Tribulaciones hortícolasBenjamín Hernández Blázquez. Universidad Complutense de Madrid Los más de 11 millones de núcleos familiares existentes en España, sufren los efectos de una ola de frío sin precedentes cercanos. Las fuertes heladas incidieron en casi todo el país, tanto en los cultivos al aire libre, como en los invernaderos que se formalizaron en una fuerte subida de los precios de los productos hortícolas. Lechugas alcachofas, acelgas, berenjenas, judías verdes... entre otros, convergieron en un bombardeo de datos, cifras y porcentajes, todos con el denominador común de subidas: sobre el mes pasado, sobre el del año anterior, el acumulado, el interanual, armónico por comunidades, etc.; todos distintos y aunque oficiales, el sufrido ciudadano autónomo o menestral, percibe confusión más que claridad, pero, eso sí, sufre las desorbitadas escaladas de los precios, como una nueva cuesta. Cuesta y cesta caminan de la mano en lo concerniente a las verduras o productos de huertos, o algabas. El clima es un factor que secularmente ha influido o determinado las costumbres y hasta carácter de las gentes, pero sobre todo sus producciones agrícolas, diferentes en cada zona, no en balde con este vocablo se designaba a "cada una de las grandes regiones en que se divide la superficie terrestre por su mayor o menor proximidad al polo". Esta dependencia económica del suelo, cristaliza sobre todo en el campo y conlleva una subordinación a la atmósfera en todo lo que significa temperatura y agua. Últimamente esta dependencia sigue existiendo aunque tienda a minimizarse por la aplicación de las nuevas tecnologías de investigación, logística y conservación. De una u otra forma los precios de las verduras han dejado helados, sobre todo, a ese 55,5% de hogares que dicen tienen problemas para arribar a fin de mes, o el 38,6% que puede dedicar algo al ahorro; todo ello según la encuesta del Instituto Nacional de Estadística. Empero, la Administración y algunos medios agrarios reconocen que, como consecuencia de estas heladas, se ha producido un recorte en la oferta provocando la subida de los precios; asimismo, consideran que existe el riesgo de que ante este problema, se aproveche para incrementar de forma indiscriminada subidas en todo el grupo. En este escenario se percibe que siempre que se produce una subida destacada del precio de un producto, desciende su consumo y, en su alfoz, se atisban estrategias o alternativas inquiriendo el umbral de cada uno. En aras del control inflacionista, el Gobierno, centrado en el petróleo y la vivienda, ha marginado estos "conflictos caseros" y corrobora que el impacto de estas subidas en el IPC es relativamente reducido por la baja ponderación de las verduras y hortalizas. El INE maneja miles de datos, más o menos complejos, para elaborar este indicador de precios; sin embargo, muchos consumidores tienen la sensación que estas cifras no se identifiquen con lo que en ellos repercute la oscilación de ciertos productos básicos. Por eso, en algunos barrios de grandes ciudades, manejan otros índices basados en los 2 ó 3 establecimientos donde se adquieren los productos relativizados con el resto de distritos de la ciudad o extrapolando a otras provincias. Es el IPC particular, que en algunos casos no tiene similitud con el oficial. La evidencia dice que los precios suben en destino y menguan en su origen, por lo que los agricultores exhiben que el mayor riesgo ya no está en el cielo, sino en su mercado global e instantáneo en el que las grandes superficies y las complejas cadenas de distribución se llevan la parte del león, sobre todo en los mercados internacionales. Son tan potentes que pueden fijar el precio al que quieren comprar y reducen de tal más. Para los precios, "que unos suben en destino y otros en el camino", este periplo, que se inicia en las almunias de cultivo finaliza en la mesa o la alacena, constata y exhibe forma en los márgenes de beneficio que sólo salen adelante hipotecándose cada vez en su itinerario. Es la radiografia de la sociedad en que estamos inscritos. Este escenario contradictorio siente la acuciante necesidad de ser empresa pero carece de seguridad. Las verduras, en general, leit motiv de este comentario, cualesquiera de las que componen la referida cesta , actúan preferentemente con las legumbres y significa en su origen "alimento verde" pero también algo "vivo, vigoroso o joven"; lo verde de estos frutos según Jung "es el color que la mujer percibe sin excitación", atribuyéndose el sentido simbólico de la esperanza, y también de la germinación con ubérrimos resultados. Específicamente revela una clara dificultad de adaptación al medio, por eso las verduras siempre están condicionadas por el clima regional y, su repercusión en los guisos al uso es relevante. Volver al principio del artículo Volver al principioLa coyuntura y los VascosJMDB Quiero aprovechar la posibilidad que nos ha dado Yoritomo Shouke con su artículo Ocurrencias para, con ánimo de apostillar sus opiniones, dar mi punto de vista sobre un tema tabú del que no hablamos unas veces por miedo y otras con la excusa de no dar la mínima posibilidad de publicidad al tema. Me animo a escribir sin pretensión alguna de explicar nada, y mucho menos de dar lecciones a nadie. ¿Por qué no podemos opinar libremente sobre el tema, con el respeto y la prudencia que debe implicar el simple y fundamental hecho de no estar directamente afectados? Para mí, y después de una etapa de auténtica confrontación social en la que nos metió el principal exponente del anterior Gobierno, estamos en una situación en la que estás con los "buenos" o contra ellos (alineado con los "malos") y el mero hecho de opinar sobre el tema ya es presuntamente delictivo. Cuando uno llega a un lugar donde ha ocurrido recientemente un incendio forestal intencionado, no tiene que ponerse a despotricar de forma obligada sobre el sinvergüenza y criminal pirómano para que quede bien clara nuestra postura de rechazo, pues está claro que somos contrarios a ese tipo de actos. Pero si hablamos de terrorismo y de sus victimas lo primero que tenemos que hacer obligatoriamente es llamar asesinos a los terroristas y mostrar nuestro apoyo y comprensión a las victimas: ¿Por qué no se presupone a priori también nuestro rechazo? Atrás debió quedar, ya, aquella etapa del posfranquismo en la que, después de un atentado terrorista, los vascos -residentes fuera de su tierra como por ejemplo en Madrid- tenían que maldecir e insultar adecuadamente a los terroristas, e incluso disculparse públicamente como si ellos hubieran tenido algo que ver en los luctuosos hechos. Al día siguiente de un atentado eran esperados en su lugar de trabajo y en los lugares que solían frecuentar para ser linchados físicamente, pues moralmente ya habían sido linchados en el acto, a no ser que rápidamente se disculparan y repudiaran los hechos acaecidos. Del tema vasco no podemos hacer otra cosa que opinar con respeto y prudencia como ya mencioné antes, pues son ellos los únicos con derecho a decidir sobre sus propios problemas. Son los vascos de dentro y de fuera los que deben hablar. Ahora mismo, cuando quizás haya pasado lo peor del la etapa del nacionalismo violento, hay tantos exiliados fuera del País Vasco como en la época del franquismo, y son esos exiliados, que seguramente no figuran en los pertinentes censos, los que sí tienen todo el derecho a hablar y decidir sobre su propio problema que, en la distancia, siguen padeciendo. En la Europa de los Estados y de las Comunidades todavía queda mucho camino por recorrer en el reconocimiento de los derechos de las minorías y en el propio funcionamiento de la democracia. Todavía estamos en pañales, pues hoy por hoy la democracia empieza a las 9 de la mañana y acaba a las 8 de la tarde del mismo día en que se celebran unas votaciones. Eso es en suma la democracia -orgánica- que tenemos y usamos. La democracia no emana del pueblo. Y es que realmente tenemos una democracia que no nos merecemos y por la que muy poca gente luchó, y es por ello que seguimos teniendo la constitución de mínimos que el posfranquismo nos dio y que se fraguó en cortes -los restos de la democracia orgánica estaban presentes- y de leyes franquistas y posfranquistas: "de la ley a la ley . Era la única constitución posible en aquel momento y era tan de mínimos, que ya a principios de los años 80 se veía claramente la necesidad de reformar el senado -que no servía para nada- y transformarlo en una cámara de representación de las incipientes autonomías. Afortunadamente el 23-f no triunfó, pero postergó esa idea de reformas y mejoras de la constitución, retrasando la España de las Autonomías. La Constitución Española ha podido subsistir hasta el momento gracias a las ideas tan generales que la estructuran y a que su desarrollo quedaba en manos de posteriores legisladores. En este país tenemos la estúpida idea de tirar por la borda todo lo que hicieron los anteriores a los que ahora sustituimos, sin siquiera contemplar la posibilidad de que construir a partir de lo ya existente es mucho más fácil. Después de tantos años se han aprendido muchas cosas que ahora se deben emplear: partir de algo existente es más sencillo y garantiza el poder llegar a algo mucho mejor, que si se parte de cero. En suma este pequeño puñado de ideas no son nada, pero con ellas pretendo librarme de mi propio miedo y hablar de un tema que no debería ser tabú y del que tendríamos que tratar sin ningún complejo. Volver al principio del artículo Volver al principio |
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