Editorial
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ISSN: 1575-2844

Revista Vivat Academia

  Histórico. Año X

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Febrero 2008. Nº 92

LAS FRASES DEL MES:

Es mejor luchar claramente y con verdad que abrazarse con mentiras y engaños.

Miguel de Unamuno

He descubierto el arte de engañar a los políticos, les digo la verdad y nunca me creen.

Camilo Benso (conde de Cavour)

La mentira siempre es recompensada

Toda mentira, desde la mentirijilla hasta la bola más grande, pasando por la mal llamada piadosa, es utilizada para sacar algún provecho; y aprovecha exclusivamente a quien la crea.

El ser humano utiliza la artimaña como método de supervivencia, de manera similar a como hace cualquier bicho viviente; es un recurso biológico e irracional. En el Reino Animal, el camuflaje, el uso de señuelos y reclamos, las tretas y fullerías son usadas para buscar comida, aparearse o eludir al enemigo. Si en algo se debiera distinguir un ser inteligente, sería por saber subsistir siendo sincero en sus relaciones, aunque ese tipo de vida le costara complicaciones y le atrajera hostilidades; todo fuera por poder dormir plácidamente y no estar siempre pendiente de todas las invenciones soltadas, en cada ocasión particular, para no ser sorprendido en el engaño. ¿Se imaginan la memoria necesaria para mentir sin ser descubierto? Pues, en cada caso y frente a cada diferente interlocutor, la verdad ha de ser disfrazada de desigual manera.

Por otra parte, existen mentirosos ocasionales (muy difíciles de detectar por lo dicho anteriormente: pueden recordar bien sus embustes dirigidos a los correspondientes destinatarios) y existen mentirosos compulsivos, incapaces ya de contar la verdad. Entre ambos extremos podemos plantear una clasificación todo lo pormenorizada que queramos; cada individuo tendrá en ella su ubicación. En cualquiera de las categorizaciones siempre aparece la de los mentirosos más peligrosos, los indetectables por excelencia: aquellos que presumen de no mentir, pero también de no decir toda la verdad. Son como esos depredadores que exhiben colores llamativos para dar cuenta de su peligrosidad, aunque son expertos en encontrar en el entorno los materiales necesarios para el camuflaje.

A los mentirosos compulsivos se les detecta enseguida, pero entre ellos hay una subdivisión especial, sus integrantes son mejor considerados cuanto más grandes sean las argucias utilizadas y sus mentiras son aceptadas no ya con resignación, sino con auténtico fervor, a saber: los políticos. Por alguna misteriosa razón, la mentira de un político no es considerada como tal por el resto de la sociedad, y si alguno se decide por decir la verdad, sin necesidad de que sus oponentes le calumnien tildándole de mentiroso, nadie le creerá. Debemos mencionar, no obstante, que el grado de aceptación por la sociedad de las mentiras del político está en proporción directa a su nivel de poder. La mentira de un poderoso es dogma de fe, no ya para sus correligionarios, sino para todos los demás; para eso es quien manda y, como la verdad no es absoluta, el poderoso siempre lleva razón.

En épocas electorales, sin embargo, la clase política utiliza la mentira en unos cuantos órdenes de magnitud superiores a la tasa intercomicios. En estas ocasiones nadie se cree las promesas y menos aún la exaltación de las maravillas realizadas en el pasado, mas los votantes cautivos de tal o cual partido se convierten, a su vez, en mentirosos compulsivos, repitiendo como papagayos las falsas soflamas de sus líderes. ¡Triste espectáculo!, sobre todo, porque la recompensa suele ser mayor cuanto mayores y menos creíbles son las falacias utilizadas en la campaña. ¿Somos así de irracionales los seres racionales? He ahí una paradoja para estudio de sociólogos y psicólogos.

Existe una técnica para conseguir que una mentira sea aceptada sin rechistar, consiste en utilizar una treta llamada crispación. Mediante ella se convulsiona al destinatario de la mentira en forma tal que se sienta extremamente amenazado por riesgos inexistentes, si no acepta la falsedad. Como recurso mental de supervivencia, el receptor se ve impulsado a creer a pies juntillas lo que, sin la amenaza, hubiera rechazado inmediatamente por falso.

De todas las mentiras posibles, la más perniciosa y más difícil de rechazar es la fundamentada en una verdad o hipótesis viable. Su peligrosidad está en razón directa al tamaño de la bola creada en torno a la verosimilitud. Si, además, aderezamos estos casos con un poco de salsa crispante, el éxito está asegurado y el provecho obtenido puede ser colosal. Como en España estamos en época electoral, no vamos a poner como ejemplo uno de los muchos ardides de este tipo (para no ser acusados de favorecer a tal o cual partido), pero tenemos otras muchas muestras, incluso más peligrosas, pues al no estar inmersas en una campaña electoral, no se benefician del rechazo consecuente al farol del juego político. Nos va a servir de modelo el famoso cambio climático.

Mucho se ha dicho a favor y en contra de esta posible "catástrofe" medioambiental (incluso Vivat Academia ha dedicado, no hace mucho, un editorial al tema), pero no hay duda alguna de la existencia de una exageración estudiada para crear un agobiante clima en la población inexperta. Y en la trampa han caído, cómo no, las organizaciones ecologistas, quizás por culpa de sus planteamientos maximalistas. Cabe ahora preguntarse por el beneficio a obtener de tan tamaña añagaza. Unos piensan que hay intereses económicos escondidos, otros intereses político-sociales, otros ambición de notoriedad, otros simplemente ignorancia atrevida. No vamos a analizar el problema, pues puede, es casi seguro, que haya de todo un poco, dependiendo de qué grupo se convierta en defensor de la idea. Sin embargo, ¿se han planteado ustedes la posibilidad de que todo ello esté orquestado, en la sombra, por un grupo muy reducido de poderosos, que busca un fin muy concreto, y se valen del inexcusable crecimiento, por sí misma, cual bola de nieve, de una trola formada en torno a una verdad pequeña?

Desde estas páginas vamos a hacer una predicción, aunque no podemos precisar cuánto tiempo va a tardar en cumplirse, dependerá del ritmo de crecimiento de la bola formada. En unos años, no muchos, todos los gobiernos, asociaciones ecologistas, ciudadanos bienintencionados, en definitiva, toda la población del mundo mundial aceptará, sin contestación alguna, la única solución al problema del calentamiento global: las centrales nucleares. Todos terminaremos por aceptar, como mal menor, la contaminación radiactiva del subsuelo y puede que de la atmósfera en casos de accidente, en contraposición al aumento de temperatura ocasionado por los gases de efecto invernadero. De sobra saben los directores de la orquesta del cambio climático que no existe posibilidad alguna de reducir, en términos absolutos, la emisión de dichos gases, pues hay muchos países con el mismo derecho al desarrollo y, en consecuencia, el mismo derecho a contaminar.

Y volviendo a las ideas del principio, podemos asegurar que el Hombre nunca va a dejar de mentir. Un mundo sin mentiras es totalmente imposible. La racionalidad sólo nos permite inventar más y mejores patrañas y nos faculta para aprender a engañar mejor al adversario. Somos depredadores. Los avances sociales estructurales y tecnológicos nos han conducido a nuevas formas de vivir y, por lo tanto, a nuevas estrategias de supervivencia. Ser sincero –el "ir con la verdad por delante"- no produce beneficios, al menos a corto plazo. Muchos milenios han de pasar para poder borrar la huella de nuestros millones de años como cazadores, al fin y al cabo sólo contamos con una treintena de siglos de intentos de civilización, todos ellos fracasados.

Y puestos a ser cínicos, vale preguntarse: ¿es verdad lo anterior o se trata de una simple falacia?

LA REDACCIÓN

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Vivat Academia, revista del "Grupo de Reflexión de la Universidad de Alcalá" (GRUA).
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Última modificación: 10-04-2008