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Vuelven las bicicletas

Julio Gutiérrez

Quien pensara que el zapaterismo en la UAH no era el galismo redivivo, con menos ideas, eso sí, tiene ahora la oportunidad de rectificar.

En febrero de 1988 saltaba la noticia de la adquisición de bicicletas por la Universidad de Alcalá, para uso de los estudiantes dentro del campus. En un principio se hablaba de 3.000 unidades, después reducidas a 300. Incluso los informativos televisivos se hicieron eco del asunto. Eso era, precisamente, lo que pretendía el rector Gala, preocupado por la "publicidad" de su gestión, más que por la gestión en sí misma.

Los que entonces formaban parte de su equipo de gobierno se lo explicaron por todos los medios posibles. Se llegaron a cruzar apuestas sobre el tiempo de duración de los vehículos de dos ruedas. Todos se equivocaron. El rector por opinar que la iniciativa sería un éxito, los demás por apostar que las bicicletas durarían, como mucho, quince días. Sólo duraron tres y las pocas que se pudieron recuperar fueron después utilizadas por los servicios de mantenimiento, para sus desplazamientos entre edificios.

Los rateros no fueron los estudiantes usuarios –pocos, debemos decir en honor de la verdad-. En camionetas y furgones llegaron a llevárselas por lotes. Algunas fueron recuperadas por la policía local de San Fernando de Henares.

El campus de la UAH está mal diseñado, con algunos edificios a gran distancia de la estación de ferrocarril y sin un sistema eficaz de transporte interno. Mejor hubiera sido planificar las construcciones a imitación de las mejores y más modernas universidades de nuestro mismo país –no hacía falta irse al extranjero para montar un campus donde los desplazamientos fueran posibles a pie, sitio había de sobra-. Ya no tiene remedio, pero no repitamos errores del pasado, quizás buscando, de nuevo, la publicidad de los medios de comunicación, ávidos de estrambóticas ideas.

¿Vamos a poner personal suficiente para vigilar, mantener en buen estado y gestionar el préstamo de las bicicletas? En ese caso, explíquennos, por favor, el porqué de la falta de personal en otras áreas más necesitadas, directamente relacionadas con la docencia y la investigación.

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El muro de las lamentaciones

Julio Gutiérrez

En la Universidad de Alcalá es muy corriente realizar caros proyectos inservibles, ajenos totalmente a las necesidades formativas. Uno de ellos, de raíces profundas en los periodos de gestión del rector Gala, consistía en la construcción de un lago artificial (¡en medio de un desierto!) destinado a los patos.

El lago se construye e, inmediatamente, se convierte en una charquita donde crecen los juncos y gran cantidad de hierbajos. Quizás, con un poco de buena suerte, se consiga un criadero de ranas (al menos habrá material para las prácticas de Zoología), eso sí, pertrechadas con las correspondientes cantimploras.

¡Y luego hablamos de desarrollo sostenible del campus, en armonía con el medio ambiente!

Pues bien, recientemente se ha rodeado el "lago" con un muro de ladrillo, antiestético a más no poder, que lo oculta de las miradas indiscretas de los viandantes. Ignoramos la significación de tal tapia, defensa o muralla. Las malas lenguas opinan que se trata de un cerramiento para permitir cobrar la entrada a aquellos deseosos de admirar el charco -verdaderamente, otro igual no lo van a encontrar en el resto del mundo mundial-. Nosotros lo hemos bautizado como "muro de las lamentaciones", pues pensamos que, tras darse cuenta del error cometido, lamentan haberlo hecho y mejor ocultarlo y evitar la hilaridad de la comunidad universitaria y los posibles visitantes.

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