LAS FRASES DEL MESSi buscas una aguja, no busques en un pajar, busca en un costurero. Las Aventuras de Brisco County Junior Hay tres clases de mentiras: las mentiras, las malditas mentiras y las estadísticas. Mark Twain Vestir la mona de sedaTeniendo en cuenta la población, la renta per cápita y otros factores similares, en la actualidad podemos considerar que USA y Europa son prácticamente comparables. Así, mientras en Norteamérica puede haber una docena de buenas universidades, y no todas ellas excelentes en cualquier especialidad, es difícil poder aspirar, en nuestro entorno, a superar esa cifra multiplicándola por el número de países de la Unión. Sin embargo, en España y luego acusamos de chovinismo a nuestros vecinos-, pretendemos que más de una centena de Centros de Educación Superior sean de excelencia y, por si fuera poco, en todas las ramas de las ciencias experimentales y sociales. Un poco de seriedad, por favor y, sobre todo, un poco de humildad. No acaba ahí la cosa. El miedo a la pérdida del número de alumnos está induciendo a muchas universidades españolas a plantearse, eso sí, sin decirlo abiertamente, "reclamos" con daños colaterales irreparables añadidos: la bajada en picado de los niveles de enseñanza. Si a ello le añadimos la acusación social del fracaso escolar en este sentido un buen manejo de las estadísticas es de gran ayuda-, de ahí a expender los títulos en plan supermercado va un paso. No obstante, se habla de la búsqueda del buen alumno, no podría ser menos, si se desea disfrazar de calidad excelente este nuevo rumbo. Pero nadie parece, o no quiere, darse cuenta de la imposibilidad del empeño. ¿No sería mejor reconocer que la enseñanza de calidad ha de ser cada vez más cara, dado el desarrollo de las técnicas y las ciencias? La verdad, no necesitamos tantos alumnos como ingresan cada año en la universidad. Puede que sobren profesores -sobre todo alguno de esos anclados en el pasado-, pero si se habla de calidad y excelencia, habrá de pagarse un precio, o ¿no? Aún así, siempre habrá universidades de primera, de segunda y hasta de tercera regional. Sin embargo, nadie parece querer oír hablar del asunto. ¿Qué entendemos por una universidad de calidad? Para empezar ha de tener unos planes de estudio acordes con los tiempos actuales pero, ¡cuidado!, tampoco se trata de convertirla en un centro de formación profesional. En segundo lugar ha de poseer una plantilla de profesorado bien preparado que, a su vez, realice labores investigadoras de prestigio, no lo que se hace en muchos departamentos. En tercer lugar, ha de egresar anual y aproximadamente el mismo número de alumnos que ingresan, lo cual no debe significar la bajada de los niveles o el invento de métodos de enseñanza inverosímiles e inútiles, por muy atractivos que sean. La Ciencia sólo ha sido atractiva para sus amantes vocacionales, el resto del personal la encuentra aburrida y contra eso nada se puede hacer. Paralelamente, los responsables políticos y académicos para algo ha de servir el sustancioso sueldo que se asignan- deben diseñar un buen complejo de enseñanzas profesionales que, en forma alguna, tienen cabida en el seno universitario. En caso contrario, la universidad se convierte, sin remedio, en una guardería de jóvenes post adolescentes sordos y ciegos ante lo que el profesorado pretende enseñarles. Como decíamos, este sistema propuesto es, sin duda, mucho más caro que el actual, en consecuencia, los políticos y la casi totalidad de los responsables de los centros privados, donde el negocio prima por encima de cualquier otro valor, lo rechazan de plano. Faltaría más, ¿invertir en educación de muy alta calidad...? Eso es tirar el dinero de los impuestos. Además es muy peligroso. Un gran conjunto de ciudadanos racionales y bien formados acarrea indefectiblemente la crítica coherente de las barbaridades cometidas por los políticos. Mejor es presumir de tener un país donde el 50% de los habitantes sean titulados superiores, si bien analfabetos funcionales, no sea que nos exijan cordura, sensatez y honradez. Por consiguiente, la búsqueda del alumno futuro, en el pajar de las mediocridades suministradas por los métodos de enseñanza auspiciados por la sociedad actual en los centros de secundaria, solo dará frutos para un número muy corto de centros de educación superior, el resto se deberá conformar con llevarse la paja al granero y allí, con sumo cuidado y mucha imaginación, aventarla para encontrar alguna aguja perdida. Sin embargo, ahora viene lo mejor. La convergencia con Europa y los criterios de Bolonia -la puesta en marcha del sistema de créditos europeos- va dar al traste con cualquier intento de mejorar la calidad de la educación universitaria española. ¿Qué iluso piensa que los alumnos actuales están preparados para trabajar por su cuenta, por mucha dirección y tutoría personalizada que se añada? Permítannos hacer una nueva llamada a la seriedad. Para empezar se deben reformar de verdad los niveles primarios y secundarios. Con independencia de ello, el estudiante deseoso de aprender y de obtener su título dignamente lo hará a pesar de los sistemas crediticios y, si nos apuran, hasta independientemente de la calidad del profesorado. Recuerden ustedes. Mucho se ha hablado de la situación de la enseñanza superior durante la posguerra civil española: el profesorado de las universidades era de muy baja calidad. Sin embargo, muchos licenciados de la época, no sólo aprendieron, sino que salieron al extranjero y allí dieron la talla con creces, como hicieron los que se quedaron. ¿Qué conseguiremos, pues, con estas nuevas corrientes de transmisión del saber y del conocimiento? La respuesta es sencilla, quedarnos en las aulas, como ya viene sucediendo, con el porcentaje de alumnos verdaderamente responsables, en la práctica un bien muy escaso, y el resto será carne de un fracaso escolar aún más estrepitoso. Hay una salvedad, por supuesto -ya lo hemos mencionado-, se pueden bajar los niveles hasta límites inaceptables. Si hacemos esto último, lo cual no será raro en muchas de las universidades españolas, estaremos perjudicando seriamente a los buenos estudiantes y no beneficiaremos en absoluto al vago y al pasota. Mas muchos de los responsables académicos quedarán contentos, habrán cubierto el expediente, habrán dado satisfacción a la sociedad que les paga. Propongamos una solución: en vez de luchar por convertir la universidad en un circo al que los estudiantes acudan por diversión, unámonos para convencer a los gobiernos, del signo que sean -tanto da son todos iguales en materia de educación, es decir, les importa un bledo-, de la importancia de aceptar la carestía de la enseñanza superior. Sí, ya sabemos que es misión prácticamente imposible, máxime cuando el profesorado universitario es incapaz de luchar hasta por tener un sueldo digno acorde con su responsabilidad. Dicho sea entre paréntesis, esta es una dificultad diferente, aunque no ajena a la que nos ocupa, tratada con motivo de otros problemas desde estas mismas páginas... Mejor lo dejamos para otra ocasión. Convergencia hacia Europa sí, pero de calidad, no sólo de procesos de fabricación, sino de género y materia prima. ¿Se imaginan ustedes una manufactura de, pongamos por caso, trajes de "prêt à porter", utilizando telas que se rompen al menor roce? Desde luego en Europa ni pensar en colocarlos, y en suelo patrio quizás se vendan las dos o tres primeras hornadas, después... Pensar que todos los ciudadanos son capaces de seguir dignamente unos estudios universitarios es no conocer los estudios universitarios, o ser un pretencioso demagogo al que le importa nada la educación. En definitiva, las universidades españolas se disponen jubilosas, todas, a subirse al carro de la acreditación. Seguramente, dado el nivel de inventiva de los españoles, hasta una gran mayoría lo consigue, pero también hay algo seguro: sólo habremos conseguido vestir a la mona de seda. LA REDACCIÓN Volver al principio del editorial Volver al principio |
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