Editorial
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ISSN: 1575-2844

Revista Vivat Academia

 Histórico. Año VI

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Octubre 2004. Nº 59

LAS FRASES DEL MES:

La vida es corta como la escalera de un gallinero y encima repleta de mierda.

Proverbio catalán

Sabía que me estaba desenganchando de la droga porque no tenía ganas de ver la televisión.

Billie Holiday

Responsables de las lacras sociales

No vamos a ser tan simplistas como para culpar de todas las lacras sociales a ciertos grupos "profesionales" de la sociedad actual, pero, evidentemente, muchas de esas lacras se podrían salvar con un pequeño esfuerzo por parte de todos. El terrorismo, la delincuencia y el egoísmo van unidos a la propia condición humana y subyacen, posiblemente, en las regiones más profundas de nuestro cerebro. Forman parte de los siete pecados capitales, más difundidos en unos países que en otros, mas de implantación universal. Es decir, siempre han convivido con nosotros y vemos imposible su erradicación, pero ¿y el resto?

Centrémonos pues en aquellos aspectos derivados de la influencia de ciertos "grupos de poder". El desprecio por el cocimiento en general y de la verdad en particular, la educación dirigida hacia la ignorancia funcional casi absoluta, el ejercicio desaforado del "marujeo", el maltrato y ninguneo de nuestros mayores y congéneres más experimentados –este aspecto es muy moderno y de ninguna forma va unido a nuestra condición de animales-, las agresiones a nuestro propio hábitat social, cuando nos llenamos la boca de ecologismo mal aplicado, y un largo etcétera que nos llevaría a llenar muchas páginas, se han implantado en nuestro ambiente gracias a la cooperación de aquellos con mayor influencia social: políticos, pedagogos, psicólogos e individuos que se califican a sí mismos de humanistas y/o progresistas y que están muy lejos de serlo.

En este mismo número de Vivat Academia tratamos uno de los aspectos más peligrosos de nuestra convivencia y, posiblemente, de mayor repercusión para el futuro de una sociedad solidaria: la telebasura.

Ahora parece estar de moda hablar del problema, pero, en mayor o menor grado, lo llevamos sufriendo desde la liberación del mercado mediático. Pongamos un ejemplo. Sabemos que, a finales de la década de los ochenta del pasado siglo, se gestaba la creación de la cadena televisiva regional de la Comunidad de Madrid. El Consejo Asesor del ente –previsto en la propia ley de creación de dicho organismo público- elaboró entonces unas normas de programación y publicidad para evitar la emisión de contenidos vejatorios, antisociales, malformantes o que atentaran contra los derechos fundamentales de los ciudadanos, sobre todo los más débiles e influenciables. Pues bien, aquella normativa jamás se puso en marcha, entre otras cosas, por los pingües beneficios proporcionados por la publicidad y las emisiones cutres. Cuando TeleMadrid comenzó a emitir, el Consejo Asesor, sin embargo, consiguió retirar de la programación una serie de dibujos animados destinada a los más pequeños, en la cual un héroe llamado "Rambo" se dedicaba a matar con saña y violencia a indefensos orientales, considerados un peligro para la humanidad –tenían ideas comunistoides, nada más y nada menos-. No hace falta decir que la dichosa serie, nada más suprimirse su emisión, fue adquirida por una de las cadenas privadas de reciente aparición entonces, para dedicarla a las horas infantiles.

Desconocemos la historia posterior de las actuaciones del citado Consejo Asesor, pero el resultado parece evidente.

¿Se han dado ustedes cuenta que, ahora, la idea de supervisar la programación televisiva parece haber surgido del partido político gobernante? Piensen un poco en las fechas..., ese mismo partido dirigía la Comunidad de Madrid, allá por 1989, cuando se hizo caso omiso de la normativa de nuestro ejemplo.

¿Qué ha ocurrido para que hoy, cuando mucho del daño ya está hecho, procedan al rasgado de las vestiduras? Sin duda se han administrado "en vena" una buena dosis de oportunismo político. Es ese mismo oportunismo político es el que unas veces nos lleva a entrar en la OTAN, otras a participar en una guerra genocida en Iraq, cuando no a abandonar a un pueblo a su triste destino, porque el poderoso de turno es "amiguete". No cabe duda, la giralda de la política de un país siempre apunta en la dirección del viento dominante. ¿Dónde han ido a parar los principios, sean del tinte que sean, tanto da?

Cómplices de la situación planteada son los miembros de uno de los grupos de mayor poder en la sociedad moderna: los periodistas. Desprecian la verdad, porque la verdad rara vez aumenta o provoca el morbo de la audiencia. Su escasita memoria les impide, tan siquiera, hacer el pequeño ejercicio de comparar las declaraciones y actuaciones de los "padres de la patria", con un simple lustro de diferencia. Eso va calando en la población menos formada, hasta llegar a una situación en la que la verdad no importa, sólo importa el provecho a sacar de las circunstancias de hoy.

Preguntémonos, pues, a quién beneficia el "marujeo" y la cutrería más soez en horas de audiencia infantil. Sin duda alguna a esos mismo políticos que intentan por todos los medios desviar la atención ciudadana del pastel "repartido" como buenos amigos, sin dejar migaja alguna al probo pagador de impuestos, el único con derecho a exigir los beneficios sociales que le habían prometido establecer con su dinero.

Pero la telebasura no sólo es privativa de "ciertos" programas, hagan la prueba y examinen el contenido de los espacios dedicados a las noticias. Hoy se pueden encontrar un presentador cantando las excelencias de cierto partido político y mañana entonando salmos en honor del contrario, y ello respecto a la misma o parecida noticia. Hay quienes hablan de la existencia de una censura por parte de los que ostentan el poder. Estamos seguros de no ser así. Hace unos días, nos comentaba un periodista, miembro de la plantilla de una importante cadena de televisión, que esa censura es, en realidad, fantasma. Existe, eso sí, cierta autocensura practicada por los profesionales poco escrupulosos que piensan tener de esa forma más oportunidades de medrar y escalar los puestos más apetecibles. Eso mismo está pasando en otras muchas empresas, sobre todo las públicas, de nuestro país, pero esa harina es de otro costal.

Analicemos otra telebasura más. ¿A quien beneficia que, en casi todas las emisiones de mayor audiencia, se dé credibilidad a adivinos, charlatanes de la ciencia y gente por el estilo, frente a científicos de reconocido prestigio? Un pueblo culto y sabio es menos manejable y, desde luego, menos influenciable que uno ignorante funcional, no digamos ya uno creyente a pies juntillas de lo "demostrado" dando unos pocos pases mágicos; y luego hablan del oscurantismo religioso... Ya lo hemos comentado en ocasión reciente. Uno de nuestros colaboradores, lamentándose de este problema, nos decía que, quizás, la Ciencia tuviera cabida en los medios de comunicación si vistiéramos de manera extravagante y nos diéramos aires de misterio inaccesible. Bien es verdad que algunos de nuestros colegas ya practican esa forma de actuar; así le va a la enseñanza.

Terminemos o, de lo contrario, llenaremos páginas y más páginas de lamentaciones parecidas. Hemos dado esta vez un pequeño repaso a políticos y periodistas en clara connivencia en el aumento de una de las lacras sociales de reciente adquisición. Nos quedan otros grupos por analizar, lo cual dejamos para próximos números; es una promesa.

LA REDACCIÓN

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Vivat Academia, revista del "Grupo de Reflexión de la Universidad de Alcalá" (GRUA).
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Última modificación: 11-11-2004