Editorial
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ISSN: 1575-2844

Revista Vivat Academia

  Histórico Año VII

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Octubre 2005. Nº 69

LAS FRASES DEL MES:

En la vida, lo más triste, no es ser del todo desgraciado, es que nos falte muy poco para ser felices y no podamos conseguirlo.

Jacinto Benavente

Los tiempos felices de la humanidad son las páginas vacías de la historia.

Leopold Von Ranke

De hipocresías y cinismo

Según el diccionario de la RAE, cinismo es la desvergüenza en el mentir o en la defensa y práctica de acciones o doctrinas vituperables. Por otra parte, hipocresía es el fingimiento de cualidades o sentimientos contrarios a los que verdaderamente se tienen o experimentan. A la luz de estas definiciones, la actitud tanto del gobierno español, como de los medios de comunicación ante el grave problema de la avalancha de inmigrantes, sobre todo en las fronteras de Ceuta y Melilla, es de una hipocresía cínica o de un cinismo hipócrita, tanto da.

Es cinismo hipócrita tener a miles de subsaharianos apiñados en los montes de Marruecos, en la idea de que no van a pasar y, además, van a ser tratados bien, respetando sus "derechos humanos", en el país magrebí, no precisamente destacado por proteger a sus propios ciudadanos.

Es cinismo hipócrita llenar de espinos, cada vez más dañinos, el corredor entre las dos vallas, cada vez más altas, pensando que, en su desesperación, los que han sido capaces de recorrer miles de kilómetros por tierras inhóspitas, en viajes de meses o años de duración, dejando el recorrido sembrado de compañeros muertos, no van a saltar, aunque se dejen literalmente el pellejo en el intento.

Es cinismo hipócrita rasgarse las vestiduras porque, en un momento de cabreo, un guardia civil devuelve, por una puerta lateral y sin preguntar, a uno de los que han tenido éxito en el empeño.

Es cinismo hipócrita apiñar en campamentos durante meses a los que han conseguido atravesar la barrera, para después, en el mejor de los casos, abandonarlos a su suerte en un rincón cualquiera de la península, esperando que alguien desaprensivo los contrate por cuatro perras, o sigan camino hacia Francia.

Es cinismo hipócrita hacerles concebir esperanzas, para después devolverlos a sus países de origen, a fin de que vuelvan otra vez a iniciar un periplo sin esperanza.

Y ¿qué me dicen de los lamentos periodísticos y políticos sobre el proceder de las autoridades marroquíes en la detención y devolución de los subsaharianos a sus lugares de procedencia? ¿Desde cuando se han respetado los derechos humanos en el país vecino? ¿No somos testigos, a su vez, de la gran cantidad de magrebíes que cruzan nuestras fronteras porque no pueden vivir en su país de origen?

Si de verdad queremos hacer algo que no se pueda calificar de cinismo hipócrita, deberíamos ser consecuentes, abrir la valla una vez al día y dejar pasar, sin peligro, a todos los que lo desearan, para inmediatamente, en avión, y con todas las comodidades y respetos posibles, devolverlos a sus respectivos países. Si no hay posibilidad alguna de que puedan escapar y asentarse clandestinamente en España, cesarían en sus oleadas. Si siguen viniendo, es porque conocen, a través de sus amigos y parientes que lo han conseguido previamente, la eventualidad, en alto porcentaje, de pasar clandestinamente y terminar por obtener "papeles" en España.

Otra posibilidad sería dejar pasar a todos los que lo desearan, hasta duplicar nuestra población, o incluso más. ¿Estamos dispuestos a ello?

A lo mejor, la solución seria consistiría en acercarlos hasta las fronteras francesas o dejarlos en las puertas británicas. Algunos balbucean el español, pues lo aprenden durante las muchas jornadas de viaje para, si logran burlar la vigilancia policial, desenvolverse en España y no ser tomados por recién llegados. Pero habrán notado que un 99% habla francés o inglés casi, o sin casi, correctamente. Son originarios de países explotados por galos e ingleses durante siglos, sin integración ni desarrollo, por el simple interés de sus materias primas que hicieron posible la riqueza de la metrópoli. ¿No es responsabilidad o, al menos, deuda acumulada de estos países hacerse cargo de lo que han dejado atrás? Y no nos engañemos, a su vez, el cinismo hipócrita de nuestros vecinos europeos –y también el nuestro, como no- llega hasta mantener dictaduras inhumanas en esos países expoliados, a las que "ayudan" con fuertes sumas de dinero para que, inmediatamente, se las gasten en armas con las que masacrar a sus hermanos. ¿Has visto ustedes alguna vez que la ayuda de los países ricos a los pobres se haga entregándoles maquinaria agrícola, construyéndoles carreteras , enseñándoles a mejorar su raquítica industria o a aprovechar sus recursos? ¿Han visto ustedes que estos países ricos paguen un precio justo por los productos que todavía extraen de sus antiguas colonias? Y si lo hacen, ¿se preocupan de que los recursos sean distribuidos justamente entre la población y no sirvan para enriquecer a las familias gobernantes, engordando astronómicas cuentas en los bancos metropolitanos? Claro que, a lo mejor, nos interesa que haya una inmigración, a ser posible clandestina, para así abaratar la mano de obra en nuestras tierras. Pónganse ustedes en la tesitura de contratar a un inmigrante legal o a un "sin papeles". La diferencia de salarios es tan sustanciosa que muy pocos dudan en la elección. Nos gustaría saber cuántos políticos, periodistas, miembros destacados de ONG y demás plañideras hipócritas de nuestra sociedad sólo contratan inmigrantes legales, con alta en la Seguridad Social incluida.

Todos ésos que claman por la globalización como panacea universal, lo hacen en la hipocresía cínica de conseguir mano de obra barata. Algunos llegan hasta establecer sus empresas en países subdesarrollados y, así, demostrar sus "buenas intenciones" al "industrializar" a los más pobres. Sin embargo, todos sabemos que los salarios son de miseria, que los niños trabajan a destajo desde edades tempranas y que, en definitiva, para que nosotros, los "ricos", podamos tener todo tipo de comodidades, ordenadores, aparatos electrodomésticos y demás caprichos de la sociedad de consumo, comprados a precios irrisorios, es necesario que la competencia desleal protagonizada por las multinacionales exprima a los más débiles. Éstos ven, con asombro, simplemente cambiando de ambiente y viniéndose a vivir al "primer mundo", aunque deban dejar jirones de su piel en las alambradas fronterizas, cuando no la propia vida en una ruleta rusa espeluznante, como mejoran sustancialmente, no sólo ellos, sino también sus familias dejadas atrás, aunque los sueldos aquí sean igualmente de miseria.

Mientras, existen otros inmigrantes que, quizás gracias al color de su piel, parecen tener patente de corso para instalarse en España u otras naciones de la Unión Europea, montando buenas mafias delictivas con pingües beneficios. Por alguna misteriosa razón –esperemos no sea el color de la piel-, aunque se les detenga sin papeles o en flagrante delito, no son deportados.

En definitiva, como es habitual, nos tememos que este problema, de solución fácil si, de verdad, todos los países del llamado "primer mundo" nos pusiéramos a ayudar en su propia tierra a los que un día esquilmamos, no va tener solución práctica pues, de cara a la galería, nos viene al pelo explotar nuestro cinismo hipócrita, manteniendo la situación sin cambios o con cambios mínimos aunque aparentes, echando la culpa, esta vez, al vecino marroquí.

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Vivat Academia, revista del "Grupo de Reflexión de la Universidad de Alcalá" (GRUA).
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Última modificación: 03-11-2005