original se encontraba en:
http://www.abc.es/Sociedad/
noticia.asp?id=207042&dia=hoy

NOTA de Vivat Academia: Lamentamos no poder comentar, por el momento, como nos solicita nuestro lector, la noticia, ya que no hemos conseguido el informe mencionado. Esperamos, antes de la publicación del siguiente número, poder pasar a nuestros expertos dicho informe, para dar una opinión al respecto. El tema es de la suficiente envergadura como para no aventurar dictamen alguno, sin conocimiento suficiente del alcance del estudio realizado.

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Vivat Academia, revista del "Grupo de Reflexión de la Universidad de Alcalá" (GRUA).
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Última modificación: 20-10-2003