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Diciembre 2006 - Enero 2007. Nº 81 |
Contenido de esta sección:
Jesús Miguel Sáez González
Éstos,
probablemente,
son éstos, sí,
los tiempos del lagarto acostado, simplemente,
sobre la epidermis al sol.
Ahora, este Hoy,
presumiblemente, sin inocencia,
un Ayer denostado,
que no pudo cruzar la trastienda azul;
se delató pudo,
hierro fue ante el día abrasado;
al tanto el galgo,
podenco can corredor, presuroso,
parece discreto asaltante
frente al reconocido remanso.
Menuda metáfora cruel, paréceme,
lo digo sinceramente,
sin rubor,
gritando el silencio del amor;
te oigo, palpitas,
aúllas sobre el paso,
sobre la oscura frontera malentendida;
y la línea de la distancia hace tiempo delimitada,
nunca atraviesa las manos desérticas,
lo sé, convenientemente,
lo presiento;
y pronto pides un beso,
no ocurre nada,
todo parece Nada,
de la Nada, sale Nada;
ausente la apuesta perdida, sin duda;
el compás metódico,
el metrónomo sonámbulo que contraviene las extrañas,
las normas avecindadas;
esto es así, exhorto,
sobre el tapiz manchado,
desvinculado,
lobotomizado,
denegando, sin reserva,
un cariño aborreciente, hastiado (¡me oyes!),
que sufre el tedio del amor,
fugado, supuesto, predicho,
derrocado ante una mirada,
donde los niños ya no corren a veces;
y los Dolomitas,
ya no doctoran los cristales ahumados,
poliédricos, deshabitados,
dejando tras de sí días atemperados,
para constituirse enjambres poderosos;
y tu cariño pretendes repicar, entrometerte
y Pim, Pam, Pum,
disparar sobre el quejido vacío,
durmiente, pretendido,
y la agonía atravesada ya no subyace,
lo ves, simplemente;
ni alarido indeterminado alguno
volando sobre los cabellos zumbones;
porque, éstos, y no otros. Son éstos,
sin duda,
los tiempos del lagarto acostado,
simplemente,
sobre la epidermis al sol.
Jesús Miguel Sáez González
A espaldas nuestras, el deseo se desliza entre un tempo, que huir parece, escapándose
de nuestras manos profanas, sin distinción; Tin Tan; en su curso los mares del ritmo
surcan las manecillas, y desciende el mundo como un Totem adorable, pero inocente; quién
lo sabe; sólo a ciencia cierta suspirando, es el destino, o más bien el azar, la
causalidad; rezo más bien; un fin que sin duda es un comienzo, o una continuación
inexorable; ésto también.
José O. Colón Ruiz
Paleto, me robaron mi tumba.
A mi padre le robaron la TIERRA
y yo me fui perdiendo en la sierra
al compás de bolero y marumba...
Lo que ganamos con ardor y trabajo,
lo que ganamos con fuerza, sudor,
lo que ganamos con gracia y amor,
arando nuestra tierra y cascajo.
Y en la bendita patria batallando,
en buena lid, y a Dios rogando,
por algunas guerras mal perdidas,
se nos fue escapando la TIERRA,
y se nos fue desgarrando la vida.
Y mi triste y cara tumba, ¿vendida?
(Y Merino me devolvió mi tumba.)
José O. Colón Ruiz
Luego de terminar de leer que un grupo de científicos británicos y estadounidenses
lograron devolverle la vista a unos ratones experimentales, gracias a un transplante de
células fotosensibles - ciegos por causa de los fotorreceptores-, y que piensan aplicar a
los seres humanos en un periodo de cerca de diez años, estando yo trabajando sobre el
óleo que mi sobrino Ángel Vázquez se había encontrado en las calles de New York, en un
basurero donde se ponen los zafacones por esta ciudad, conocida como La Babel de Hierro o
La Manzana Grande... Paleto, me interrumpe y me dice:
- Amo, usted jamás va a saber quien pintó ese óleo, por lo difícil de
los rasgos de la firma.
- Bueno, Paleto, para mi la firma dice WILMIGAN.
- ¿Y qué averiguó usted, en la Internet, de ese pintor?
- Leyendo sobre Wilmigan, llegué al nombre del pintor, MANET.
- ¡Vayaaa, Amo. usted se inventa cosas!
- No son inventos Paleto... Es investigación, lectura y observaciones.
Aunque no soy experto en pinturas, ni historia del arte, llegué, y no sé ni cómo, a la
figura de "The Black Prince", hijo del Rey Edward III de Inglaterra. Por allá,
por los años 1330-1376.
- Verdad, ese pintor se llama Edouard Manet.
Y viene mi esposa Olga, y me dice:
- La figura principal de la pintura en óleo, es KING EDWARD DE INGLATERRA.
Sale y se va.
- ¿Y qué más ha observado?
- Los colores del auto retrato de Manet, son muy parecidos al fondo del
óleo de nuestra pintura estudiada. Además, datos biográficos de Manet lo conectan al
cuadro.
- ¡Umjú!
- No seas incrédulo. Buen Amigo mira, a Manet se le perdió un cuadro
misteriosamente. Fue unos de lo principales pintores del impresionismo francés.
- Y creo que se le consideró uno de sus líderes precursores.
- Eso te iba a decir, pero lo que más me llama la atención son los rasgos
de los paisajes, sin líneas visibles, como pintura regada, en colores claroscuros Y casi
todas sus obras tienen ese estilo: Olimpyia, 1863; un desnudo, The Guitar Player, 1862,
aceptada en "THE METROPOLITAN MUSEUM OF ART", de New York. Entre otras, según
su biografía.
Y así, Paleto, mi esposa Olga y yo nos pasamos varios días estudiando nuestro cuadro,
encontrado en las calles de LA GRAN MANZANA.
Si Manet desciende de los WILMIGAN, o por qué lo usó como seudónimo, lo
desconocemos. Si lo supiéramos, esto no sería una leyenda.
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El cuadro, como del tamaño de un
mural, tiene más de cinco pies por cuatro. |
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Manet.
Autorretrato. |
Nota de VA: El propietario necesita saber,
con seguridad, el autor y su posible valor. El cuadro fue encontrado realmente en
zafacones de basura en Nueva York. Desde aquí animamos a nuestros lectores expertos en
arte a examinar el cuadro.
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