El Rincón Literario
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ISSN: 1575-2844

Revista Vivat Academia

  Histórico. Año X

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Julio- Agosto 2008. Nº 97

Contenido de esta sección:

Retrato con París de fondo (Jesús Miguel Sáez González)
Extracto de una novela sin publicar (Jesús Miguel Sáez González)
Buscar (poema) (José O. Colon Ruiz)

Retrato con París de fondo

Jesús Miguel Sáez González

Nunca estuve en París, quizá tantas veces, fue en el cine o a través de la literatura, no lo sé, también la pintura, una escultura de Rodin pensativa, o una melodía de Serge Gainsbourg o Brassens.

La Novelle Vague me enseñó que los rincones de París no eran postales como antes lo hizo Renoir, pero el amor valía tanto como la vida, hasta debajo de los adoquines la playa, pero esa ilusión, hace tanto tiempo, que los nubarrones -y nada queda- se precipitaron sobre los cafés, donde Bretón se admiraba con la conversación de Buñuel, y aquel centro de la ciudad, conquistado por lo republicanos españoles que sufrieron el olvido; nunca de una ninette, ni un señor de Murcia, sino de un pérfido De Gaulle. Pese a todo, me arrebató una tarde esa mirada de Jean Serberg, la llevo en el corazón de mi pantalla en blanco y negro, porque sueño, y puedo descubrir su camiseta blanca ajustada que reza New York Times y sus pantalones pitillo negro, y entre su regazo unos periódicos y su andar de pelo corto tan hermoso como el amor, y quién la mira sino Belmondo, pero también soy yo. Pero amar sin ser correspondido es triste, quedándote abandonado una noche de lluvia y una carta como una lágrima que cae y se difumina, no sé si como un acto impresionista, pero su riachuelo nos deja un surco de infidelidad, no sé si desilusión, pero de deseo contrariado siempre inmortal -tanta contradicción hasta el fin arrebatado-; es el amour fou un señuelo y siempre nos quedará París y el suicidio incomprendido por el Pont Neuf, versiculeaba Edith Piaf, miles de suspiros luego como digresiones grabadas por Charlie Parker en su garito de la desesperación y de la pasión, y es así cuando leemos a Rimbaud y a Rilke, tan jóvenes que son eternos. Mientras, justo en los cielos, bajo su techo que dijo Clair, el tintineo de las campanas tocan a rebato y un campanero jorobado sufre penas de amor en Notredam, pero el camino yace boreal en la noche con su aroma de libertad, igualdad y fraternidad; suena a infidelidad cuando Picasso hace el amor en tantos estudios, que sus musas son su autobiografía, como la pintura, no exaltada como Victor Hugo o el sufrimiento orgiástico de Colette o el existencialismo según Sartre, sino paciente, amoroso, hasta autodestructivo. Los genios alucinan y Dios vino a ser Dior o Yves Saint Laurent y yo, no importa, no estuve nunca.

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Extracto de una novela sin publicar

Jesús Miguel Sáez González

Sarah ama a Antoni. El Retiro, un corazón libertario, apuñalado por la traición. Los libreros desempolvan ojerosos las casetas de la Feria del Libro, entre aludes de vanidad. El aroma de hastío, una quimera, y el bullicio enajenado parece regresar planificando la batalla, invocando al tiempo sus enseñas y entre sus manos las empuñaduras, nunca en retirada, siempre dispuestas al ataque. La megafonía en off, desde la loma capitana, estratega un panel de cultura dirigible, y la aviación, un globo aerostático marca Banesto, surca el cielo y Botín sonríe sin más, en complicidad, desde el más allá, insuflando valor. Las terrazas anexas alucinan compilando la sed, que unos enfermeros inyectan de suero, previo pago, y el azúcar vestido de chulo y la chulapa rellena la hora, bailando un chotis alrededor de un estanque divertido que rema. Y en el pensamiento de Antoni, la tarde, sin embargo, acurruca una infidelidad como toque de distinción. Los sentimientos prisioneros, cuadernos de fotografías, se aprecian cuan apilados volúmenes, firmados con dedicatoria manuscrita de agradecimiento, acariciando una mueca de felicidad, y en ese tiempo ajeno, un cartel americano levanta la sospecha de fondo mercadeando una Europa, hace tiempo muerta -una imagen vale menos que mil besos, pertenezco al instante del amor, se dijo-, mientras los cadáveres yacen en el suelo, sin memoria.

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Buscar

José O. Colon Ruiz

Tengo que encontrar
senderos inexplorados de cada instante...

Quiero encontrar la voz de lo inexistente.

Se me nubla la voz de no verte.

Lloran mis pupilas por encontrarte.

¡Oh, puerta en el tiempo
donde palpita lo intangible!

¡Déjame tenerte en cada estrella
para que llegue a ti mi pensamiento!

Ser estrella y sol en tu infinito...

Déjame encontrar en ti el verbo de lo eterno
o el cántico del día y de la noche.

Déjame seguir amándote...

¡Vida mía! voz en lo inefable.

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Vivat Academia, revista del "Grupo de Reflexión de la Universidad de Alcalá" (GRUA).
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Última modificación: 30-07-2008