Editorial
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ISSN: 1575-2844

Revista Vivat Academia.

  Histórico. Año VIII

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Octubre 2006. Nº 79

LAS FRASES DEL MES:

Hay personas que con la idea de erradicar los prejuicios arrancan de raíz la virtud, la honradez y la religiosidad.

Jonathan Swift

Una persona educada, es aquella que se respeta a sí misma y, en igual medida, respeta a los demás.

Anónimo

Siembra vientos y recogerás...

Primero fue el fracaso escolar, ahora, el tema central de informativos y programas de debate es el acoso al que someten algunos estudiantes a sus compañeros.

Estas prácticas sádicas no son nuevas, siempre han existido, la diferencia consiste en el intercambio entre las mayorías y las minorías y en la pasividad del profesorado y autoridades académicas.

Efectivamente, antaño, eran muy pocos los acosadores y se ensañaban con todos aquellos que destacaban por su trabajo bien hecho –la envidia es y será un deporte muy español-. Hoy los papeles se han intercambiado, habida cuenta del vuelco dado en el número de alumnos estudiosos. En consecuencia, son muchos los acosadores y muy pocos los acosados, con lo cual el reparto es muy desigual y, como tocan a menos víctimas por verdugo, el resultado es más trágico. Por otra parte, el estar dentro de una mayoría asediada por unos pocos, daba cierta seguridad y a la mente le quedaban recursos para evitar caer en la depresión. Lo contrario ha supuesto sentirse en la soledad más absoluta. Además, muchos de los chavales que, en otras circunstancias, serían normalitos, a la vista de los acontecimientos, optan por unirse a los perseguidores para salvar el pellejo propio, convirtiéndose así en futuros verdugos, todavía más brutales que sus "maestros", por aquello de hacer méritos ante ellos. Se repite exactamente la historia de las bandas urbanas, con reglas importadas de ultramar.

La pasividad del profesorado ante situaciones de este tipo, es sólo la consecuencia de la hipocresía social frente a la actitud de los violentos en las aulas. Hasta ayer mismo, los psicólogos de las nuevas escuelas han estado fomentando las conductas agresivas de los inadaptados socialmente, porque "debíamos dejar, desde la más tierna infancia, que los niños crecieran en libertad y pudieran expresar sus pasiones sin cortapisa alguna, para propiciar así el desarrollo completo de su personalidad". Los profesores son hasta amenazados con expedientes disciplinarios, si osan reprimir conductas fuera de lugar: "pueden provocar un trauma irreparable al díscolo objeto de un castigo, aunque sea mínimo". Hablar con los padres, ni pensarlo, lo más probable es salir trasquilado, pues el violento lo es por causa de su ambiente familiar, en la mayoría de los casos. Resultado: profesores en tratamiento psiquiátrico, con depresiones de caballo, profesores convertidos en víctimas de los violentos y, en el mejor de los casos, profesores pasotas, pues recursos tiene la mente para salir del atolladero. Eso cuando no nos encontramos con profesores convencidos de las teorías psicológicas en boga, seguidores, a pies juntillas, de estas pautas de comportamiento antisocial. No hace mucho tiempo, los docentes castigaban a los acosadores de sus compañeros y el alumno acosado se sentía, en alguna manera, protegido, lo cual le proporcionaba ciertas garantías de supervivencia, sin llegar a sentir el terror actual.

Esos mismos psicólogos, mencionados más arriba, se atreven hoy a explicar las pautas de conducta a seguir con los agresores. Hace pocos días, en una entrevista, uno de ellos afirmaba que, para impedir al acosador repetir su hazaña, sus progenitores, junto con el profesorado, le debían exigir la petición pública de perdón ante la víctima, suprimir la paga semanal, castigar con la reclusión domiciliaria en los festivos y cosas por el estilo. ¿No es eso todo lo contrario de lo expresado hasta ahora? Que sepamos, este tipo de medidas suponen un castigo y eso "habíamos de evitarlo a toda costa".

Demuestran, pues, que estaban completamente errados en sus planteamientos anteriores, amén de no tener idea alguna de cómo tratar psicológicamente situaciones como las planteadas en el presente, salvo las tradicionales. ¿Para este viaje se necesitaban aquellas alforjas?

La situación no es grave, es gravísima. Atajar de raíz, y de una vez por todas, el problema es la única solución, de lo contrario nos enfrentaremos a un cáncer social imposible de extirpar. La solución sólo puede pasar por reforzar la figura del profesor y su autoridad dentro y fuera de las aulas. Debemos dejarnos de hipocresías nacidas de falsas democracias, establecidas por los buscadores del voto de los violentos, no en vano se han dado cuenta de que van siendo mayoría.

Las sucesivas reformas educativas han propiciado los hechos ahora lamentados. Va siendo tiempo de ponerse a trabajar seriamente en evitar usar dichas reformas como arma arrojadiza en los debates políticos. Todo lo anterior no es sino el producto de una mala educación en todos los sentidos: educación social (¿antisocial?), en primer lugar, en los medios de comunicación, y educación propiamente dicha en el ámbito de la familia y la escuela. Se habla de pactos de estado para muchas cosas, pero nadie quiere saber nada de este tipo de compromisos para el adiestramiento de nuestros hijos. Pónganse a ello, por favor, y pronto, o no tendrá remedio en un futuro no muy lejano.

LA REDACCIÓN

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Vivat Academia, revista del "Grupo de Reflexión de la Universidad de Alcalá" (GRUA).
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Última modificación: 13-11-2006