LAS FRASES DEL MES:Nada que un hombre haga le envilece más que el permitirse caer tan bajo como para odiar a alguien. Martín Luther King No uses imprudentemente el tiempo o las palabras, no se pueden recuperar. Anónimo Triste NavidadCada año, cuando el calendario llega a las últimas semanas de diciembre, la gente se vuelve loca. Todo hijo de vecino, con cara de no haber roto un plato en su vida, se desgañita deseando Feliz Navidad y Feliz Año Nuevo a sus congéneres, aunque éstos sean, habitualmente, el punto de mira de sus persecuciones de todo tipo. ¡Vengan risas y comportamientos adecuadamente sociales! Eso sí, rayando en el ridículo más espantoso, según los cánones del resto de año; pero en Navidad todo está permitido. ¿Hablamos del despilfarro gastronómico? En estas fechas, debemos gastarnos la paga extra, más los ahorrillos del trimestre (aquellos de por si acaso...), si no algún crédito de esos superrápidos. ¡Cómo no vamos a presumir de habernos atiborrado de marisco en la Nochebuena!: "Me puse ciego de percebes"; "¿Y lo buena que estaba la langosta?"; "Más de una docena de ostras para mi solito"... Esa noche se puede comer pescado a diez veces su valor: "Un día es un día". ¿Hablamos del despilfarro energético? Calles de pueblos y ciudades, normalmente semioscuras, se engalanan con todo tipo de filigranas luminosas, en un derroche de consumo eléctrico, imposibilitando el encendido de otros aparatos más necesarios, para evitar apagones. Para eso sí tienen dinero los ayuntamientos, para eso y para subir anualmente los sueldos a los ediles, sin embargo, para arreglar las calles de los barrios pobres... ¿Hablamos de los regalos inservibles? Nadie sabe el porqué, pero en estos días aparece, recurrentemente, una grave enfermedad, muy contagiosa, cuyos síntomas consisten en comprar compulsivamente objetos inútiles, para endilgárselos a los amigos y familiares. "Has visto qué pañuelo, color fucsia, tan bonito me ha regalado mi novia? (para sí: lo guardaré en el fondo del armario, en previsión de, si algún día, se me ocurre salir de él)". "¿Qué me dices de este conjunto de jabones con olor a campo repleto de vacas con diarrea?" "Mira, mira ¡qué exprimidor de melones he encontrado en la tienda de la esquina! Éste se lo pienso regalar a mi tía Anselma. Está a punto de cascar y quiero demostrarle lo mucho que la quiero, no sea que se olvide de mí en el testamento". Todos esos chismes raros, vistos en las ferias de inventores durante el verano, tienen su salida, ¡y a qué precios!, en el mercado navideño. ¿Hablamos de los juguetes para los pequeños de la casa? Ahí todos deben echar el resto, no sea que al vecino se le ocurra regalar a sus hijos algo más caro. "Pues esta bicicleta me ha costado el doble, pero la he comprado en "El Tajo Anglosajón". Cuando vayas a tirar la basura, deja la caja fuera del contenedor, para que lo vea la del tercero, así se le ponen los dientes largos". "Oiga, señor, eso que intenta llevarse es un maniquí, no una muñeca. Mire, he visto llegar al vecino con una muy grande para su hija y la mía tiene que ser mayor, así que póngale precio y no incordie tanto". ¿Hablamos de...? Mejor lo dejamos o no podremos cerrar la revista por falta del editorial. Entre tanto, no muy lejos de nuestra propia casa, hay prójimos que no tienen para comer ese día, como ningún otro del año. "Oiga, que yo he dado, este año, cien euros para los refugiados de Angola". Sí buen hombre, -o buena mujer, seamos políticamente correctos-, pero qué me dice de ese compañero suyo, al que hoy ha deseado Feliz Navidad, y al que ha estado haciendo la vida imposible desde hace tres lustros. Qué me dice de esos pueblos sin posibilidad de energía para calentarse en invierno, cuando nosotros gastamos, en cinco semanas, lo que ellos consumen en toda una vida. Además, su tía Anselma, sola todo el año, desea únicamente una simple visita al mes. Dígame para qué quiere un exprimidor de melones en una residencia de ancianos y, ¡encima!, se lo ha enviado por paquete postal. Si hubiera preguntado, sabría que su hija deseaba una muñeca pequeña, para poderla llevar en la mochila. No obstante, hay algo más cruel todavía, si cabe: los deseos de PAZ. (Nota al margen: Imaginamos se refieren a la paz interior, como la bienaventuranza se refiere a los pobres de espíritu, que los otros no tienen derecho a ser bienaventurados, ya tendrán toda la eternidad para serlo, allí donde no se necesita, al parecer, nada). Incluso, los más religiosos, hacen un alto al fuego navideño. Son tan buenos que dejan de matar en estos días, pues son fechas de paz. Menos mal que, una vez llegado el mes de enero, todo vuelve a la normalidad. El deseoso de felicidad para el compañero, continuará con sus labores de acoso; las calles de los barrios pobres volverán a ser oscuras; comeremos patatas viudas, pues debemos pagar el crédito extraordinario, además de la hipoteca; la tía Anselma esperará, con los ojos cerrados y el mentón sobre el pecho, esa visita de sus sobrinos que nunca se produce; los hijos no entenderán que sus progenitores no les dediquen, algunos días, ni una sonrisa; nos olvidaremos del cumpleaños de nuestro respectivo cónyuge, cuando no del aniversario de bodas; cerraremos nuestros oídos ante el número de muertos del último atentado terrorista o la última escaramuza de la guerra de ..., esperando con ansia que dé comienzo nuestro programa favorito de cotilleo en la caja tonta. Eso sí, los que no tenían para comer, para calentarse, para comprar a sus hijos algo de ropa de abrigo, aquellos que sufren las bombas y los desastres naturales, esos no habrán notado la diferencia. LA REDACCIÓN
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