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ISSN: 1575-2844

Revista Vivat Academia

 Histórico. Año VI

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Abril 2004. Nº 54

Contenido de esta sección:

Los lutos familiares (Benjamín Hernández Blázquez)
De veletas y políticos (Benjamín Hernández Blázquez)
La música, ¿arte, física o matemáticas? (José Antonio Martínez Pons)

Los lutos familiares

Benjamín Hernández Blázquez. Universidad Complutense de Madrid.

Los días equinociales barruntan ya la mortecina luz del largo túnel cuaresmal; pocas connotaciones reviven de las viejas costumbres, el viento del progreso se cuela por las rendijas de los portones de la historia y barre lo de dentro y lo de fuera. Aún sobrenada algo como el luto por los difuntos, otrora piedra angular de esta cuarentena, aunque en este año ha vuelto a teñir de negro uniformes y corbatas de incolas y urbanos por circunstancias distintas. La pérdida de personas cercanas, de cosas valiosas o de situaciones deseables conforman ineludiblemente el acervo de experiencias dolorosas que todo ser humano afronta en su devenir terrestre.

El luto, arraigado en la España profunda, era como "el otro uniforme" el primero fue el del trabajo. Proviene este vocablo de lugere que significaba llorar, lamentarse; este sentimiento de pena se exteriorizaba en ropas u objetos. Las culturas occidentales lo identifican con el color negro, así eran los paños que se colocaban en las casas de los difuntos mientras el cuerpo permanecía presente, también en la iglesia hasta que finalizaban las exequias; asimismo, negro era el color litúrgico del Viernes Santo o el de los lictores romanos cuando asistían a funerales y otros actos de rigor. Las togas judiciales y las de los doctores académicos son reminiscencias que permanecen instituidas secularmente.

En otras civilizaciones, como la milenaria de China, guiada durante muchas centurias por el moralismo de Confucio, el luto o sentimiento era discrecional y los ropajes de distintos colores pero no negros. Su filosofía, que lo llenaba todo, decía "cuando se extingue la vida, no se va al cielo, tampoco al infierno", la pérdida de un familiar era considerada "como las vigas de los edificios que cuando se rompen se reconstruyen, y cuando los hombres mueren, otros los sustituyen".

El negro luctuoso, antes que un color, parecía la negación de los otros, además del duelo se asociaba con la muerte. Antes de nuestra Era, se sacrificaban animales preferentemente negros para aplacar a los dioses del averno y, en Egipto, cuando el recipiendario sufría las pruebas de la iniciación, repetía hasta la saciedad la negritud del dios Osiris. Posteriormente, y en el simbolismo cristiano, era el color del príncipe de las tinieblas, por cuanto representaba el demonio al que ofrecían rosas negras. La Edad Media lo asociaba con la brujería o magia negra. En edades sucesivas, aparecen expresiones o corrientes culturales como: novela negra, humor negro, cine negro, teología negra o leyenda negra. En temas pictóricos, Goya fue interpretado en clave negra, como Gutiérrez Solana, y en la actualidad artistas estudian la estética mortuoria y la recreación de todo lo relacionado con la muerte, a la que consideran una de las bellas artes.

Pero el duelo asociado al luto, tiene otra vertiente, objeto de análisis por profesionales diversos, dado que contiene elementos comunes con las depresiones, y también porque en ese tiempo las personas se hacen más vulnerables a ciertos trastornos mentales o somáticos. El sentimiento del duelo es una tarea de adaptación a la vida en un entorno que no es el mismo; psicólogos y sociólogos buscan que esta convergencia se haga sin traumas y sin tardanzas, Esta transición ha sido contemplada desde los primeros albores de la humanidad, generando los ritos más diversos. En España los funerales iban desde el concurso de plañideras, hasta la suspensión de los buenos modales que se consideraba autorizada en los velatorios, y siempre con el establecimiento de períodos de luto socialmente aceptados.

El Estado de las autonomías recogió el testigo de la inacabable postguerra, en la que un luto familiar relevaba o relegaba a otro de menor enjundia, sin dejar espacios o "tiempos vacios": de abuelos a primos nada escapaba a estas rígidas pirámides particulares, todos hacían ostensible el luto y estos días aderezados por el tiempo cuaresmal. A veces, ralas, se disminuía esta rigurosidad con el denominado medio luto, con la corbata negra como distintivo dominante.

La corbata tuvo como antecesor los sudarios que acompañaban las ofrendas religiosas. La denominación actual es más moderna y se debe a un regimiento de soldados croatas al servicio de Francia que lucieron una chalina y se colocaban en el cuello, como parte del uniforme. Esta moda se propagó en Europa, y la agrupación de la Royal Cravate dio el nombre de corbata. A finales del siglo XIX estaba ya en la indumentaria del luto y la gama de nudos se hizo tan versátil, hasta cerca de 200 llegaron a inventariarse, que en algunos pasajes europeos, en la forma de éstos se podían leer la clase del luto de la persona portante, así como otras circunstancias inherentes a su causa.

La sociedad de consumo y la celeridad con que acontecen los cambios, ha asfixiado el luto familiar que, para algunos escritores de la época de Jardiel Poncela, "es un convencionalismo aburrido y monótono que pretende reglamentar el sentimiento de los ciudadanos".

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De veletas y políticos

Benjamín Hernández Blázquez. Universidad Complutense de Madrid.

En los dos o tres últimos lustros, los cambios acaecidos en el paisaje rural, también en el urbano, han sido tan frenéticos que apenas podemos constatar hasta que punto el ambiente que rezuman los 1211 municipios de Castilla y León entre 101 y 500 habitantes ha perdido sus señas de identidad, para zambullirse de lleno en las mareas y corrientes de la globalización. El irregular alfoz de los pueblos y aldeas, antaño, en muchos, era controlado desde la desafiante torre rematada por una sombría veleta, vigías ambas de las eternas tareas del campo, ahora visiones marchitas y las veletas, como otros aperos, han convergido en objetos románticos, o de deseo de esquilmo entre chamarileros y quincalleros.

Las veletas, precursoras de los sofisticados anemómetros, son elementales aparatos que giran alrededor de un eje vertical impulsadas por el viento y, asimismo, señalan su dirección. En el mes de marzo, encuentran un campo de ensayo como ninguno otro del año. Marzo es el paradigma del viento, como así lo atisbaron los inventores del calendario republicano francés hace 212 años y que lo denominaron ventose, por ello, la sabiduría popular se ceba en los refranes con este meteoro: "viento marzal, buen temporal", "viento solano malo en invierno, peor en verano" o "en marzo vuela el tiempo con el viento"; otros presentan matiz cambiante: "más ligero que la veleta marcera", "en marzo la veleta, ni dos horas está quieta" o "tiempo, viento y fortuna son mudables como la luna".

La veleta fue, en sus orígenes centenarios, adorno simbólico cuyo uso estaba reservado, casi en exclusiva, a las iglesias, torres o edificios eclesiásticos y, posteriormente, castrenses. Uno de los primeros modelos de veleta que ha perdurado hasta ahora es el gallo, que reemplazó a otros como enseñas o banderas. De una u otra forma significaba la vigilancia de la zona y sus aledaños, como el clarín de la ciudad polaca de Poznan que, según una leyenda del siglo XIII, murió asaetado cuando estudiaba la veleta de la torre, a la par que tocaba un instrumento que daba la hora al municipio y avisó a sus habitantes salvándolos de la invasión tártara.

Dos veletas fueron actores distinguidos en un drama juvenil que tuvo a la Mancha Alta como escenario y como telón de fondo la Guerra de Sucesión española. Un mozo lugareño tenía relaciones con una doncella de la localidad contigua, cuyos padres vetaron de raíz, por lo que la única forma que tenían de comunicarse eran los gestos emitidos desde la cima de las respectivas almenas. El joven se alistó para medrar y luchó a las órdenes del general Malborough, el "Mambrú" de las canciones infantiles. De vuelta, fue nuevamente rechazado a pesar de su fortuna; se volvió a marchar, nunca volvió al pueblo, la joven murió de pena. Por todo ello los vecinos hicieron sendas veletas como recuerdo de este infausto suceso que trascendió entre forasteros. La ruda meteorología inherente al lugar las aniquiló repetidas veces, pero su reposición era inminente, estaba por medio la memoria colectiva de ambos pueblos.

Veleta proviene, según algunos, del latín velum con la acepción de velo y cortina; otros filólogos defienden su procedencia del árabe beleta equivalente a "irse de un lado a otro", deambular. El tiempo borró el uso del artefacto, como también el de otros oficios que colaboraron en su fabricación como latoneros, herreros, tundidores, caldereros o talabarteros, y con los hombres y sus trabajos declina su lenguaje. El castellano es un idioma esencialmente rural y la jerga comercial sólo se acomoda en el inglés. De igual modo se podría inferir que el significado de veleta campa a sus anchas en el dilatable espacio de la clase política.

Los políticos son actores distinguidos, culminando sus mejores actuaciones en campaña electoral; centros de enseñanza, empresas o mercados son fedatarios de ello. Pero debajo de su indumentaria campechana se atisban dosis de acrimonia y su aparente permeabilidad se torna en hermetismo y opacidad en sus despachos. En estos días de empacho mitinero, que no finalizará con las elecciones, como una lluvia fina va calando en la piel del ciudadano, desembocando en la familiaridad de sus mensajes, algunos rayanos en la perversidad, y los cambios de criterios que se antojan veleidades de pleno.

La avaricia de poder es tal que siempre les parece insuficiente, todo para esparcir el bien que dicen pretender derramar entre la población. En estos frenéticos días, el ciudadano se siente perseguido, lo es; al día siguiente, el político vuelve a su sitio y cambia los papeles de acreedor y deudor con los permisivos habitantes.

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La música, ¿arte, física o matemáticas?

José Antonio Martínez Pons. Universidad de Alcalá

Desde muy antiguo ha existido una gran ligazón entre la ciencia y la música y entre los científicos y este arte; no en balde para muchos es la más matemática de las artes y por supuesto, la más física. Basta con pasar por un osciloscopio una melodía de Mozart o un fragmento rokero y comparar. No hablo ya de calcularle la entropía de Kolmogorov, porque no quiero ser responsable de que algún ordenador salga echando humo (con el segundo fragmento, por supuesto, en Mozart el orden y la armonía son consustanciales).

La escuela pitagórica estableció una relación entre el largo de la cuerda de la lira y las notas musicales y ahí empezó el maridaje entre las matemáticas y la música.

El padre de Galileo Galilei, Vincenzo, era un músico notable y el gusto y el conocimiento se observa en la obra de Galileo.

Kepler hablaba de la melodía de las estrellas, incluso es posible encontrar la partitura, que desde luego no tiene nada que ver con la célebre suite "los Planetas" de Gustav Holts, por otra parte tan utilizada como música de fondo de películas y series. (En mis recuerdos , el "Diego Valor" radiofónico de mi infancia, con "Marte el guerrero" o más reciente, el Pequeño Cid de Televisión que también recurría a la obra del compositor inglés.

De Newton no consta que fuera especialmente melómano, es más , más bien parece lo contrario, por una vez que asistió a la ópera, parece que en el tercer acto se aburrió tanto que abandonó el teatro y después de asistir a un concierto de clavicordio, interpretado nada menos que por el gran G.F. Andel(1685-1759), no se le ocurrió otro comentario que elogiar su agilidad de manos. Sin embargo, pese a su escasa sensibilidad dedicó un gran esfuerzo al estudio de la armonía musical. Ello es perfectamente comprensible dentro la mentalidad de Sir Isaac ya que él era pitagórico y pensaba que sus descubrimientos eran sólo una parte de un orden superior. En suma, el cosmos era orden y armonía y, por tanto, a la música sólo se podía llegar con oído matemático. En este sentido se esforzó en encontrar una relación numérica entre los tonos musicales.

Hasta el renacimiento se utilizaba la escala pitagórica que tenía un fallo fundamental debido a la incompatibilidad de las consonancias simples, así por ejemplo, si una octava tiene una relación de frecuencia de 2 a 1 y una quinta perfecta de 3 a 2, un intervalo de siete octavas deberá tener una relación de 27 = 128 y doce quintas, (3/2)12= 129,7 , sin embargo, los intervalos son equivalentes, luego la relación debe ser la misma. Este problema que no es importante en la música homofónica, si lo es en la polifónica. Se propuso entonces otra escala de entonación justa, pero entonces las relaciones no podían expresarse en relaciones de números enteros. Afortunadamente en 1590 aparecieron las fracciones decimales y en 1614 los logaritmos, con ellos Newton estableció una unidad normalizada de medida de intervalos, el semitono bien temperado, que correspondía a una relación de frecuencia de 21/12 a 1 , muy aproximadamente 1,06 a 1, anticipándose a la escala moderna que divide la octava en 1200 unidades y doce semitonos correspondiendo a cada semitono 100 unidades.

En el fondo Newton pensaba que su ley de gravitación universal debía ser consecuencia de la asociación armoniosa entre la música celestial, debida a la relación entre las distancias al Sol de los planetas y los sonidos de una cuerda vibrante. Esta relación, pensaba, no podía haber pasado por alto a los antiguos (los famosos "Gigantes" con mayúscula , a quienes tanto reconocía deber, en contraposición a Hooke que era pequeño y canijo, casi un enano, a quien no debía nada) y así en la primera edición de sus principia afirma que Pitágoras ya la conocía al haber encontrado una relación semejante, de cuadrado inverso entre la frecuencia de la cuerda y la tensión.

Conviene recordar que, por estos tiempos, el Maestro J.S. Bach (1685-1750) compone, entre otras, "El clave bien temperado" y no falta demasiado para que W. A. Mozart (1756-1795), del que he leído no era lego en cálculo infinitesimal, recién descubierto, hiciera del pentagrama campo de todas sus diabluras.

Se podría seguir por el camino de la matemática y la música que podría llevarnos muy lejos: impresionismo, dodecafonismo y música serial, música estocástica, electroacústica , fractales en la música y demás engendros modernos, pero no creo que sea lugar, ni yo tengo conocimientos suficientes, así que aligeremos.

Como dije antes, es muy común entre los científicos ser aficionados a la música, no en balde la música es la más matemática de todas las artes.

Hay muchos grandes músicos con sólida formación científica, por ejemplo el gran tenor canario Alfredo Kraus era ingeniero industrial, como también lo era el compositor levantino Oscar Esplá. Franck Martín, compositor suizo casi contemporáneo y décimo hijo de un pastor calvinista, había recibido una sólida formación físico matemática que se detecta en su obra.

Viceversa, tanto Werner Heisenberg como Max Born eran virtuosos del piano. El primero era capaz de trabajar hasta las tantas con algún doctorando y después relajarse tocando a cuatro manos… a J.S. Bach (como no) y Albert Einstein tocaba el violín hasta el extremo de llegar a formar cuarteto, entre otros, con Gaspar Cassadó, célebre violonchelista catalán. También las aficiones de Einstein iban por el cantor de Leipzig. Es curioso que el músico "moderno" norteamericano J.P. Glass tenga una obra llamada "Einstein en la playa", en mis cortas luces musicales dudo que el padre de la teoría de la relatividad soportará más de tres, llamémosles, compases de tal obra.

El compositor ruso Alexandr Borodin, hijo bastardo de un noble georgiano, autor entre otras obras de la ópera "El príncipe Igor", cuartetos, sinfonías etc, estudió medicina, pero no soportaba la visón de la sangre, por lo que su actividad científica se dirigió sobre todo a la investigación en química orgánica. Era amigo de D. I. Mendeleiev -sí el de la "tabla periódica"-, con quien realizo un largo viaje por Italia.

Borodin era además militar, general del ejército del Zar y sumamente despistado. Una tarde tenía audiencia con el zar de todas las Rusias, de modo que se vistió con el uniforme de gran gala, se emperifolló y se colocó las condecoraciones en el pecho de la casaca. Bajó la escalera y fue a montarse en su coche, por supuesto de caballos. Ya tenía un pie a bordo, cuando su asistente le sujetó por el brazo:

- Mi general

- ¿ Qué ocurre?

- Así no puede ir a ver al Zar.

- Cómo no puedo ir si llevo mi mejor uniforme.

- Sí señor, pero se ha olvidado de ponerse los pantalones.

El matemático alemán Weierstrass era una excepción, detestaba la música. Aparte era muy amigo de Bunsen, el inventor del mechero de su nombre y autor de una frase que debería grabarse en la puerta de todas las facultades de Química :

"El químico que no es físico no es nada en absoluto".

Bunsen era un misógino convencido, tanto que había jurado que jamás una mujer hollaría con su presencia el sagrado recinto de su laboratorio. (La historia no cuenta si la sirvienta entraba alguna vez a quitar el polvo). El bueno de Bunsen no conocía a las mujeres.

En resumen.

Por aquel entonces vivía en San Petersburgo una joven aristócrata rusa, Sofía (o Sonia) Kowaleusky (o mejor Kowaleuskaya). Esta joven era una estudiosa de la ciencia, de modo que pensó en trasladarse a Alemania para perfeccionar sus conocimientos. En principio, no se le concedió el permiso por ser mujer soltera, de modo que Sofía contrajo matrimonio con un militar y geólogo, Kowaleusky, pero con la condición de no "consumar el matrimonio" hasta que ella regresara de Alemania.

En este país solicitó ser recibida por Bunsen. La aristócrata iba, como correspondía a su clase, elegantemente vestida y se tocaba con un gracioso sombrerito provisto de un velo que le cubría parcialmente los ojos -las crónicas dicen que eran muy bonitos. Bunsen, cortésmente, la recibió pero, cuando Sofía le propuso que le diera clases, empezó con evasivas. Nadie sabe lo que ocurrió, sólo que al final de la entrevista Sofía no llevaba el sombrerito y el químico había claudicado y accedido a darle clases.

Pasado algún tiempo el maestro llegó a la conclusión de que él ya había cumplido pero que Sofía necesitaba ampliar su base matemática, por lo que le sugirió que acudiera a Weierstrass, para quien le dio una carta de recomendación pero, al propio tiempo, escribió otra a matemático que venia a decir más o menos esto

Estimado colega, unos de estos días le visitará un señorita rusa que ha sido alumna mía para que Vd la instruya. Si usted no está dispuesto a darle clases, por nada del mundo deje que se quite el sombrero.

Con sombrero o sin él, Weierstrass dio clases a la Kowaleuskaya.

Transcurrido el tiempo, ésta regresó a Rusia y, por lo visto, se incorporó a la vida social. Parece ser que sus maestros se enteraron y le escribieron una carta reprochándole que después de lo que habían hecho por ella abandonara la ciencia para dedicarse a saraos y otros solaces. Sofía, que enviudó joven, los debió escuchar ya que los dos viejos intentaron que fuera admitida como profesora en el claustro de la Universidad de Heildelberg, pero allí no la aceptaron por ser mujer, por lo que acabó como profesora en la Universidad de Estocolmo, siempre por recomendación y padrinazgo de sus maestros.

Otro gran científico con concomitancias musicales fue Max Planck, quien en algún momento de su vida se planteó la posibilidad de dedicarse profesionalmente a la música, afortunadamente para la Física, su opción fue la ciencia.

Con todo, no es la música clásica única en las aficiones de los físicos. Existe un grupo roquero norteamericano bautizado con el nombre "Panta rei" (expresión griega que significa todo fluye, claramente relacionada con el concepto cosmológico del atomista Demócrito) que está formado por un grupo de astrofísicos.

No me costa de ningún "zarzuelero" que además fuera científico y eso que en el mundo de la zarzuela hay de todo, como el catalán Amadeo Vives (Amadeu, en versión post-Rovira). Vives era un enamorado de Madrid: Barcelona es mi madre, Madrid es mi novia, decía; y a Madrid dedicó la que posiblemente sea su mejor obra "Doña Francisquita". Pues bien, Amadeo Vives tuvo una vida bastante "bohemia" como se decía entonces, de modo que siempre estaba a la quinta pregunta, como se dice todavía hoy.

Justamente el músico tenía un hermano sacerdote, capellán de uno de los manicomios de los aledaños de Madrid, así que, cuando Amadeo andaba bajo mínimos, solía recurrir al socorro de su hermano. En una de las visitas económicas, y justo cuando se retiraba un loquero (no sé la palabra políticamente correcta a utilizar), le tomó por uno de los internos que se fugaba, así que le agarraron:

- ¡Qué no estoy loco!

- Todos decís lo mismo.

Al final consiguió que llamaran a su hermano y que éste, sin mucho convencimiento de los loqueros, respondiera de su cordura, y le dejaron marchar.

No tiene nada que ver con la física, pero me ha venido a la mente y ahí queda.

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Vivat Academia, revista del "Grupo de Reflexión de la Universidad de Alcalá" (GRUA).
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Última modificación: 10-05-2004