El Rincón Literario
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ISSN: 1575-2844

Revista Vivat Academia

 Histórico. Año VI

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Julio - Agosto 2004. Nº 57

Los velatorios

Enrique San Francisco (Del Club de la Comedia)

Buenas noches.

Vengo de un velatorio... Se ha muerto el abuelo de un colega y le he acompañado al tanatorio... Y la verdad es que el tanatorio es un sitio curioso... Hay hasta bar, que por cierto, tiene mucho ambiente, porque es el único que no cierra en toda la ciudad...

Lo primero que te encuentras al llegar allí son un montón de coronas de flores... ¡Qué digo yo...! ¿Por qué le llamarán a eso "corona"? Yo no he visto nunca a un muerto con eso en la cabeza. Más que una corona parece un salvavidas, que hay que tener mala leche para regalarle a un muerto un salvavidas.

Y los mensajes que llevan, son para leerlos: "Tus nietos no te olvidan", "Tus compañeros de oficina no te olvidan". Que tu piensas..., pero, ¿a quién se lo dicen?, ¿al muerto...? Los muertos no parecen muy aficionados a la lectura. Y además, ¿cómo que "no te olvidan"? Pero hombre, ¡Si se acaba de morir! ¡Como para olvidarse!:

-Oye, ¿qué hacemos aquí en el tanatorio?

-Pues no sé, no me acuerdo muy bien, ¡creo que se ha muerto el abuelo! ¡Vamos a preguntarle al camarero!

Yo creo que el bar es la clave del tanatorio. Porque si no fuese por las copas que se toma el personal, no se entiende todo lo que pasa allí: Para empezar, el negocio se llama ¡Pompas fúnebres! ¿Qué falta de respeto es esa? ¡Pompas fúnebres!, parece la marca de un champú para difuntos: "Pompas fúnebres, ¡el champú que no irrita los ojos!" Y después de lavarle la cabeza al muerto con el champú "pompas fúnebres" nos vamos de marcha..., de "marcha fúnebre"... ¿Marcha fúnebre? ¡Esto ya es cachondeo! ¡Seguro que ir de marcha fúnebre es ir a mover el esqueleto!

Pero menos sentido todavía tienen las conversaciones de la gente. De repente llega un tío y dice: "¡No somos nadie!" Pero ¿cómo que no somos nadie? ¡No serás nadie tú! ¡Yo soy un tío de puta madre!. Y otro suelta: "Hoy estamos aquí y mañana estamos allí". Hombre, mira, eso es lo bueno de tener coche...

En los velatorios te das cuenta de que si quieres que hablen bien de ti, no hay como morirse. Si por ejemplo, tú eras un ludópata, la gente dirá: "No tenía nada suyo..." Y si tenías muy mala leche: "Parecía que se comía el mundo y luego no se comía a nadie..."

Y aquí la cosa se anima y salta uno: "Y hablando de comer, ¡cómo le gustaba el pollo! ¿Os acordáis de aquella vez que se comió cinco pollos de una sentada...?" Y otro: "¿Y la vez que tiró un tabique con el hombro?" Que me van a perdonar, pero si se comía cinco pollos seguidos y tiraba tabiques con el hombro, lo raro es que no se hubiera muerto antes.

Y con estas anécdotas de muerto a la gente le da la risa floja y de repente uno dice: ¡¡Aaaaaay!!, si no nos reímos, ¿qué vamos a hacer...?" ¿Cómo que qué vamos a hacer? Pues llorar, cojones, ¡que para eso estáis en un velatorio!

Y entonces se crea un silencio incómodo hasta que a alguien se le ocurre algo original que decir: "Pues mira, ya ha dejado de fumar.... Bueno sí..., el muerto ha dejado de fumar, pero los demás no paran, que se forma allí un ambiente que sólo falta que salga Michael Jackson bailando el Thriller. Yo creo que en vez de ponerle velas al ataúd le deberían poner faros anti-niebla. ¡Es que es muy fuerte! Los muertos se van al otro barrio ahumados, como los salmones. Vamos, que si llegas tarde piensas: "coño, ¡que los familiares ya lo están incinerando por su cuenta!"

Pero a mí las frases que más me impresionan son las que se dicen en el "pésame": "Te acompaño en el sentimiento..." O esa otra que dice: "Ha pasado a mejor vida". En eso sí que tienen razón, porque toda la vida con muebles de aglomerado de Ikea y, cuando te mueres, te meten en un ataúd de roble macizo. Y a lo mejor te has pasado la vida conduciendo un Opel Corsa y ahora te vas al otro barrio en un Mercedes de puta madre... ¡Y con chófer! ¡Muy bien! ¡El coche más seguro del mundo! ¡A buenas horas!

En fin, yo no tengo claro lo que quiero que hagan conmigo cuando me muera. Había pensado en la incineración, pero no me convence. Porque van los familiares con las coronas de flores y el ataúd, y al rato salen con una copa de cerámica y claro, entre las coronas y la copa parece que han ganado la vuelta ciclista a España.

Por eso estoy pensando en donar mi cuerpo a la ciencia. Así ni velatorio ni nada. Las orejas las donaría al Museo de Cera, con un tapón mío hay cera para hacer los Tres Tenores. El corazón a Annes Igartiburu, para que haga: "Hola, corazones... Hoy tenemos Corazón Golfo". Y el hígado que se lo den a J.B., que se lo han ganado.

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Vivat Academia, revista del "Grupo de Reflexión de la Universidad de Alcalá" (GRUA).
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