Editorial
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ISSN: 1575-2844

Revista Vivat Academia

  Histórico Año VII

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Septiembre 2005. Nº 68

LAS FRASES DEL MES:

La sabiduría me persigue... pero yo soy más rápido. 
Alexander Voigt

Entre todos la mataron, y ella sola se murió.
Anónimo popular

La agonía del castellano

Vivat Academia no quería perder la oportunidad del centenario del Quijote sin hacer un comentario sobre la llamada lengua de Cervantes.

Entre los que no desean hablar castellano, pese a ser una lengua mucho más universal, y los que, aun siendo su lengua materna, no lo quieren aprender, el español, como es conocido en el mundo entero, salvo en España, se está convirtiendo en un pastiche, en el sentido literal del término, imposible de reconducir hacia un enriquecimiento serio.

Por un lado, la Real Academia parece dormir el sueño de los justos e interviene cuando ya el caos está tan establecido que sólo puede regalarnos nuevos barbarismos como el "cederrón". Por otro, el Instituto Cervantes se ha establecido como refugio de amigos de políticos, más interesados en salir en la foto de turno o en los banquetes de conmemoración de algún evento, que en divulgar nuestra cultura. Ejemplos podríamos dar muchos, pero los dejamos a la curiosidad del lector.

No obstante, el mayor peligro está en los medios de comunicación de masas y en la absoluta ignorancia de periodistas venidos a más, con aires de sabelotodo. Hoy, es habitual, y hasta parece normal, leer palabras con faltas de ortografía garrafales en los subtítulos de los programas de televisión –hablamos de los serios como los noticieros, los otros, nos imaginamos lo que darán de sí-. Los locutores, sin rubor alguno, no piden excusas cuando cometen errores o ponen los acentos donde les apetece. Sabemos que se limitan a leer unos textos que aparecen en una pantalla oculta al público pero, una de dos, o no saben leer, o el redactor no sabe escribir. Ciertos presentadores/as –pues ahora la moda consiste en utilizar los dos géneros, bajo pena de excomunión social-, incluso premiados/as por su profesionalidad, no consiguen, en sus alocuciones, poner en el sitio oportuno las comas o los puntos, ni por recomendación médica, y el sufrido oyente se ve en la necesidad de interpretar qué significa:

"El ministro Moratinos llegó ayer de su viaje por Sevilla en un avión de la compañía "aoerocatástrofes garantizadas" (pausa) Se ha detectado la presencia de averías en algunas zonas estratégicas en Nueva Orleáns (pausa) Continúan las tareas de rescate..."

Los docentes nos hemos visto obligados a aprender un idioma nuevo, elaborado por los jóvenes adictos al mensaje corto por teléfono, salvo pena de ser llevados ante el Defensor del Universitario por suspender, al parecer inmerecidamente, al estudiante que redacta un examen en términos del siguiente aspecto:

"1 de ls 2 no esta ok xq se kserva la e. esta kfundido en 1 kculo"

Desconocemos el alcance de tales prácticas; nos tememos lo peor. No tardarán en aparecer libros escritos de tal guisa, para que los alumnos puedan entenderlos. No hace mucho, un estudiante universitario protestaba al profesor por la incomprensión de sus explicaciones, pero no a causa de la dificultad de la materia expuesta, sino por culpa del lenguaje culto utilizado por el docente.

Asistiremos, dentro de unos cuantos años, dado el retraso natural de la Real Academia, al nacimiento de palabrejas como "járguar" y "sófguar", con el dudoso pretexto de la precisión del inglés en la designación de elementos tecnológicos. Según nuestro colaborador Martínez Pons, el járguar es algo más que los componentes y el sófguar es algo más que los programas, pero existe una forma más clara de distinguirlos: si puedes golpearlo cuando falla, es lo primero y, si sólo puedes insultarlo, es lo segundo. Para los que conocen un poco la lengua de Shakespeare, esa pretendida precisión del inglés es totalmente falsa, si no, traduzcan ustedes literalmente los términos y verán que risa les entra. En castellano, existe la palabra cacharro para designar un aparato o artilugio del cual desconocemos sus tripas y existe la palabra programa para significar la serie ordenada de operaciones necesarias para llevar a cabo un proyecto. ¿No sería más sensato utilizar cacharrería y programación, en vez de "artículos duros" y "artículos blandos"? Al fin y al cabo, "hardware" significa quincalla o ferretería.

No piensen, queridos lectores, que somos totalmente contrarios a la introducción de extranjerismos en nuestra lengua. Algunos son imprescindibles por tratarse de definiciones de profesiones, objetos y materiales desconocidos entre los hispanohablantes, de nueva creación o procedentes, con denominación de origen, de una cierta región del globo: chófer, taxi, láser, champaña, que no champán (embarcación china de grande y de fondo plano), coñac, güisqui, son algunos ejemplos.

La introducción o invención de palabras nuevas, de cosecha propia, es una buena práctica, siempre que se atengan a la estructura lógica del lenguaje. Ello enriquece nuestra lengua y le da un carácter más dinámico.

Siempre se ha dicho que el pueblo es el soberano en cuestión de pronunciación, ortografía y utilización práctica de la lengua. Por esta razón la Academia lleva retraso y sólo admite los cambios cuando no tiene otro remedio. Empero, hasta los dos últimos decenios del siglo XX, se dejaba a los eruditos la misión de dar el espaldarazo a las modificaciones idiomáticas, con lo cual se aseguraba una unidad del castellano. En las escuelas nos enseñaban a bien hablar y bien escribir. Nos hacían comprender qué debíamos usar en el lenguaje ordinario y qué estaba reservado a la plática soez. Actualmente, como en otros muchos aspectos de la moderna vida social, son los más ignorantes quienes toman la delantera y no se puede mantener una conversación sin que tres de cada cuatro palabras sea un taco y la cuarta un barbarismo. Si aceptamos la regla de dar crédito a la ignorancia, terminaremos también por aceptar, consecuentemente, unas nuevas física, biología, historia, etc., nacidas directamente de la invención de los estudiantes al responder a las preguntas de un examen, tanto da.

Por otra parte, los extranjerismos, desgraciadamente, son introducidos por personajes -normalmente profesionales de sectores tecnológicos-, con cierta ascendencia sobre el resto de ciudadanos y, haciendo alarde de sus vastos conocimientos -¿o serán bastos conocimientos?-, los utilizan sin saber su significado real en lengua vernácula, produciendo en el profano una sensación de ignorancia supina. Las modas chelis son otra fuente de perversión lingüística. Así, ahora debemos decir: "en el backstage", en vez de "entre bastidores", cuando es eso mismo lo que significa; "boxes", en vez de talleres, cuando se trata de una abreviatura de "cajas destinadas a los mecánicos"; "feelings", en vez de sensaciones; y así sucesivamente.

Este verano, leyendo un artículo sobre las dificultades del aprendizaje de la lectura y la escritura en las escuelas primarias, nos sorprendimos gratamente de conocer que el castellano y el alemán eran las lenguas más fáciles para los niños, por su simplicidad vocálica y su falta de ambigüedad en la pronunciación. El inglés, por el contrario, era uno de los idiomas más complicados de aprender ¡y de enseñar! ¿Por qué, entonces, nos empeñamos en enmendar la plana a Cervantes y demás genios de la literatura castellana?

Modificaciones sí, pero serias.

LA REDACCIÓN

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Vivat Academia, revista del "Grupo de Reflexión de la Universidad de Alcalá" (GRUA).
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Última modificación: 28-09-2005