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Mundo

Jesús Miguel Sáez González, critico de cine
miguelescine@hotmail.com

SOOM de Kim Ki-duk

Aliento: un soplo de vida que se insufla pese a no existir en el vacío (la última voluntad del reo, que cuenta el tiempo, que se va agotando en la celda, y que espera su ejecución capital, aquella que marca el destino, la muerte, y que tantas veces, ya en su pensamiento, perece; y la de la mujer inerte, asesinada por la infidelidad de su cónyuge). En su encuentro accidental y silencioso hasta la abstracción (él prefiere callar por imposibilidad física, ella sólo cantar para luego casi enmudecer), una búsqueda, esa extraña pulsión minimalista que es el deseo trasformado, que habita en un espacio claustrofóbico -en blanco-, redecorado más tarde por las cuatro estaciones que significan amor, donde extrañamente poder respirar en su encierro ocasional; el de estos dos ya amantes, que alumbran entre el placer y el dolor -en su evasión- una lírica historia de amor que nunca podrá sobrevivir. Y en las alturas un Dios carcelero, cuyo ojo controla las criaturas, hasta decidir a su antojo, y al ras del suelo, compartiendo con ellos el mundo, la posesión de los otros, aquellos infieles que nunca, es cierto, lo conseguirán.

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WALL-E de Andrew Stanton

Put on your Sunday Clothes -uno de esos temas pertenecientes al musical Hello Dolly dirigido por Gene Kelly en 1969-, surge como un rumor, un sentimiento subrayado que es una melodía como fondo y ante él la nada -un espacio asolado-. Más tarde una panorámica (en picado se muestran sus edificios; rascacielos habitados por la chatarra y algún que otro insecto). Y en la inmensidad, no del espacio conocido, desnudo el día a día metódico, y en ese fondo del angosto valle, Wall- E, el último no hombre sobre la tierra abandonada hace tiempo (alusión al relato de Richard Matheson: I am Legend), que adquiere minimalistas comportamientos humanos, sólo con el gesto, casi en silencio, como aquel que fue llamado Pamplinas con su rostro de palo, sólo que bajo una mirada binocular.

De este corazón, el amor hacia los objetos muertos, pero también hacia las imágenes no congeladas que se redefinen mediante una cinta de vídeo, que se repite una y otra vez en su memoria, como un substrato de inteligencia artificial y que, además, nos remite -con lo dicho en primera instancia- al texto de Brian Aldiss: Supertoys last all sumer, publicado en 1969.

Aquel día incierto, pero cierto, todo vino a cambiar. La esperanza surgió, sin quererlo, y se convirtió necesariamente en un problema mayor abriendo el relato aún más hacia el contacto, más que eso, a un nacido y misterioso deseo de amistad con quien compartir -y fue en esa misión que trajo el azar, con toda su energía emocional puesta en esa tierra y que tomo cuerpo también en Eva (otro robot este de nueva generación); el valor de la naturaleza que Wall encontró cierta jornada-.

Desde entonces, la aventura, el viaje más que iniciático, la acción con sus sucesivos slapsticks desternillantes conducen al espacio exterior, a la nueva civilización impostada y obesa que, definitivamente, se postra ante la tecnología y el consumo, y al olvido alienado en que se ha convertido el hombre (primero en guerra contra sí mismo, con el beneplácito de los gobernantes petulantes que rezan en nombre de una falsa democracia y que han destruido la naturaleza, más tarde sumisos ante los Hall 9000).

Hasta, por fin, en su recorrido, reconocer la naturaleza, recién descubierta, y protegerla, ya de regreso, tras el combate, contra las criaturas alienígenas, y la felicidad nuevamente conquistada, la paz, y el amor, y la conservación de un mundo mejor basado en el respeto, la convivencia y la ecología.

Fábula hermosa y de concienciación. Una obra mayúscula de animación técnica (mayor autonomía del movimiento del dibujo con respecto al fondo), que sigue colocando a la factoría Pixar -ende Disney- en la élite mundial de la animación.

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TROPA DE ÉLITE de José Padilha

Ojo por ojo, diente por diente,
el mundo acabará ciego.
-Gandhi-

Sigue esta Tropa de Elite los senderos temáticos de la ya consagrada cinta de Meirelles: Ciudad de Dios. Al igual que su antecesora, su virtud descansa en su hiperrealismo (cámara en mano a modo de documental trepidante, contribuye el montaje), narrado en voz en off -en ocasiones su utilización es ciertamente recurrente- por el capitán Nascimento, oficial de la BOPE, servicio de asalto de la policía Brasileña, y que, a su vez, se basa en la experiencias propias del expolicia André Batista (los sucesos trascurren durante la visita del Papa Juan Pablo II a Brasil en 1997, bajo un proyecto gubernamental de limpieza y corrección social).

De esta narración principal devienen en su encuentro azaroso dos historias más –otros dos personajes- que confluyen en un único clímax dramático dispuesto como una sucesión de hechos por acumulación (eso sí, tanto los espacios, como sus tiempos, la estructura de la narración en general, se ve alterada, así como las acciones lógicas que se derivan, planteando, a modo de narración -o debate- omnisciente, una realidad; bien distinta que en Ciudad de Dios cuyo espacio dramático era la propia Fabela, aquí, sin embargo, se toma la instancia del pensamiento de la policía y su actuación) poliédrica, que trastoca los equilibrios de poder que habitan dentro de la sociedad brasileña (por un lado, el protagonista quiere abandonar a priori la violencia a la que se ve sometido y redimirse familiarmente, por otro, buscar un sustituto entre dos jóvenes aspirantes, que, en principio, al igual que este en su juventud, no desean corromperse y del cómo se ven abocados finalmente a hacerlo), cuyos mecanismos morales (éticos) sólo entienden de brutalidad, como método unidireccional frente a la miseria y la necesidad, ya que ésta viene insuflada desde la alta clase social (gobernante), pasando por la actuación cínica e hipócrita y cómplice de la burguesía atrincherada (la hipocresía de los mecanismos de ayuda, organizaciones no gubernamentales u ONG, por ejemplo) que se define como percutor de la intervención directa de los peones -violentos ejecutores (policía)- detonantes de la situación de la propia Fabela, cuyo comportamiento interno es igualmente agresivo –como defensa ataque-, privando al ser humano de libertad y justicia social.

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EL CABALLERO OSCURO de Christopher Nolan

La maldad viste de pureza inmaculada, confundiendo la naturaleza de la vida y la muerte. Nada sabemos sino podemos definirla, ni qué pretende, y se infiltra extrañamente entre nosotros hasta conseguir convivir, carcajeándose cómplice sobre sus orígenes disfrazados e inciertos, porque es voluble como el cordero de Pascua. Y de esta incertidumbre nace la inquietud, el desasosiego y el horror que planea la destrucción y la inmolación del mal que se proyecta hacia la civilización, porque viene a convertirse en ejecutora, sin compromisos morales de perecer, y renace, una y otra vez, como hija inmisericorde de las cenizas incandescentes de una democracia náufraga que se agrieta, cuyos tintes marcan la dictadura de la justicia (social) y sus criterios de privación de libertades, demonizadas por la tecnología (el consumo que aliena la pobreza) y las religiones fanáticas sin Dios. Y así giran en el aire dos caras que son una misma moneda, que conviven con el azar que viene a ser finalmente el destino (el Joker y Dos caras), y ya no son fantasmas, sino certezas corpóreas que juguetean a su libre albedrío detonando la violencia y el miedo desmesurado en cada acción, usando para ello todas las armas que son creadas y posibles contra los seres humanos reconfortados por lo inmediato, porque la vida adquiere un cota más que añadir a la fragilidad frágil, que será víctima pero también verdugo

Frente al caos "el héroe necesario" (Batman), dubitativo y oscuro, contradictorio en su contradicción, como la sociedad, hierático y trascendente, cuya acción de la justicia se le escapa entre las manos, porque la maldad es tan seductora que desencadena la desmesura, la confrontación, el miedo, el desgarro, la aparición del fascismo con su señuelo de libertades amparadas en la rentabilidad de dolor y que ponga orden, la xenofobia, el choque de civilizaciones, en definitiva el eterno retorno.

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LO BUENO DE LLORAR de Matías Bize

Ahonda, de nuevo, Bize en el conflicto de pareja. A través de una historia, un tanto minimalista en tiempo real (una noche), se narra la frágil ruptura de tú a tú con sus circunstancias internas, mientras éstos continúan deambulando por la ciudad y las circunstancias externas, ajenas o no, que les rodean a su paso (al tiempo, en mitad de la jornada, como hecho puntual, van encontrándose con sus amigos, quienes asisten perplejos o no y por separado al encuentro).

Film de tempo lento reposado, de miradas sugerentes, y largos planos secuencias, cuyas transiciones vienen marcadas por la banda sonora -compuesta por Diego Fontecilla y Rodrigo Jarque- y un sentido del humor anecdótico que atenúa la gravedad, redondean así esta trama de amor -fin de amor-, -soledad-incomunicación-, apariencias-verdades-.

Destacan las interpretaciones de Vicenta N¨Dongo y Alex Brendemuhl

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LIBRANOS DEL MAL de Amy Berg

De lo particular a lo general, poco a poco la historia va fluyendo precisa sin subrayados ni efectismos dramáticos, pues la narración, es decir, los acontecimientos son contundentes y extremadamente graves que por sí mismos son veraces.

Oliver O¨Grady, es un sacerdote católico, habla frente a la cámara de su experiencia, su apacible voz esconde un secreto del que no parece arrepentirse, por otro se suceden correlativamente los testimonios de los familiares, que sirven de contraplano. Con total sutileza, el espectador va adentrándose en un complejo caso de pederastia, la que sufrieron miles de niños, y sus familias. Un lobo con piel de cordero, que, en principio, se ganó el afecto de sus feligreses para luego cometer abuso y todo tipo de violaciones -incluyendo algún adulto- a lo largo de treinta años, sin mayor razonamiento que seguir sus instintos, sin un ápice de culpabilidad, y que hoy disfruta de una indemne libertad.

Estos hechos van siendo reconstruidos, fructificando sus veracidad siempre transparente, gracias, como hemos ya apuntado, a las intervenciones de los testigos, también lo son los testimonios de los especialistas relacionados con los casos (teólogos, abogados, investigadores policiales, psicólogos, sacerdotes expertos en derecho canónigo) que se investigan; así como se recurre a todo tipo de documentos, bien escritos, bien visuales que aseveran la investigación.

Pero poco a poco el campo va ampliándose a lo general, una compleja realidad, de la que la curia -incluso vaticana- actúa como cómplice, por su consentimiento de una tragedia, con sus causas de toda índole, que se extiende sin parangón-ya a lo largo de los tiempos- y que ha destrozado moral y emocionalmente a miles de familias cristianas en todo el mundo, que necesitan en estos días aciagos algo más que un simple y casi vacío alegato tímido de perdón.

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SIEMPRE DIAS AZULES de Israel Sánchez Prieto

A través de la historia de dos mujeres, Isabel y Asunción, de personalidades más bien opuestas, pero con un único fin: encontrar los restos de sus hermanos desaparecidos, fusilados por la barbarie de la dictadura franquista.

Esta amistad y objetivo común se convierte en una lucha a la vez que promesa, a lo largo de más de treinta años, desde estos hechos particulares, el documental se va abriendo a una realidad general compleja, la de los desaparecidos, la titánica búsqueda de los familiares, que nunca han encontrado reparación en una democracia que les olvidó. También asistimos a todo ese proceso -voz en off-, del levantamiento de las fosas, los hallazgos, los testimonios, el desenterramiento de los cadáveres, las pruebas de ADN identificativas, las discusiones entre los habitantes del pueblo (Babía, provincia de León); y una vez conocidos o identificados, los cadáveres enterrados en campos santos.

Un documento valioso; más que eso, valiente y justo de una realidad latente, que nunca se debe olvidar, pese al "olvido" de nuestros políticos.

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