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ISSN: 1575-2844

Revista Vivat Academia

  Histórico. Año X

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Marzo 2008. Nº 93

Contenido de esta sección:

Condiciones del Equilibrio Monetario Internacional. El tipo de cambio de equilibrio (Ragnar Nurkse. Traducción: Carlos Díaz Gómez)
Introducción
I. EL TIPO DE CAMBIO DE EQUILIBRIO
NOTAS

Condiciones del Equilibrio Monetario Internacional
El tipo de cambio de equilibrio

Ragnar Nurkse. 1945

Traducción: Carlos Díaz Gómez

Nota inicial

Entre 1943 y 2001, la Sección de Economía Internacional de la Universidad de Princeton publicó monografías cortas y ensayos sobre economía política que contribuyeron al extraordinario prestigio mundial de dicha Universidad.

Reproducimos aquí las primeras páginas de un celebrado artículo del economista estonio Ragnar Nurkse, que abre el libro que, en 1993, editó Peter B. Kenen, director de la Sección de Finanzas Internacionales entre 1971 y 1999, para conmemorar el quincuagésimo aniversario de estas publicaciones.

Peter B. Kenen

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Ragnar Nurkse
Profesor de la Universidad de Columbia desde 1945

(Viru, Estonia, 1907- Mont Pelerin, Suiza, 1959)

Introducción

Este artículo tiene por finalidad considerar algunas de las cuestiones esenciales de las relaciones monetarias internacionales a la luz tanto de la experiencia anterior a la guerra como de los planes posbélicos que ahora se discuten. En lo que concierne a los hechos de la historia reciente y las conclusiones a las que aluden, nuestra fuente principal ha sido una publicación de la Liga de Naciones titulada Experiencia monetaria internacional: Lecciones del periodo de entreguerras NOTA_1. Para los planes de la posguerra, se hará referencia al Borrador de Acuerdos adoptado en la Conferencia de Bretton Woods NOTA_2.

El objeto de nuestra discusión son las relaciones entre monedas nacionales independientes. Puede ser bueno decir desde el principio que el sistema de relaciones que aquí se contempla no es del tipo del patrón oro, si por ello se entiende tipos de cambio inmutables con políticas monetarias y económicas interiores subordinadas a la balanza de pagos. Aceptamos como método legítimo de ajuste las modificaciones en los tipos de cambio, y nuestro primer tema (Secciones I y II) versará sobre las condiciones que hacen aconsejables tales modificaciones. Haremos referencia seguidamente a las fluctuaciones "cíclicas" en la balaza de pagos para las que no es apropiado el método del ajuste del tipo de cambio (Sección III); a la importancia de la inversión extranjera para el buen funcionamiento del mecanismo monetario internacional (Sección IV); y a la interrelación existente entre las políticas monetarias, comerciales y de empleo (Sección V). Una de nuestras mayores preocupaciones presente a lo largo de todo el trabajo será determinar el marco monetario internacional compatible, por un lado, con la consecución de políticas nacionales orientadas al mantenimiento del empleo, y por otro lado, con el mayor desarrollo posible del comercio internacional.

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EL TIPO DE CAMBIO DE EQUILIBRIO

Comencemos con el concepto de tipo de cambio de equilibrio. Se trata, sin duda, de un tema muy traído y llevado; pero es de considerable importancia práctica, y, a pesar de toda la atención que ha recibido, se halla aún necesitado de clarificación.

Un aspecto a destacar del plan para el Fondo Monetario Internacional tal y como se ha formulado en Bretton Woods es que deja la puerta abierta a cambios acordados y realizados de forma ordenada en los tipos de cambio de los países miembros siempre que se considere necesario un cambio para corregir un "desequilibrio fundamental". Otros conceptos se definen y se explican con cierto detenimiento, pero se renuncia a cualquier intento de dar un significado preciso a la expresión "desequilibrio fundamental". Desde un punto de vista táctico puede ser, por supuesto, prudente dejar la interpretación de esta frase a los gestores del Fondo o a los países miembros afectados en cada caso concreto; seguramente, no son los estatutos del Fondo el mejor lugar para acometer la definición de un tema tan abstruso y probablemente tan controvertido. Pero, si el funcionamiento del Fondo ha de resultar satisfactorio, deberíamos contar con una noción más o menos generalmente aceptada de lo que constituye "equilibrio" o "desequilibrio" referido a los tipos de cambio internacionales.

En las distintas conferencias monetarias posteriores a la última guerra, el finado Gustav Cassel abogó con vigor por la teoría de la "paridad del poder adquisitivo". Tanto él como sus seguidores se hallaban bajo la impresión de que esta teoría contaba con todo lo necesario para definir el tipo de cambio de equilibrio. Hoy sabemos que la teoría de la paridad del poder de compra no puede ofrecer una definición del tipo de equilibrio; que no puede ofrecer más que una seudo definición que se vale de términos que también hay que definir, y , naturalmente, resulta que estos términos no se prestan a una interpretación precisa.

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Gustav Cassel (1866-1945)

El único modo satisfactorio de definir el tipo de cambio de equilibrio consiste en decir que es aquel tipo que, durante un cierto periodo de tiempo, mantiene la balanza de pagos en equilibrio. Parece muy simple. Debemos proceder a un cuidadoso examen de los elementos que integran esta definición.

Tomemos, en primer lugar, la frase "durante un cierto periodo". ¿Cuál es la duración del periodo durante el cual los pagos han de estar en equilibrio? ¿Un día, un mes, un año o diez años? Si, para el propósito de nuestra definición, la balanza de pagos ha de estar en equilibrio cada hora, cada día, o incluso cada semana, nos hallamos entonces efectivamente ante un tipo de cambio que fluctúa sin cesar. Se permite que el tipo varíe a su antojo con el fin de garantizar el equilibrio de la balanza de pagos durante cada uno de esos brevísimos periodos. La experiencia acumulada hasta la fecha ha puesto de manifiesto que los tipos de cambio sin trabas en su fluctuación son susceptibles de generar una especulación de carácter desequilibrador, que incluye movimientos desequilibradores no sólo de capital, sino también de bienes de exportación e importación. Bajo un sistema de tipos con libertad de fluctuación, puede que haya poco o nada para limitar la "elasticidad de las expectativas" de la gente, al menos en el corto plazo. Es probable que cualquier modificación en el tipo genere anticipaciones respecto a otro cambio adicional en el mismo sentido. Y, de este modo, una depreciación del tipo de cambio puede muy bien dar lugar a una fuga de capital, que lleve a una mayor depreciación, y si los precios de los bienes de exportación e importación llegasen también a verse afectados por anticipaciones desequilibradoras, las exportaciones caerán en vez de aumentar y las importaciones aumentarán en vez de reducirse, con el resultado de una depreciación todavía mayor. Estos procesos de auto agravación imposibilitan que pueda lograrse el equilibrio en la balanza de pagos, siquiera en periodos tan breves como un día o una semana.

Además, hay razones por las cuales los tipos de cambio totalmente libres no son deseables incluso aunque fuesen capaces de garantizar un equilibrio continuado en la balanza de pagos. Por una parte, generan riesgos de tipo de cambio considerables, lo que contribuye a que se reduzca el comercio internacional. Por otra, exigen constantes mudanzas de los factores de producción domésticos entre industrias de exportación e industrias que abastecen el mercado interior, cambios que pueden resultar perturbadores amén de antieconómicos. Ningún país ha mostrado interés por un sistema en el que no haya ningún tipo de restricción para las fluctuaciones de los tipos de cambio, y es objetivo primordial del FMI hacer de un sistema así algo innecesario.

El periodo que nosotros consideramos en la definición del tipo de cambio de equilibrio no puede, por tanto, ser tan breve como un día o una semana. Incluso aunque fuese de un mes, los tipos de cambio de la mayoría de los países estarían sujetos a fluctuaciones estacionales dentro de cada año. El periodo, por tanto, no debería ser, ciertamente, inferior a un año. Pero si lo hacemos tan largo como para eliminar las fluctuaciones estacionales, ¿por qué no alargarlo tanto como para eliminar también las fluctuaciones "cíclicas"? Estaríamos entonces ante un periodo de entre cinco y diez años. Lo cual es tanto como decir que si las cuentas exteriores de un país, con un tipo de cambio determinado, alcanzan un equilibrio regular durante un periodo de entre cinco y diez años, podemos considerar entonces ese tipo de cambio como un tipo de equilibrio.

Ciertos países –en especial los exportadores de bienes primarios– han dado con frecuencia muestras de un acusado movimiento cíclico en sus balanzas de pagos, y en este caso conviene especialmente considerar un periodo suficientemente largo como para que incluya un ciclo completo. Hay, en cambio, otros países (como Francia e Inglaterra) en los que habitualmente la balanza de pagos no muestra un comportamiento cíclico digno de ser destacado, y en estos casos, podría resultar bastante seguro considerar el equilibrio durante un periodo más breve –digamos, dos o tres años– como indicio de equilibrio o desequilibrio.

Pero tan pronto como nos alejamos del imaginario sistema de tipos libremente fluctuantes, en el que la balanza se mantiene en equilibrio cada hora o cada día, hemos de suponer que existe algún medio de arreglar las discrepancias surgidas en el periodo de referencia. Y tal es la función más elemental de las principales reservas de medios de pago internacionales que cada país mantiene en forma de oro, moneda extranjera o capacidad de endeudamiento internacional. Más adelante, diremos algo más acerca de las funciones de la liquidez internacional. De momento, no hay duda de que, si queremos, podemos modificar la letra de nuestra definición y decir que el tipo de equilibrio es aquel tipo al cual, durante un cierto periodo, no se produce cambio neto alguno en las reservas de medios de pago internacionales de un país. Cuanto más largo hagamos el periodo estándar, mayor será la cantidad que probablemente necesitaremos para saldar las discrepancias intermedias. Por regla general, se precisa un volumen mayor de reservas para atenuar las fluctuaciones cíclicas que para hacer lo propio con las estacionales. Cuanto mayor sea el volumen de medios de pago internacionales en manos de un país determinado, y de todos los países en su conjunto, menor será la necesidad de modificar los tipos de cambio. Es, por tanto, natural que el acuerdo en que el Fondo Monetario Internacional consiste haya de contemplar provisiones más amplias para ajustes en los tipos que las contenidas en el plan británico de Acuerdo de Compensación Internacional, puesto que este último proponía crear una cantidad de liquidez internacional más de tres veces superior a los recursos del Fondo.

Lo mismo acontece con el periodo al que referimos la balanza de pagos para definir el tipo de equilibrio. Hemos de fijarnos ahora en la balanza de pagos en sí misma. ¿Qué debemos incluir en la balanza de pagos para el propósito de esta definición? O mejor, ¿hay algo de lo que queramos prescindir? Hay al menos una cosa que debe quedar excluida, a saber, las transferencias de oro u otras reservas líquidas que puedan ser precisas para equilibrar las cuentas exteriores de un país. En caso contrario, dichas cuentas estarían siempre en equilibrio y nunca habría desequilibrio alguno. La variación neta en las reservas monetarias internacionales de cualquier país constituye, de hecho, nuestro criterio de desequilibrio NOTA_3.

Otro componente que habría de quedar excluido son los movimientos de capital a corto plazo, que pueden ser de dos tipos. Pueden ser del tipo equilibrador, como los que solían tener lugar en el mecanismo del patrón oro en respuesta a modificaciones temporales en los tipos de descuento o a variaciones en los tipos de cambio dentro de los puntos del oro. En este caso, sencillamente sustituyen a –y desempeñan la misma función que– las transferencias de oro o de reservas de divisas. Un país con un déficit en su balanza de pagos puede cubrir el déficit con una salida de oro o con una entrada de fondos extranjeros a corto plazo, si es capaz de atraer tales fondos elevando su tipo bancario o de algún otro modo. Estos fondos equivalen a un préstamo concedido por el exterior y deben considerarse como un efecto girado contra el stock de reservas internacionales del país receptor. Ya se trate de una salida de oro o de una entrada de préstamos extranjeros a corto plazo, la liquidez internacional neta del país en cuestión se verá reducida. Los fondos extranjeros a corto plazo son un pasivo, pueden ser retirados en cualquier momento, y deben tratarse como una reserva de oro negativa.

Los movimientos de capital a corto plazo del tipo desequilibrador también habrían de quedar excluidos de la balanza de pagos que queremos emplear como estándar del tipo de equilibrio. Tales movimientos de capital llegaron a ser muy habituales durante los años treinta, en forma de fugas de capital y de "dinero caliente", y tuvieron su origen principalmente en el miedo a la depreciación del tipo de cambio y a la guerra. Dieron lugar a grandes discrepancias en las balanzas de pagos, que no se pudieron o no se quisieron solventar mediante ajustes en el comercio y otras partidas habituales y que, por tanto, generalmente se liquidaban con grandes movimientos de oro. Al considerar la balanza de pagos como criterio del tipo de equilibrio es, por norma, deseable excluir todas aquellas discrepancias que tienen su origen en tales factores anómalos. Existe en la actualidad un consenso casi general en cuanto a la conveniencia de prevenir, o al menos limitar, a través de algún tipo de control, los movimientos de capital de este tipo en el futuro.

Aparte de las transferencias monetarias internacionales y de los movimientos de capital a corto plazo, no es preciso ni conveniente para el propósito de nuestra definición excluir nada más. Hemos de incluir todas las otras transacciones internacionales que se recogen en la balanza de pagos. En concreto, todos los movimientos de capital que tienen que ver con la inversión internacional. Un cierto tipo de cambio puede ser un tipo de equilibrio para un determinado flujo de inversión extranjera. Para un flujo de inversión extranjera distinto, no es probable que ese tipo siga siendo un tipo de equilibrio. Después de la última guerra, los tipos de cambio fijados durante los años veinte pueden haber sido apropiados en la medida en que las exportaciones anuales de capital procedentes de los Estados Unidos se hallaban en un nivel medio determinado. El hecho de que durante los años treinta las monedas de prácticamente todos los países deudores se depreciasen por debajo de sus paridades anteriores con el dólar de los Estados Unidos era sin duda en parte debido al cese completo de las exportaciones de capital procedente de los Estados Unidos; cierta depreciación de estas monedas en relación al dólar puede muy bien haber sido precisa para restaurar el equilibrio de las cuentas internacionales en las nuevas condiciones del mercado de capitales.

Tras haber examinado el "periodo estándar" y la "balanza de pagos" que vamos a emplear para el propósito de nuestra definición, llegamos ahora a un tercer elemento que es preciso aclarar. Decimos que la balanza de pagos está "en equilibrio" cuando pagos e ingresos (que no pertenezcan a las partidas que, por las razones aducidas, deben excluirse) coinciden. Mas, pagos e ingresos pueden igualarse artificialmente mediante restricciones a la importación NOTA_4. Si la balanza de pagos arroja un déficit, y ese déficit se enjuga reduciendo las importaciones, ¿hemos de concluir que el tipo se encuentra ahora en un nivel de equilibrio? La respuesta es claramente negativa. Para hacer un uso adecuado de nuestra definición, hay que considerar la estructura de las barreras comerciales existentes en un momento inicial dado. Si el mantenimiento posterior de un tipo de cambio determinado, o la eliminación de un déficit de balanza de pagos, sólo es posible aumentando las barreras comerciales, no podremos aceptar que nos hallemos ante el tipo de equilibrio. El verdadero tipo de equilibrio es aquél al cual pagos e ingresos se igualan sin necesidad de aumentar las restricciones al comercio.

Esta cuestión ha sido de gran importancia práctica sin haber sido siempre claramente comprendida. Alemania no conoció déficit de balanza de pagos y no sufrió pérdidas de oro con posterioridad a 1934. Sin embargo, se consideraba, con buen criterio, que el reichsmark estaba sobrevalorado. Con aquel tipo de cambio, el equilibrio de las cuentas exteriores alemanas sólo podía alcanzarse por medio de mayores restricciones a la importación, que adoptaron principalmente la forma de drásticos controles de cambios. Del mismo modo, Francia, aun sin lograr eliminar su déficit de balanza de pagos, logró ciertamente reducirlo por medio de contingentes.

Cuando una moneda se mantiene muy por encima de su nivel de equilibrio, y sobre todo cuando se agotan las reservas de oro y divisas de un país –como sucedió en Alemania–, se hace prácticamente inevitable recurrir a las restricciones a la importación, con el resultado de una caída en picado del volumen de comercio exterior. Un país con una moneda sobrevalorada ve cómo disminuye su poder exportador, y a medida que caen sus exportaciones, las importaciones han de disminuir análogamente para equilibrar las cuentas exteriores. Los métodos empleados para tal reducción en las importaciones importan menos: puede tratarse de controles de cambios, contingentes, prohibiciones, licencias o sencillamente un aumento de los derechos de aduana. Se ha venido culpando más de una vez concretamente a los controles de cambios como responsables de la contracción del comercio mundial que tuvo lugar en los años treinta. La condición causal subyacente se hallaba más bien en la dislocación extrema de los tipos de cambio.

La mera igualdad de ingresos y pagos exteriores de un país no es, por tanto, un criterio aceptable de tipo de cambio de equilibrio si la igualdad ha de lograrse a la fuerza mediante restricciones a la importación. Hay otro caso importante en el que tal igualdad no es un criterio suficiente. Puede darse la circunstancia de que un país consiga mantener el equilibrio de su balanza de pagos deprimiendo el nivel agregado de las rentas monetarias interiores en relación a su capacidad productiva, y si precios y salarios son rígidos, esta contracción de las rentas monetarias se traducirá en desempleo a gran escala en ese país. La balanza de pagos está en equilibrio; sin embargo, mal puede uno referirse con alguna propiedad a tal tipo de cambio como un verdadero tipo de equilibrio si solamente puede mantenerse por medio de depresión económica y desempleo interior.

El caso de Gran Bretaña durante los años 1925-1930 brinda un buen ejemplo en este sentido. Había pocos indicios de desequilibrio en la balanza de pagos británica, mas se consideraba cabalmente que la libra estaba sobrevalorada. Prácticamente no hubo cambio neto alguno en las reservas de oro británicas de aquel periodo. Sin embargo, una entrada de fondos extranjeros a corto plazo habría sido equivalente a una salida de oro. Lo que sucedió con anterioridad a 1927 pertenece en gran medida al reino de la conjetura, aunque no hay duda de que existió cierto influjo, especialmente como resultado de las fugas de capital procedentes de Francia y de la anticipación especulativa del retorno de la libra a su antigua paridad con el oro en la primavera de 1925. Pero, para el periodo comprendido entre finales de 1927 y finales de marzo de 1931, contamos con las estimaciones del Comité Macmillan, que no ponen de manifiesto aumento neto alguno de las obligaciones exteriores a corto plazo en Londres NOTA_5. Por el contrario, presentan una ligera reducción que, sin embargo, se correspondió con una pequeña disminución en las reservas de oro, de modo que, en términos de saldo, no parece haberse producido durante aquellos años cambio alguno en la liquidez internacional del Reino Unido. Si aplicamos literalmente nuestra definición de tipo de equilibrio, no puede decirse que la libra haya estado sobrevalorada. Sin embargo, el equilibrio de la balanza de pagos británica sólo pudo mantenerse a costa de condiciones económicas interiores depresivas respecto de las condiciones exteriores.

Al igual que el caso alemán nos llevó a concluir que el equilibrio de la balanza de pagos no es un criterio suficiente para definir el tipo de cambio de equilibrio cuando el mantenimiento de un tipo de cambio determinado obliga a restricciones a la importación especiales o adicionales, así el caso británico pone de manifiesto que no es un criterio suficiente cuando el mantenimiento del tipo de cambio obliga a deprimir la economía de modo especial o adicional. Para distintos niveles de renta nacional y desempleo, el equilibrio de la balanza de pagos se puede mantener en un país determinado con diferentes tipos de cambio. Parecería por tanto mejor definir el verdadero tipo de cambio de equilibrio como aquél capaz de mantener las cuentas exteriores de un país equilibradas sin necesidad de recurrir a desempleo interior masivo. Y, si extendemos este criterio desde la posición de un país individual al conjunto formado por los tipos de cambio internacionales, llegaríamos a definir un sistema ideal de tipos de equilibrio como aquél capaz de mantener las cuentas de todos los países simultáneamente en equilibrio cuando todos los países a la vez se hallan libres tanto de desempleo masivo como de inflación.

Un país que, en situación de pleno empleo, arroja un déficit en su balanza de pagos debe reducir su renta nacional por debajo del nivel correspondiente al de pleno empleo, si se ha de restaurar el equilibrio de la balanza de pagos al tipo de cambio vigente. Por supuesto, deprimiendo su renta nacional aún más, el país en cuestión puede llegar a generar un superávit en su balanza de pagos y un aumento en su nivel de reservas monetarias internacionales. Pero se estaría torturando sin necesidad. Incluso el deprimir la renta nacional hasta el punto en que la balanza de pagos se equilibre, sólo es preciso si el nivel de reservas del país no es el adecuado para afrontar el déficit.

Cabe argumentar que Gran Bretaña debería haber expandido su renta interior y su nivel de empleo hasta un nivel normal o satisfactorio; nivel al cual habría incurrido en déficit en su balanza de pagos; este déficit habría sido prueba concluyente de que su moneda estaba sobrevalorada; y sólo después de aportar esta prueba se habría permitido a la libra depreciarse. Esta sería una regla general magnífica; pero puede no funcionar para un país cuyo margen de liquidez internacional sea tan escaso que no se pueda permitir incurrir en déficit.

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NOTAS

NOTA 1: International Currency Experience: Lessons of the Inter-War Period. Columbia University Press (International Document Service), New York, 1944.

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NOTA 2: United Nations Monetary and Financial Conference, Final Act and Related Documents, U.S. Government Printing Office, Washington, 1944.

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NOTA 3: Si se producen variaciones en el total mundial de las reservas monetarias internacionales (como resultado, por ejemplo, de una nueva producción áurea), este criterio no debería, por supuesto, aplicarse literalmente, sino más bien entendiéndolo como la relación entre las reservas en manos de los distintos países.

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NOTA 4: La estimulación artificial de las exportaciones por medio de subvenciones ha venido siendo, por motivos fiscales, mucho menos habitual, pero puede obviamente lograr idéntico resultado. Debe notarse, no obstante, que una combinación de derechos de aduana ad valorem uniformes y de subvenciones a la exportación ad valorem y uniformes puede ser exactamente lo mismo que una devaluación del tipo de cambio. En caso de que se emplee una combinación de este tipo para eliminar un déficit en la balanza de pagos, el tipo de cambio habrá quedado efectivamente devaluado. Naturalmente, en la práctica, el rasgo distintivo de los derechos de aduana y de las subvenciones a la exportación es que no son uniformes, sino selectivos y discriminatorios.

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NOTA 5: El hecho de que las estimaciones fuesen incompletas apenas puede invalidar la evidencia que aportan en este contexto. Puesto que lo que nos importa es la variación en el total durante un cierto periodo de tiempo, y no tenemos ninguna razón para suponer que las cantidades que quedan fuera de las estimaciones del Comité se comportasen de modo totalmente diferente a las cantidades incluidas, que sin duda constituyeron la parte más importante del total efectivo.

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Vivat Academia, revista del "Grupo de Reflexión de la Universidad de Alcalá" (GRUA).
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Última modificación: 01-04-2008