Rincón Literario
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ISSN: 1575-2844

Revista Vivat Academia

  Histórico. Año X

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Marzo 2008. Nº 93

Contenido de esta sección:

Historia del Cielo. Primera parte (Eduardo Acaso Deltell)
¿Un perdón más? (¿Un cuento de lo irreal?) (José O. Colón Ruiz)
Reflexión (Jesús Miguel Sáez González)

Historia del Cielo. Primera parte

Eduardo Acaso Deltell

Imagínense la siguiente escena. Es típico.

- Dime lo que sepas del Cielo –inquieres a un amigo aunque no de sopetón, claro, sino sabiendo llevar muy bien el ascua argumental a tu sardina temática.

- Dime lo que sepas del Cielo –le decimos pues.

- ¿Qué pasa con el Cielo? –contesta el amigo.

- Eso te pregunto yo, ¿qué pasa? –vuelves a inquirir.

- No sé…lo de los ángeles y querubines, lo de las nubes, todo eso –balbucea.

En efecto, es habitual creer, de hecho parece obvio, que el Cielo siempre ha sido un sitio donde se revolotea feliz y eternamente jóvenes, que allí nunca pasa nada. Que el Cielo es el Cielo y ya está.

Por el contrario, toda persona medianamente enterada sabe que el Universo no existía en un momento dado y que de repente, boom, sonó un petardazo y la nada se puso perdida de materia que luego se fue enmarañando hasta formar galaxias, planetas y nosotros mismos. O sea, que el Mundo cambia. Además es que lo vemos en nuestra cara con el paso de los años.

Pues bien, en contra de la común creencia, el Cielo tiene también una sucesión de cambios, una evolución, una historia tan compleja y tan llena de asombrosos eventos como la que pueda tener el Mundo. De hecho, la génesis y evolución del Universo, la historia misma del hombre, ha de enmarcarse en otra más amplia que, como enseguida se verá, da coherencia y rigor a todo lo que nos es conocido y aún de lo desconocido, que se dice pronto. Es la llamada Historia del Cielo que pasamos a relatar.

- ¿Pero el Cielo no es eso de los arcángeles y las trompetas? ¿Lo de volar por entre las nubes? ¿Lo de ser feliz?

- Sí, pero no siempre, ¡ojo!

Al principio puede afirmarse que el Cielo y la nada eran la misma cosa. Piénsese que esto ocurría antes del huevo cósmico y que, por tanto, aún no existía la materia. De manera que se me perdonará si afirmo que es muy difícil describir el Cielo en estos primeros episodios de su historia. Es que no había nada.

Pero no es cierto, dado que en el Cielo, claro está, vivía Dios. ¿Que cómo se sabe? Muy fácil: porque era su casa. Además, ¿cómo no iba a estar Dios en su casa si no había a dónde ir? De hecho, era la única "cosa" que existía.

- Pues entonces en la nada sí que había algo.

- ¡Ya estamos!

- ¡No, ya estamos, no!

Lo digo porque hay que saber distinguir nadas de nadas. Por ejemplo, todo el mundo sabe que hay dos clases de nadas: La nada física y la nada conceptual.

- ¿Y qué?

Pues que la nada física es la que utilizamos cuando describimos la casa de Dios en estos tiempos primigenios. ¿Por qué? Porque esta nada se caracteriza por tener una absoluta ausencia de materia. Sobre todo si la cosa se va a enlazar después con la creación del Universo. Así, como Dios parece que está hecho con otra pasta, pues la nada física sigue siendo nada aunque está Dios.

- No sé… ¿Y la nada conceptual?

La nada conceptual es tremenda. En primer lugar, no sólo excluye a la materia como hace la nada física sino que, no contenta con esto, se muestra completamente vacía de conceptos. Imagínate, ningún concepto.

- ¿Y pedruscos tampoco…?

- Nada, nada. Ni siquiera el concepto de pedrusco.

- Vaya con la nada conceptual.

Aunque, claro, hay que saber distinguir entre la nada conceptual de andar por casa y la que todo el mundo llama Gran Nada. La de andar por casa es, en esencia, una nada parcial. Por ejemplo: Julio César pudo muy bien pensar en el momento de su muerte que le rodeaba una nada de sentimientos amorosos, pongo por caso. Ni que decir tiene que también existe una nada física de carácter parcial. Basta con que nos imaginemos al típico herrero exclamando: "En mi casa hay una nada de cuchillos de hierro".

- ¿Y la Gran Nada?

- La Gran Nada es total.

- ¿Cuál es su principal característica?

- Su principal característica es que no tiene nada.

- ¡Joder!

¿Puede entonces, nos preguntamos, existir Dios en la Gran Nada? ¿Y el concepto de Dios? En definitiva, ¿es que Dios no existía en aquellos tiempos prematéricos?

- Yo creo que lo tiene crudo ¿no?

Error. Porque es la Gran Nada la que no existe.

- ¿Y eso por qué?

- Hombre, piensa que la Gran Nada no es tal porque tiene precisamente lo que le caracteriza (la ausencia de Todo, así, con mayúscula) y, si tiene algo, pues ya no es la Gran Nada, sino una de esas vulgares de andar por casa.

- Pero entonces, ¿cómo es que se sigue hablando de la Gran Nada si no es tal?

- Porque en la mente del hombre ejerce una fascinación que no puedes hacerte idea. Imagínate: nada de nada.

Por resumir, Dios se pasó flotando en la nada bastante tiempo, parece ser que infinito.

Se cansó, se aburría. Por jugar, vaya usted a saber, el caso es que decidió de repente crear el Mundo. Las obras duraron seis días y antes de darle al power descansó un rato. Era el Génesis.

Se conoce que al principio la tierra estaba confusa y vacía y las tinieblas cubrían la faz del abismo. Una pena. Pero gracias a Dios, el espíritu del Mismo se cernía sobre la superficie de las aguas vigilando no fuera a resquebrajarse algo. El caso es que va haciendo la luz, las estrellas, se separan aguas unas de otras, un ganado por aquí, unos reptiles por allá, ahora pongo hierba, luego los frutales, la gente. El Cielo entonces, dejó de ser la nada y una porción de él –generalmente se admite que una porción ínfima- fue ocupada por el Mundo. A destacar un sitio: el Paraíso.

De lo dicho en el párrafo anterior se deduce una cosa muy importante y que conviene subrayar. Se trata de una de las características más curiosas que tenía el Cielo por aquellos tiempos: Englobaba al Mundo. Sí, lo englobaba, el Mundo formaba parte de él, era parte de él. En efecto, no había una cosa por un lado y otra por otro como ahora, no. Sólo existía el Cielo que se componía de, a saber: Dios y el Mundo. Se dice esto porque muchos de los sucesos que se van a contar a continuación quedan muy claritos gracias a esta característica. Enseguida se verá.

Pero ahora tenemos a Dios y al Mundo. Es precisamente en este momento cuando se crean unos seres que sirvan de ayudantes para realizar labores de cuidado y reciclaje en el Universo recién formado. ¿Por qué se hacen ahora? Muy fácil, es que en la nada de antes no había nada que cuidar. Así que Dios, sin pensárselo dos veces, y a la vista de lo mucho que había que reparar, crea una especie de brigada del gotelé. Son los ángeles. Aunque se sabe que se trata de seres incorpóreos no cabe duda que les gusta aparecer con aspecto de jóvenes rubios que vuelan, visten túnicas blancas y llevan trompetas y cosas así. También se verá un poco más tarde que las funciones de los ángeles van variando con el tiempo hasta constituir el servicio de la "casa" pero no adelantemos acontecimientos.

Y no adelantemos, decía, porque nada más crear Dios a los ángeles se produce uno de los hechos más extraordinarios de la historia del Cielo: un golpe de estado. Parece ser que uno de los ángeles más importantes llamado Lucifer se enfrentó a Dios. Ni qué decir tiene que la desmedida ambición de éste ángel le había hecho perder la razón, porque hace falta estar loco para enfrentarse a Él cuando todo el mundo sabe que una de las características más importantes de Dios es la omnipotencia.

- Te has vuelto un soberbio, ¿lo sabías? –le dijo Dios.

- Hombre, yo… -balbuceó Lucifer súbitamente atemorizado.

- Miguel.

- Dime Dios.

- Me cogéis a este idiota y me lo lleváis a mi espalda. Y todas sus legiones también, a mi espalda.

De modo que les castigó eternamente a no ver su rostro.

Esta escena es importante porque, ya se ha dicho, es una de las más graves crisis de la historia del Cielo –llega casi, casi a teñirse de guerra civil- y porque nos describe un episodio que está muy lejos de lo que normalmente imaginamos que es el cielo: revoloteo por doquier, risas, paz, armonía. Pues bien, nada de eso hubo en el enfrentamiento de Dios con Lucifer. Con lo feliz que estaba Dios en la nada flotando tan a gusto. La verdad es que no se entiende.

Conviene destacar también otro aspecto que cabe deducir del llamado luciferazo. Se trata del castigo que Dios impone al ángel idiota: impedirle contemplar su rostro. Este detalle es crucial porque nos explica muy bien el aspecto que tenía la Casa por aquella época. En efecto, no era una especie de cielo azul de verano con nubes y luz cegadora, sino que consistía en una nada dividida en dos zonas bien diferenciadas, la de delante de Dios y la de detrás. Vayamos por partes, la de detrás hacía las veces de infierno (una especie de protoinfierno dentro del cielo) porque parece ser que si dejabas de mirar el rostro de Dios lo pasabas fatal. Y la de delante era la zona feliz dado que podías mirar. Como quiera que Dios estaba muy atento a la obra que acababa de hacer, generalmente se admite que el mundo estaba en la zona de delante. Es fácil.

Por otra parte, conviene decir que esta configuración siempre ha supuesto un problema interpretativo dado que, por esa época -esto no se ha dicho hasta ahora-, Dios gustaba de aparecer en forma de ojo con un triángulo alrededor y, claro, mal podía verse su rostro en estas condiciones y mucho menos situarse en la espalda de dicho ojo. No vamos a entrar al trapo en este tema porque nos llevaría mucho tiempo.

Dentro del Mundo, además de muchas cosas, es decir todas, estaba el Paraíso mencionado antes. ¿Por qué esta insistencia en el Paraíso? Porque era la pista de pruebas de Dios. Resulta que puso en pelotas a los dos primeros seres humanos del Universo y a las primeras de cambio, se la jugaban por una manzana que les dejaba una viborilla que casualmente pasaba por allí.

Se conoce que Dios había puesto en medio del Paraíso un árbol muy especial. El Árbol del Conocimiento del Bien y del Mal, que mira que es bonito el nombre, con la orden expresa de nada de catarlo. Pero parece ser que llegó entonces la culebra y les aseguró que de eso nada. No sabéis lo que os estáis perdiendo, de verdad, les decía. Poco después, cuando Dios se dio cuenta que se habían puesto morados de manzanas, decidió expulsarlos del Paraíso.

- ¿Dónde estáis? –exclamaba. Se le veía algo turbado porque la cosa tenía todos los visos de ser otra crisis.

- Estoy aquí –dijo Eva-, pero es que no puedo salir porque estoy en tetas.

- O sea, que tienes vergüenza de tu desnudez –contestó Dios ya de los nervios.

- Yo creo que sí.

- Pues hala, ya te estás yendo. Y tú también Adán. A partir de ahora vais a saber lo que es bueno.

Y los expulsó del Paraíso, dando la orden correspondiente a un ángel portador de una espada flamígera. Estaba muy enfadado y con razón.

- Por lo que respecta a ti, viborilla, te condeno a vagar por siempre en plan guarro, con todo ese vientrazo que tienes pegado a la tierra.

- ¿Te refieres a estar bocabajo?

- Eso es, arrastrándote.

Todo el mundo en el Cielo comentó que esto que había pasado era cosa de Lucifer. Se estableció una fórmula que ha llegado hasta nuestros días:

Lucifer + viborilla = Satanás

Es curioso ver cómo las fuerzas del Mal –así, con mayúsculas- prosiguen de este modo su largo viaje que comenzaran en la zona de delante, para pasar a la de detrás y llegar por fin a la superficie del suelo del Mundo. No olvidemos que poco después seguirán viaje con destino a las entrañas de la tierra pero de esto hablaremos en su momento.

¿Qué tenía de especial este Paraíso para suscitar tanto interés? Pues que era, en esencia, una puerta. Un conducto para pasar al Cielo. La pista de pruebas, lo que habíamos dicho. Y el sanctasanctórum de este lugar inaudito era el claro del bosque en donde se mecía misterioso el árbol del Conocimiento del Bien y del Mal. ¿Pero por qué toda esta puesta en escena? ¿Para qué? ¿Dónde se encuentra este mítico Edén que sin duda aún existe, pues bueno es Dios cuando se pone a hacer cosas? Ni idea pero, por matizar un poco la respuesta a la última pregunta, sólo decir que, aunque encontrásemos el Paraíso, no podríamos entrar en él porque hay en su puerta un ángel guardián con su preceptiva espada flamígera. Lo que se llama servicio de garita.

Como quiera que Lucifer se fue al suelo para arrastrarse por la tierra y que sigue condenado a no ver el rostro de Dios, se ordenó ipso facto que el Mundo también se fuese de viaje (aquí nadie se está quieto; es una de las características más peculiares de la Casa), de manera que se situó exactamente en el medio del Cielo. Así, una parte del Mundo, justo en donde vive la viborilla, se introdujo para siempre en la zona de detrás, como en la región de las sombras, y la otra en la iluminada. Es precisamente en esta última donde se encuentra el Paraíso.

Después de los desengaños sufridos por los ángeles idiotas y por Adán y Eva, a Dios se le agrió el carácter, máxime cuando, poco después, se enteró que un tal Caín, que le solía poner unas ofrendas bastante pobres, tipo nabos y algunos hierbajos, había asesinado a un hermano suyo llamado Abel, muy conocido en el Cielo por los pedazos de cordero que solía ofrendar. Imagínense a unos ángeles flotar arrobados contemplando el rostro de Dios, mientras que desde el Mundo les llegaba un aroma a cabrito asado, y podrán hacerse una idea de lo popular que era Abel en el Cielo. Aprovecho el momento para decir que, a partir de Caín y Abel, en adelante, y a pesar de los disgustos que le daba la raza humana, Dios decide adoptar la apariencia de Charlton Heston con el triángulo de antes encima de la cabeza pero más pequeño.

- Te condeno a vagar por la tierra sin descanso –le dijo Dios a Caín- Además, tu estirpe será maldita. Así que ya lo sabes, a partir de ahora con estigma.

¡Qué lejos quedaban aquellos felices tiempos en que paseaba tan tranquilamente por el Edén con Adán y Eva en pelotas! Con lo bien que me han salido las demás cosas, se lamentaba Dios. En efecto, desde que había hecho el Mundo, esto era un no vivir, pensaba. Así, no es de extrañar que poco a poco comenzase a echar de menos sus largos peregrinajes de antaño, cuando viajaba sin rumbo por la nada.

Poco después le llegó un clamor tremendo por la cantidad de pecados que se cometían en el Mundo y la respuesta no se hizo esperar: Dios decidió destruir su obra. Es la llamada Ira de Dios que significa que ya no puede más y que hasta aquí hemos llegado.

- Es que esto es no vivir –le comentó Dios al arcángel San Miguel.

- Yo es que creo que lo de Lucifer fue un error –dijo éste.

- La verdad es que me lo tenía que haber cargado, sí.

- Y lo de la desnudez también ha sido otro error –afirmó el ángel.

- ¿Tú crees?

- Hombre, a quién se le ocurre dejarles que se avergüencen de su desnudez.

- También es verdad –se lamentó Dios.

Después de mucho pensar, se decidió por un fin del mundo modalidad Diluvio Universal, que llevó a cabo con la eficacia propia del que es y se sabe omnipotente. Pero, ¡ay!, en el último momento, encontró gente maja y no se le ocurrió otra cosa que poner en ellos toda su complacencia.

- O sea, que destruyes el Mundo pero no es su final –le dijo el arcángel.

- Es que esta gente ha hallado gracia a los ojos de Nos y he decidido no exterminarlos. Ya ves.

- Pues que sepas que es otro error.

Por si fuera poco, después empeñó su palabra diciendo que nunca más destruiría el Mundo y puso un Arco Iris no se sabe muy bien por qué. Cuarto error.

Y este último fue el más grave dado que, de esta manera, la Historia del Cielo llega a un punto de no retorno y la Casa nunca más podrá ser como en sus primeros tiempos. A partir de ahora, Dios, obligado como está a la palabra dada (si Dios no cumple su palabra, apaga y vámonos), tendrá que hacerse cargo de todo lo hecho hasta entonces; aunque le dé muchos disgustos, que se los va a dar como vamos a tener ocasión de comprobar. El mapa del Cielo por tanto, no cambia sustancialmente (recuperado el Mundo gracias a Noé y sus parejas de animales), aunque haya vivido una importante crisis, si bien pronto superada. Se abre ahora un largo período de relativa calma que, no obstante, es rica en sucesos y anécdotas.

La tendencia general hay que enmarcarla en un aumento, lento pero constante, de la llamada Ira de Dios. Es decir, un ir perdiendo los nervios poco a poco y además, sabiéndose impotente por la palabra dada. Lo del Arco Iris.

¿Puede un Dios omnipotente ser impotente, sea por lo que sea, el caso es que es impotente? Ojo a estas cosas.

Continuará...

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¿Un perdón más?
¿Un cuento de lo irreal?

José O. Colón Ruiz

Eran los tiempos en que ya se habían enviado naves a explorar otros planetas y la nave Mars Express, preparada por la NASA, había fotografiado la superficie de Marte. Gracias al nuevo mapa geológico obtenido por los instrumentos Omega, sabíamos que en Marte, aunque escasa, había agua. Entonces, en una noche fría y tenebrosa, de pronto sentí que unos misteriosos seres me montaron en una camilla de esas que usan las ambulancias de urgencias y suelen llevar enfermos graves al hospital. Unas sombras me arrastraban y, de pronto, me encontré en un camino enfangado, que aparentaba no tener fin. Estaba oscuro y por más que pedía auxilio, no me querían soltar. Me arrastraban y me arrastraban... Era como si Papá Dios, me hubiera venido a buscar y sentí pánico. Pedí socorro a Paleto y a Androide, y no aparecieron por ningún lado. ¿Me llevarán a Marte?, pensé. De pronto sentí unas voces:

- ¡Amo, Amoooo!

Eran Androide I y Paleto que habían sido enviados a rescatarme.

Cuando desperté, seguí leyendo el Nuevo Día, donde decía que el agua de la superficie era escasa y que su presencia no era la que causaba su color rojizo y que grandes cambios se produjeron en su segunda era de hace mil trescientos millones de años.

Cuado gané conciencia, estaba en mi cama, y dije:

- ¡Bueno!, yo espero que nunca tengamos que mudarnos a ese planeta.

Y seguí durmiendo.

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Reflexión

Jesús Miguel Sáez González

Acaso, sé donde me alcanza la memoria, intentaré ser breve como la palabra traviesa que se escapa, aunque sé que ahí está, zumba cuando ronronea, hasta provocar, o triste se va porque está de luto. No sé hacia donde va la palabra y me interrogo; miro a mi alrededor; siempre ha estado ahí, y los hilos de la virtud son divergentes, se estrechan por esos pasillos imposibles, que, en ocasiones, se entretejen hasta dar la respuesta proyectada, del paso del tiempo viene presta.

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Vivat Academia, revista del "Grupo de Reflexión de la Universidad de Alcalá" (GRUA).
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Última modificación: 01-04-2008