Terror
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ISSN: 1575-2844

Revista Vivat Academia

  Histórico Año VII

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Mayo 2005. Nº 65

Una historia de terror

Luis Monje

Al parecer, esto sucedió hace algún tiempo y, aunque parece sacado de una película de Alfred Hitchcock, dicen que fue real...

Un hombre estaba parado a la orilla de la carretera, a medianoche, haciendo autostop, a la vez que estaba cayendo un tremendo aguacero. Era la madrugada de un primero de noviembre...

Pasó mucho tiempo, pero nadie se paraba para llevarlo.

La tormenta era tan fuerte que apenas sí se alcanzaba a ver a unos 3 metros de distancia. De repente, vio cómo un extraño coche con las luces apagadas se acercaba lentamente y al final se detenía frente a él.

El hombre, sin dudarlo, por lo precario de su situación, se subió al coche y cerró la puerta. Miró hacia el asiento del conductor, para dar las gracias, y se dio cuenta, con asombro, de que nadie conducía el coche.

El auto arrancó suave y pausadamente. Atenazado por el miedo, no intentó bajarse. De pronto, comienzó a escuchar voces que susurraban algo ininteligible, y oyó jadeos y quejidos, pero... ¡no había nadie dentro del coche! Miró hacia delante, a la carretera, y con horror se percató de que se aproximaban a una curva muy cerrada. Más asustado, comenzó a rezar e implorar por su salvación al advertir su trágico destino.

Aún no había terminado de salir de su espanto cuando, justo antes de llegar a la curva, apareció una tenebrosa mano húmeda por la ventana del conductor y movió el volante lentamente pero con firmeza. Paralizado de terror y sin aliento, medio cerrados los ojos, nuestro hombre se aferró con todas sus fuerzas al asiento; inmóvil e impotente vio como sucedía lo mismo en cada curva del oscuro camino. Los quejidos y jadeos aumentaban en cada momento, lo que le provocaba tal espanto que cada vez se acurrucaba más en el asiento.

De repente, escuchó unas voces jadeantes que le decían:

- No te escondas, que te vemos... ¿por qué te escondes?

Totalmente helado por el pánico, tras varios segundos sin atreverse a contestar, y ante la insistencia de las voces que le repetían lo mismo una y otra vez, respondió:

- ¡Por favor no me hagáis nada!, ¡Por favor no!

A lo que se escuchó una voz ronca, pero fuerte y clara, que le dijo:

- ¿Que no te hagamos nada hijo de puta? Como no salgas del coche y empujes como los demás, te vamos a inflar...

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Vivat Academia, revista del "Grupo de Reflexión de la Universidad de Alcalá" (GRUA).
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Última modificación: 26-05-2005