El Rincón Literario
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ISSN: 1575-2844

Revista Vivat Academia

 Histórico. Año VI

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Septiembre 2004. Nº 58

Surgiendo de la nada hemos alcanzado las más altas cimas de la miseria

Arturo Pérez París

Hace unos meses publiqué una declaración de intenciones, o un desnudo parcial del alma insertada en este mi cuerpo. Creí que era como el canto del cisne. Con él mi época como escritor acababa. Sencillamente el pozo se había secado. Amigos/as que leyeron estas divagaciones, me animaron a que continuara escribiendo, sin saber que no me quedaba nada que añadir a lo dicho. Desde aquí debo darles las gracias ya que, aunque ellos no se percataron, pues soy un cínico redomado, sus halagos me hicieron ver la posibilidad de retomar esta actividad... pero esto que quede entre ustedes y yo.

Podría iniciar esta pequeña disertación explicando lo del "D. Nadie" como nombre de guerra elegido para mi. No es, como a primera vista pudiera parecer, un menosprecio o falsa modestia por mi parte. Viene de La Odisea. Recordemos que, en esta novela, Ulises, al dejar ciego a Polifemo, dijo a éste que su nombre era "NADIE" y que dijera a sus hermanos cíclopes y a su padre Poseidón que Nadie le había dejado ciego. Todos sabemos lo artero que era Ulises... Pues bien, yo, en mi humildad creo ser un "Ulises" en este mundo. Realmente todos llevamos algo de él. Por mi parte, excepto en ser tan fullero y tramposo (que de ser así otro gallo me hubiera cantado) me identifico bastante con este personaje en aquello de enfrentarme ante las injusticias hasta con los dioses y diosas de nuestro mundo, y así me va que, como me diría mi madre, nunca me penó el haber callado y si mucho el haber hablado.

Como Ulises, siento nostalgia de la patria de la que me ausento y creo perdida. Cuando hablo de patria me refiero a ese lugar que uno guarda en lo más recóndito de su corazón, donde fue o sigue siendo feliz, y en la que uno se siente, en toda la extensión de su acepción, pleno a más no poder. Lo mejor es que cada uno tiene su patria: su concepto de tal. No tiene nada que ver con países y fronteras. Como muchos otros tantos conceptos que equivocamos, "patria" no es un lugar terrenal, es un estado de las cosas, es un sentimiento que evoca plenitud. Creo que dondequiera que se esté bien, allí está la patria. Es muy posible que me equivoque, según quien lea mis letras. Pero, como diría Hermann Hesse, "el conocimiento se puede comunicar, la sabiduría no". De lo primero es posible que tenga algo. De la segunda creo que mi edad no da para mucha sabiduría... o sí, pero en realidad esto poco importa ya, y además qué más da.

Hace poco hablaba con un amigo de la falta de misericordia y/o perdón que había en nuestro mundo. Me comentaba que si alguien te hacía un mal, sí se debía perdonar pero con ciertos límites. La falta no se olvidaba y, si ese alguien pedía ayuda, no se estaba obligado a darla. Es más, con toda la lógica del mundo se me argüía que la "Ley del Talión" no es que fuese válida, es por demás justa.

Mi línea de argumentación es algo menos beligerante. Creo que la aplicación del "ojo por ojo" es dejarse llevar por nuestros instintos de venganza, "justos o no", y que como diría Gandhi, es hacer tender al mundo a la ceguera o, al menos, a un mundo lleno de personas tuertas. Quiero recordar aquel pasaje del Nuevo Testamento en el que alguien preguntaba a Jesús cuantas veces debía perdonar a su hermano en las faltas contra él:

- ¿Siete veces siete como dice la ley de Moisés?

- Y setenta veces siete también.

Esta es una forma de decir que el perdón no debería tener límites. No voy a favorecer tampoco la idea de poner la otra mejilla... para eso habría de ser como Cristo y todavía ando muy lejos de ser como él era (aunque exista más de uno que quisiera verme crucificado... pero eso sólo el tiempo lo decidirá). Pienso que ante la agresión de otro no deberíamos responder con más fuerza, simplemente, como se enseñaba en Judo, deberíamos recanalizar toda esa fuerza para reenviarla a aquel que la generó. Sé que es difícil. Más aún, complicado, pero técnicas hay para ello. Sólo hay que molestarse en buscarlas y aplicarlas. Fuere como fuese que se hiciese esto, algo sí creo que tiene sentido, y es aquello que Pitágoras decía: "escribe en la arena las faltas de tu amigo". Eso en sí no tiene mucho mérito, pues es tu amigo al fin y al cabo. Yo digo: "escribe en la arena hasta las faltas de tu enemigo". Esto sí tiene mérito pues es quién te ataca con saña y premeditadamente. Esa debería ser la verdadera esencia del perdón y con ello de nuestra bondad. Eso sí, todo esto es valido en tanto en cuanto no faltemos al deber principal de todo ser humano: ser uno mismo, mas sin envilecerse ni caer tan bajo como para odiar a otro u otros. Bien podría acusárseme por estas palabras de idealista o incluso de blando. La lengua resiste porque es blanda, mientras que los dientes ceden porque son duros. Pensemos en esto último, pero no un minuto o dos; será mejor meditarlo a conciencia.

Cuando era pequeño había un cuento que me impresionó por demás, y que en cierta medida me marcó en mi forma de ser. Contaba la historia de un rey, cuya vanidad le llevó a construir en la capital de su reino una fabulosa estatua de él que estuviera bañada en oro, y sus ojos fueran dos diamantes. Resultó una estatua impresionante que incluso las aves del cielo se pasmaban al verla. Un atardecer un vencejo se posó en el hombro derecho de la estatua y quedose allí embelesada. La estatua por fin le dijo:

- No tienes otra cosa que hacer que estar aquí conmigo.

El vencejo dijo que no, que allí contemplándole a él y el paisaje estaba a gusto. Así comenzaron a hablar y abundaron en una amistad que derivó en amor mutuo.

Un día el vencejo le preguntó por qué, siendo tal su belleza y tanto el orgullo que despertaba en el reino, siempre le había notado triste. La estatua respondió que en efecto eso era así y que su tristeza era eso precisamente.

- Mira –dijo- la fortuna que he costado y que sigo costando y cómo todos me admiran. Yo desde aquí veo cuánta gente pasa necesidad por mí, pues el rey, para mantenerme, grava mucho los impuestos y ya he visto quién pasa necesidad por mí. Para darte cuenta por ti mismo date una vuelta por la ciudad y compruébalo.

Así lo hizo el animalillo, quedándose espantado de lo que la estatua sabía y él ignoraba. Cuando llegó junto a ella comprendió su pena. La estatua entonces dijo:

- Por favor arráncame las láminas de oro en pequeños cachos y repártelos entre toda esa gente pues esto así no puede continuar.

Así lo hizo el vencejo. Toda la noche le llevó esta tarea. Al alba la estatua vio que todo su plomo estaba al descubierto, más seguía viendo que la gente aún pasaba necesidad y por ello le dijo al exhausto vencejo:

- Arráncame los ojos y llévalos a las parroquias del norte y del sur para que allí distribuyan esa riqueza y terminen de paliar las necesidades del reino.

Así lo hizo, mas igualmente esto no fue suficiente.

Al ver el rey el estado de la estatua mandó derribarla y fundirla. Cuando la retiraron, un pequeño vencejo se encontraba muerto en su hombro derecho. Al fundirla quedó algo que no hubo forma de deshacer pues era infundible. Tenía, según decían, la forma de un corazón. El más viejo de los operarios comprendió lo que pasaba. Lo recogió y lo llevo junto al pequeño vencejo, y allí, donde más tranquilidad y paz encontró, dio sepultura a ambos. Pronto aquel hombre hizo correr la voz de esta historia. El rey con el tiempo fue destronado y su reino desapareció, mas ellos seguían permaneciendo donde fueron enterrados, y en el corazón de las gentes del lugar con mucho cariño.

Esta historia es quizás, pero dice muchas cosas sobre la generosidad que, a veces, por mucho que se ejercite, nunca es suficiente cuando lo que tratamos de llenar es un saco sin fondo, aunque claro... el amor, es el amor y ese es al final el que queda o, al menos, su recuerdo y el lugar que ocupó.

Acaso sea un "pensador utópico", o como alguien me dijo hace ya largo tiempo, carne de cañón para la depresión, a tenor de todo esto y corriendo los tiempos que corren. Es posible, no lo pongo en duda, y aunque sé a ciencia cierta que el idealismo es la capacidad de ver a las personas como podrían ser, si no fueran como son, como soñador que soy, aún me queda la idea de preferir morir como idealista de pie que vivir postrado como un resignado de la vida. Lo siento pero soy así, aunque mi flema y mi consabido cinismo lo sepan ocultar perfectamente para que no se me merienden a la primera de cambio.

Decía William Faulkner que "la sabiduría suprema es tener sueños bastante grandes para no perderlos de vista mientras se persiguen". Mas, es curioso cómo persiguiendo estos sueños muchas veces tropezamos y hemos de aguantar los "consejos" de los demás sin que se los pidamos, pero es que claro, cuando el carro se ha roto, muchos te dicen por dónde no se debía pasar... ya se sabe ¿no? Es que hay mucho inteligente por ahí... y en este país, mucho "sabio del todo a cien" empeñado en promulgar sus consejos sin tener ni idea de nada; eso sí, son muy cucos y aprenden estupendamente de los errores ajenos, aprenden en cabeza ajena la utilidad de los consejos que ellos dieron, y como no tienen que pagar en sus carnes esos errores... Mas, en verdad, ellos no tienen la culpa de nada (...) por más que nos pese. Pero en fin, sabiendo que la discreción es saber disimular lo que no tiene remedio, seamos pues discretos y corramos un tupido velo sobre la cuestión, y pensemos que el ser humano es algo que a todos nos atañe y ya, por sí mismo, es una circunstancia atenuante de los pecados cometidos.

La vida es como el teatro: Nunca se sabe qué va a suceder. Como diría "el tío Will" (William Shakespeare), "el mundo en si mismo es un escenario y nosotros somos los actores". Cada uno representa su papel, hace sus entradas y salidas. A eso le llamamos "VIDA", que mirada de cerca suele parecernos una tragedia pero, que mirada con perspectiva, no es más que una mala comedia. Reclamamos a diestro y siniestro en nuestros quehaceres cotidianos que ésta sea justa, sin enterarnos de que, si a cada cual se nos tratase como merece, ¿quién se libraría, en verdad, de los palos? Así son las cosas. Más tranquilos, recordemos que ninguna situación es tan grave que no sea susceptible de empeorar, así que escoge la mejor manera de vivir y la costumbre del día a día te dará una vida medianamente agradable. Y, sobre tod,o para aquellos que vayan de redentores por la vida, antes de iniciar la labor de cambiar el mundo o la vida de los demás, dense tres vueltas por su propia casa y su propia existencia. Aunque, a estas alturas de mi existencia, después de haber visto tantas cosas raras (raras, raras...), dejemos todas estas cuestiones, las conclusiones, para los imbéciles.

Quisiera terminar estas letras con la oración de Kurt Vonnegut:

"Concédeme, Señor, serenidad para aceptar las cosas que no puedo cambiar, valentía para cambiar las cosas que puedo cambiar y sabiduría para conocer siempre la diferencia".

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Vivat Academia, revista del "Grupo de Reflexión de la Universidad de Alcalá" (GRUA).
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