LAS FRASES DEL MESTanto peca el que dice latines delante de quien los ignora, como el que los dice ignorándolos. Miguel de Cervantes La salsa de los cuentos es la propiedad del lenguaje. Miguel de Cervantes SOS. Aquí la lengua castellana. SOSEn algunas ediciones anteriores ya nos hemos ocupado de las vicisitudes y desventuras de nuestra querida lengua castellana, sin embargo, no podemos dejar de ser recurrentes ante los repetidos ataques de tanto erudito a la violeta (¿deberíamos escribir erudito/erudita?) que hoy pulula por ahí. Por supuesto, toda lengua viva debe evolucionar, -en caso contrario seguiríamos hablando latín y griego, o peor aún, emitiríamos sonidos guturales y berridos simiescos-. La evolución enriquece un idioma, le da precisión al dejar fuera de uso algunos significados o incorporar términos importados de otras lenguas o inventados en la propia, y lo convierte en un instrumento de comunicación útil y ajeno a los malentendidos. Sin embargo, los límites del buen gusto y la sensatez obligan a hacerlo con cordura, evitando el ridículo; no todo es válido, pues el resultado puede llegar a ser contraproducente. En la actualidad, existe un gran número de indocumentados que, contra toda lógica y sentido común, pretenden reformar el español -llamado así en todos los países del mundo mundial, excepto en España (¿por razones políticas?)- bien a golpe de decreto, bien a fuerza de destrozarlo a diario. Así, los problemas a los que se enfrenta nuestra lengua, casi terminada la primera década del siglo XXI, son muy diversos y emanan desde la cutrez mental de los que, desconociendo prácticamente el significado de las palabras, las utilizan por aquello de mostrar una cultura inexistente, hasta de la imbecilidad propia de los que pretenden obligarnos, por ley, a separar explícitamente las voces dedicadas a los géneros masculino y femenino, cuando se pueden utilizar con significado neutro, o a añadir nuevos vocablos malsonantes, en aras de una igualdad que sólo es posible con los hechos y no con el lenguaje (bendito inglés que desconoce, en sus adjetivos y la mayoría de sus sustantivos, la separación de géneros). Evidentemente, aquellos que no han tenido oportunidad de adquirir cultura o, teniéndola, la han despreciado no deben ser motivo de crítica, deben ser respetados, siempre y cuando no se dediquen a catequizar a sus semejantes. Pero aquellos que han hecho mal uso de dicha oportunidad, y pretenden ser más papistas que el Papa, merecen nuestra repulsa y desprecio. De ello no se libran, por supuesto, los políticos, los periodistas y una gran mayoría de los autoproclamados intelectuales de izquierdas, mejor intelectualoides siniestros. Empecemos con los eruditos a la violeta. Hoy, la palabra entrañable se ha convertido en un comodín del lenguaje habitual en los medios de comunicación. Cualquier famosillo es entrañable, desde el presidente del Gobierno hasta la Duquesa de Alba, pasando por el "chiquilicuatro" de Eurovisión o un concursante cualquiera de "Gran Hermano". Según el diccionario de la RAE, entrañable significa íntimo o afectuoso (amoroso, cariñoso), nada que ver con ser capaz de descubrir en público las vergüenzas propias o ajenas, con más o menos simpatía. También pudiera ser que entrañable se estuviera usando en el sentido de originar efectos o despertar sensaciones y emociones provenientes de las entrañas, como pueden ser náuseas o diarrea; en tal caso, nada que objetar. No obstante, según nuestras indagaciones, ninguno de los etiquetados de "entrañable" es amigo íntimo de los espectadores y, si es afectuoso, lo será en su casa o con sus amigos. Pero la palabreja de moda, de ella estamos hasta el moño y más allá, es presunto. De nuevo nada que ver con la acepción dada por el diccionario. Éste define presunto como el participio irregular del verbo presumir, en el sentido de sospechar o conjeturar una cosa, por tener indicios o señales para ello, o en el sentido de vanagloriarse. Bien está que, cuando se está hablando de una persona concreta, con nombre y apellidos, los periodistas utilicen la palabra presunto para designar a un delincuente (¿deberíamos decir delincuente o delincuenta, o las mujeres no delinquen?), aunque haya sido pillado con las manos en la masa. Pudiera ser que algún juez avispado lo absuelva después -y reclame indemnización por daños morales-, porque el interfecto murió de muerte natural; efectivamente, es natural que alguien muera tras asestarle veintisiete puñaladas. Pero no, es normal oír: "el presunto asesino salió huyendo de la escena del crimen". El asesino, como tal, no es presunto, señores y señoras nuestros y nuestras. Por cierto, es común oír la palabra interfecto en el contexto de protagonista, sea éste un muerto, el acusado del asesinato, un herido o una víctima de un robo. En cuanto a la exigencia de la separación obligatoria y repetitiva de las locuciones propias de cada género y a la prohibición absoluta de utilizar los términos de carácter neutro, reproducimos, en la sección "opinión y debate" de este mismo número, lo que plumas más doctas piensan al respecto; a ellas remitimos al lector. En relación al buen uso de la lengua castellana, constatamos, en algunas entrevistas realizadas por periodistas españoles en aldeas perdidas de Sudamérica, que muchos de sus habitantes se expresan mejor en español que el entrevistador. No obstante, hagan ustedes la prueba en España, eligiendo al azar en cualquier calle de cualquier ciudad a un transeúnte (¿debemos escribir transeúnte/transeúnta?), la sorpresa puede ser tremenda, hasta no poder entender qué quiere decir realmente, y no sólo por defectos de pronunciación. Por otra parte, a un profesional de los medios de comunicación se le deberían exigir responsabilidades cada vez que se expresa de forma inadecuada, infringiendo todas las reglas gramaticales habidas y por haber; excluidos, por supuesto, errores, que deben ser avisados, corregidos y motivo de solicitud de perdón. Y no nos referimos únicamente al mal uso de los tiempos verbales y a las concordancias vizcaínas, sino a la utilización de expresiones y palabras carentes de sentido en el contexto de una frase o con un significado completamente distinto al pretendido. Cuando un médico se equivoca, puede llegar a ser juzgado por mala praxis, no estaría mal penalizar públicamente a los infractores recalcitrantes de las reglas lingüísticas por su mal hacer. Aún hay más. En los medios de comunicación audiovisuales, normalmente, el presentador lee el texto escrito en una pizarra o pantalla. Pues bien, no es raro oír las frases con las comas y los puntos colocados en sitio totalmente aleatorio, de forma que uno no sabe si "las inundaciones han malogrado la cosecha de arroz en Castilla La Mancha. Y, en Aragón, mañana lucirá el Sol" o "las inundaciones han malogrado las cosecha de arroz. En Castilla la Mancha y en Aragón, mañana lucirá el Sol". (Alguna presentadora de TVE, premiada varias veces, es especialista en tales disparates). Sin lugar a dudas, el problema radica en la enseñanza, la mala enseñanza, la infantil, la primaria y la secundaria. Entendemos que la enseñanza obligatoria, en un país del mal llamado Primer Mundo, debe pasar por dotar a los ciudadanos de la cultura general necesaria y suficiente que les permita entender el mayor porcentaje posible de una conversación, amén de ubicar en el tiempo y el espacio los hechos más importantes de la historia universal, no la de su pueblo o región en exclusiva, situar en el espacio los accidentes geográficos más relevantes del planeta en que viven (conocen de sobra el nombre del arroyo seco de su pueblo), etc. Deben saber desenvolverse en el manejo de las matemáticas esenciales para poder calcular el tiempo necesario en recorrer una distancia, no ser engañados al hacer una compra y cumplir debidamente con la Hacienda Pública (en cierta ocasión, descubrimos a una dependienta de unos conocidos grandes almacenes aceptando, tras el razonamiento erróneo e intencionado de un cliente, que una rebaja de un 10 por ciento en un artículo se convirtiera en un 20 por ciento, si se llevaba dos artículos idénticos). Deben conocer los fenómenos esenciales presentes en la vida ordinaria y sus causas naturales. El desenvolverse en una lengua extranjera (a ser posible de las más difundidas), en los tiempos modernos, tampoco viene mal. Y poco más. Pero lo primordial, lo de verdad importante, consiste en enseñar a los niños, desde su más tierna infancia, el uso correcto de la lengua oficial y común a todos los habitantes de su país, además de la lengua materna, si ésta es diferente. Los profesores universitarios nos conformamos con tener alumnos que sepan razonar y hablar y escribir correctamente el castellano, aunque sepan poco de física, matemáticas o geografía, eso ya nos encargaremos nosotros de enseñárselo. Sólo así serán capaces de entender y aprender conceptos más complejos y abstractos y nosotros seremos capaces de entender lo que intentan expresar; a veces no sabemos si una respuesta en un examen es correcta o se trata de un galimatías lingüístico sin sentido alguno, por no hablar de la escritura criptográfica utilizada en los mensajes entre teléfonos móviles, normalmente trasferida al lenguaje escrito de los estudiantes universitarios. Corren malos tiempos, ciertamente, pero todos los españoles, en especial los dedicados a labores educativas, seamos físicos, matemáticos, economistas o filólogos, tenemos la obligación de esforzarnos para conseguir frenar el deterioro de nuestro idioma, de lo contrario, dentro de unos años, esto será como la confusión de lenguas de las crónicas bíblicas de Babel. Y para regalo de nuestros lectores, reproducimos a continuación unos versitos enviados
por Fuenteovejuna ¡Por favor, no perdamos la riqueza del castellano con prácticas indeseables! LA REDACCIÓN Volver al principioHay mucho que arreglar...
Autor: Pablo Parellada (1855-1944) http://www.cervantesvirtual.com/portal/parodia/autor_parellada.shtml Volver al principio del poema Volver al principio |
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