Editorial
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ISSN: 1575-2844

Revista Vivat Academia

 Histórico. Año IX

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Julio - Agosto 2007. Nº 87

LAS FRASES DEL MES:

Solamente puedes tener paz si tú la proporcionas.

María von Ebner

El hombre es la medida de todas las cosas, de las que son, en tanto que son, y de las que no son.

Protágoras  

Una sociedad fractal

En los años setenta del siglo pasado, el matemático Benoit Mandelbrot introdujo el término fractal para designar objetos geométricos, derivados de un simple proceso matemático recursivo o iterativo, que reproducen estructuras idénticas o semejantes a sí mismas en diferentes escalas, en principio y por definición, sin límites. Así, una imagen arborescente a simple vista, por ejemplo, presenta la misma forma cuando se amplia al microscopio una pequeña porción de la misma; son las llamadas "estructuras auto-similares".

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El éxito de la idea ha sido de tal envergadura que se ha aplicado a casi todas las áreas de la Ciencia –muchos comportamientos naturales parecen obedecer a procedimientos fractales-, incluidas las Ciencias Sociales.

Efectiva y curiosamente, la sociedad como tal no escapa a la extrapolación de esta representación. Si analizamos un entorno social cualquiera, con tal de contar con varios individuos en interacción, las pautas de su convivencia son las mismas a escala de grupo pequeño, a escala de comunidad regional o a escala de estado. Bien es verdad que las reglas, normalmente no escritas, que regulan la existencia del conjunto varían de unos países a otros, al igual que unos objetos fractales son completamente diferentes de otros, lo cual parece indicar que el algoritmo recursivo dominante depende de la historia e idiosincrasia de la población. De poco o de nada sirve intentar regular las relaciones con ordenanzas, reglamentos, decretos o leyes, los diferentes grupos, pequeños o grandes, exhibirán un comportamiento auto-similar, aunque para ello deban transgredir todas las normas en vigor.

Ciertamente, muchas de las leyes establecidas para la organización de un país son producto de la forma de ser de sus habitantes, sobre todo en sistemas democráticos, de lo contrario serán rechazadas por la mayoría de la población. Es más, los pensadores legislativos hacen su labor en función de la educación y experiencia previas. Es bien conocida la imposibilidad de cambiar conductas ancestrales, por muy perniciosas que sean para el propio individuo. Cualquier intento de ir contracorriente se convierte, simplemente, en una dictadura. Esta es la razón de esos choques raciales o culturales producidos en el seno de colectivos formados por sujetos de diferentes procedencias.

Volvamos a la idea central. Tomemos como ejemplo un país como España, donde la corrupción está muy extendida. Una comunidad de vecinos, un club deportivo, una asociación cultural, un departamento universitario, un pueblo, un centro docente, una comunidad autónoma o la nación entera presentan comportamientos colectivos similares. Si la tónica general es la de sacarse un ojo con tal de conseguir la ceguera del vecino, ello se repetirá a todas las escalas. Todos hemos oído comentarios del tipo: "exactamente igual sucede en mi pueblo"; "el presidente de la comunidad de vecinos en que vivo hace exactamente lo mismo"...

Cabe ahora preguntarse si el algoritmo de recursividad se impone por imitación de las estructuras sociales más altas o todo lo contrario. En el primer caso los gobernantes de más alto nivel accederían al poder gracias a su falta de escrúpulos y ambición, sin importarles qué prójimo cae en el camino bajo sus pies. Los demás ciudadanos, viendo cómo se consigue el "éxito" en la escalada social, no dudarán en reproducir las pautas de actuación a su escala, por pequeña que ésta sea. En el segundo caso, se llegaría al gobierno del estado gracias a haber sabido seguir con precisión los patrones de conducta comúnmente aceptados en los diferentes grupos sociales, aunque sean minúsculos.

Imaginamos lo difícil de conseguir llegar a la solución de este dilema, por muchas horas de investigación que se dediquen al tema. Nosotros somos de la opinión de que tanto monta, monta tanto. Se trataría de la paradoja de la pescadilla enroscada. Al fin y al cabo, si una sociedad permite que gente sin escrúpulos llegue a gobernar, es porque con su sufragio intenta proteger su estructura tribal y, por otro lado, una estructura tribal perversa se auto refuerza con el ejemplo de las cabezas más visibles.

Si esta hipótesis fractal extrapolada a la vida social es cierta, aquellos que se desviven por conseguir enderezar los caminos tortuosos de la historia de un país están destinados al fracaso. Mejor sería dedicaran sus esfuerzos a otros menesteres menos enfrentados con las "tradiciones" de su entorno.

El atento lector –sobre todo si no es oriundo de la piel de toro- tendrá, con toda seguridad, una objeción al razonamiento: "Ustedes han puesto como ejemplo a España y resulta que en ese país también van a la cárcel los que exhiben comportamientos antisociales". La respuesta no puede ser más simple. Además de pasar poco tiempo entre rejas, normalmente no reparan –o no se les exige que reparen- el daño social causado. Alguno hay por ahí libre, después de haberse apropiado de unos cuantos miles de millones de las antiguas pesetas, y lo ha saldado con unos pocos meses de prisión, sin haber devuelto un duro de lo malversado. ¿Cuántos ministros, presidentes de gobierno o de club deportivo, tanto da, conocen ustedes que hayan dimitido por haber metido la pata hasta el corvejón, causando daños irreparables a la sociedad que gobiernan?

Vivat Academia, desde esta misma sección, ya ha denunciado en varias ocasiones la realidad: si usted es un delincuente reconocido, inmediatamente tendrá a su favor unas cuantas ONGs, psicólogos y agentes sociales, defensores de lo indefendible, intentando convencer a los jueces y la opinión pública de la existencia de unos sus derechos, ausentes en el pellejo de la mayoría de los ciudadanos cumplidores de las normas (desgraciadamente, poco hace falta para convencer a los fiscales y jueces españoles de dictar sentencias leves para casos muy graves).

En cualquier caso -ya lo decía López Ibor-, en España el ciudadano escrupuloso con el cumplimiento de las leyes es carne de psiquiátrico; tiene la depresión asegurada.

LA REDACCIÓN

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Vivat Academia, revista del "Grupo de Reflexión de la Universidad de Alcalá" (GRUA).
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Última modificación: 24-07-2007