Sociedad
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ISSN: 1575-2844

Revista Vivat Academia

 Histórico. Año VI

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Noviembre 2003. Nº 50

Contenido de la sección:

El pan de la tierra (Benjamín Hernández Blázquez)
El segundo Vaticano (Pepe Riquelme)

El pan de la tierra

Benjamín Hernández Blázquez. Universidad Complutense de Madrid.

Cuando el siglo XXI se encamina a una paulatina suplantación de lo real por lo virtual en los países de la Unión Europea, la denominada sociedad del bienestar sufre el embate de dos posturas aparentemente antagónicas: una, las necesidades primarias o elementales y, otra, conformada por el despilfarro socioeconómico o consumismo exacerbado. Abarcando estos extremos, aunque ponderado debidamente, se ubica el dominio de la denominada "cesta de la compra", siempre protagonista del devenir económico de una sociedad; de todos los numerosos items que la integran, uno de los que sufre menos oscilaciones en los precios, es el pan que se sitúa en el centro de los rangos. Sin embargo, su consumo "per capita" en España ha descendido bruscamente.

Desde que se tienen noticias del hombre en el planeta Tierra, el pan ha sido un alimento determinante en su alimentación, e inseparable de las otras vivencias o acervos. Varios milenios contemplan su protagonismo en la alimentación; desde la revolución neolítica, pasando por multitud de pasajes bíblicos, existía tal como hoy lo conocemos, pero últimamente su consumo en comidas o fuera de ellas ha bajado casi un tercio, ya no se dice ¡las cosas sin pan hacen daño! Los hábitos de vida de los españoles han experimentado un cambio tan pronunciado, que en pocos años se ha cambiado hasta el punto de dejar de comer un producto básico, el fundamental e insustituible en nuestras comidas cotidianas.

Secularmente el pan ha sido el símbolo por antonomasia del sustento humano, ninguno como él; en el Antiguo Testamento representaba la Providencia de Dios y el alimento de su pueblo; en el Nuevo, Cristo le otorgó nuevos contenidos en milagros y parábolas. En el arte cristiano, figura unas veces aislado y otras junto al pez o con el vino, y entonces representa la entrega completa de la propia persona. El trigo, su materia prima, al estar formado por muchos granos simboliza unión e integración; compañero, siglo XI, proviene de panis = pan y de la preposición de compañía o unión, cum; o sea, comer el pan en grupo. Compañero sigue siendo un vocablo relevante en el trato social actual.

Bien por su simbología histórica, por sus cualidades, o por ser parte del tejido social, el pan ha conformado expresiones y dichos de todo tipo, tal vez, como ningún otro vocablo de nuestro léxico: A pan y agua, ganarás el pan, del pan y del palo, engañar el pan, pan agradecido, pan y toros, no tener pan partido, más bueno que el pan y así hasta más de una centena. También está presente en otras denominaciones que atañen a variedades, formas o paradigmas como: árbol del pan, pan de ley, pan de flor aflorado, ácimo, cencerro eucarístico de boda, terciado, de munición, cuclillo... En Castilla fue importante el pan de poya con el que se contribuía en los hornos públicos como tarifa de la cochura.

La hoja de servicios del pan en la postguerra resulta difícil de superar en graduación; los alfoces de los pueblos y aldeas eran auténticos eriales, sólo restaban escasos celemines de trigo en las trojes; juntamente con la patata, empezaron a sembrarse, a la par que los ávidos incolas se exasperaban con la meteorología . Seguidamente fue pieza clave en la economía de trueque, jugando y exhibiendo estrategias con los míseros peones del sangriento ajedrez nacional; así liberó de hambre a la España profunda, que era casi toda. Fue, tal vez el único sustento de una población que, sin juicio, había sido condenada a la miseria, en un marco dominado por la incultura y la ausencia de pensamiento crítico.

Ya en tiempos actuales, y según datos del Instituto Nacional de Estadística en 1978, se consumían 82 kg de pan por habitante y año; un decenio después su consumo había descendido a 55 kg, las causas fueron atribuidas al cambio de dieta, ritmo de vida, incorporación de la mujer al trabajo, deterioro de la calidad y, sobre todo, la invasión de la macdonalización. Hacia 1995 se registra algún repunte en la evolución, no exento de vaivenes, aconteció con la llegada de nuevos tipos y variedades así, como del desarrollo de las "boutiques del pan". En tiempo, más o menos similar, el precio del kg pasó de 45 ptas en 1976 a 180 en 1996; el periódico, en el mismo intervalo, pasó de 10 a 125 ptas,

y el salario mínimo de 11.400 ptas a 64.985 entre otros indicadores. La barra o pistola, en algunas regiones, sigue siendo la reina de la panadería (74%) seguido de lejos por la baguette 12%, chapata 10%, e integral.

En España están registradas 135 variedades de pan inherentes a diferentes regiones o áreas geográficas, siempre en función de sus costumbres, clima o cultura: bolla, cabezón, payés, colón, tortas, molletes, serrano son algunas de estas clases. Consecuentemente, el consumo de pan es distinto en cada región, a la cabeza figuran el norte de España, seguido de ambas Castillas; por el contrario las provincias insulares figuran en los postreros lugares de la lista. La evolución anual pone de manifiesto un aumento de precios en conjunto de la alimentación, dado que la oscilación del gasto, es casi siempre mayor que la del consumo. De todas formas, aunque es insustituible, el grado de protagonismo de este alimento ha descendido en el escenario de la sociedad.

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El segundo Vaticano

Pepe Riquelme

La pedanía de Ribera de Molina, en Murcia, es conocida como el segundo Vaticano. Con 1.500 habitantes, tiene 150 religiosos. Tocan a dos hábitos por familia.

Las llamadas del Señor deben sonar más altas y claras en Ribera de Molina. Quien más quien menos ha almidonado sotanas o tocas de monja en el llamado, por muchos, segundo Vaticano, donde uno de cada diez vecinos es religioso ordenado. Los designios del Señor son tan inescrutables que nadie se explica cómo esta pequeña pedanía de Molina de Segura, en Murcia, ha dado más siervos a la Iglesia que la capital de la Región y, posiblemente, que la mayoría de ciudades españolas.

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Es extraña la familia que no cuenta con un par de familiares religiosos: "Más o menos salimos a un cura y una monja por familia", dice Maruja, sobrina de Consuelo Martínez, la misionera murciana de Ribera de Molina que estuvo incomunicada en Timor y fue noticia a nivel nacional. Pero es que lo difícil sería no encontrar a un misionero de Ribera de Molina en cualquier lugar del mundo. En la actualidad, hay más de una docena desperdigados entre América Latina y África.

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Como decíamos al comienzo, de los 1.500 vecinos censados en Ribera de Molina, se calcula que más de 150 son religiosos. Y el alarde de vocaciones no para: "El próximo está a punto de dar misa, y tenemos a dos jóvenes preparándose en el seminario", dice orgulloso el párroco de la pedanía, Gines Ortín García, que debe ser la envidia de decenas de sacerdotes con poco que rascar entre su feligresía. Devotos no le faltan. La iglesia suele estar de bote en bote. Cuando más se nota el nivel es en las misas de diario, a las que acuden muchos más fieles que en cualquier otro municipio.

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El apostolado que ahora se mama en Ribera de Molina tuvo su origen en los años setenta. Los jesuitas utilizaban entonces el Monasterio de los Jerónimos de Guadalupe, en Murcia, como residencia para los parones que ejercitaban cada cuatro o cinco años, durante los cuales hacían balance de su vida. Durante esas vacaciones, los jesuitas centraban su labor de apostolado por los pueblos cercanos: La Ñora, Guadalupe, Molina y la pedanía de Ribera de Molina. Los jóvenes debieron ser convincentes en su labor evangélica porque la zona se convirtió pronto en Tierra Santa. Juan Uribe, delegado diocesano de Misiones, recuerda que, en su promoción de seminarista, la proporción ya era apabullante: "Eramos tres o cuatro de Almería, un numero semejante de vecinos de otros pueblos de Murcia y nada menos que 30 de Ribera de Molina".

El párroco de la pedanía también achaca el mérito a su predecesor al frente de la iglesia del pueblo, Antonio Valera Caravaca, "quien supo prender la devoción al Sagrado Corazón de Jesús entre los jóvenes". Entre unos y otros, el pequeño pueblo de casas humildes -al que se llega tomando la circunvalación que hay junto al merendero "El Niño", en la entrada de Molina de Segura- se ha consagrado como el mejor yacimiento de la Iglesia Católica.

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Vivat Academia, revista del "Grupo de Reflexión de la Universidad de Alcalá" (GRUA).
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