Editorial
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ISSN: 1575-2844

Revista Vivat Academia

 Histórico. Año VI

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Febrero 2004. Nº 52

LAS FRASES DEL MES:

Lo peor que podemos hacerle a una persona es ocuparnos exclusivamente de ella.

Elías Canetti

Todos creen que tener talento es una suerte; nadie que la suerte pueda ser cuestión de talento.

Anónimo

El fracaso escolar: Demagogia e hipocresía social sin límites

No cabe duda, el contenido de este editorial será considerado como altamente incorrecto desde el punto de vista político. Pero ¿desde cuándo ha sido, Vivat Academia, políticamente correcta?

Una de las mayores hipocresías que se permite la sociedad actual es la de rasgarse las vestiduras por el llamado fracaso escolar y ello desde muchos puntos de vista. Analicemos algunos.

Nuestra sociedad es muy competitiva, lleva incluso a sus componentes a situaciones insostenibles, no digamos a aquellos con puestos de gran responsabilidad en empresas de postín, y, sin embargo, pretende, en materia educativa, una permisividad casi absoluta. El "todo vale", desde la escuela primaria, ha hecho tambalearse la estructura universitaria tal y como se concebía tradicionalmente. Obvia y afortunadamente, el número de horas dedicadas al trabajo por cualquier asalariado ha disminuido de forma drástica en los últimos dos siglos. Lógicamente, en la misma medida, ha de disminuir el esfuerzo que los escolares y universitarios dedican al estudio. Estamos de acuerdo, el desarrollo integral del hombre requiere de horas dedicadas al ocio y el recreo. Otra cosa muy distinta es el tipo de ocio y recreo solicitado por la mayoría de nuestros estudiantes, altamente pernicioso para la salud propia y social.

Partiendo de esta premisa, abogamos abiertamente por un sistema educativo que no sobresature las neuronas de nuestros hijos. No obstante, de ahí al "dolce far niente" hay un abismo. No pretendemos que se pasen el día entre libros y apuntes, además de la asistencia a las clases, pero no nos negarán que algo, aunque sea poco, deben trabajar.

Hace unos días una compañera, con grandes tintes de amargura, se quejaba, por un lado, de la casi nula utilización, por parte de sus alumnos (con datos de la biblioteca en la mano), de los libros de texto recomendados como bibliografía. Por otro lado, estaba indignada, pues la única pupila que se había dignado en acudir a una sesión de tutoría, lo había hecho para anunciar su intención de dejar la asignatura para tiempos mejores, con el argumento de la necesidad de estudiar, al menos, dos o tres horas semanales para conseguir el aprobado. Frustrante ¿no? ¡Y nuestras autoridades académicas pretenden que evaluemos el trabajo de los estudiantes fuera de las aulas!

Al parecer la tendencia moderna consiste en aceptar como principio fundamental del estudio la "ciencia infusa". Se presume la existencia del fracaso porque un alto porcentaje de los alumnos suspenden o no terminan sus estudios. Nadie –hasta ahora no hemos tenido la dicha de oírlo- osa decir que el fracaso escolar proviene de la falta de esfuerzo y de la desvertebración social en materia de cultura y conocimientos. Todos esos que abogan por un cambio en la estructura de las enseñanzas, o no han pisado nunca un recinto universitario, o han sido agraciados en la lotería del reparto de inteligencia con el premio mayor. A todos ellos les recomendamos que se den una vuelta por las aulas, en días lectivos. Hay asignaturas con un absentismo presencial cercano al 80%; se salva excepcionalmente el aula magna por excelencia: el bar. Muchas veces nos han entrado deseos de grabar en vídeo las abarrotadas cafeterías, a lo largo de todo el día, a fin de que los padres de alumnos "fracasados" puedan identificar a sus hijos como responsables casi exclusivos del problema.

Pero, ¿quién tiene la culpa de esta alarmante situación? Aunque lo hayamos mencionado en diversas ocasiones, no está mal el recordarlo. Además de la propia desidia de los estudiantes, el origen del mal radica en los psicólogos, pedagogos, padres, políticos, autoridades académicas, medios de comunicación y, por último, el profesorado, al que le reservamos un mísero 5% de culpa; algo le habríamos de asignar en este desaguisado.

La desidia

La desidia de los estudiantes viene provocada, en gran medida, por un hecho indiscutible: en la actual sociedad, el triunfador no es el mejor preparado, sino el más "cara dura", el más oportunista y el mejor dispuesto a pasar por encima del cadáver de sus congéneres con tal de conseguir sus propósitos. Con sólo echar un vistazo a los programas televisivos de mayor audiencia, podemos confirmar la hipótesis. La mediocridad intelectual, la falta de cultura y el alarde de deficiencias morales son las armas más eficaces para la consecución del éxito. No olvidemos un dato importante, los que consiguen el éxito se convierten, inmediatamente, en modelos a seguir, tanto en la sociedad humana como en la de cualquier especie animal gregaria.

Se comenta que el futuro incierto unido a los títulos universitarios son la cusa principal de esa desidia. Nunca, a lo largo de la historia, un estudiante de carrera alguna ha tenido seguridad en que, una vez terminados los estudios, su trabajo iba a estar directamente relacionado con ellos.

Los psicólogos y pedagogos

Psicólogos y pedagogos han contribuido mayoritariamente, a la falta de interés por el trabajo de los escolares. Cuando éstos llegan a la universidad, no han tenido oportunidad alguna de adquirir el hábito de esforzarse para aumentar sus conocimientos, más bien al contrario. Han estado sobreprotegidos y alentados para que cualquier manifestación de su falta de madurez, por muy antisocial que fuera, estuviera considerada como una afirmación de la propia personalidad. Evidentemente, este fenómeno es una consecuencia del efecto pendular de la dinámica social. Salidos de una época de represión ideológica y conductual, es lógico defender la llegada al extremo opuesto. Pero las consecuencias pueden ser desastrosas. La sociedad humana, en interacción mutua continua, no es un sistema lineal amortiguado, donde los movimientos oscilatorios terminan por llevarlo a un punto de equilibrio estable. Puede darse el caso de un comportamiento caótico, donde las condiciones iniciales ligeramente cambiadas conduzcan a soluciones finales completamente fuera de todo equilibrio. Ejemplos hay en la historia de la humanidad de desastres sociales de difícil reparación.

No hace mucho leíamos, en una prestigiosa revista científica de divulgación, un artículo titulado "Las raíces de la violencia" que advertía sobre el riesgo derivado de la puesta en práctica de las teorías en boga en psicología y pedagogía.

Los políticos

La falta de visión de futuro, o más bien la miopía, de los políticos -sólo pueden ver a cuatro años por delante y son totalmente ciegos hacia atrás-, ha dejado la formación profesional totalmente desmantelada. Ello, unido al hecho de la proliferación, en nuestro país, del número de universidades, públicas y privadas, ha contribuido a la aparición de una idea absolutamente errónea: la Universidad es, en sí misma, un centro de formación profesional. No vamos a profundizar en este tema -nos llevaría demasiadas páginas el hacerlo, lo dejamos para una posterior reflexión-, pero sí afirmamos que, desde el mismo momento en que la Universidad se convierta, como algunos desean, en un centro de formación profesional, es cuando su verdadera misión social habrá fracasado.

Los políticos, además, se enseñorean en otra serie de errores, dando al traste con el sistema educativo superior. Necesitan los votos de los más jóvenes, quienes no están todavía suficientemente formados. En una sociedad donde los ideales han desaparecido, casi por completo, a edades tempranas, los jóvenes son más fáciles de convencer que los adultos; éstos tienen ideas más arraigadas e intenciones de voto más seguras. La demagogia hace entonces acto de presencia. Pueden prometer y prometen a los estudiantes la solución del problema, mediante reformas sucesivas del sistema educativo cada vez más aberrantes, poniéndolo en peligro, incapaces como son de acometer otras innovaciones sociales más atractivas y más urgentes pero, quizás, menos populares y más difíciles de poner en marcha.

Un dato adicional a tener en cuenta. Mientras en otros países, desarrollados o no, algunos de nuestro próximo entorno, los políticos se extraen de entre los mejores alumnos de los más prestigiosos centros de enseñanza superior, en España no es el caso, más bien el contrario. Planea entonces, en las esferas políticas, algo de desprecio por una enseñanza universitaria exigente.

Las autoridades académicas

Como decíamos, durante el último cuarto del siglo XX, el egoísmo social de los españoles y la falta de ayudas adecuadas al estudiantado, junto con la falta de soluciones profesionales comentadas más arriba, han llevado a la proliferación de universidades, a lo largo y ancho de un país, necesitado de un número mucho más reducido, en aras de la calidad de las infraestructuras y del profesorado . Ahora, con una población estudiantil en claro declive, no queda otra opción que las rebajas, como señuelo de la potencial clientela. No debemos esperar mucho para ver la aparición de carteles publicitarios con reclamos del tipo: "Estudia en la universidad de "Gorgones de Abajo", tendrás el título garantizado en sólo cuatro años".

Por otro lado, también las autoridades académicas dependen del voto de los estudiantes. Ese es el caldo de cultivo ideal para ir descendiendo progresivamente el grado de exigencia, a fin de mantener la poltrona, cuando no creando grupos de presión estudiantiles, bien aleccionados y protegidos, dispuestos a envenenar las mentes de sus compañeros con demagogias mil.

Para terminar de remediar el panorama, se propone la copia de sistemas educativos ajenos, impropios de nuestra idiosincrasia y nuestro acervo cultural, que terminan por destrozar el, ya muy dañado, sistema educativo. A lo mejor el método funcionaría si esa copia se hiciera con todas su consecuencias, sistema social incluido. No suele ser el caso. Ahora asistimos a una convergencia de los planes de estudio europeos, propuesta en Bolonia, y ello se hace sin haber llegado a acuerdos sobre qué y cómo se debe enseñar en los centros de primaria y secundaria. El fracaso está servido. Y eso no es del todo grave pues, al fin al cabo, se trata de imitar a nuestros vecinos. Alguna reforma hubo, que algunos medios políticos pretenden resucitar en caso de ganar las elecciones, diseñada para imitar el sistema yanqui, sin tener cuenta las diferentes clases y calidades de las universidades americanas. La importación de un sistema sin sus últimas consecuencias es completamente inoperante.

Los medios de comunicación

Ya hemos mencionado el nefasto papel de los medios de comunicación en la educación de la ciudadanía. Y, aunque no merece la pena insistir en ello, no debemos dejar pasar la oportunidad de denunciar el cinismo de sus responsables, públicos unos, privados otros, con un único interés común: la competencia por la audiencia. Alegando el laicismo del estado español, y respaldados por partidos políticos de toda ideología, se muestran farisaicos si se emite un programa de tinte religioso, pero no dudan en cubrir la programación con sesiones de videntes y debates donde los protagonistas son curanderos sin escrúpulos, encargados de acrecentar la ignorancia supina del españolito de a pie. Creer en Dios está mal visto, pero creer en las barbaridades más aberrantes está de moda y da un aire de modernidad.

Y qué decir de esas tardes en que "personas de la calle" -la mayoría de las veces actores pagados para tal fin-, no dudan en contar públicamente sus intimidades más impúdicas, cubriéndolas con el disfraz de la normalidad. Y todo ello, en las horas en que los más jóvenes ciudadanos están pendientes de la "caja tonta". Esa es la única contribución de los medios de comunicación –no se salvan las emisoras de radio- a la cultura española.

Los padres

Por un lado, en una sociedad salida hace muy poco de la incultura práctica, e impulsada a volver a ella por los medios de comunicación y sus programas basura, los padres de nuestros estudiantes no entienden los suspensos de sus hijos. Tampoco se esfuerzan mucho por enterarse de qué hacen realmente sus vástagos. Ello añadido al egoísmo paterno/materno actual y a la falta de una estructura familiar adecuada -son muchos los casos de ausencia prácticamente absoluta de los progenitores en la casa-, dejan poco margen a la importancia y seguimiento del trabajo de sus retoños, mientras dura su formación. No hablemos de los dramas familiares ocasionados por los suspensos de la convocatoria de junio, cuando hacen peligrar las vacaciones programadas con tanto esmero y previsión, eso sí, sin pensar en el rendimiento escolar de los hijos.

En definitiva, cuidar del desarrollo de las habilidades intelectuales de los hijos exige, a su vez, un esfuerzo familiar que muy pocos están dispuestos a gastar.

El profesorado

Hay muchos profesores inconscientes, bien es verdad, de los cambios de los tiempos. No aceptan la disminución del nivel de exigencia del trabajo escolar, impuesta por la realidad social, respecto de hace medio siglo. Así, si un plan de estudios reduce el número de créditos de una materia, la tendencia habitual del profesorado es la de pisar a fondo el acelerador y comprimir las enseñanzas en un número menor de horas, sin tener en cuenta el nivel de la audiencia, cada vez más bajo desde hace unos lustros. Otros profesores, frustrados y mediatizados por una amenaza desvelada y continua sobre la posible disminución de sus ingresos, en un futuro no muy lejano, como consecuencia inmediata del "fracaso escolar", optan por todo lo contrario, es decir, utilizar el todo vale y aquí paz y después gloria. Qué el país quiere tener titulados superiores medio analfabetos e ignorantes, pues que los tenga. Allá cada cual con sus responsabilidades. Al fin y al cabo nadie les va a pedir después responsabilidades sobre el retraso industrial o el fracaso internacional de la ciencia indígena.

Añadan a lo anterior un hecho más. La tan reiterada expansión del número de universidades ha proporcionado cuadros de profesores poco preparados y menos dispuestos a aceptar un esfuerzo suplementario por el aprendizaje en las tareas de la enseñanza y la puesta al día.

Con todo ello hemos llenado la olla de la insensatez, la cual nos proporcionará la carta de los próximos decenios, menú de escaso poder nutritivo y altamente nocivo para la salud cultural de la famosa, allende las fronteras, piel de toro (famosa por la pandereta, los botellones y los saraos nocturnos).

¿Soluciones? Para empezar, es necesario y obligado un amplio debate social, de gran repercusión en los medios de comunicación, que saque a la luz, sin prejuicios del estilo "políticamente correcto", el verdadero alcance del problema y sus causas. Y una a muy corto plazo: ¡déjense de una vez por todas de demagogias sobre el fracaso escolar! Es meridianamente claro: el esfuerzo está en la raíz del éxito. Al menos nadie lo duda respecto del deporte.

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Vivat Academia, revista del "Grupo de Reflexión de la Universidad de Alcalá" (GRUA).
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Última modificación: 01-04-2004