Seis chistes malos, seisSigfrido del Alce Nunca llegues tarde a la cita Al Padre Pascual le estaban haciendo su cena de despedida por 25 años de trabajo en una Parroquia. Un político miembro de la comunidad fue invitado para dar un breve discurso. Como el político tardaba en llegar, el sacerdote decidió decir él mismo unas palabras para rellenar el tiempo. - Mi primera impresión de la Parroquia la tuve con la primera confesión que me tocó escuchar. Pensé que me había enviado el Obispo a un lugar terrible, ya que la primera persona que se confesó me dijo que había robado un televisor, que les había robado dinero a sus papás, había robado también en la empresa donde trabajaba, además de tener aventuras sexuales con la esposa de su jefe. También en ocasiones se dedicaba al tráfico y a la venta de drogas. Y, para finalizar, confesó que le había trasmitido una enfermedad venérea a su propia hermana. Me quedé asombrado, asustadísimo... Pero cuando transcurrió un tiempo, fui conociendo más gente y vi que no eran todos así, vi una parroquia llena de gente responsable, con valores, comprometida con su fe. Y así he vivido los 25 años más maravillosos de mi sacerdocio. Justamente en este momento llegó el político, por lo que se le dio la palabra. Por supuesto, pidió disculpas por llegar tarde y empezó a hablar diciendo: - Nunca voy a olvidar el primer día que llegó el Padre Pascual a nuestra Parroquia... De hecho, tuve el honor de ser el primero que se confesó con él..." Moraleja: ¡nunca llegues tarde! La puntualidad es un hábito muy valioso. Uno de ZP ZP y su chofer se trasladaban, por carretera, de un pueblo a otro cuando, súbitamente, apareció un cerdo y, sin poder evitarlo, lo atropellaron, matándolo en el acto. José Luis le dijo a su chofer: - Localiza la granja a que pertenece y explícale al dueño lo sucedido. Tres horas más tarde, regresa su chofer tambaleándose, con una botella de vino en la mano y una caja de puros habanos en la otra; el cabello y la ropa totalmente desarreglados. - ¿Qué ha pasado? -Preguntó el presidente a su chofer. Y éste le respondió: - Bueno..., el granjero dueño del cerdo me regalo esta botella de vino, su mujer los habanos y su hermosa hija me hizo el amor tres veces de una manera salvaje. - ¡¡¡Po´s, po´s... ¿qué les dijiste?!!! - Les dije: "Soy el chofer de José Luis Rodríguez Zapatero y ¡¡¡acabo de matar al cerdo!!!" Cuidado con la cirugía estética Una mujer de mediana edad sufre un ataque al corazón. Mientras está en la mesa de operaciones tiene una experiencia cercana a la muerte. Ve a Dios, y le pregunta si en verdad se va a morir. Dios le dice que no, que va a vivir 30 ó 40 años más. Ella se recupera y decide aprovechar que ya está en el hospital y hacerse la cirugía estética, un tratamiento de varices y todas esas cosas para rejuvenecerse. Piensa que si va a vivir 30 ó 40 años más, mejor ponerse guapa. Cuando sale del hospital, tras su ultima operación, cruza la calle y es atropellada por una ambulancia. Ahora sí, ¡se muere! Llega otra vez frente a Dios y, muy enfadada, pregunta: - ¡Pero, ¿cómo? ¿No iba a vivir 30 ó 40 años más? Y Dios le responde: - Sí, es verdad, pero... ¡te prometo que NO TE RECONOCÍ! Sordera Esto es un hombre que va conduciendo tranquilamente por una carretera, cuando se da cuenta de que un coche de la policía le está dando las luces para que se pare. Estaciona el auto en el arcén, se le acerca un policía con cara de asco y le dice: - ¿Sabía usted que su esposa se cayó del coche hace diez kilómetros? - ¡Oh, gracias a Dios! ¡Creí que me había quedado sordo! Tacaño Un amigo le dice a otro: - Mi mujer anda siempre pidiéndome dinero. ¡La semana pasada fueron 2 000 euros, ayer 4 000, y hoy seis mil! El otro extrañado pregunta: - ¿Y qué hace con todo ese dinero? - No lo sé, nunca se lo he dado... Amistad En la parada del autobús, un nutrido grupo espera, en apretada fila, para subir al vehículo. Le llega el turno a una bella joven, quien viste altas botas y chaqueta a combinación, con una estrecha minifalda de cuero. La joven se percata de que el escalón de acceso al autobús es tan alto que la faldita le va a impedir subir. Sonrojada, se lleva las manos atrás, buscando la cremallera. La localiza, la baja un poco y se dispone a subir. ¡Nada! Todavía la falda le impide levantar la pierna para alcanzar el escalón. Mira avergonzada al chófer, sonríe tímidamente y, de nuevo, se lleva las manos atrás y baja un poco más la cremallera. Pese a todo, aún la faldita le impide levantar la pierna para subir, en este nuevo e inútil empeño. La gente que espera en fila comienza a incomodarse y a protestar. Un tipo grandote que esperaba su turno detrás de ella, toma a la muchacha, súbita y ágilmente, por la cintura, y la sube al autobús cual una pluma. La muchacha, furiosa, se vuelve al desconocido y le reclama: - ¿Cómo se atreve a tocarme? ¡Descarado! Yo no sé quién es usted... !Fresco! Y el hombretón, encogiéndose de hombros, le responde: - Bueno, señorita, pensé que después de haber tratado de abrirme la bragueta dos veces seguidas... ya éramos amigos, ¿no? Volver al principio |
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