Opinión y Debate
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ISSN: 1575-2844

Revista Vivat Academia

 Histórico. Año VI

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Junio 2004. Nº 56

Contenido de esta sección:

El fútbol y la Eurocopa (Benjamín Hernández Blázquez)
Opiniones de la directora general de Universidades e Investigación doña Clara Eugenia Núñez (recopilación de los sindicatos)

El fútbol y la Eurocopa

Benjamín Hernández Blázquez. Universidad Complutense de Madrid.

Cuando las ligas europeas han cerrado "por balance e inventario", el fútbol se traslada a otros escenarios: los de la Eurocopa de Selecciones. Los protagonistas tendrán oportunidad de exhibir sus cualidades en los mejores escaparates y, como los valores bursátiles, pueden variar su cotización; ardua tarea, como la de las viviendas, es su tasación técnica, sólo el valor de mercado es el indicador al uso. En estos campeonatos que se iniciaron en 1960, con la ausencia política de España, circula tanto dinero porque lo que se expende es espectáculo y lo que se explota no es el deporte en si mismo, sino el circo que se genera en su entorno, caldo de cultivo, por otra parte, de variadas y espurias consecuencias. El fútbol encuentra eco en una sociedad fetichista donde lo esencial se degrada en aras de lo anecdótico, lugar de éxitos y fracasos fulminantes, que a sus idolatradas figuras, en muchas ocasiones, les resulta imposible de asumir.

Los espectáculos deportivos, como los musicales y, en general los denominados servicios de ocio, son en una economía de mercado, productos como cualesquiera otros, eso sí con Denominación de Origen jerarquizado, que se compran y se venden en un mercado normativo. Esta tipificación económica, corresponde a la mercantilización de las actividades humanas inherente al capitalismo que, en la última década del milenio, desembocó en un liberalismo radical. Empero, se piensa que el ocio y los bienes culturales no son simples mercancías que agotan su razón de ser en el hecho de ser susceptibles de comercio, sino que poseen variables simbólicas que les confiere una función social que va mas lejos de la satisfacción individual de aquellos que la consumen. El monopolizador fútbol, en simbiosis con la economía mediática, se ha convertido en un fenómeno de masas de influencia en la opinión pública que puede alterar la vida de una ciudad en hechos puntuales, consecuentemente es complejo como ninguno otro en su entramado financiero.

Por otra parte, cuando dos selecciones se enfrentan, ambas se ven acuciadas por la necesidad de ganar, tal vez con objetivos distintos; pero necesidad versus necesidad lo mas probable es que prevalezca la del mejor equipo, cuando existe la negativa a esta lógica, el club recibe la mayor censura. Otros clubes se refugian en las matemáticas cuando autorizan a conservar un ápice de esperanza; ésta es como una desviación espiritual de la aritmética; es lo penúltimo que se pierde, lo último es el titulo que se defiende o se quiere conseguir.

Las múltiples estrategias abstractas exhibidas, por una parte el carácter o historia del club con el talento que lo da el presupuesto, se aúnan contra la fatiga por la extensión del calendario y el miedo a la derrota. Si esto no funciona aparece el protagonismo de los cracks que no siempre son determinantes, la calidad no garantiza el triunfo, únicamente aseguran la viabilidad de los sueños, no su cumplimiento, son premisas con ciertas probabilidades de cumplimiento. Las otras estrategias, las concretas basadas en la combinación de puestos y sus ponderaciones, son elevadísimas aunque todas inciden en que los dos equipos que se enfrentan plantean la duda metafísica de siempre ¿es preferible crear juego, o evitar que lo genere el rival?

En la mayoría de estos campeonatos se consagran jugadores, en otros, los menos, se desarrolla una táctica, que es la exhibida por el campeón. La táctica, y la estrategia respectiva, es el sello personal del entrenador que dirige el juego, que tiende a buscar unas condiciones óptimas para desarrollarla en toda su extensión. Por eso unos son conservadores en su juego, otros revolucionarios, pero pocos son lo suficientemente inteligentes para ser lo uno y otro, según las circunstancias del encuentro.

El fútbol, que se implantó en España a finales del siglo XIX, tardó varios decenios en ser sopesado social o culturalmente; el periodista aragonés Mariano de Cavia, intentó popularizar sin éxito la traducción al castellano de balompié (1919). Unamuno, al año siguiente, igual que otra pléyade de intelectuales, describía el fútbol, pero sólo para compararlo con otras modalidades, como los boyscouts y decía: "fuimos a ver una partida de football, un juego sin pedagogos profesionales, sin tendenciosidad de patriotismo de trapo y no de fibra viva sin otra disciplina que la que surge del juego, más libre, más espontáneo y mas divertido que los hurras y saludos de los exploradores".

Asimismo, en el semanario "Estampa" plasmaron su opinión varios autores. Pío Baroja decía haber visto sólo un partido de fútbol "desde una casa que tengo cerca del campo del Real Unión de Irún" y lo comparaba, lo mismo que Ortega y Pérez de Ayala, con los toros. Este último defendía "que la tauromaquia es la imagen trágica de la vida; el football es la humorística de la vida en cuanto afán inútil y sin finalidad". Peor opinión expresaban los hermanos Álvarez Quintero: "no vamos, no nos gusta, no tiene atractivo". Más ecléctico fue López de Haro que lo ensalza como deporte, "como ejercicio al aire libre y como espectáculo", pero en el mismo rotativo lo humilla "por adolecer de un defecto esencial, al carecer de actitudes bellas, susceptibles de ser captadas por los artistas en trasuntos que exaltan la figura humana".

Ninguno de estos teóricos vanguardistas sociales, atisbó su repercusión posterior iniciada ya en la España de la posguerra; sólo Romanones era consciente, por su desarrollo en varios países europeos: "se trata de algo más que un juego; que tiene una trascendencia evidente en todos los aspectos de la vida y será una de las características más determinada del actual momento".

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Opiniones de la directora general de Universidades e Investigación doña Clara Eugenia Núñez

Sindicatos

La DGU puede seguir políticas distintas a otras Direcciones Generales de la Consejería de Educación.

La DGU no va a intervenir en los procesos de negociación porque estos deben hacerse entre gestores (universidades) y sindicatos.

La DGU sólo está para garantizar un buen servicio a los alumnos y a la investigación.

Los objetivos de la DGU no pasan por atender las relaciones laborales.

La DGU esta para atender a las universidades públicas y Privadas .

LA DGU entiende que consenso y diálogo son cosas distintas.

La DGU no está para entender de paz social.

LA DGU cumple con su parte ateniéndose a lo establecido en el contrato programa.

La DGU está hablando con los rectores para elaborar las bases del futuro contrato programa a partir del 2006.Si los sindicatos quieren algo tienen que hablar en cada universidad con los rectores.

Ellos no han faltado a ninguna obligación contraída en los ámbitos de negociación. Es más ha delegado la presidencia de la comisión paritaria del PDI L en el Presidente de la CRUMA (rector de la Carlos III). NO lo ha comunicado a los sindicatos, porque nosotros no habíamos solicitado ninguna convocatoria.

La DGU plantea que si hemos hecho las oportunas peticiones, entonces será un error el no habérnoslo comunicado.

La DGU no va interferir en procesos negociadores.

La DGU aspira a no tener ningún tipo de presencia en las negociaciones.

La DGU no pretende que desaparezcan la mesas de negociación , solo que ella no va a estar.

La DGU toma sus decisiones en función de la legalidad vigente.

La DGU no puede estar continuamente pidiendo un incremento del gasto de universidad a la consejería de hacienda, no lo admite al igual que nosotros no admitiríamos disminución en el presupuesto de universidades.

La DGU repite que los sindicatos hablen con sus rectores, pues estos no son sus interlocutores.

La DGU sólo se rige por el actual contrato programa.

La DGU sólo entiende de oferta de calidad y, del estudio que va a realizar para la asignación del nuevo contrato programa.

La DGU sólo entiende del capital humano dedicado al crecimiento económico.

La DGU entiende que si se aumenta el presupuesto de universidades, pueden quedarse niños sin escolarizar y enfermos sin atender.

La DGU dice que si las universidades no tienen dinero es porque se lo han gastado en asuntos que no tenían que ver con las retribuciones, pero no lo puede afirmar.

La DGU no pretende ser popular, quiere ser justa y las percepciones que tiene es que la sociedad cree que se gestionan mal las universidades. sus decisiones se basaran en la excelencia del servicio a los estudiantes y a la investigación.

La DGU No tiene ninguna intención de participar en las relaciones laborales.

Nota de VA: Nos gustaría saber si Dña Clara ve los problemas del profesorado universitario bajo el prisma de lo que escribe su ilustre esposo en la prensa nacional. A lo mejor, en ese caso, entendemos sus posturas.

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Vivat Academia, revista del "Grupo de Reflexión de la Universidad de Alcalá" (GRUA).
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