José O. Colón Ruiz
Estando yo, durmiendo en mi cuarto, siento un ruido algo extraño y me levanto
asustado. Paso a la sala y veo un objeto, que se me parecía una máquina, en forma
redonda, como de metal, con una puerta rara. Tenía como base una rueda giratoria. En la
parte superior había un cartel que decía, "GIRE Y VIAJE EN EL TIEMPO".
Doy un paso para entrar y abro su puerta. En eso, sale Paleto, que se había despertado
con el ruido y me dice:
-¡Amooo, no lo haga! ¡Noo!
Y como siempre, en pos de aventuras, y sin prestarle atención a mi amigo de siempre,
me paro en el centro de la cabina redonda, y veo una palanca que dice "bájeme
y viaje en el tiempo". La bajo y la cabina empieza a girar. Entonces, en unos
segundos siento que estoy en la misma casa, sin embargo, Paleto, los muebles, y todo lo
demás había desaparecido.
En realidad me encontraba en un extraño lugar y todo estaba envuelto en bruma, como en
misterioso y opaco silencio. Afuera se escuchaban inteligibles y extraños ruidos. Salí y
estaba claro. Un portón de madera, o de lo que parecía madera, me separaba del paisaje
exterior. Como estaba medio abierto, atravesé el umbral y, no bien había salido, un ave
o dragón de dos cabezas vino hacia mí. Me pasó muy cerca pero se fue volando. Era un
ser raro de dos cabezas que, para mí, era dragón, o algo parecido. Tan pronto caminé
unos pasos, aparecieron ante mi vista unos animales extraños que también venían hacia
mi y querían entrar en el corral. Unos tenían un gran parecido con el avestruz. Otros
parecían bisontes, pero de mayor tamaño. Los seres que los cuidaban eran de cuerpo
desproporcionado, cabeza alargada y ojos oblicuos. A uno del tamaño de un niño como de
ocho años le pregunté:
-¿En qué año estamos aquí?
Me contestó y no lo entendí. Entonces cogió un una especie de maquinita, como del
tamaño de un teléfono celular y me apuntó. Así pude entenderlo.
Volvió a hablar:
-Estamos en el 1960.
Comprendí que había viajado al pasado, pero en otra dimensión del tiempo. Rápido
regresé a la casa para no quedarme perdido en aquella época.
Dentro de la casa me topé con un alado caballo blanco, que me dijo:
- Bienvenido a nuestro tiempo, Amo.
No comprendí porqué me llamaba Amo pero, por eso de seguirle la corriente, le dije:
-Te llamaré, Chapaleto - Pues así se llamaba el ancestro de Paleto, mi
caballo.
-Pero, yo soy un ser extraviado en el tiempo y el espacio, Amo.
-Sí, y te cuidaré hasta donde sea posible, pero lo que me interesa ahora es regresar
a mi tiempo.
- A mí también, Amo. Mire envíeme a mi tiempo. Todo lo que tiene que hacer es
colocarme en la rueda giratoria y ponerla a treinta y ocho grados. Para su tiempo son
cuarenta y cinco grados.
-¡Que bueno eres, Paleto! ¡Oh, perdona quise decir, Chapaleto!
- ¡Usted esta más perdío que un juey viejo!
De pronto se escuchó un ruido misterioso acercándose.
-¡Amo, Amo, apúrese! -Y se situó en la rueda giratoria. La puse a treinta
ocho grados, la giré y desapareció.
Después cambié la rueda a cuarenta y cinco grados y regresé a mi tiempo, en el
futuro. Allí, estaba Paleto esperándome para regresar a su casa en el Tren Urbano, que
de milagro ya estaba funcionando.
-¡Amo! Usted no sabe lo mucho que lo eché de menos.
Y así, aquel día, fue Paleto el que me llevó a mi a pasear. Me llevó a Río
Piedras, para que viera las paradas del tren urbano subterráneo que ya se había
terminado de construir. Era el año dos mil cuatro.