El libro de las ilusionesJesús Miguel Sáez González; crítico de cine A Tomás Muñoz y José Vilahomat Índice:
LES TÉMOINS de André TéchinéLa vida, una tensión entre el placer y el dolor. Un testimonio nace individual, como una pulsión teclea los vericuetos insoldables de la tragedia. Me pertenece la vivencia, soy testigo del tiempo, de éste tiempo, también, sobreviviente, quizá de aquel, es cierto, por encima de los naufragios del corazón, es decir de los sentimientos y el deseo y la existencia. Sin embargo, no todo depende de mi, el director de escena (Téchiné) lo sabe, me deja libre, nunca enjuicia, somos las criaturas, un pequeño colectivo diverso, la humanidad entera y su deambular intenso, arrebatado de pasión incontestable; pues es condición de la naturaleza depredadora, precisa, nada superflua, evidentemente crucial, despojada. Y sin querer, al azar, febrilmente llega la muerte con su disfraz, la enfermedad y su tabú; y el sida; y la pérdida de la inocencia; y nuestro rechazo; y el miedo; y maduramos y nos responsabilizamos; porque nos afecta; y sobrevivimos; y seremos luego quizás felices en verano, poéticos. Cualquier verano es bueno para comenzar y reconsiderar el amor y el perdón; y el misterio nuestro de la desazón contra el olvido no se impone, sólo un parche para continuar, para recordar, para vivir, en definitiva, con nuestro defectos; y contradicciones morales (éticas); simplemente memoria. Ficha técnica: Volver al principio de "Les témoins" Volver al principio de "El libro de las ilusiones" Volver al principioLES AMOURS D´ASTREE ET DE CELADON de Eric RhomerTodo, quizás, es posible y nada es cierto, salvo el requiebro del amor en su fragilidad, su duda. Es el espacio narrativo, la inocencia, al mismo tiempo, su complejidad barroca, como un espejismo de apariencias del gozo al sufrimiento; mientras la espera, que antecede a la exaltación de la naturaleza, más allá de lo bucólico, desemboca en la catarsis de lo sentidos: la exaltación del placer del amado con la amada, también la amada con el amado, como una sublimación física, cercana al hedonismo; por debajo, queda también la seducción y el galanteo cortés, que tan sólo pertenece al renacimiento en su lejanía. Y por ello los pretextos se antojan ambiguos en su sexualidad, a la conquista como juego no contemplado, que se desata, hasta distraer el raciocinio de la irrealidad, no representada sino trasladada, filmada cual texto es (en este caso, tomando una parte central de la obra L´Astrée de Honoré D´urfé, literato del S.XVII que, a su vez, recreaba libremente un mundo ficcional concreto, el del S.V, justo en la Galia), con los ojos, sin traiciones, de un autor nacido en el XX (Rohmer); proyectado ahora en el XXI. De ahí su autenticidad (la querencia por el sonido directo de la naturaleza, la utilización de unos diálogos originales pero no adaptados, la utilización novelística de los intertítulos, la voz en off trasladada tal cuál, la música (en este caso, las canciones y sus letras), los requerimientos narrativos propios del Barroco siempre inmediatos, y su teatralidad manifiesta gracias a esos eternos debates profano-religiosos (propios de la contrarreforma), como aproximación, casi documental. Iconos traviesos a la antigüedad (del S.V, según autor D´urfé), del tiempo y su referencia asumida para S. XVII; cuyas raíces también pueden ser pictóricas (sobre cuadros de Vovet y Blanchard). Plenos comentarios, por otra parte, que no trastocan el curso de la acción, o ilustrativos de la época (ilustraciones firmadas por Michel Lasne para la obra), siempre de puertas hacia dentro, a lo que corresponde la libertad exultante de la naturaleza y sus estados de ánimo mencionados, que inciden en los personajes, de modo libre, inmediato, y así lo sensitivo comulga con la ingenuidad contemplativa y la debilidad humana; y como lo complejo no discute con lo lineal. Nota: Se centra el relato fundamentalmente en Astrée y Celadón, aunque también coexisten otros personajes con éstos, cuyas posibles historias permanecen intrincadas, además. Ficha Técnica: Volver al principio de "Les Amours d´Astrée et de Céladón" Volver al principio de "El libro de las ilusiones" Volver al principioEN LA CIUDAD DE SYLVIA de José Luis GuerínTantas veces tú, Sylvie. Mi pensamiento un cuaderno, unas notas puede, dispersas, cual esbozo; o simplemente un boceto, un contorno que adivino, desde la lejanía a carboncillo, plasmado, que trastoca el viento. Son hojas infantiles, también, en blanco por cubrir o lo son al natural, simplemente; y mi recuerdo, una agitada memoria de la incertidumbre y deseo. Y te busco en ese espacio, sin embargo, entre miles de sombras que habitan en la ciudad. Primeros, son tantos los segundos y terceros términos, con su propia autonomía, que me pierdo buscándote; no sé, como un sentimiento además vaciado, sólo en perspectiva. Sin quererlo, permanezco inmóvil, melancólico siempre, distante, y, a mi alrededor, tan acentuados puntos de vista casi infinitos, tantos espectadores, también, que intercambian sus miradas, y la mía, demasiadas digresiones como una extraña sinfonía imprevisible de músicas, voces, ruidos, que atentan contra la psicología. Y me contradigo, mi hermosa Beatrice inalcanzable y te amo, es la imposibilidad física, además emocional y de los espacios y de un verso susurrado que se infiltra por las paredes como un ideal intransigente hasta la confusión; y es un pasado, un presente, no sé, un futuro. Me muerdo para no llamarte, y te vi, te vi, te vi, no vi a nadie más, pero te vi y despierto; hace tanto tiempo (la narración siempre ha dudado de un planteamiento aristotélico). Sólo son tus ojos, no tu voz, tu gesto, en definitiva, ahora en presente, iluminado sobre fondo etéreo. Tu cuerpo volátil en armonía se multiplica en su andar, adquiriendo una dimensión moral simbólica, la epifanía del encuentro y el Renacimiento. Y te persigo como un naufrago sediento Carpe Diem, sólo a solas con tus pasos y en silencio pétreo, atravesando múltiples caminos que se entrecruzan (bifurcan) en un laberinto (Estrasburgo). O son solamente ciegos espacios donde te pierdo, para encontrarte de nuevo por azar y agradecimiento (sitúa Guerín perfectamente los crescendos) hasta alcanzarte, porque todos los ríos que dan a la mar son el morir (las correspondencias y los saltos de raccord confieren a la película un tono inquietante, fugaz, a la vez discontinuo). Fue en ese preciso lugar donde habitó el desconcierto y la decepción. Tus labios no balbucearon y desertaron tu presencia y volví a ser un autómata, perdido en un lugar extraño que, no lo es tanto, con toda su extrañeza el tiempo borra, manipula los instantes, quizás hasta oscurecerlos, pues los espacios son tan abstractos, ya distintos, que las máscaras se deforman en los espejos cóncavos, hasta diluirlos, no dejando señuelos (la iluminación a cargo de Natasha Braier subraya estas características). Y tantas veces tú, ausente Sylvie. Ficha técnica: Volver al principio de "En la ciudad de Sylvia" Volver al principio de "El libro de las ilusiones" Volver al principio |
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