El Rincón Literario
Arriba Último Nro. Índice Nros. Anteriores Índices Históricos

ISSN: 1575-2844

Revista Vivat Academia

 Histórico. Año VI

linea.gif (922 bytes)

Febrero 2004. Nº 52

Mis cuentos del realismo mágico II

José O. Colón Ruiz

El viaje infinito (La inmortalidad)

Hace mucho, pero mucho tiempo, que Juancho le había pedido al Padre Celestial su inmortalidad, tanto que ya lo había olvidado. Así que un día salió a viajar sin saber para donde y perdió la noción del tiempo. Viajaba sin saber su destino. A las orillas de las carreteras los pastos ardían por combustión instantánea. Él veía pasar los rojos carros de bomberos, pero no oía los ruidos estridentes que eran sórdidos sonidos que retumbaban en la eternidad.

Al principio, pasaban muchos autos de todas clases y marcas. Luego, sintió un silencio sepulcral que estremecía su espíritu. Sin embargo, aunque quería llegar temprano, mientras más viajaba, sentía que nunca llegaría.

Un silencio sepulcral estremecía su espíritu. Miró al espejo retrovisor de su auto y allí estaba su rostro congelado en el tiempo. Echó un vitazo a todas partes, y ahora solamente veía la autopista Noventa y Nueve. Quitó el pie del acelerador y el carro seguía corriendo a la misma velocidad. Luego puso el pie en el freno y nada. Su auto corría velozmente. Era como si viajara en la Eternidad. Viajar y viajar. Al pasar los días, los años, sentía aburrimiento.

Todo aquello era demasiado para él y, mientras avanzaba y avanzaba, menos sentía su cuerpo. Luego, ya no sentía nada. Era como si volara pegado a aquel lujoso y caro auto. Solamente correr en la autopista Noventa y Nueve.

Sin llegar.

Y una tarde serena y triste, una sombra terrible de lo absurdo trato de entrar en su auto. La neblina espesa nubló su visión. Habían pasado noventa y nueve años y no sentía cansancio. Nada le dolía. Y todo aquel largo viaje se tornó en tormento. Y fue cuando habló con el Todo Poderoso:

- ¡"Padre Celestial, solamente te pedí, LA INMORTALIDAD!

Quiso buscar algún entretenimiento y encendió la radio. De ésta no salió ni el más leve sonido:

- ¿Qué hacer Dios mío?

Entonces escuchó una voz en la radio que le dijo:

- Hijo mío, así viajan los astros en el Cosmos-. Sintió como si escuchara la voz del Padre Celestial, para luego todo quedar en silencio. A lo lejos, la Luna parecía como una mueca en el tiempo.

Y así pasaron un atardecer, un amanecer. Y nada. Luego una mañana más y otra...

Un día volvió a llamar al único qua podría salvarlo:

-¡Padre mío! ¿Dónde estás?

Ese día, sí tuvo una rápida repuesta.

- ¡Hijo mío! ¿Por qué te quejas? Después de todo, te he concedido lo que me pediste.

- Bueno sí, Padre Celestial, usted es el TODO. Yo la partícula, haga algo por mí.

- Esta bien hijo mío, pide y te será concedido.

- ¡Usted sabeee...!

- Mira a tu espejo, hijo mío.

Cuando miró al espejo vio la siguiente escena. Su cuerpo yacía tendido sobre una cama en la sala de cuidados intensivos de un hospital, conectado a un respirador artificial. Y en una pantalla de televisión podían leerse sus signos vitales, donde se veían su condición de salud y el débil latir de su corazón.

Vio, además, que en una salita, al lado, se encontraba un viejo doctor que hablaba con su esposa y le decía:

- Señora, sé lo que ha sufrido por tantos años y me alegra que tenga la orden del juez para desconectar el pulmón artificial para dejarlo morir en paz.

- Está bien firmaré.

- No... ¡Nooo...!

Fue entonces cuando el doctor, como iluminado por un pensamiento divino fue a examinar por última vez a su paciente. Cual no sería su sorpresa, pues al llegar ante el cuerpo, notó que se movía y las máquinas vitales empezaban a registrar palpitaciones y signos de vida, y... ¡había abierto los ojos!

- ¿Hijo me oyes?

- ¡Sí, le oigo! Gracias a Dios y a usted por salvarme.

Enseguida escuchó, a lo lejos, la bocina de un auto azul que acaba de llegar. Su vía crucis, había terminado. Su viaje continuará, pero en la dimensión desconocida.

En un arranque sobrenatural se dirigió al cementerio a rezarle a un amigo que había fallecido. Y allí, entre matorrales y un cielo estrellado, vio la tumba de su hermano de aventuras. Al lado, paralela, reparó en una tumba que llevaba su nombre, Juan Santos.

- ¡Se llamaba igual que yo!

En realidad, en su confuso e inestable sufrir, no se percató, que hacía noventa y nueve años que había muerto... Dentro de su tumba su cuerpo estaba intacto.

1/29/04

Volver al principio del cuento             Volver al principio

Abracadabra

Hoy, me he levantado pensando en mi paloma sabanera. Quisiera darle de mi maíz, pero está muy lejos. Cuando viene a mí le encanta mi caballo Paleto. Quisiera tenerla entre la bandada de mi palomar, pero es arisca. Espero que algún día se quede entre mis palomas y que Paleto la cargue en su lomo. A pesar de la lluvia, hoy llegaron varias palomas a comer maíz. Yo creí que vendrían más. ¡No sé! Entonces entra Paleto y le digo:

- Paleto, ¡a veces, pienso que no existes y que yo estoy medio loco!

- ¡Amooo!, cómo no voy existir, si estoy aquí, hablándole.

- ¡Unjú! Así que, hablas, luego existes.

- Bueno, ya lo dijo Descartes, "Pienso, luego soy".

Paleto desaparece y yo quedo solo. Solo con mi pensamiento...

- Paletooo..., ¿dónde estás?

Y aparece una sombra, que no se parece a mi Paleto. Es la sombra ABRACADABRA, que a veces parece estar cuerda.

- Ves, Paleto..., a veces pienso que tú eres el loco y que yo no existo.

- ¡Amo, Amooo! ¿qué le pasa hoy? ¿Acaso quiere jugar juegos psicológicos conmigo? Con tanto fango y lluvia, no estoy para juegos.

Ese día, Paleto estaba más confundido que yo, y le preguntó a la sombra ABRACADABRA:

- ¿Oye, sombra Abracadabra, recuerdas que hace algunos años, en un Centro Espiritista, tú contestaste por mi Amo?

Y la sombra contesta:

- Es que yo estaba confundido o medio loco.

- ¿Y ahora estás bien?-, pregunta Paleto.

--¡Nooo! No estoy bien. No sé quien soy, ni a dónde voy, o de dónde vengo. Estoy confundido y mi vida es un caos y a veces creo que soy paloma.

En eso yo interrumpo la conversación y le pregunto:

- ¿Por qué Don Felipe, el Santero, no pudo curarte?

Y la sombra contesta:

- Era muy tarde, somos el resultado del proceso de socialización y de nuestro historial biológico heredado, que hoy día se conoce como el gnoma del DNA, o algo así.

Y Paleto le contesta:

- La tinta cambia, primero es azul, luego roja y al final negra hasta que desaparece.

La sombra comprende muy bien lo que Paleto quiere decirle y desaparece del centro de la habitación. Llamo a Paleto y, como siempre, regresa trotando hasta mi:

- Buen amigo, ¿qué te pasa hoy, vas y vienes como en tiempo bueno?

Y desaparece otra vez. Luego un silencio sepulcral. La sombra también vuelve y guarda silencio, y desaparece de nuevo. Yo me quedo soñando con tiempos mejores.

Paleto, regresa y me pregunta por la sombra.

- ¡Pero, Paleto, si encendiste la luz!

A veces sueño que yo soy ella. Que tal vez seamos una misma persona o que yo morí en mi último accidente automovilístico. No sé. La veo a mi lado, en mi trabajo. La he visto caminando por los viejos pueblos. Habla con las mismas personas que yo hablo. La última vez que la vi hablaba consigo misma, andaba mal vestida, sola, cabizbaja, y los niños le tiraban piedras.

1/29/04

Volver al principio del cuento             Volver al principio
linea.gif (922 bytes)
Vivat Academia, revista del "Grupo de Reflexión de la Universidad de Alcalá" (GRUA).
REDACCIÓN
Tus preguntas y comentarios sobre este Web dirígelos a vivatacademia@uah.es
Copyright © 1999 Vivat Academia. ISSN: 1575-2844.  Números anteriores. Año VII
Última modificación: 01-04-2004