Editorial
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ISSN: 1575-2844

Revista Vivat Academia.

  Histórico. Año VIII

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Julio - Agosto 2006. Nº 77

FRASES DEL MES:

Era ese tipo de persona que se pasa la vida haciendo cosas que detesta, para conseguir dinero que no necesita y comprar cosas que no quiere para impresionar a gente que odia.

Emile Henry Gauvreay

Mis padres son tan liberales que yo me he vuelto conservadora.

Winona Ryder

Niños "on - off"

En números anteriores de Vivat Academia, hemos comentado la responsabilidad de los padres en el mal llamado fracaso escolar. Pero el problema es más grave. La ausencia de una educación, en el seno familiar, que fomente la solidaridad, la valoración del esfuerzo para conseguir sucesivas metas, el respeto por los demás y por sí mismo y un largo etcétera, convierte nuestra sociedad actual en una selva sin ley, donde el más fuerte (entiéndase el más tramposo o el más agresivo) es el individuo dominante. De nada nos vale exaltar los valores de la democracia, si ésta no viene acompañada de un compromiso social de los ciudadanos que permita una convivencia pacífica y exenta de abismos sociales. Todo ello se adquiere en la más tierna infancia, por imitación y aprendiendo a distinguir, observando el comportamiento de los adultos más cercanos, lo bueno de lo malo.

Pues bien, en estos días calurosos, en los que los padres se dejan ver con sus vástagos por parques, piscinas y calles, hemos percibido, con auténtico desagrado, el proceso de la ineducación actual, lo cual nos ha motivado para hacer una breve reflexión al respecto. Las situaciones y ejemplos correspondientes son muchos y muy diversos, pero en todos ellos queda una cosa muy clara: la mayoría de los adultos del mañana serán unos auténticos depredadores de sus congéneres.

De la misma forma que, para conducir los vehículos a motor, por su peligrosidad para la colectividad, se nos da, ahora, un carné con una serie de puntos a perder, a los padres deberían darnos un documento parecido, a fin de evitar que, el día de mañana, los resultados de nuestras malas artes se traduzcan en inadaptación social por el comportamiento inculcado a los hijos.

No vayan a creer ustedes que los problemas mayores derivan de una permisividad total, en ausencia de reglas o de disciplina -aunque de esto hay mucho-. Más bien al contrario. Lo más grave puede provenir de unas pautas muy estrictas, impuestas, en casi todas las ocasiones, sin una mínima racionalidad y cuyo rango de aplicación no está predeterminado o, lo que es peor, cambia a gusto y medida del egoísmo de los progenitores. Como siempre, en el término medio está la virtud y, a veces, es peor pasarse que no llegar.

Dejemos para otra ocasión el análisis de las conductas permisivas, donde el "todo vale" y "el niño debe desarrollar su propia personalidad" hacen de los infantes unas auténticas fieras. Pensemos, sin embargo, en las consecuencias de una educación reglamentista arbitraria, al servicio de los intereses personales de los padres: lo que hemos dado en llamar "educación ON-OFF". Este tipo de padres se muestra ufano de su buen hacer. No son como esos otros que dejan hacer a sus hijos lo que les viene en gana, ellos son exigentes y han tomado conciencia de su papel educador.

En casi todos estos casos, hemos detectado unas reglas de conducta poco o nada congruentes con los valores mencionados más arriba. Se podrían enumerar muchos tipos, pero hemos restringido nuestro análisis a los tres más llamativos y peligrosos.

Por las razones que sean (más abajo destacaremos algunas), el comportamiento de un niño -por lo demás completamente normal y adecuado a su corta edad-, irrita incomprensiblemente, sobre todo a los ojos del infante, al progenitor, el cual reacciona de manera desproporcionada, infringiendo un castigo que no va a ser entendido o, quizás peor, será entendido como lo que es realmente: un capricho extravagante del padre o la madre. Es la hora de poner al niño en OFF.

Pongamos un ejemplo. El chiquillo molesta con su inocente actividad al ascendiente de turno (juegos, ruidos, movimientos, etc.), recibiendo como castigo la prohibición total de seguir desarrollando su actividad, normalmente acompañada de la retirada del juguete utilizado. En estos casos, suele ser habitual que, si la persona molestada es ajena al entorno familiar, el padre o la madre deje hacer al niño, importándole un comino las consecuencias; al fin y al cabo, el chaval no está haciendo nada malo. Veamos otro ejemplo. El niño desea algún objeto con el que no debe jugar y, en vez de argumentar o buscar una alternativa mejor, lo cual es siempre trabajoso, se le dice "no" sin más explicaciones y, dada la consiguiente rabieta del pequeño, se le adjudica un castigo.

Quizás, el caso peor sea el de los "padres muy responsables", aquellos que intentan evitar, en todo momento, comportamientos inadecuados del niño, pero sin consagrar más esfuerzo que el de la molestia de tenerlo bien sujeto. Estos papás tienen tendencia a poner al niño en OFF con demasiada frecuencia.

Pensemos en estos dos ejemplos. Padres que prácticamente "atan" a sus hijos a su lado, para evitar, si se alejan, ejercer la obligación de ocuparse de ellos; así no se perderán la interesante conversación mantenida con sus amigos o podrán descansar de un agotador día de trabajo. Padres cautivados por un "buen programa de televisión", no apto para infantes y emitido a deshora, que, haciendo alarde de su responsabilidad, encierran en un cuarto a los niños, olvidándose de la necesidad que éstos tienen de su atención. Eso sí, de vez en cuando irán a observar y reprimir posibles conductas impropias.

Unos y otros sienten, a veces, la necesidad de poner al niño en ON, bien para alardear ante sus amistades de las gracias del nene, bien porque, en esos momentos, se sienten buenos padres y han decidido ejercer como tales y jugar con sus hijos. El resultado suele ser catastrófico, bien porque el niño no responda al interruptor ON y pase olímpicamente de las exigencias de papá o mamá, bien porque, una vez desencadenada la conducta, el infante, ignorante aún de los límites del comportamiento, no sabe parar cuando se lo prescriben, desobedeciendo la orden de desconexión.

En la mayoría de los casos, tras la pregunta del porqué de este menoscabo en la dedicación a los hijos, los padres aducirán la falta de tiempo debida a las muchas ocupaciones. Sin embargo, lo más probable es que esa falta de tiempo sea totalmente artificial. Pensemos en esos padres que, muchas veces aconsejados por pediatras incompetentes, pretenden que sus bebés recién nacidos sigan un horario estricto de comidas. Pura comodidad y egoísmo personal pues, que sepamos, ningún rorro nace con un reloj en el estómago, ni con un interruptor ON-OFF en el ombligo. Eso sin contar las madres que optan por no amamantar al recién nacido para evitar las molestias correspondientes.

Bien es verdad que la raíz del problema puede hallarse en la ajetreada y estresante vida moderna. La obligación "ineludible" de lograr dinero para pagar abultadas hipotecas y, a la vez, alardear de un potente automóvil, amén del deber compulsivo de atender a las necesidades del consumismo actual ponen, normalmente, a los padres en situaciones muy difíciles ante las exigencias de atención por parte de sus hijos. Materialmente no hay tiempo para dedicarles. En consecuencia, falta ese contacto tierno y casi continuo entre progenitores y vástagos, observado en los simios más cercanos al hombre en la escala evolutiva. Hoy, desde casi su nacimiento, los niños se pasan prácticamente la vida en guarderías, donde impera la ley del más fuerte, sin más relación con sus padres que los gruñidos y malas caras, traducción inequívoca del cansancio de la vida laboral y los problemas de esta sociedad tan competitiva que, a juicio de los expertos, es el mejor motor para el desarrollo de un país.

Nuestro egoísmo feroz hará que los críos terminen por comportarse de forma extemporánea, sobre todo cuando llegan a la edad escolar. Mientras para unos las normas son ajenas a su educación, para los niños ON-OFF las reglas son odiadas por haberse convertido en una exigencia irracional.

Pensemos en el desmedido aumento del número de peques tachados de hiperactivos (en muchos casos medicados con las drogas pertinentes). No son sino el producto de las carencias sufridas en sus primeros años de vida, aquellos en los que, carentes de una estructura mental racional, han sido objeto de comportamientos y tratamientos ilógicos por parte de los adultos. En cualquier caso, el niño está demandando atención o, simplemente, "pasa" de esforzarse porque el castigo es el pan suyo de cada día.

Nuestra actitud, en la que el trabajo y los logros sociales son mucho más importantes que la propia educación de los hijos, haciendo uso exclusivo de nuestro propio egoísmo, nos pasará factura -ya la está pasando- y, en un futuro no muy lejano, tendremos una sociedad "muy democrática" de individualistas, reprimidos unos o asilvestrados los otros.

LA REDACCIÓN

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Vivat Academia, revista del "Grupo de Reflexión de la Universidad de Alcalá" (GRUA).
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Última modificación: 13-07-2006