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ISSN: 1575-2844

Revista Vivat Academia

 Histórico. Año VI

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Julio - Agosto 2004. Nº 57

Contenido de esta sección:

Los lutos familiares (Benjamín Hernández Blázquez)
Volviendo a las historias de los científicos (José A. Martínez Pons)
Sin ninguna fuente de ayuda económica aparente (Traducción castellana de Ana María Pérez París)

Los lutos familiares

Benjamín Hernández Blázquez. Universidad Complutense de Madrid

Los días equinociales barruntan la mortecina luz del largo túnel cuaresmal; pocas connotaciones reviven de las viejas costumbres, el viento del progreso se cuela por las rendijas de los portones de la historia y barre lo de dentro y lo de fuera. Aún sobrenada algo como el luto por los difuntos, otrora piedra angular de esa cuarentena, aunque en este año ha vuelto a teñir de negro, uniformes y corbatas de íncolas y urbanos por circunstancias distintas. La pérdida de personas cercanas, de cosas valiosas o de situaciones deseables conforman ineludiblemente el acervo de experiencias dolorosas que todo ser humano afronta en su devenir terrestre.

El luto, arraigado en la España profunda, era como "el otro uniforme" el primero fue el del trabajo. Proviene este vocablo de lugere que significaba llorar, lamentarse; este sentimiento de pena se exteriorizaba en ropas u objetos. Las culturas occidentales lo identifican con el color negro, así eran los paños que se colocaban en las casas de los difuntos mientras el cuerpo permanecía presente, también en la iglesia hasta que finalizaban las exequias; asimismo, negro era el color litúrgico del Viernes Santo o el de los lictores romanos cuando asistían a funerales y otros actos de rigor. Las togas judiciales y las de los doctores académicos son reminiscencias que permanecen instituidas secularmente.

En otras civilizaciones, como la milenaria de China guiada durante muchas centurias por el moralismo de Confucio, el luto o sentimiento era discrecional y los ropajes de distintos colores pero no negros. Su filosofía que lo llenaba todo, decía "cuando se extingue la vida, no se va al cielo, tampoco al infierno", la pérdida de un familiar era considerada "como las vigas de los edificios que cuando se rompen se reconstruyen, y cuando los hombres mueren, otros los sustituyen".

El negro luctuoso, antes que un color, parecía la negación de los otros, además del duelo se asociaba con la muerte. Antes de nuestra Era, se sacrificaban animales preferentemente negros para aplacar a los dioses del averno y, en Egipto, cuando el recipiendiario sufría las pruebas de la iniciación, repetía hasta la saciedad la negritud del dios Osiris. Posteriormente, y en el simbolismo cristiano, era el color del príncipe de las tinieblas, por cuanto representaba el demonio al que ofrecían rosas negras. La Edad Media lo asociaba con la brujería o magia negra. En edades sucesivas, aparecen expresiones o corrientes culturales como: novela negra, humor negro, cine negro, teología negra o leyenda negra. En temas pictóricos, Goya fue interpretado en clave negra, como Gutiérrez Solana, y en la actualidad artistas estudian la estética mortuoria y la recreación de todo lo relacionado con la muerte a la que consideran una de las bellas artes.

Pero el duelo asociado al luto, tiene otra vertiente, objeto de análisis por profesionales diversos, dado que contiene elementos comunes con las depresiones, y también porque en ese tiempo las personas se hacen más vulnerables a ciertos trastornos mentales o somáticos. El sentimiento del duelo es una tarea de adaptación a la vida en un entorno que no es el mismo; psicólogos y sociólogos buscan que esta convergencia se haga sin traumas y sin tardanzas, Esta transición ha sido contemplada desde los primeros albores de la humanidad , generando los ritos más diversos. En España los funerales iban desde el concurso de plañideras, hasta la suspensión de los buenos modales que se consideraba autorizada en los velatorios, y siempre con el establecimiento de períodos de luto socialmente aceptados.

El Estado de las autonomías recogió el testigo de la inacabable postguerra en la que un luto familiar relevaba o relegaba a otro de menor enjundia, sin dejar espacios o "tiempos vacios": de abuelos a primos nada escapaba a estas rígidas pirámides particulares, todos hacían ostensible el luto y, sobre todo los días aderezados por el tiempo cuaresmal. A veces, ralas, se disminuía esta rigurosidad con el denominado medio luto con la corbata negra como distintivo dominante.

La corbata tuvo como antecesor los sudarios que acompañaban las ofrendas religiosas. La denominación actual es más moderna y se debe a un regimiento de soldados croatas al servicio de Francia que lucieron una chalina y se colocaban en el cuello como parte del uniforme. Esta moda se propagó en Europa, y la agrupación de la Royal Cravate dio el nombre de corbata. A finales del siglo XIX estaba ya en la indumentaria del luto y la gama de nudos se hizo tan versátil, hasta cerca de 200 llegaron a inventariarse, que en algunos pasajes europeos, en la forma de éstos, se podían leer la clase del luto de la persona portante, así como otras circunstancias inherentes a su causa.

La sociedad de consumo y la celeridad con que acontecen los cambios, ha asfixiado el luto familiar que para algunos escritores de la época de Jardiel Poncela "es un convencionalismo aburrido y monótono que pretende reglamentar el sentimiento de los ciudadanos .

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Volviendo a las historias de los científicos

José A. Martínez Pons. Universidad de Alcalá.

Hoy día, y desde hace bastante tiempo, en la comunidad científica existen las grandes disputas sobre la paternidad de tal o cual descubrimiento, la prisa por publicar, para que no levanten a uno la liebre es causa de más de un pequeño desastre y, nos guste o no , el plagio, con los nombre piadosos que se nos ocurran, está ahí. Una vez escuché comentar a una personalidad científica ya al final de su carrera que sólo en dos mundos se dan más zancadillas y puñaladas que en el mundo académico de gran altura: en el de los divos de la ópera y en el de los atletas de élite. Son esos mundos en donde se deja corto a Don Quijote cuando dice aquello "Poderoso es el nombre de primero". Como servidor no pasa de ser un mero figurante del coro en este mundillo, se limita a observar y, más de una vez, a sonreír al ver como personas, de presunto gran nivel, se comportan como niños envidiosos y mezquinos, en tocando sus parcelitas, pero dejemos el presente. ¿Siempre fue así?

Si y no.

En la Edad Media e incluso después, la autoría no era tan importante, lo importante era que las obras de uno se publicaran y fueran conocidas, y esto en todos los campos, ¿Se sabe el nombre de los autores de la mayoría de maravillosas miniaturas que ornan los códices medievales o de las magnas obras del canto gregoriano? El autor no importaba, importaba la obra. Así era también, en el mundo de la ciencia, entendida como se entendía entonces; y no me voy a meter, al menos hoy, en el tema, pero empieza a ser hora de que se desmonte el tópico del oscurantismo de la Edad Media, que no es cierto. Era normal que, cuando alguien escribía algo que creía debía ser conocido y estudiado, atribuyera la paternidad a un autor de fama reconocida, valga por ejemplo el caso del mallorquín Ramón Llull (1233 ó 1235 – 1315). Muchas de las obras que se le atribuyen son espurias, especialmente las de alquimia. El "Doctor iluminado" no solamente no fue alquimista sino que, en más de una de sus obras auténticas, se manifiesta claramente en contra del arte alquímico. No obstante, hasta Julio Verne en pleno siglo XIX, y sabido es lo bien que se documentaba el francés, le reconoce como maestro alquimista, ha sido la crítica actual la que ha expurgado muchas de las obras a él atribuidas.

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Miniatura en una obra de Ramón Llull

Algo parecido ocurre con "Aubertus Magnus", "Albert der Grosse" o San Alberto el Grande, primer alemán que enseñó en la Sorbona y maestro de santo Tomás de Aquino, hoy reconocido patrón de la ciencia. Tampoco era ajeno a esta situación el miedo de los autores a publicar tesis que pudieran considerarse contrarias a la doctrina religiosa en vigor, insisto, no solamente "católicas" (si malo es el "fundamentalismo" religioso, peor es el fundamentalismo "laico", "antirreligioso" o "anticatólico").

Otro caso curioso, ya bien cumplida la Edad Media es el Johan Daniel Dietz, también conocido como Titius de Wittemberg (1729-1796). Este oscuro profesor de matemáticas y astronomía de Wittemberg descubrió que la distancia de los seis planetas conocidos al Sol medidas en unidades astronómicas seguía la siguiente ecuación

a = 0,4 + 0,3*2n-1

Donde n es el número de orden del planeta, empezando por Mercurio, y con la salvedad de que, al llegar a Júpiter, hay que saltarse un puesto, el 5, y pasar del 4, Marte al 6 Júpiter. (Precisamente en este puesto se encontró Ceres, un asteroide particularmente "grande", al parecer se descubrió gracias a la ley de Titius - Bode). Titius no la publicó como suya, sino que la incrustó en la traducción de un libro sobre la inspiración divina en la Naturaleza.

Charles Bonnet (1720-1793) era un naturalista suizo que entre otras cosas, había estudiado la partenogénesis de los pulgones, pero con unas ideas filosóficas un tanto pintorescas. Bonnet había publicado un libro, "Contemplación de la Naturaleza", en el que dejaba su visión personal sobre la importante conexión entre los dioses y la Naturaleza. Titius hizo de traductor de la obra e introdujo su ley en ella, publicando el libro en 1772. Parece que ésta no fue la única "morcilla" que incrustó. El libro se olvidó durante un tiempo, hasta que un astrónomo alemán, Johann Elert Bode (1747-1826), que había fundado en 1774 el Anuario Astronómico Berlinés, la dio a conocer (de nuevo) en 1778, en una introducción a la Astronomía, escrita por él mismo. Bode no mencionó para nada el origen real de la ley (pese a que la había leído en la traducción realizada por Titius del libro de Bonnet) y todo el mundo creyó que era Bode su auténtico descubridor. En ediciones posteriores de su obra no tuvo más remedio que aceptar la procedencia de la ley, a su pesar. De hecho, Bode continuó citándola en sus escritos simplemente como "ley de Bode", por lo que los eruditos de la época -e incluso hasta en la actualidad puede encontrarse en muchas publicaciones prestigiosas- la llamaban así, olvidándose por completo del auténtico creador.

Pero ya en esta época empezaban los problemas de "paternidad intelectual". Todavía no en las artes, donde el plagio era común, incluso aceptado como un honor si el plagiado se consideraba de menos talla que el plagiador, valga el ejemplo de la inclusión por W.A. Mozart de un fragmento del la ópera "Una cosa rara" del valenciano Vicente Martín y Soler (Vinzenzo lo spagnuolo) en su Don Giovanni. Algún autor hasta se plagiaba a si mismo, como el gran G.F. Haendel. Por supuesto "reciclar" trabajos anteriores lo hacía hasta J.S.Bach. No existía el desacerbado deseo actual de pasar a la posteridad. También J.S. Bach durmió una buena temporada el sueño de los justos, hasta que Félix Mendelson le redescubrió para gozo y disfrute de quienes tengan un mínimo se sentido musical. Hoy día, en el mundo científico, la churrera y la rebanadora de chorizos en lonchas bien finas están a la orden del día, y tanto publicas, tanto vales, en consecuencia, si se tiene una buena idea, se trata de sacarle el máximo rendimiento posible, siempre en términos de papel impreso. Claro que siempre hay excepciones como Henry Cavendish (1731- 1810) pintoresco físico y químico inglés, insociable hasta el límite, que sentía terror ante las mujeres, hasta el extremo de comunicarse con sus sirvientas por notas escritas y que, no obstante, en una vida de intenso y variado trabajo sólo publicó veinte artículos y ningún libro. Su ambición era saber, no ejercer de sabio. Quién sabe la cantidad de descubrimientos que se llevó a la tumba...

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Única imagen conocida de Henry Cavendish y de exactitud bastante dudosa

Siguiendo con el tema científico, hasta hace poco la única fuerza de que se disponía era la fuerza de sangre, por esto los ayudantes de laboratorio de los "científicos" solían ser personas fuertes y no demasiado listas. Se cuenta de Robert Boyle ( 1627-1691) que un día, mientras sus ayudantes trabajan en el laboratorio, él estaba con sus amigos en la "rebotica", en amigable discusión sobre todo lo divino y lo humano. De repente, en el laboratorio, se organizó un gran alboroto. Había estallado una caldera o algo semejante. Los ilustres caballeros acudieron con presteza. La ropa de uno de los laborantes ardía. Boyle se apresuró a socorrerle.

- Miren ustedes si soy bueno, -contaba Boyle al día siguiente,- que apagué las llamas del desgraciado, le puse ungüento en las quemaduras, me manché mi mejor casaca, vi arruinado el experimento y no le despedí.

Bueno, pues uno de los ayudantes de tan benévolo y generoso personaje, salió listo y decidió independizarse, de modo que dejó el laboratorio de Boyle y montó el suyo propio. El díscolo en cuestión dio en publicar algunas investigaciones que había realizado. Boyle ató cabos y calculó que el trabajo básico lo había hecho cuando aún estaba a su servicio y, ni corto ni perezoso, le demandó por plagio ya que todo lo que en su laboratorio se hacía para él se hacía. (¿Hace falta retroceder 350 años para encontrarnos con situaciones semejantes?, al observador lector dejo la respuesta).

Por cierto no dije el nombre del prófugo plagiario, era Robert Hooke (1635-1703) el "enano" que no gigante de Newton, quien había entrado al servicio de Boyle recomendado por el químico Tomás Willis y le había ayudado en la construcción de una bomba de aire.

Y siguiendo con Hooke y Newton. Sir Isaac también tuvo sus problemas con el bueno de Leibniz sobre todo por la paternidad del cálculo infinitesimal, o teoría de fluxiones, como la llamaba el escocés. Las reivindicaciones las teledirigía Newton a través de Samuel Clarke, un discípulo suyo e importante filósofo en aquel momento, hoy sus ideas están casi olvidadas. Éste recurría a argumentos como tomar un texto de Newton escrito en latín, por supuesto, y fechado antes que el escrito de Leibniz, reorganizaba el texto y lo recomponía para que dijera lo mismo que el alemán pero antes. Realmente la técnica de escribir en clave era corriente y al parecer la utilizó ya Leonardo. Leibniz hasta se lo creía y en algún documento suyo aparece algo como, "yo creí haber descubierto esto pero mi eminente colega el escocés Isaac Newton, lo había descubierto antes que yo". Las peloteras entre Clarke y Leibniz también se referían a las concepciones filosóficas de ambos pensadores, pero éste es otro tema. Y ya que andamos con Newton. Era terriblemente tímido, quizá por esto mismo tenía un carácter tan agrio y egoísta. Cuando le nombraron miembro de la Real Cámara, como disciplinado que era, asistía a las sesiones, se sentaba en su escaño y escuchaba. Un día por fin pidió la palabra. Un murmullo recorrió la Cámara. Newton, el gran Newton iba a hablar. Se hizo un silencio sepulcral. Newton se levantó.

- Por favor, alguien puede tener la bondad de cerrar aquella ventana, porque pasa corriente.

Se sentó y fue su primera y ultima intervención.

Siguiendo con los flujos de corriente y los frioleros, sin duda el científico más friolero fue el barón Jean Baptiste Joseph Fourier (1768-1830). Era de un friolero que espantaba, tanto es así que, en pleno verano, andaba con gabán y con las estufas de su casa a todo gas o toda leña, siendo el terror de sus invitados que sabían que entrar en casa del Barón era peor que un baño turco. Precisamente, una de las mayores contribuciones de Fourier a la Física fue el análisis de la propagación del calor, en que introdujo su famoso desarrollo en serie de senos y cosenos, además de los estudios sobre estadística y análisis de funciones. Al parecer su problema derivaba de una enfermedad que contrajo en la expedición napoleónica a Egipto, aunque también he leído que fue antes el huevo que la gallina y que precisamente solicitó participar en la expedición "buscando el calorcito".

Iba a cerrar por hoy, pero me doy cuenta de que no ha aparecido uno de mis protagonistas habituales, Werner Heisenberg. Ya mayor y enfermo de cáncer decía:

- Pronto voy a morir y como no he sido malo del todo, espero ir al cielo -Werner Heisenberg era creyente y no se avergonzaba de ello-, cuando llegue le pediré al Padre Eterno que me explique tres cosas: La Relatividad, la Mecánica Cuántica y la Mecánica de los Fluidos. Las dos primeras espero que me las sepa explicar.

Y como con fluidos acabo, otro día empezaré por los Bernouilli, que tienen tela.

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Sin ninguna fuente de ayuda económica aparente

Por fin, parece que el Gobierno británico reconoce que el sistema de financiación de los estudios universitarios es un desbarajuste.

THE TIMES. Sally Morris.

Traducción castellana de Ana María Pérez París.

Las gestiones que los estudiantes británicos, y también sus padres, tienen que realizar a la hora de pagar los costes que supone una plaza universitaria son sumamente complicadas, pues, en muchos casos, deben hacer frente a préstamos, becas, tasas de matriculación, préstamos adicionales, además de subvenciones para gastos de desplazamiento, manutención y libros. Por otro lado, a la hora de saber quién tiene derecho a recibir tales ayudas, a los estudiantes se les pregunta, por ejemplo, si proceden de una familia monoparental, cuál es el nivel de ingresos netos de su familia, o los apellidos de su abuela; y, una vez que pueden optar a dichas ayudas, el problema es que el sistema por el que se distribuyen es tan complejo que incluso los administradores de los centros de enseñanza superior consideran que es una pesadilla.

Como afirma Tony Bruce, director del gabinete estratégico de "Universities UK", un organismo independiente que representa a los rectores de todas las universidades del Reino Unido: "En el último recuento había alrededor de 21 programas diferentes de ayuda para estudiantes y esta complejidad, de por sí, es una circunstancia que desanima; por eso, creemos que lo más importante es que se clarifiquen y racionalicen los programas, de manera que cualquier propuesta alternativa constituya un programa nacional que se rija según una normativa nacional. Además, la administración de todos estos programas cuesta un dinero que se podría invertir en otras cosas".

Por fin, parece que el Gobierno británico reconoce que los planes de ayuda para estudiantes necesitan una revisión. En este sentido, Estelle Morris, la Ministra británica de Educación, anunció en la conferencia del Partido Laborista que el objetivo de su ministerio consiste en lograr que más jóvenes procedentes de familias menos favorecidas puedan acceder a la educación superior alterando el orden de los elementos en la combinación entre la contribución familiar, la del estudiante y la del Estado.

El reconocimiento por parte del Partido Laborista de que el actual sistema de préstamos para estudiantes y tasas de matriculación ha causado desaliento entre los grupos de bajo nivel socioeconómico, a los que se esperaba atraer hacia la educación superior, supondrá un grato alivio tanto para los estudiantes como para los profesores universitarios. Por su parte, Estelle Morris afirma que la revisión será interministerial y que afectará a su propio ministerio, a "Downing Street" y al Ministerio de Hacienda. En consecuencia, será preciso someter a presión a ciertas instituciones, si se pretende apaciguar a un electorado, que hizo de aquella revisión su máxima prioridad durante las elecciones generales de 1997. Mientras tanto, los padres no sólo se sienten abrumados por las penalidades que tienen que soportar, sino que, además, están preocupados por el hecho de que sus hijos se acostumbren a tener deudas.

Alex Wilson es un estudiante de 22 años, procedente de Brighton, que, como es de esperar, se encuentra escaso de dinero. Decidido a ser médico, tuvo que pasar por un duro proceso de selección de candidatos a recibir fondos para sufragar los gastos que supone estudiar en la Universidad. Ahora, está empezando la carrera de medicina de cuatro años en el Wolfson College de Cambridge, después de haber realizado ya la carrera de ciencia biomédica de tres años en el King’s College de Londres, por la que obtuvo la calificación de sobresaliente. En este caso, lo que opera a favor de Alex es que no sólo va a dedicarse a una profesión que el Gobierno quiere fomentar, sino que, además, es hijo de madre sin pareja y con un bajo nivel de ingresos, lo que precisamente se ajusta al tipo de familia que Tony Blair pretende atraer hacia la educación superior. No obstante, a pesar de que, según esto, debería recibir todas las ayudas económicas posibles, la realidad es muy diferente.

Aunque Alex tenía derecho a recibir todo tipo de ayuda para pagar tanto las tasas de matriculación como los costes de manutención, vio que el sistema por el que debía solicitar estas ayudas era complicado y le hacía perder mucho tiempo; además, la cantidad concedida era una parte muy pequeña de lo que necesitaba para subsistir. Como el propio Alex asegura: "La Administración Local de Educación que me corresponde pagó las tasas de matriculación del King’s College, que eran de 1.050 libras al año; además, opté a un préstamo íntegro que se otorga a los estudiantes tras haber pasado por una prueba que determina su bajo nivel de recursos económicos y que es aproximadamente de 4.000 libras en Londres; pero, con eso no se hace nada, pues en el King’s yo pagaba 96 libras por semana, incluyendo la comida; claro que no siempre comía en la residencia de estudiantes". A eso, Alex añade: "En segundo, estuve en una casa compartida, que me suponía 70 libras por semana, aparte facturas, así que solicité a la Universidad un préstamo y una beca para estudiantes desplazados; el préstamo es de hasta 500 libras, y es preciso aceptarlo antes de optar a la beca. El problema es que estos tipos de ayudas económicas son discrecionales, pero, por suerte, tenía derecho a recibir los dos. Además, como en el caso de la mayoría de los estudiantes, mi banco me concedió un adelanto en cuenta sin intereses de hasta 1.800 libras, y me lo gasté; también, me hice con dos tarjetas de crédito que utilizaba para procurarme un dinero, que atrajese un tipo de interés elevado, pero, al final, terminé pidiendo dinero prestado a mis amigos, no para vivir con lujos, sino sencillamente para ir y venir de la Universidad, comer, comprar libros y salir a tomar algo; además, no tenía coche y me gastaba 10 libras al mes en el móvil".

Como muchos estudiantes, Alex Wilson dirigió todos sus esfuerzos a lograr una subvención que le permitiera compensar sus ingresos, esfuerzos que le restaron tiempo para estudiar. Sin embargo, lejos de conseguir este objetivo, Alex asegura que, cuando terminó sus estudios, había contraído una deuda de más de 13.000 libras y que, para cuando obtenga el título de doctor, la deuda ascenderá a más de 20.000.

Según Claire Callender, catedrática de Política Social de la Universidad de South Bank de Londres, dedicada a investigar los ingresos, los gastos y las penalidades económicas de los estudiantes, "algunas de las modificaciones que este Gobierno ha introducido en relación con las ayudas económicas para estudiantes han beneficiado especialmente a las familias con ingresos elevados. De acuerdo con el antiguo sistema, las familias de clase media debían hacer frente a todos los costes de manutención de sus hijos en la Universidad; mientras que, ahora, los préstamos estatales representan una forma barata de tomar prestado el dinero que, antes, debían pagar de todas maneras. Sin embargo, en el extremo inferior de la escala social, a los estudiantes, que solían tener derecho a becas íntegras de manutención, no les queda otra alternativa que pedir dinero prestado y contraer deudas".

Todavía no se han concretado los detalles de los planes de financiación para estudiantes universitarios, pero es probable que el Gobierno británico apruebe un impuesto para licenciados, pues se calcula que un licenciado gana, durante toda su vida, 400.000 libras más que una persona sin estudios universitarios y con la selectividad aprobada. Finalmente, los especialistas en educación prevén el restablecimiento de las becas de manutención.

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Vivat Academia, revista del "Grupo de Reflexión de la Universidad de Alcalá" (GRUA).
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Última modificación: 12-05-2006