Editorial
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ISSN: 1575-2844

Revista Vivat Academia

 Histórico. Año VI

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Diciembre 2003 - Enero 2004. Nº 51

LAS FRASES DEL MES:

Cuando el filósofo señala la luna, el tonto se fija en el dedo.

Anónimo

La mitad de los hombres emplean su vida en hacer miserable la de la otra mitad.

Jean de La Bruyère

ANECA sí... ANECA no.

Recursos contra las evaluaciones de la ANECA. La ANECA no puede evaluar la docencia porque no sabe nada de docencia. Las Comisiones de la ANECA las forman personas muy dispares. La ANECA utiliza criterios no públicos... Todas las anteriores frases conforman los diferentes titulares de prensa aparecidos recientemente. En la ANECA no cree ni confía nadie. No la quieren los rectores, los sindicatos, los profesores, los becarios... Pero, ¿qué pensaban podría ser el resultado del trabajo de una agencia de evaluación en el ámbito universitario?

Desde hace años, en estas mismas páginas, venimos denunciando las evaluaciones de la labor docente e investigadora que realizan las Universidades y el Ministerio. Según nuestro criterio, son, cuando menos, inútiles y desestabilizadoras de un sistema, de por sí tan inestable, que sólo falta un pequeño soplo para hacerlo caer como un castillo de naipes en una corriente de aire. Sin embargo, hasta la fecha, todos parecían muy tranquilos y contentos con el sistema, desde los damnificados hasta los rectores, pasando por los sindicatos, los más culpables de la implantación de estos métodos inoperantes –no en vano firmaron los pactos habidos y por haber- en un país en el que el único mecanismo de funcionamiento consiste en un motor de dos tiempos: el "amiguismo" y el "enemiguismo", alimentado con una mezcla del mejor carburante, la envidia, y un excepcional lubricante, la mediocridad.

Ya las primeras Comisiones de Evaluación de la Actividad Investigadora tenían parámetros de evaluación ocultos, circunstancia reconocida por los Tribunales de Justicia, pero que nunca sirvió para echar el freno a los desmanes de sus operaciones. De nada servía ganar un proceso, cuando en el veredicto se decía, por mucha razón que se llevara: "en beneficio de la Ley", la sentencia es favorable al Estado. Eso sí, mientras unas Comisiones concedían los sexenios a todo perro y gato, sin tener en cuenta actividad alguna, otras se enseñaban con sus compañeros, salvo los relacionados en ciertas listas blancas que, sin lugar a dudas, existían y, posiblemente, existen. En boca de todos estaban los casos de flagrante injusticia y agravio comparativo (con el mismo número de publicaciones y en las mismas revistas uno podía ser agraciado con el beneplácito y otro no). Nunca se tuvo en cuenta la calidad de los artículos y trabajos de investigación. Bastaba con mirar unos índices que no siempre arrojan luz sobre el contenido de una labor, hecha con todo el sacrificio del mundo. Ahora bien, todo ello ha servido para que algunos señalaran con el dedo a sus compañeros cuando convenía y, aunque a ellos también les denegaran las mismas míseras pesetas mensuales que suponían un nuevo "gallifante", se regodearan con el mal ajeno; para eso estamos en el país que estamos.

Algún miembro de nuestra Redacción tuvo ante sus ojos sendas notas de la Secretaría de Estado para Universidades e Investigación en las que se pedía, por dos veces consecutivas, se redujera el número de evaluaciones positivas. Los presidentes callaron como correspondía, pues en ello les iba su prestigio "político". Los demás vocales otro tanto de los mismo, no fueran a dejar de ser expertos de la noche a la mañana.

¿De dónde salieron esos expertos y quién decidió que esos, y no otros, eran expertos? Misterio y ríanse ustedes de los dogmas de fe de ciertas confesiones religiosas.

¿Qué ha cambiado ahora para que se haya armado este revuelo nacional? Nada, absolutamente nada; son los mismos métodos, con el mismo o parecido pastiche de Comisiones de "inexpertos". ¿Entonces?

La verdad, algo sí ha cambiado, ahora se han visto afectados profesores y "candidatos" de las llamadas áreas de Ciencias Sociales y, sobre todo, las Jurídicas, es decir, "las intocables". En este momento, ciertas universidades van a ver como alguno de sus candidatos "más queridos" resulta evaluado negativamente y no podrán hacerlo partícipe de las muchas triquiñuelas inventadas para concederle una poltrona.

También ha cambiado algo importante. Ahora el director de la ANECA sale en defensa de la agencia y sus métodos, por aquello de formar parte de un gobierno de tinte diferente. Recuerden ustedes, los inventores del cotarro, los señores del PSOE, jamás intentaron justificar públicamente sus modos y maneras, para eso tenían a los dos Sindicatos más influyentes a su favor, ¡vaya usted a saber el porqué!

También ha cambiado el que ahora la prensa se hace eco de los muchos recursos habidos, cosa acaecida exactamente igual en el pasado pero, entonces, -¡vaya usted a saber el porqué-, no interesó airear el asunto.

Con todo ello, la faena conseguida por los socialistas, va a ser rematada por los pepeístas al mejor estilo torero: se acabaron la docencia y la investigación españolas. No se sonrían, por favor. Con el primer envite, unos abandonaron la investigación víctimas de la más profunda frustración y rabia al ver cómo años de trabajo y esfuerzo, abandono de obligaciones familiares y toda clase de sacrificios sólo servían para convertirlo en el hazmerreír de compañeros envidiosos. Otros, más ansiosos y/o optimistas, dejaron de dedicar horas a la preparación de sus clases y entendieron la lección: la docencia no servía para hacer méritos en unas oposiciones y mejor que los alumnos se las compusieran como pudieran. A este respecto, uno de nuestros colaboradores decía hace poco, recién llegado de uno de los primeros tribunales de Habilitación: "A punto hemos estado de dejar las plazas desiertas. ¡Mucho currículum investigador, pero ningún candidato ha sido capaz de dar una lección como es debido!"

Allá vamos, sean un poco pacientes. Si el barco de la Universidad Española estaba mal, ahora es el momento de hundirlo para siempre; "¡Ah!, pero... ¿no era un submarino?" que diría Gila.

No vamos a comentar aquí el hecho de que a jueces y fiscales les acaban de consolidar ciertos complementos en su sueldo, ¡y sin evaluación alguna! En el fondo sería injusto, porque si hay algún culpable de las ANECAS, somos nosotros mismos, por obra y gracia de nuestra pasividad, nuestras malas artes y, todo hay que decirlo, de nuestra mala conciencia: muchos hay que piensan tienen más de lo que se merecen, para lo que trabajan... Además: ¿no son profesores universitarios los ideólogos del sistema?

LA REDACCIÓN

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Vivat Academia, revista del "Grupo de Reflexión de la Universidad de Alcalá" (GRUA).
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Última modificación: 18-06-2004